lunes, 9 de junio de 2014

CAPITULO 239




Paula  


Aquellos que se encontraban sentados en el borde más lejano del restaurante comenzaron a gritar, casi empujando sobre las mesas y los niños para escaparse. Las copas de vino se rompieron y los cubiertos resonaron en el suelo. 


Una piña con forma de huracán fue derribada, rodó por la mesa y se rompió.


Rosario le rodó los ojos a cerca de unas veinte personas reunidas a unas cuantas mesas más lejos. —¡Cristo en la cruz, gente! ¡Sólo es un poco de lluvia!


Los meseros y anfitriones se apresuraron a soltar las paredes enrolladas al exterior del restaurante.


—Y te quejabas porque no teníamos una vista al océano —bromeó Harmony.


—Sí, ahora esas perras pretenciosas no están sonriendo con superioridad, ¿no? —dijo Rosario, señalando y sonriendo al paquete de seis rubias ahora acurrucadas y mojadas.


—Ya está bien, Ro. Has tenido demasiadas copas de vino —dije.


—Estoy de vacaciones y es una despedida de soltera. Se supone que debo estar borracha.


Palmeé su mano. —Eso estaría bien si no fueras una borracha insoportable. 


—Vete a la mierda, puta, no soy una borracha insoportable. —


Me le quedé mirando, y ella me guiñó y sonrió—. Sólo bromeaba.



Harmony dejó caer su tenedor en el plato. —Estoy llena. ¿Ahora qué?


Rosario sacó una pequeña carpeta de su cartera con una sonrisa retorcida. 

Tenía unas pequeñas letras de foamy pegadas al frente que decía “PEDRO & PAULA” y la fecha de nuestra boda  —Ahora jugaremos.


—¿Qué clase de juego? —pregunté, cautelosa. 

Abrió la carpeta. —Como Cami no podía estar aquí hasta mañana, hizo esto —dijo, volteando el frente para leer las palabras pintadas allí—. El juego: ¿Qué diría tu esposo? He oído hablar de él. Es súper divertido, aunque generalmente es sobre tu futuro esposo —dijo, agitándose con entusiasmo en su asiento—Entonces… Cami le hizo a Pedro estas preguntas la semana pasada y envió el libro conmigo.  

—¿Qué? —grité—. ¿Qué tipo de preguntas?


—Prepárate para averiguarlo —dijo, agitando la mano hacia un mesero. Él trajo una bandeja llena de chupitos de gelatina de colores brillantes.


—Oh por Dios… —dije.


—Si no aciertas, bebes. Si aciertas, nosotras bebemos. ¿Lista?

—Por supuesto —dije, mirando a Carla y Harmony.  

Rosario se aclaró la garganta, sosteniendo la carpeta frente a ella. — ¿Cuándo supo Pedro que eras la indicada?  


Pensé por un instante.  La primera noche de póker en la casa de su papá.  

—¡Errrr! —Rosario hizo un horrendo sonido con su garganta—. Cuando se dio cuenta que no era lo suficientemente bueno para ti, el cual fue el momento en que te vio. ¡Bebe!


—¡Aw! —dijo Harmony, sosteniendo su mano en su pecho.


Tomé un pequeño vaso de plástico y embutí el contenido en mi boca.


Delicioso. No iba a perder la cabeza en absoluto.


—¡Siguiente pregunta! —dijo Rosario—. ¿Cuál es su cosa favorita de ti? 

—Mi sazón.


—¡Errrrr! —Rosario hizo el sonido de nuevo—. ¡Bebe!


—Eres terrible en este juego —dijo Carla, claramente divertida.


—Tal vez lo estoy haciendo a propósito. ¡Estos están buenos! —dije,metiéndome otro chupito en mi boca.


—¿La respuesta de Pedro? Tu risa.


—Guau —dije, sorprendida—. Eso es adorable.


—¿Cuál es su parte favorita de tu cuerpo?


—Mis ojos.


—¡Ding, ding, ding! ¡Correcto!


Harmony y Carla aplaudieron, yo incliné la cabeza. —Gracias, gracias.Ahora beban, perras.


Todas rieron y tomaron sus chupitos.


