miércoles, 28 de mayo de 2014

CAPITULO 201



No queriendo dudar, inmediatamente me acerqué y la besé. Me besó de vuelta, y aunque sólo quería que fuera corto y dulce, mis labios se abrieron,haciendo que su cuerpo reaccionara. Su lengua se deslizó en mi boca, y cada parte de mí me gritó que fuera a toda máquina. La empujé contra mí, y Paula dejó caer una pierna al costado, acogiendo mis caderas para que encajaran firmemente entre sus muslos.


En cuestión de segundos, estaba desnuda debajo de mí y sólo me tomó dos movimientos para sacarme la ropa. 


Presionando mi boca contra la suya, duro, agarré las vigas de hierro de la cabecera de la cama con ambas manos, y en un rápido movimiento, me empujé dentro de ella. Mi cuerpo se sintió inmediatamente caliente, y no pude dejar de moverme contra ella, incapaz de controlarme. Gemí contra la boca de Paula cuando arqueó la espalda para mover sus caderas contra las mías. En un punto apretó los pies contra el colchón para poder levantarse y dejarme penetrarla completamente.


Con una mano en el hierro, y la otra en la nuca de Paula, me mecí dentro de ella una y otra vez, todo lo que había pasado entre nosotros, todo el dolor que había sentido, olvidado. La luz de la ventana se derramó mientras perlas de sudor empezaron a formarse en nuestra piel, facilitando el poder deslizarme.


Estaba a punto de acabar cuando las piernas de Paula comenzaron a estremecerse, y clavó las uñas en mi espalda. Sostuve mi aliento y me empujé en su interior por última vez, gimiendo por los intensos espasmos que recorrían mi cuerpo.


Paula se relajó contra el colchón, su línea de pelo empapada, y sus extremidades flácidas.


Respiraba como si hubiera terminado una maratón, mi sudor cayéndome por el pelo, bajando por mi oído y por el costado de mi rostro.


Los ojos de Paula se enfocaron cuando escuchó voces murmurando abajo.


Me di la vuelta, escaneando su cara con pura adoración.


—Dijiste que sólo me ibas a besar. —Me miró como lo hacía antes, haciendo que fuera sencillo pretender.


—¿Por qué no nos quedamos todo el día en la cama?


—¿Vine aquí a cocinar, recuerdas?


—No, viniste a ayudarme a cocinar, y no me presentaré a trabajar durante ocho horas.


Tocó mi rostro, su expresión preparándome para lo que podría decir.


—Pedro, creo que…


—No lo digas ¿está bien? No quiero pensar en eso hasta que tenga que hacerlo. —Me paré y me puse los calzoncillos, caminando hacia su mochila. Arrojé su ropa a la cama, y tiré de mi camisa por mi cabeza—Quiero recordar este como un buen día.


Pareció que no mucho después de despertarnos, ya era hora de almorzar, el día pasó demasiado jodidamente rápido. Temía cada minuto, maldiciendo el reloj cuando se acercaba la noche.


Ciertamente, había terminado con Paula. Ni siquiera importaba que estuviera fingiendo, me negué a considerar la verdad mientras estuviera a mi lado.


Cuando nos sentamos para la cena, papá insistió en que cortara el pavo, y Paula sonrió orgullosa mientras hacía los honores.


El clan Alfonso aniquiló el duro trabajo de Paula, y la llenó de cumplidos.

—¿Hice suficiente? —rio.


Papa sonrió, llevando su tenedor a la boca para limpiarlo para el postre. —Hiciste suficiente, Paula. Sólo queríamos abastecernos hasta el próximo año… A menos que quieras hacer esto de nuevo en Navidad. Eres una Alfonso, ahora. Espero que estés con nosotros en cada día de fiesta, y no para cocinar.


Con las palabras de papá, la verdad se infiltró y mi sonrisa se desvaneció.


—Gracias, Horacio.


—No le digas eso, papá —dijo Marcos—. Tiene que cocinar. ¡No he tenido una comida decente desde que tenía cinco años! —Se metió media porción de tarta de nuez en la boca, gimiendo con satisfacción.


Mientras mis hermanos limpiaban la mesa y lavaban los platos, me senté con Paula en el sillón, tratando de no sostenerla muy fuerte. Papá ya se había acostado, su estómago lleno, dejándolo muy cansado para tratar de estar despierto.


