martes, 10 de junio de 2014

EPILOGO




Las paredes goteaban con el agua de la lluvia. Las gotas cayendo en charcos, como si estuvieran llorando por él, el bastardo mentiroso en el centro del sótano en un charco de su propia sangre.


Respiré con fuerza, mirándolo, pero no por mucho tiempo. 


Mis dos Glocks estaban señalando en direcciones opuestas, ambas apuntando a los hombres de Benny hasta que el resto del equipo llegó.


El auricular enterrado profundamente en mi oído zumbó. —ETA en diez segundos, Alfonso. Buen trabajo. —El jefe del equipo, Henry Givens, habló en voz baja, sabiendo tan bien como yo que con Benny muerto, todo había terminado.


Una docena de hombres armados con rifles automáticos, y vestidos de negro de pies a cabeza, se precipitaron por la puerta, y bajé mis armas. —No son más que hombres de bolsa. Sáquenlos de aquí.


Tras guardar mis pistolas, quité la cinta restante de mis muñecas y me encaminé a las escaleras del sótano. Pablo estaba esperándome al final de éstas,su chaqueta color caqui y su pelo empapados por la tormenta.


—Hiciste lo que tenías que hacer —dijo, siguiéndome hasta el coche—¿Estás bien? —preguntó, estirando su mano para tocar el corte en mi ceja.


Había estado sentado en esa silla de madera durante dos horas, mi culo siendo pateado por Benny mientras me interrogaba. Se habían dado cuenta de todo esta mañana, todo parte del plan, por supuesto, pero al final el interrogatorio debía de terminar con su arresto, no su muerte.


Apreté la mandíbula. Había recorrido un largo camino sin perder los estribos y golpear a cualquiera que despertara mi ira. Sin embargo, tomó segundos para que todo mi entrenamiento saliera por la ventana, y todo sucedió cuando
Benny pronunció su nombre.



—Tengo que ir a casa, Pablito. He estado fuera durante semanas, y es nuestro aniversario… O lo que queda de él.


Abrí la puerta del coche, pero Pablo agarró mi muñeca. —Tienes que ser interrogado. Has pasado años en este caso.


—Perdido. He perdido años.


Pablo suspiró. —No quieres llevar esto a casa contigo, ¿o sí?


Ahora fue mi turno para suspirar. —No, pero tengo que ir. Se lo prometí.


—Voy a llamarla. Se lo explicaré.


—Mentirás.


—Es lo que hacemos.


La verdad siempre era fea. Pablo tenía razón. Él prácticamente me crió,pero realmente nunca lo conocí hasta que fui reclutado por el FBI. Cuando Pablo fue a la universidad, pensé que estudiaba publicidad, y más tarde nos dijo que era un ejecutivo de publicidad en California. Él estaba lejos de casa, para él era fácil mantener su mentira.


Recordando, ahora tenía sentido por qué Pablo había decidido volver a casa sin necesidad de una ocasión en especial, la noche en que conoció a Paula. En aquel entonces, apenas había comenzado a investigar a Benny y sus numerosas actividades ilegales, fue simplemente suerte ciega que su hermano menor conociera y se enamorara de la hija de uno de los deudores de Benny. Incluso mucho mejor que termináramos enredados en su negocio.


En el segundo en que me gradué con el título en justicia criminal, tuvo sentido que el FBI se pusiera en contacto conmigo. Nunca se me ocurrió, o a Paula,que ellos tuvieran miles de solicitudes al año, y que no solían hacer reclutamiento.


Pero yo ya era un agente encubierto, alguien que ya tenía conexiones con Benny.


Años de entrenamiento y tiempo fuera de casa habían culminado con Benny en el suelo, con sus ojos muertos mirando hacia el techo del subterráneo. La bala entera de mi Glock enterrada profundamente en su torso.


Encendí un cigarrillo. —Llama a Sara en la oficina. Dile que me reserve un boleto en el siguiente vuelo. Quiero estar en casa antes de la medianoche.


—Amenazó a tu familia, Pedro. Todos sabemos de lo que Benny es capaz. Nadie te culpa.


—Sabía que estaba atrapado, Pablito. Sabía que no tenía adónde ir. Fui su carnada. Me cebó y caí en su trampa.