Rosario pasó la página y leyó la siguiente pregunta. —¿Cuándo es que Pedro quiere tener hijos? 

—Oh. —Respiré a través de mis labios—En siete… ocho años  


—Un año después de la graduación.


Carla y Harmony hicieron la misma cara; sus bocas formaron un “oh”  —Beberé —dije—, pero él y yo tendremos que hablar sobre eso un poco más.


Rosario sacudió la cabeza. —Este es un juego de pre-boda, Paula. Deberías ser mejor en esto.


—Cállate y continúa.


Carla señaló—: Técnicamente no se puede callar y continuar.

—Cállate —dijimos al unísono Rosario y yo.


—¡Siguiente pregunta! —dijo Rosario—. ¿Cuál crees que fue el momento favorito de Pedro de su relación? 

 
—¿La noche que ganó la apuesta y me mudé? 

—¡Correcto otra vez! —dijo Rosario. 

—Esto está tan dulce. No puedo tomarlo —dijo Harmony. 

—¡Bebe! Siguiente pregunta —dije, sonriendo.


—¿Cuál es la cosa que Pedro dijo que nunca olvidará que tú le dijiste?


—Guao. No tengo idea.


Carla se inclinó. —Sólo adivina. 

—¿La primera vez que le dije que lo amaba? 

Rosario entrecerró los ojos, pensando. —Técnicamente, estás equivocada.¡Dijo que fue la vez que le dijiste a Adrian que amabas a Pedro! —Rosario se echó a reír y así lo hicimos el resto de nosotras—. ¡Bebe!


Rosario pasó otra página. —¿Cuál es el objeto sin el que Pedro no puede vivir?


—Su moto.  

—¡Correcto! 

—¿Dónde fue su primer cita?


—Técnicamente fue en Pizza Shack. 

—¡Correcto! —dijo Rosario de nuevo. 

—Pregúntale algo más difícil o nos vamos a emborrachar —dijo Carla, tomándose otro chupito.


—Mmm… —dijo Rosario, hojeando las páginas—. Oh, aquí vamos. ¿Cuál crees qué es la cosa favorita de Paula sobre ti?


—¿Qué clase de pregunta es esa? —pregunté, ellas me miraron expectantes—  Mmm… mi cosa favorita sobre él es la manera en que siempre me toca cuando nos sentamos juntos, pero apuesto a que dijo que sus tatuajes.  

—¡Maldición! —dijo Rosario—. ¡Correcto! —Bebieron y aplaudí para celebrar mi pequeña victoria.


—Una más —dijo Rosario—. ¿Cuál cree Pedro que es tu regalo favorito de él?


Hice una pausa por un par de segundos. —Esa es fácil. El álbum de recortes que me regaló por el día de San Valentín este año. ¡Ahora, beban!


Todas se rieron y a pesar de que era su turno, compartí el último chupito con ellas.


Harmony se limpió la boca con una servilleta y me ayudó a recoger los vasos vacíos y colocarlos en la bandeja. —¿Cuál es el plan ahora, Ro?


Rosario no paraba de agitarse, claramente emocionada por lo que estaba a punto de decir. —Visitaremos los Clubes. De eso se trata.


Negué con la cabeza. —De ninguna manera. Ya hablamos de esto.


Rosario sacó su labio inferior.


—No —dije—. Estoy aquí para renovar mis votos, no para divorciarme. Piensa en algo más.


—¿Por qué él no confía en ti? —dijo Rosario, su voz pareciéndose mucho a un lloriqueo.


—Si yo realmente quisiera ir, iría. Simplemente respeto a mi esposo y preferiría pasármela bien que sentarme en un club lleno de humo con luces que me dan dolor de cabeza. Sólo le haría preguntarse qué pasó y yo prefiero no ir allí. Ha funcionado hasta ahora.  

—Respeto a Valentin y aun así voy a Clubes sin él.

—No, no lo haces.


—Sólo porque todavía no he querido. Está noche, quiero.


—Bueno, yo no.


Rosario juntó las cejas. —Está bien. Plan B. ¿Noche de póker? —Muy divertido.


La cara de Harmony se iluminó. —¡Vi un volante sobre una noche de películas esta noche en la playa Honeymoon! Colocan una pantalla justo en el agua.