Puse los pies de Paula en mi regazo, y le saqué los zapatos, masajeando las plantas de sus pies con mis pulgares. Ella amaba eso, y lo sabía. Puede ser que hubiera estado tratando de recordarle sutilmente lo bueno que éramos juntos, aunque en el fondo supiera que era tiempo para que siguiera adelante.


Paula me amaba, pero también le importaba demasiado como para enviarme a empacar cuando debía. Aunque antes le había dicho que no podía alejarme de ella, finalmente me daba cuenta de que la amaba demasiado como para joder su vida quedándome, o para perderla completamente obligándonos a ambos a aguantar hasta que nos odiáramos.


—Esta ha sido la mejor Acción de Gracias que hemos tenido desde que mamá murió —dije.


—Me alegro de haber estado aquí para verlo.


Tomé aire. —Soy diferente —dije, en conflicto con lo que diría después—,no sé lo que me pasó en Las Vegas. Ése no era yo. Estaba pensando en todo lo que podría comprar con ese dinero, y eso fue en todo lo que pensé. No vi lo mucho que te dolía que te hiciera volver allí, pero en el fondo, creo que lo sabía. Merezco que me dejes. Merecía todas las noches sin dormir y todo el dolor que he sentido.
Necesitaba eso para darme cuenta de lo mucho que te necesito y de lo que estoy dispuesto a hacer para mantenerte en mi vida.Has dicho que has terminado conmigo, y lo acepto. Soy una persona diferente desde que te conocí. He cambiado… para bien. Pero no importa cuanto lo intente, parece que no puedo hacer las cosas bien contigo. Fuimos amigos primero, y no te puedo perder, Paloma. Siempre te amaré, pero si no puedo hacerte feliz, no tiene sentido tratar de recuperarte. No puedo imaginarme estar con alguien más,pero voy a ser feliz siempre y cuando seamos amigos.


—¿Quieres que seamos amigos?


—Quiero que seas feliz. Sin importar qué.


Sonrió, rompiendo la parte de mi corazón que quería retirar lo que había dicho. Parte de mí esperaba que me dijera que me callara la boca porque nos pertenecíamos el uno al otro.


—Cincuenta dólares a que me lo agradecerás cuando conozcas a tu futura esposa.


—Esa es una apuesta fácil —dije. No podía imaginar una vida sin ella, y ella ya pensaba en nuestros futuros separados—. La única mujer con la cual deseo casarme acaba de romperme el corazón.


Paula limpió sus ojos y se levantó. —Creo que es hora de que me lleves a casa.


—Vamos, Paloma. Lo siento, eso no fue gracioso.


—No es eso,Pepe. Estoy cansada, y estoy lista para ir a casa.


Contuve el aliento y asentí, parándome. Paula se despidió de mis hermanos con un abrazo, y le pidió a Marcos que saludara a papá. Me paré en la puerta con nuestras maletas, mirándolos ponerse de acuerdo para volver en navidad.


Cuando frené para detenerme en Morgan Hall, tuve un pequeño sentimiento de cierre, pero no evitó que mi corazón se rompiera. Me incliné para besar su mejilla, y sostuve la puerta abierta, mirándola mientras entraba. —Gracias por lo de hoy. No sabes lo feliz que hiciste a mi familia.


Paula se detuvo al pie de las escaleras. —Les dirás mañana, ¿no?


Miré al Charger, tratando de contener las lágrimas. —Estoy seguro de que ya lo saben. No eres la única con una cara de póker, Paloma.


La dejé sola en los escalones, negándome a mirar atrás. Desde ahora, el amor de mi vida era sólo una conocida. No estaba seguro de qué expresión tenía mi rostro, pero no quería que la viera.


El Charger se quejó mientras manejaba más allá del límite a la casa de mi padre. Me tambaleé en la sala, y Pablo me entregó una botella de whiskey.


Todos tenían un poco en un vaso.


—¿Les dijiste? —le pregunté a Marcos, mi voz estaba rota.


Marcos asintió.


Caí de rodillas, y mis hermanos me rodearon, poniendo sus manos en mi cabeza y hombros como apoyo.

2 comentarios:

  1. Por favor! sin dudas leer esta parte desde la visión de él, es mucho más doloroso! Muy Triste el final así con sus hermanos conteniéndolo... pobre Pedro! :´(

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