—Puede ser. Pero detallando la tortura y la muerte de la esposa de su conocido más letal no era precisamente un buen negocio. Tenía que saber que no podía intimidarte.


—Sí —dije entre dientes, recordando la vívida imagen que Benny había pintado de secuestrar a Paula para después pelar la piel de su carne pieza a pieza hasta los huesos—. Apuesto a que él está deseando no ser un buen narrador de historias en estos momentos.


—Y siempre está Ruben. Él es el siguiente en la lista.


—Te lo dije, Pablito. No puedo consultar en eso. No es una buena idea que yo participe.


Pablito se limitó a sonreír, dispuesto a esperar otro momento para tener esa discusión.


Me deslicé en el asiento trasero del coche que estaba esperando para llevarme al aeropuerto. Una vez que la puerta se cerró detrás de mí, y el conductor se alejó de la acera, marqué el número de Paula.


—Hola, cariño —dijo Paula.


Inmediatamente, tomé una respiración profunda. Su voz era todo lo que necesitaba.


—Feliz aniversario, Paloma. Estoy de camino a casa.


—¿Lo estás? —preguntó, alzando la voz una octava—. El mejor regalo.


—¿Cómo va todo?


—Estamos en casa de papá. Benjamin acaba de ganar otra mano de póker. Estoy empezando a preocuparme.


—Es tu hijo, Paloma. ¿Te sorprende que sea bueno en el juego?


—Me ganó, Pepe. Es muy bueno.


Hice una pausa. —¿Te ganó?


—Sí.


—Pensé que tenías una regla sobre eso.


—Lo sé. —Suspiró—. Lo sé. Ya no juego, pero tuvo un mal día, y era una buena manera de hacerlo hablar sobre ello.


—¿Cómo es eso?


—Hay un niño en la escuela. Hoy hizo un comentario sobre mí.


—No es la primera vez que un niño hace un pase a la caliente maestra de matemáticas.


—No, pero supongo que fue especialmente crudo.Benja le dijo que se callara. Hubo una pelea.


—¿Benja pateó su trasero?


—¡Pedro!


Me eché a reír. —¡Sólo era una pregunta!


—Lo vi desde mi salón. Olivia llegó antes que yo. Ella pudo… haber humillado a su hermano. Un poco. No a propósito.


Cerré los ojos. Olivia, con sus grandes ojos color miel, cabello largo y oscuro, y sus cuarenta kilos de tacaña, era mi mini-yo. Tenía mi mal humor y nunca perdía su tiempo con palabras. Su primera pelea fue en el jardín de niños,defendiendo a su hermano gemelo, Benjamin, contra una pobre e inocente niña que le estaba tomando el pelo. Tratamos de explicarle que la niña probablemente sólo estaba enamorada, pero Oli no aceptó nada de eso. No importaba cuántas veces Benjamin le rogaba para que le permitiera pelear sus propias batallas, ella era ferozmente protectora con él, aun cuando él era ocho minutos mayor que ella.


—Déjame hablar con ella.


—¡Oli! ¡Papá está en el teléfono!


Una pequeña y dulce voz llenó la línea. Era increíble para mí que ella pudiera ser tan salvaje como lo era, y aún así sonar, y verse, como un ángel.


—Hola, papi.


—Cariño… ¿te metiste en algún problema hoy?


—No fue mi culpa, papi.


—Nunca lo es.


—Benja estaba sangrando. No podía moverse.


Mi sangre hirvió, pero dirigir a mis hijos en la dirección correcta siempre venía primero. —¿Qué dijo papá?


—Me dijo: “Ya era hora de que alguien humillara a Steven Matese.”


Me alegré de que no pudiera verme sonreír ante su perfecta imitación de Horacio Alfonso.


—No te culpo de querer defender a tu hermano, Oli, pero tienes que dejarlo pelear algunas de sus batallas por su cuenta.


—Lo haré. Pero no cuando él esté en el suelo.


Contuve otra oleada de risas. —Déjame hablar con mamá. Estaré en casa en unas horas. Te quiero mucho, bebé.


—¡Yo también te quiero, papi!