Rosario hizo una mueca. —Aburrido.


—No, yo creo que suena divertido. ¿Cuándo empieza?  

Harmony chequeó su reloj y luego su cara se ensombreció, desanimada. —En quince minutos.  

—¡Podemos llegar! —dije, agarrando mi cartera—. ¡La cuenta por favor!


CAPITULO 238




Pedro 


—Vete a la mierda —le dije, disgustado.  


—¡Oh, vamos! —dijo Valentin, temblando de risa—. Solías decir que yo era el único sometido.


—Vete a la mierda otra vez.


Valentin apagó el motor. Había aparcado el Charger en el lado más alejado del estacionamiento de Cherry Papas Casa de las más gordas y sucias strippers de la ciudad. —No es como si fueras a llevarte a una de ellas a casa.


—Se lo prometí a Paloma. Sin strippers. 


—Te prometí una despedida de soltero. 


—Amigo, vamos a casa. Estoy lleno, cansado, y tenemos que coger un avión en la mañana.


Valentin frunció el ceño. —Las chicas han estado tumbadas en una playa en St. Thomas durante todo el día, y ahora es probable que estén de fiesta en un club.  


Sacudí la cabeza. —No vamos a clubs sin el otro. Ella no haría eso.


—Lo haría si Rosario lo planeó.



Sacudí la cabeza de nuevo. —No, jodidamente no lo haría. No voy a entrar en el club de striptease. O bien eliges otra cosa, o me llevas a casa.


Valentin suspiró y entrecerró los ojos. —¿Qué hay con eso?


Seguí su línea de visión a la próxima cuadra. —¿Un hotel? Valen, te amo,hombre, pero no es una despedida de soltero real. Estoy casado. E incluso si no lo estuviera, todavía no tendría sexo contigo.  

Valentin sacudió su cabeza. —Hay un bar allí. No es un club. ¿Está eso permitido en tu larga lista de reglas del matrimonio?


Fruncí el ceño. —Solo respeto a mi esposa. Y sí, imbécil, podemos entrar ahí.


—Increíble —dijo, frotándose las manos. 

Atravesamos la calle, y Valentin abrió la puerta. 


Estaba completamente oscuro.


—Uh... —comencé.


De repente, las luces se encendieron. Los gemelos, Nahuel y Manuel, lanzaron confeti en mi cara, la música comenzó a sonar a todo volumen, y luego vi la peor cosa que jamás había visto en mi vida: Marcos en una tanga, cubierto de unos diez kilos de brillo corporal. Llevaba una barata peluca amarilla, y Cami se reía en voz alta, animándolo.


Valentin me empujó el resto del camino. Mi papá se hallaba a un lado de la sala, de pie junto a Pablo. Ambos sacudían sus cabezas. Mi tío Juan se encontraba al otro lado de Pablo, y luego el resto de la habitación estaba llena de hermanos Sigma Tau y jugadores de fútbol.


—Dije sin strippers —expresé, mirando atónito como Marcos bailaba por la habitación como Britney Spears.


Valentin se echó a reír. —Lo sé, hermano, pero parece que el espectáculo comenzó antes de llegar aquí.


Era un choque de trenes. Mi cara se frunció con disgusto mientras miraba a Marcos golpear y moler su camino a través del cuarto; a pesar de que yo no quería. Todos en la sala lo animaban. Figuras de cartón de tetas colgaban del techo, y había incluso un pastel de pechos en una mesa al lado de mi padre. Había estado en varias despedidas de soltero antes, y ésta tenía que ganar algún tipo de premio por la más rara.


—Oye —dijo Marcos, sin aliento y sudando. Sacó unos mechones de pelo amarillo de su cara.


—¿Perdiste una apuesta? —pregunté.

—De hecho, lo hice.


Manuel y Nahuel se encontraban al otro lado de la habitación, golpeando sus rodillas y se reían tan fuerte que apenas podían respirar.


Le di una palmada al culo de Marcos—Te ves caliente, hermano.

—Gracias —dijo. La música empezó y sacudió sus caderas hacia mí. Lo alejé, y sin inmutarse, bailó por la habitación para entretener a la multitud. 

