Paula
Me quedé mirando la piedra brillante en mi dedo y suspiré de nuevo. No era el suspiro que una joven chica recién comprometida haría mientras mira su gran diamante. Estaba llena de pensamientos. Un pesado y reflexivo pensamiento
que me hacía pensar intensamente. Reflexivos sí, pero no segundos pensamientos.
No podíamos estar separados el uno del otro. Lo que estábamos a punto de hacer era inevitable y Pedro Alfonso me amaba en un modo que mucha gente soñaría.
El suspiro se encontraba lleno de preocupación y esperanza por mi estúpido plan,quería que Pedro estuviera bien tanto que fuera tangible.
—Deja eso, Paloma —dijo Pedro—. Me estas poniendo nervioso.
—Es solo… demasiado grande
—Es perfecto —dijo, sentándose de nuevo. Estábamos atrapados entre un empresario hablando suavemente en su celular y una pareja mayor. Una empleada de la aerolínea se hallaba parada detrás del mostrador de la puerta hablando en lo que parecía ser una radio. Me preguntaba porque no utilizaban un micrófono regular. Anunció algunos nombres y luego colocó el dispositivo en algún lugar atrás de su escritorio.
—Debe ser un vuelo completo —dijo Pedro. Su brazo izquierdo apoyado en la parte de trasera de mi silla, su pulgar acariciando gentilmente mi hombro.
Trataba de aparentar estar relajado pero su rodilla inquieta lo delataba.
—El diamante es excesivo, siento que me robaran en cualquier momento — dije.
Pedro se rió. —Primero que todo, nadie te malditamente tocará. Segundo,ese anillo fue hecho para estar en tu dedo, lo supe cuando lo vi.
—Atención pasajeros del vuelo American 2477 con destino a Las Vegas, estamos buscando tres voluntarios para tomar el siguiente vuelo. Ofrecemos bonos de viaje validos por un año desde el momento de su partida.
Pedro me miró.
—No.
—¿Tienes prisa? —preguntó con una sonrisa victoriosa en su rostro.
Me incliné y lo besé. —De hecho, si tengo. —Levanté mi dedo y limpié una marca de hollín que olvido en la ducha.
—Gracias, cariño —dijo, apretándome contra su costado.
Miró a los lados,su barbilla levantada, sus ojos brillando. Se veía de mejor ánimo, igualmente como la noche que me ganó la apuesta. Me hizo sonreír. Sensible o no, se sentía bien ser amado así y decidí en ese momento que dejaría de disculparme por eso. Había peores cosas que encontrar tu alma gemela demasiado pronto en la vida y, ¿qué era demasiado pronto, de todas formas?
—Tuve una discusión sobre ti con mi mamá una vez —dijo Pedro mirando hacia la pared de la ventana a nuestra derecha. Aún se encontraba oscuro. Lo que sea que vio no se encontraba al otro lado.
—¿Sobre mí? ¿No es eso… imposible
—La verdad no. Fue el día que murió.
Adrenalina emergió de donde sea que la adrenalina venga y corrió a través de mi cuerpo, agrupándose en mis dedos de manos y pies. Pedro nunca me había hablado sobre su madre. Algunas veces quise preguntarle sobre ella, pero luego pensaba en la horrible sensación que se apodera de mí cuando alguien preguntaba por mi madre, así que nunca lo hice.
Continuó: —Ella dijo, encuentra una chica por la que valga la pena pelear.
Una que no sea fácil.
Me sentí un poco avergonzada, preguntándome si eso significaba que era un dolor en el culo. Seguramente lo era, pero ese no era el punto
—Dijo que no dejará de pelear y no lo hice. Tenía razón. —Tomó una profunda respiración, parecía dejar ese pensamiento quedarse en sus huesos.
La idea de que Pedro creyera que yo era la mujer de la que su madre había hablado, que me aprobaría, me hizo sentir aceptada y nunca me había sentido así.
Ana quien murió hace 17 años antes y ahora me hacía sentir más amada que mi propia madre.
—Amo a tu madre —dije, inclinándome contra el pecho de Pedro.
Me miró y luego de una corta pausa besó mi cabello. No podía ver su rostro pero podía escuchar en su voz lo afectado que se hallaba. —Te habría amado también, no tengo ninguna duda.