El teléfono trastabilló un poco cuando Olivia puso a Paula en el teléfono, y la suave voz de mi esposa estuvo de vuelta en la línea.


—No ayudaste para nada, ¿verdad? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta.


—Probablemente no. Tuvo un buen argumento.


—Siempre lo tiene.


—Eso es cierto. Escucha, estamos entrando en el aeropuerto. Nos vemos pronto. Te amo.


Cuando el conductor aparcó junto a la acera en la terminal, me apresuré para tomar mi bolsa del maletero. Sara, la asistente de Pablo, acababa de enviar el itinerario a través de un correo electrónico, y mi vuelo salía en media hora. Corrí a través de la entrada y seguridad, llegué a la puerta justo cuando llamaban al primer grupo.


El vuelo de regreso pareció durar una eternidad, como siempre lo hacía. A pesar de que duré quince minutos refrescándome y cambiándome de ropa en el baño, lo que siempre era un desafío, el tiempo aún parecía que gateaba.


Saber que mi familia me esperaba era brutal, pero el hecho de que era nuestro onceavo aniversario era peor. Sólo quería sostener a mi esposa. Era todo lo que quería hacer para siempre. Estaba tan enamorado de ella, tanto como lo estaba en el primero.


Cada aniversario era una victoria, el dedo medio para todos los que pensaron que no íbamos a durar.Paula me domó, el matrimonio me asentó, y cuando me convertí en padre, toda mi perspectiva cambió.


Miré hacia mi muñeca y aparté el puño de la camisa. El apodo de Paula seguía allí, y todavía me hacía sentir mejor saber que lo estaba.


El avión aterrizó y tuve que contenerme para no correr a través de la terminal. Una vez que llegué a mi coche, mi paciencia había terminado. Por primera vez en años, pasé luces rojas en los semáforos. En realidad, fue bastante divertido, me recordó a mis días en la universidad.


Estacioné en la entrada y apagué las luces. La luz del porche se encendió cuando me acerqué a la puerta.


Paula abrió la puerta, con su cabello color caramelo apenas rozándole los hombros, y sus grandes ojos grises, aunque un poco cansados, mostraron lo aliviada que estaba de verme. La atraje a mis brazos, tratando de no apretarla con demasiada fuerza.


—Oh, Dios mío. —Suspiré, enterrando mi rostro en su pelo—. Te extrañé mucho.


Paula se apartó, tocando la cortada en mi ceja. —¿Te caíste?


—Ha sido un día difícil en el trabajo. Puede que me haya topado contra la puerta de un coche mientras salía del aeropuerto.


Paula me abrazó otra vez, clavando sus dedos en mi espalda. 


—Estoy tan feliz de que estés en casa. Los niños están en cama, pero se negaron a ir a dormir hasta que llegaras.


Me aparté y asentí, luego me incliné hacia su cintura, ahuecando el redondo estómago de Paula—¿Y tú? —le pregunté a mi tercer hijo. Besé el ombligo sobresaliente de Paula y luego me puse de pie.


Paula se frotó su estómago con movimientos circulares. —Él todavía se está cocinando.


—Bien. —Saqué una caja pequeña de mi equipaje de mano y la sostuve frente a mí—. Hoy, hace once años, estábamos en Las Vegas. Y ese aún es el mejor día de mi vida.


Paula tomó la caja y luego tiró de mi mano hasta que estuvimos en la entrada. Olía a una combinación de limpieza, velas y niños. Olía como un hogar.


—También tengo algo para ti.


—Oh, ¿sí?


—Sí. —Sonrió. Me dejó por un momento, desapareciendo por la oficina, y luego salió con un sobre manila—. Ábrelo.


—¿Correspondencia? La mejor esposa del mundo —bromeé.


Paula sólo sonrió.


Abrí el sobre y saqué la pequeña pila de papeles. Fechas, horas,transacciones, incluso correos electrónicos. De y hacia Benny por el padre de Paula,Ruben. Él había estado trabajando durante años para Benny. Le pidió prestado dinero y luego tuvo que trabajar para pagar su deuda, para que no lo mataran cuando Paula se negó a pagar.