Miré a Valentin—No puedo esperar para ver cómo le explicas esto a Paula.


Sonrió. —Ella es tu esposa. Tú lo harás. 

Por las próximas cuatro horas, bebimos y hablamos, y vimos a Marcos hacer un completo ridículo de sí mismo. Mi padre, como era de esperar, se fue antes de tiempo. Él, junto con mis otros hermanos, tenía que tomar un avión.


Todos volaríamos a St. Thomas en la mañana para la renovación de mis votos.


Durante el último año, Paula hizo tutorías, y yo hice un poco de entrenamiento personal en el gimnasio local. Habíamos conseguido ahorrar un poco después de los costos escolares, la renta y el pago de su automóvil para viajar a St. Thomas y quedarnos unos días en un hotel agradable. Teníamos un montón de cosas que podríamos haber hecho con el dinero, pero Rosario seguía hablando de eso y no nos dejaría abandonar la idea. Luego, cuando los padres de Rosario nos dieron el regalo de bodas/regalo de cumpleaños de Rosario/regalo de aniversario, tratamos de decir no, pero Rosario fue insistente.  


—Muy bien, chicos. Voy a estar muerto mañana si no me voy a dormir.


Todo el mundo gimió y se burlaron de mí con palabras como sometido y azotado, pero la verdad era que todos estaban acostumbrados al nuevo y más doméstico Pedro Alfonso. No había puesto mi puño en la cara de alguien en casi un año.


Bostecé y Valentin me dio un puñetazo en el hombro. —Vamos.  

Condujimos en silencio. No estaba seguro de lo que Valentin pensaba, pero no podía jodidamente esperar para ver a mi esposa. Ella me había dejado el día anterior, y era la primera vez que estábamos separados desde que nos casamos.


Valentin se detuvo en el apartamento y apagó el auto. —Servicio a la puerta,perdedor.


—Admítelo. Lo extrañas.


—¿El apartamento? Sí, un poco. Pero te extraño peleando y nosotros haciendo toneladas de dinero.


—Sí. A veces lo hago, también. Nos vemos en la mañana.


—Te recojo aquí a las seis y media. 

—Nos vemos.


Valentin se alejó lentamente mientras yo subía los escalones, en busca de las llaves del apartamento. Odiaba volver a casa cuando Paula no se hallaba aquí. No había nada peor después de conocernos, y era lo mismo ahora. Tal vez aún más miserable porque Valentin y Rosario ni siquiera se encontraban allí para molestarme.


Empujé la llave y abrí la puerta, cerrándola tras de mí y lanzando mi billetera en la barra de desayuno. Ya había llevado a Moro al hotel para mascotas para ser atendido mientras no nos encontrábamos aquí. Estaba jodidamente silencioso. Suspiré. El apartamento había cambiado mucho en el último año. Los carteles y señales de bar desaparecieron, y las fotos de nosotros y pinturas aparecieron. Ya no era un piso de soltero, pero era un buen cambio.


Fui a mi habitación, me desnudé hasta quedar en mi bóxer Calvin Klein, y me metí en la cama, enterrándome bajo el edredón floral azul y verde; algo más que nunca habría visto el interior de este apartamento si no fuese por Paula.  


Acerqué su almohada y apoyé la cabeza. Olía como ella.


El reloj marcaba las dos de la madrugada. Estaría con ella en doce horas.

CAPITULO 237



Paula 



Gotas de agua en mi piel, mezclándose con el protector solar y magnificando la textura de mí bronceado estómago. El sol caía sobre nosotras, y todos los demás en la playa,provocando una danza de calor en ondas en la parte superior de la arena entre los brillantes parches de toallas de playa.


—Señora —dijo el camarero, inclinándose con dos bebidas. El sudor goteaba de su piel oscura, pero sonreía—. ¿Lo carga a la habitación? 


—Sí, gracias —le dije, tomando mi margarita de fresa congelada y firmando el recibo.


Rosario tomó la suya y agitó el hielo con su pequeño pajita. —Esto. Es. El Cielo.


Todos nos merecíamos un poco de cielo para recuperarnos del año pasado.