La mujer habló en su radio otra vez. —Atención pasajeros del vuelo América 2477 con destino a Las Vegas, estaremos abordando pronto.
Empezaremos con aquellos que necesitan asistencia para abordar y los que tienen niños pequeños, luego empezaremos a abordar a los de primera clase y clase
ejecutiva.
—¿Qué hay con los excepcionalmente aburridos?—dijo Pedro, poniéndose de pie—. Necesito una maldita Red Bull. Tal vez deberíamos haber mantenido nuestros boletos para mañana como habíamos planeado.
Arqueé una ceja. —¿Tienes un problema con que tenga prisa de ser la Sra. Alfonso?
Negó con la cabeza, ayudándome a pararme. —Diablos, no. Aún sigo conmocionado, si quieres saber la verdad. Solo no quiero que te estés apresurando por que sientes que cambiaras de opinión.
—Tal vez tenga miedo que tú cambies de opinión.
La ceja de Pedro se arqueó y envolvió sus brazos alrededor de mí. —En serio, no puedes pensar eso. Tienes que saber que no hay nada que quiera más.
Me levanté sobre las puntas de mis pies y besé sus labios.
—Creo que estamos listos para abordar el avión hacia Las Vegas así podremos casarnos, eso es lo que pienso.
—Creo que estamos listos para abordar el avión hacia Las Vegas así podremos casarnos, eso es lo que pienso.
Pedro me apretó contra él y luego me besó con entusiasmo desde la mejilla hasta la clavícula. Me reí mientras me hacía cosquillas en el cuello y luego me reí más fuerte cuando me levantó del suelo. Me besó una última vez antes de tomar
mi bolsa del suelo, me puso en el suelo y luego me llevó de la mano hasta la línea.
Mostró nuestras tarjetas de embarque y caminamos por la pasarela de acceso agarrados de la mano. La azafata nos miró y ofreció una sonrisa de complicidad.Pedro se pasó de nuestros asientos para dejarme pasar y puso nuestras maletas de mano en el compartimiento superior y colapsó a mi lado. — Probablemente deberíamos tratar de dormir en el camino, pero no estoy seguro que pueda. Estoy malditamente excitado.
—Dijiste que necesitabas una Red Bull.
Su hoyuelo se hundió mientras sonreía. —Deja de escuchar todo lo que digo. Probablemente no voy a tener sentido en los próximos seis meses mientras trato de procesar el hecho que tendré todo lo que siempre he querido.
Me incliné hacia atrás para encontrar sus ojos. —Pepe, si te preguntas porque tengo tanta prisa de casarme contigo… lo que acabas de decir es una de tantas razones.
—¿Sí?
—Sí.
Se deslizó en su asiento y luego reclinó su cabeza en mi hombro, acariciando mi cuello antes de relajarse. Besé su frente y luego miré hacia la ventana esperando mientras los pasajeros entraban y silenciosamente rezando para que el piloto se apresurará y saliera de una maldita vez de aquí.
Nunca estuve tan agradecía de mi cara inexpresiva. Quería pararme y gritarle a todos que se sentaran para que el
piloto pudiera despegar, pero me prohibí inquietarme y me obligué a relajar los músculos.
Los dedos de Pedro encontraron los míos y se entrelazaron con ellos. Su aliento quemaba el lugar que tocaba en mi hombro, enviando calor por todo mi cuerpo. Algunas veces solo quería ahogarme en él. Pensé en qué pasaría si mi plan no funcionaba. Pedro siendo arrestado, juzgado en la corte y en el peor escenario enviado a prisión. Sabiendo que sería posible estar separado un largo tiempo de él,sentía que una promesa de estar con él para siempre no era suficiente. Mis ojos se llenaron con lágrimas y una se escapó, cayendo por mi mejilla. La limpié rápidamente. Maldita fatiga siempre poniéndome más emocional.
Los otros pasajeros guardaban sus maletas y ajustaban sus cinturones de seguridad, pasando a través de los movimientos sin saber que nuestras vidas se encontraban a punto de cambiar para siempre.
Me giré para mirar por la ventana cualquier cosa que pudiera quitar de mi mente la urgencia de despegar. —Apresúrate —susurré.