Sólo había un problema: Paula sabía que trabajaba con Pablo… pero por lo que sabía, ella pensaba que yo trabajaba en publicidad.


—¿Qué es esto? —le pregunté, fingiendo confusión.


Paula todavía tenía una cara de póker perfecta. —Es la conexión que necesitas para atar a Pablo con Benny. Esto de aquí —dijo, tirando del segundo documento de la pila— es el clavo en el ataúd.


—Esta bien… ¿pero qué se supone que debo hacer con ellos?


La expresión de Paula se transformó en una sonrisa dudosa. 


—Lo que sea que hagas con estas cosas, cariño. Sólo pensé que si hacía un poco de investigación,podrías quedarte en casa un poco más esta vez.


Mi mente se aceleró, tratando de encontrar una salida. De alguna manera, se dio cuenta. —¿Cuánto tiempo hace que lo sabes?


—¿Importa?


—¿Estás molesta?


Paula se encogió de hombros. —Estaba un poco dolida al principio. Tienes algunas cuantas mentiras blancas bajo el cinturón.


La abracé, los papeles y el sobre todavía en mi mano. —Lo siento, Paloma. Lo siento de verdad. —Me alejé—. No le has dicho a nadie, ¿verdad? —Negó con la cabeza—. ¿Ni siquiera a Rosario o Valentin? ¿Ni a papá o a los niños?


Sacudió la cabeza otra vez. —Soy lo suficientemente inteligente como para entenderlo, Pedro. ¿Crees que no soy lo suficientemente lista como para guardarlo para mí misma? Tu seguridad está en juego.


Ahuequé sus mejillas en mi mano. —¿Qué significa esto?


Sonrió. —Esto significa que puedes dejar de decir que tienes que ir a otra convención. Algunas de tus historias para cubrirte son francamente insultantes.


La besé otra vez, tiernamente tocando mis labios con los suyos. —¿Y ahora qué?


—Besa a los niños, luego tú y yo podemos celebrar once años de “lo logramos en sus caras.” ¿Qué tal eso?


Mi boca se estiró en una amplia sonrisa, y luego miré hacia los papeles. —¿Vas a estar bien con esto? ¿Ayudar a acabar con tu padre?


Paula frunció el ceño. —Él lo ha dicho muchas veces. Yo fui su fin. Por lo menos puedo hacerlo sentirse orgulloso por tener razón. Y los niños están más seguros de esta manera.


Puse los papeles en el extremo de la mesa de la entrada. —Hablaremos de esto más tarde.


Caminé por el pasillo, tirando de Paula de la mano y llevándola detrás de mí. La habitación de Olivia era la más cercana, por lo que entré y besé su mejilla,con cuidado de no despertarla, y luego crucé el pasillo hasta la habitación de
Benjamin. Todavía estaba despierto, acostado en silencio.


—Hola, pequeño.


—Hola, papá.


—Escuché que tuviste un día difícil. ¿Estás bien? —Asintió—. ¿Estás seguro?


—Steven Matese es un idiota.


Asentí. —Tienes razón, pero probablemente podrías encontrar una forma más adecuada para describirlo. —Benjamin torció su boca hacia un lado—. Así que, ¿le ganaste a mamá en el póker hoy, eh?


Benjamin sonrió. —Dos veces.


—Ella no me dijo esa parte —le dije, girándome hacia Paula


Su oscura y curvilínea silueta apareció en la puerta iluminada—. Puedes darme jugada-por- jugada mañana.


—Sí, señor.


—Te quiero.


—Yo también te quiero, papá.


Besé la nariz de mi hijo y luego seguí a su madre por el pasillo hasta la habitación. Las paredes estaban llenas de retratos familiares, de la escuela, y obras de arte enmarcadas.


Paula estaba de pie en el centro de la habitación, con su vientre lleno de nuestro tercer hijo, vertiginosamente bella y feliz de verme, incluso después de haberse enterado de lo que le había estado ocultando la mayor parte de nuestro matrimonio.


Nunca había estado enamorado, antes de Paula, y nadie despertó mi interés desde entonces. Mi vida era la mujer que estaba delante de mí y la familia que habíamos hecho juntos.