Después de asistir a decenas de funerales, ayudar mucho a Pedro con su culpa, y  desplegar más preguntas de los investigadores. Los estudiantes que se encontraban en la lucha mantuvieron el nombre de Pedro fuera al hablar con las autoridades, pero los rumores se extendían, y tomó mucho tiempo para que la detención de Agustin fuera suficiente para las familias.



Tomó un montón convencer a Pedro para que no se entregara. La única cosa que parecía detenerlo era el que le rogase que no me dejara sola, y el saber que Marcos sería acusado por interferir en la investigación. Los primeros seis meses de nuestro matrimonio estaban lejos de ser fáciles, y nos pasamos un montón de largas noches discutiendo sobre lo que era correcto hacer. Tal vez era incorrecto para mí mantener a Pedro en prisión, pero no me importaba. No creía que era más culpable que cualquiera que había elegido estar en ese sótano esa noche. Nunca me arrepentiría de mi decisión, al igual que nunca me arrepentiría de mirar directamente a los ojos de ese detective y mentir hasta mis huesos para salvar a mi marido.


—Sí —dije, mirando el agua subir por la arena y luego retroceder—.Tenemos que agradecerle a Pedro. Estuvo en el gimnasio con el mayor número de clientes que pudo encajar alrededor de sus clases seis días a la semana de las cinco de la mañana hasta las diez de la noche. Todo esto fue gracias a él. Porque te aseguro que no fue el dinero de mis tutorías lo que nos trajo hasta aquí.  

—¿Agradecerle? ¡Cuando me prometió una boda real, no sabía que quería decir un año después!


—Rosario —la regañé, girándome hacia ella—. ¿Podrías ser más malcriada? Estamos en una playa, bebiendo margaritas congeladas en St. Thomas.


—Supongo que me dio un poco de tiempo para planificar tú despedida de soltera y la renovación de tus votos —dijo, tomando un sorbo.


Sonreí, girándome hacia ella. —Gracias. Lo digo en serio. Y esta es la mejor despedida de soltera en la historia de las despedidas de soltera.


Harmony se acercó y se sentó en la silla al otro lado de mí, su corto cabello castaño de duendecillo  brillaba bajo el sol. 
Sacudió el agua salada de él, para aligerarlo. —¡El agua está tan cálida! —dijo, empujando hacia arriba las gafas de sol de gran tamaño—. Hay un tipo allí que enseña a los niños a hacer windsurf . Está estúpidamente caliente.


—Tal vez puedes hablarle para que sea nuestro stripper más tarde —dijo Rosario, con la cara seria.


Carla frunció el ceño. —Rosario, no. Pedro estaría furioso. Paula, esta no es realmente una despedida de soltera, ¿recuerdas?


Rosario se encogió de hombros, dejando que sus ojos se cerraran detrás de sus gafas de sol. Aunque Carla y yo nos acercamos demasiado desde que me mudé, ella y Rosario aún no se hallaban en los mejores términos. Probablemente debido a que ambas decían exactamente lo que pensaban.


—Culparemos a Harmony —dijo Rosario—.Pedro no puede enojarse con ella. Tiene una deuda eterna con ella por dejarlo entrar a Morgan esa noche que se encontraban peleados.


—Eso no quiere decir que quiero estar en el lado equivocado de la rabia Alfonso—dijo Harmony, estremeciéndose.


Me burlé. —Sabes que él no ha arremetido en mucho tiempo. Tiene bajo control su ira ahora.


Harmony y yo compartimos dos clases ese semestre, y cuando la invité al apartamento para estudiar, Pedro la reconoció como la chica que lo dejó entrar a nuestro dormitorio. Como Pedro, su hermano también era miembro de la  fraternidad Sigma Tau, así que ella era una de las pocas chicas bonitas en el campus con la que Pedro no se había acostado.  

Pedro y Valentin estarán aquí mañana por la tarde —dijo Rosario—.Tenemos que hacer nuestra fiesta esta noche. No crees que Pedro esté sentado en casa sin hacer nada,¿verdad? Vamos a salir y vamos a jodidamente pasar bien el rato, te guste o no. 

