Paula
Aquellos que se encontraban sentados en el borde más lejano del restaurante comenzaron a gritar, casi empujando sobre las mesas y los niños para escaparse. Las copas de vino se rompieron y los cubiertos resonaron en el suelo.
Una piña con forma de huracán fue derribada, rodó por la mesa y se rompió.
Rosario le rodó los ojos a cerca de unas veinte personas reunidas a unas cuantas mesas más lejos. —¡Cristo en la cruz, gente! ¡Sólo es un poco de lluvia!
Los meseros y anfitriones se apresuraron a soltar las paredes enrolladas al exterior del restaurante.
—Y te quejabas porque no teníamos una vista al océano —bromeó Harmony.
—Sí, ahora esas perras pretenciosas no están sonriendo con superioridad, ¿no? —dijo Rosario, señalando y sonriendo al paquete de seis rubias ahora acurrucadas y mojadas.
—Ya está bien, Ro. Has tenido demasiadas copas de vino —dije.
—Estoy de vacaciones y es una despedida de soltera. Se supone que debo estar borracha.
Palmeé su mano. —Eso estaría bien si no fueras una borracha insoportable.
—Vete a la mierda, puta, no soy una borracha insoportable. —
Me le quedé mirando, y ella me guiñó y sonrió—. Sólo bromeaba.
Harmony dejó caer su tenedor en el plato. —Estoy llena. ¿Ahora qué?
Rosario sacó una pequeña carpeta de su cartera con una sonrisa retorcida.
Tenía unas pequeñas letras de foamy pegadas al frente que decía “PEDRO & PAULA” y la fecha de nuestra boda —Ahora jugaremos.
—¿Qué clase de juego? —pregunté, cautelosa.
Abrió la carpeta. —Como Cami no podía estar aquí hasta mañana, hizo esto —dijo, volteando el frente para leer las palabras pintadas allí—. El juego: ¿Qué diría tu esposo? He oído hablar de él. Es súper divertido, aunque generalmente es sobre tu futuro esposo —dijo, agitándose con entusiasmo en su asiento—Entonces… Cami le hizo a Pedro estas preguntas la semana pasada y envió el libro conmigo.
—¿Qué? —grité—. ¿Qué tipo de preguntas?
—Prepárate para averiguarlo —dijo, agitando la mano hacia un mesero. Él trajo una bandeja llena de chupitos de gelatina de colores brillantes.
—Oh por Dios… —dije.
—Si no aciertas, bebes. Si aciertas, nosotras bebemos. ¿Lista?
—Por supuesto —dije, mirando a Carla y Harmony.
Rosario se aclaró la garganta, sosteniendo la carpeta frente a ella. — ¿Cuándo supo Pedro que eras la indicada?
Pensé por un instante. — La primera noche de póker en la casa de su papá.
—¡Errrr! —Rosario hizo un horrendo sonido con su garganta—. Cuando se dio cuenta que no era lo suficientemente bueno para ti, el cual fue el momento en que te vio. ¡Bebe!
—¡Aw! —dijo Harmony, sosteniendo su mano en su pecho.
Tomé un pequeño vaso de plástico y embutí el contenido en mi boca.
Delicioso. No iba a perder la cabeza en absoluto.
—¡Siguiente pregunta! —dijo Rosario—. ¿Cuál es su cosa favorita de ti?
—Mi sazón.
—¡Errrrr! —Rosario hizo el sonido de nuevo—. ¡Bebe!
—Eres terrible en este juego —dijo Carla, claramente divertida.
—Tal vez lo estoy haciendo a propósito. ¡Estos están buenos! —dije,metiéndome otro chupito en mi boca.
—¿La respuesta de Pedro? Tu risa.
—Guau —dije, sorprendida—. Eso es adorable.
—¿Cuál es su parte favorita de tu cuerpo?
—Mis ojos.
—¡Ding, ding, ding! ¡Correcto!
Harmony y Carla aplaudieron, yo incliné la cabeza. —Gracias, gracias.Ahora beban, perras.
Todas rieron y tomaron sus chupitos.
Rosario pasó la página y leyó la siguiente pregunta. —¿Cuándo es que Pedro quiere tener hijos?
—Oh. —Respiré a través de mis labios—En siete… ocho años
—Un año después de la graduación.