Paula abrió la caja, y me miró con lágrimas en los ojos. —Siempre sabes que regalarme. Es perfecto —dijo, sus gráciles dedos tocando las tres piedras de nacimiento de nuestros hijos. Lo deslizó en el dedo anular derecho, extendiendo la
mano para admirar su nuevo adorno.


—No tan bueno como tú consiguiéndome un ascenso. Sabrán lo que hiciste,ya sabes, y las cosas se complicarán.


—Parece que siempre pasa eso con nosotros —dijo, inafectada.


Tomé una respiración profunda y cerré la puerta del dormitorio detrás de mí. A pesar de que nos poníamos en medio del infierno el uno al otro, siempre encontrábamos el cielo. Tal vez eso era más de lo que un par de pecadores se merecían, pero no iba a quejarme.


FIN

CAPITULO 242



Paula


Después de un largo abrazo, Sebastian me sonrió. —Estás hermosa. Estoy muy orgulloso de ti, cariño.


—Gracias por entregarme —dije, un poco avergonzada. 


Pensar en todo lo que él y Patricia habían hecho por mí  hizo que lágrimas cálidas llenaran mis ojos.  


Parpadeé para desaparecerlas antes de que rodaran por mis mejillas.


Sebastian besó mi frente. —Tenemos la bendición de tenerte en nuestras vidas, pequeña.  


La música comenzó, haciendo que Sebastian me ofreciera su brazo. Lo acepté y caminamos por el pequeño pasillo cubierto de gruesos árboles floreciendo.


Rosario estuvo preocupada de que lloviera, pero el cielo se encontraba casi despejado,  los rayos del son nos bañaban.


Sebastian me guió hasta el final de los árboles y luego giramos, de pie justo detrás de Carla, Harmony, Cami y Rosario. Todas excepto Rosario estaban vestidas de morado, con minivestidos sin tirantes. Mi mejor amiga vestía de naranja. Todas se veían absolutamente hermosas.  


Carla me ofreció una pequeña sonrisa. —Supongo que el hermoso desastre se convirtió en una hermosa boda.


—Los milagros ocurren —dije, recordando la conversación que ella y yo tuvimos en lo que parecía hace toda una vida.


Carla rió una vez, asintió y luego apretó el pequeño ramo de rosas con sus manos. Rodeó la esquina, desapareciendo detrás de los árboles. Pronto siguió Harmony, luego Cami.


Llegó el turno de Rosario, envolvió su brazo alrededor de mi cuello. —¡Te amo! —dijo abrazándome fuertemente.


Sebastian apretó su agarre, yo hice lo mismo con mi ramo.


—Aquí vamos, pequeña.


Doblamos la esquina,  y el pastor les indicó a todos que se pusieran de pie.


Vi los rostros de mis amigos y mi nueva familia, pero no fue hasta que vi las mejillas húmedas de Horacio Alfonso que contuve la respiración. Luché por mantener el control.


Pedro se acercó a mí. Sebastian posó su mano sobre las nuestras. Me sentí tan segura en ese momento, en manos de los dos mejores hombres que conocía.

—¿Quién entrega a esta mujer? —preguntó el pastor.

—Su madre y yo. —Las palabras me sorprendieron. Sebastian había estado ensayando con Patricia y conmigo toda la semana. Después de escuchar eso no podía contener las lágrimas, mis ojos se llenaron y desbordaron.


Sebastian besó mi mejilla, se alejó y yo me quedé allí con mi marido. Era la primera vez que lo veía con esmoquin. Estaba bien afeitado y se había cortado el cabello recientemente. 


Pedro Alfonso era el tipo de chico atractivo que cada chica
soñaba, pero él era mi realidad.


Pedro limpió tiernamente mis mejillas, y luego subimos a la plataforma de la glorieta, directamente en frente del pastor.

—Nos hemos reunido aquí para celebrar la renovación de votos… — comenzó el pastor. Su voz se mezcló con el sonido del océano golpeando las rocas en el fondo.


Pedro se inclinó hacia mí, apretando mi mano mientras susurró—: Feliz aniversario, Paloma.  

Miré hacia sus ojos, tan llenos de amor y esperanza como lo estuvieron el año pasado. —Uno menos, un por siempre por venir —susurré.