—Eso está bien —le dije—. Simplemente sin strippers. Y no demasiado tarde. Esta boda tendrá público. No quiero verme con resaca.


Harmony levantó la bandera al lado de su silla, y casi inmediatamente un camarero vino.


—¿En qué puedo ayudarla, señorita? 

—Una piña colada, por favor.

—Por supuesto —dijo, retrocediendo.

—Este lugar es ostentoso —dijo Rosario.


—Y te preguntas por qué nos tomó un año ahorrar para esto. 

—Tienes razón. No debería haber dicho nada. Pepe quería que tuvieras lo mejor. Lo entiendo. Y fue agradable que mamá y papá pagaran mi pasaje. De seguro no habría sido capaz de llegar de otro modo.


Me reí. 

—Me prometiste que podía ser una dama de honor y hacer todo lo que me hiciste perder el año pasado. Los veo pagando como regalo de boda y regalo de aniversario para ti, y un regalo de cumpleaños para mí  todo en uno. Si me Preguntas, lo consiguieron barato.


—Todavía es demasiado. 

Paula, te quieren como a una hija. Papá está muy emocionado sobre caminar contigo hacia el altar. Déjalos hacer esto sin arruinar el espíritu —dijo Rosario.


Sonreí. Sebastian y Patricia me trataron como familia. 
Después de que mi padre me colocó en una situación peligrosa el año pasado, Sebastian decidió que necesitaba un nuevo padre —y se nominó a sí mismo. Si necesitaba ayuda con la matrícula o los libros o una aspiradora nueva, Sebastian y Patricia se aparecían en mi puerta. Ayudarme
también les dio una excusa para visitarnos a Rosario y a mí, y era obvio que disfrutaban la mayor parte de eso.


Ahora no sólo tenía al revoltoso clan Alfonso como familia, sino que también tenía a Sebastian y Patricia. Había pasado de pertenecer a nadie, a ser parte de dos familias maravillosas que eran increíblemente importantes para mí. 


Al principio, me hizo sentir ansiosa. Nunca he tenido mucho que perder antes. Pero con el tiempo, me di cuenta de que mi nueva familia no iba a ir a ninguna parte, y aprendí cuánto bien podía venir de la desgracia. 

—Lo siento. Voy a tratar de aceptar esto amablemente.


—Gracias.


—¡Gracias! —dijo Harmony, tomando su bebida de la bandeja. Firmó la cuenta y comenzó a sorber el brebaje con sabor a fruta—. ¡Estoy muy emocionada de ir a esta!


—También yo —dijo Rosario, mirando en mi dirección. 


Apenas me había perdonado por casarme sin ella. Y, honestamente, esperaba que nunca tratara de sacar el mismo movimiento conmigo. Pero el matrimonio seguía siendo un largo camino que recorrer para ella.


Ella y Valentin iban a conseguir su propio apartamento, pero ambos decidieron que a pesar de que se hallaban siempre alrededor del otro, Rosario se quedaría en Morgan, y Valentin se mudaría a Helms, el dormitorio de hombres.


Sebastian y Patricia eran los más contentos con este arreglo. Amaban a Valentin, pero estaban preocupados de que el estrés de las cuentas y los trabajos del mundo real afectaran a Valentin y a Rosario en el enfoque de la escuela.Rosario se esforzaba,incluso en los dormitorios.


—Sólo espero no tener problemas. No me gusta la idea de estar de pie delante de toda esa gente mirándonos.


Rosario exhaló una risa. —Elvis no fue invitado, pero estoy segura de que aún así será hermosa.


—Todavía no puedo creer que Elvis estuvo en tu boda —dijo Harmony, riendo.


—No el que está muerto —dijo Carla sin expresión.


—Él no fue invitado en esta ocasión —dije, mirando a los niños tomando clases de windsurf y haciéndolo por su cuenta.


—¿Cómo fue? ¿Casarse en Las Vegas? —preguntó Harmony. 

—Fue... —dije, pensando en el momento en que nos fuimos, casi exactamente un año atrás—, estresante y aterrador. 
Estaba preocupada. Lloré. Fue bastante perfecto.


La expresión de Harmony era una combinación de disgusto y sorpresa. — Así suena.