Carla y Harmony hicieron la misma cara; sus bocas formaron un “oh” —Beberé —dije—, pero él y yo tendremos que hablar sobre eso un poco más.
Rosario sacudió la cabeza. —Este es un juego de pre-boda, Paula. Deberías ser mejor en esto.
—Cállate y continúa.
Carla señaló—: Técnicamente no se puede callar y continuar.
—Cállate —dijimos al unísono Rosario y yo.
—¡Siguiente pregunta! —dijo Rosario—. ¿Cuál crees que fue el momento favorito de Pedro de su relación?
—¿La noche que ganó la apuesta y me mudé?
—¡Correcto otra vez! —dijo Rosario.
—Esto está tan dulce. No puedo tomarlo —dijo Harmony.
—¡Bebe! Siguiente pregunta —dije, sonriendo.
—¿Cuál es la cosa que Pedro dijo que nunca olvidará que tú le dijiste?
—Guao. No tengo idea.
Carla se inclinó. —Sólo adivina.
—¿La primera vez que le dije que lo amaba?
Rosario entrecerró los ojos, pensando. —Técnicamente, estás equivocada.¡Dijo que fue la vez que le dijiste a Adrian que amabas a Pedro! —Rosario se echó a reír y así lo hicimos el resto de nosotras—. ¡Bebe!
Rosario pasó otra página. —¿Cuál es el objeto sin el que Pedro no puede vivir?
—Su moto.
—¡Correcto!
—¿Dónde fue su primer cita?
—Técnicamente fue en Pizza Shack.
—¡Correcto! —dijo Rosario de nuevo.
—Pregúntale algo más difícil o nos vamos a emborrachar —dijo Carla, tomándose otro chupito.
—Mmm… —dijo Rosario, hojeando las páginas—. Oh, aquí vamos. ¿Cuál crees qué es la cosa favorita de Paula sobre ti?
—¿Qué clase de pregunta es esa? —pregunté, ellas me miraron expectantes— Mmm… mi cosa favorita sobre él es la manera en que siempre me toca cuando nos sentamos juntos, pero apuesto a que dijo que sus tatuajes.
—¡Maldición! —dijo Rosario—. ¡Correcto! —Bebieron y aplaudí para celebrar mi pequeña victoria.
—Una más —dijo Rosario—. ¿Cuál cree Pedro que es tu regalo favorito de él?
Hice una pausa por un par de segundos. —Esa es fácil. El álbum de recortes que me regaló por el día de San Valentín este año. ¡Ahora, beban!
Todas se rieron y a pesar de que era su turno, compartí el último chupito con ellas.
Harmony se limpió la boca con una servilleta y me ayudó a recoger los vasos vacíos y colocarlos en la bandeja. —¿Cuál es el plan ahora, Ro?
Rosario no paraba de agitarse, claramente emocionada por lo que estaba a punto de decir. —Visitaremos los Clubes. De eso se trata.
Negué con la cabeza. —De ninguna manera. Ya hablamos de esto.
Rosario sacó su labio inferior.
—No —dije—. Estoy aquí para renovar mis votos, no para divorciarme. Piensa en algo más.
—¿Por qué él no confía en ti? —dijo Rosario, su voz pareciéndose mucho a un lloriqueo.
—Si yo realmente quisiera ir, iría. Simplemente respeto a mi esposo y preferiría pasármela bien que sentarme en un club lleno de humo con luces que me dan dolor de cabeza. Sólo le haría preguntarse qué pasó y yo prefiero no ir allí. Ha funcionado hasta ahora.
—Respeto a Valentin y aun así voy a Clubes sin él.
—No, no lo haces.
—Sólo porque todavía no he querido. Está noche, quiero.
—Bueno, yo no.
Rosario juntó las cejas. —Está bien. Plan B. ¿Noche de póker? —Muy divertido.
La cara de Harmony se iluminó. —¡Vi un volante sobre una noche de películas esta noche en la playa Honeymoon! Colocan una pantalla justo en el agua.
Rosario hizo una mueca. —Aburrido.
—No, yo creo que suena divertido. ¿Cuándo empieza?
Harmony chequeó su reloj y luego su cara se ensombreció, desanimada. —En quince minutos.
—¡Podemos llegar! —dije, agarrando mi cartera—. ¡La cuenta por favor!