CAPITULO 241




Pedro  


Un año después del día que estuve al final de un pasillo en Las Vegas, me encontré esperando a Paula nuevamente, esta vez en un mirador con vista a las aguas azules que rodeaban St. Thomas. Tiré del nudo de mi corbata, complacido de que fui lo suficientemente inteligente de no haber usado una la última vez, pero ya no tenía que lidiar con los planes de boda de Rosario nuevamente.


Sillas blancas con listones color naranja y morado atados alrededor del respaldo estaban a un lado, el océano del otro. 


Tela blanca bordeaba el pasillo por el cual caminaría Paula, y flores anaranjadas y moradas se encontraban prácticamente en todas partes a donde miraba. Hicieron un lindo trabajo. 


Aunque seguía prefiriendo nuestra primera boda, este parecía el sueño de cualquier chica.


Y luego, el sueño de cualquier chico salió detrás de una hilera de árboles y arbustos. Paula estaba allí sola, con las manos vacías, un velo largo y blanco sobre su cabello recogido que se movía con la brisa del Caribe. Su largo vestido blanco se
ceñía a su cuerpo y era un poco brillante. Probablemente satín. No estaba seguro y no me importaba. Todo en lo que me podía concentrar era en ella.  


Salté los cuatro escalones de la glorieta y corrí hacia mi esposa,encontrándola en la última hilera de sillas.



—¡Oh, Dios mío! ¡Te he extrañado un infierno! —dije, envolviéndola en mis brazos.  


Los dedos de Paula presionaban mi espalda. Esta era la mejor cosa que sentía en tres días, desde su último abrazo de despedida. 

Paula no habló, sólo río nerviosamente, pero me di cuenta de que también estaba feliz de verme. El último año había sido tan diferente de los primeros seis meses de nuestra relación. Se había comprometido totalmente a mí, y yo me había
comprometido totalmente a ser el hombre que se merecía. 


Era lo mejor, y la vida era buena. Los primeros seis meses seguía esperando que algo malo ocurriera y que la apartaran de mi lado, pero después nos acostumbramos a nuestra nueva vida. 

—Estás increíblemente hermosa —dije, después de separarme un poco de ella para mirarla mejor.


Paula alargó la mano para tocar mi solapa. —Usted no están nada mal,señor Alfonso.

Después de un par de besos, abrazos y anécdotas sobre nuestras fiestas de despedidas, las cuales parecieron ocurrir igualmente sin incidentes—excepto por la desnudista que contrató Marcos— los invitados comenzaron a llegar.


—Supongo que esto significa que debemos ir a nuestros lugares —dijo Paula. No podía ocultar mi decepción. No quería estar un segundo más sin ella.


Paula tocó mi mandíbula y luego se levantó de puntillas para besar mi mejilla—Te veré dentro de poco.


Se marchó, desapareciendo nuevamente detrás de los árboles.


Regresé a la glorieta, y en poco tiempo las sillas estuvieron todas ocupadas.


De hecho, teníamos una gran audiencia. Patricia estaba sentada en la primera fila del lado de la novia, con su hermana y cuñado. Un puñado de mis hermanos Sigma
Tau en la fila de atrás, con el socio de mi papá y su esposa e hijos, mi jefe Chuck y su novia de la semana, los abuelos de Rosario,  y mi tío Juan y tía Olga. Mi papá estaba sentado en la primera fila del lado del novio, seguido de las citas de mis
hermanos. Valentin se encontraba de pie como mi padrino, y Pablo, Manuel, Nahuel y Marcos como los acompañantes a su lado.


Todos nos conocíamos desde siempre, habíamos atravesado por mucho, en algunos casos perdimos demasiado, y aun seguíamos juntos como una familia para celebrar que algo salió bien para los Alfonso. Sonreí y asentí hacia los hombres a mi lado. Seguían siendo la fortaleza impenetrable que yo recordaba de mi infancia.


Mis ojos se centraron en los árboles a la distancia mientras esperaba a mi esposa. En cualquier momento, ella saldría y todo el mundo vería lo que yo vi un año atrás, y se encontrarían hipnotizados, como yo lo estuve.