martes, 3 de junio de 2014

CAPITULO 219




Paula 


Me quedé mirando la piedra brillante en mi dedo y suspiré de nuevo. No era el suspiro que una joven chica recién comprometida haría mientras mira su gran diamante. Estaba llena de pensamientos. Un pesado y reflexivo pensamiento
que me hacía pensar intensamente. Reflexivos sí, pero no segundos pensamientos.  


No podíamos estar separados el uno del otro. Lo que estábamos a punto de hacer era inevitable y Pedro Alfonso   me amaba en un modo que mucha gente soñaría.


El suspiro se encontraba lleno de preocupación y esperanza por mi estúpido plan,quería que Pedro estuviera bien tanto que fuera tangible.


—Deja eso, Paloma —dijo Pedro—. Me estas poniendo nervioso.  


—Es solo… demasiado grande  


—Es perfecto —dijo, sentándose de nuevo. Estábamos atrapados entre un empresario hablando suavemente en su celular y una pareja mayor. Una empleada de la aerolínea se hallaba parada detrás del mostrador de la puerta hablando en lo que parecía ser una radio. Me preguntaba porque no utilizaban un micrófono regular. Anunció algunos nombres y luego colocó el dispositivo en algún lugar atrás de su escritorio.



—Debe ser un vuelo completo —dijo Pedro. Su brazo izquierdo apoyado en la parte de trasera de mi silla, su pulgar acariciando gentilmente mi hombro.


Trataba de aparentar estar relajado pero su rodilla inquieta lo delataba.


—El diamante es excesivo, siento que me robaran en cualquier momento — dije.


Pedro se rió. —Primero que todo, nadie te malditamente tocará. Segundo,ese anillo fue hecho para estar en tu dedo, lo supe cuando lo vi.


—Atención pasajeros del vuelo American 2477 con destino a Las Vegas, estamos buscando tres voluntarios para tomar el siguiente vuelo. Ofrecemos bonos de viaje validos por un año desde el momento de su partida.


Pedro me miró.

—No.  

—¿Tienes prisa? —preguntó con una sonrisa victoriosa en su rostro.  

Me incliné y lo besé. —De hecho, si tengo. —Levanté mi dedo y limpié una marca de hollín que olvido en la ducha.


—Gracias, cariño —dijo, apretándome contra su costado. 


Miró a los lados,su barbilla levantada, sus ojos brillando. Se veía de mejor ánimo, igualmente como la noche que me ganó la apuesta. Me hizo sonreír. Sensible o no, se sentía bien ser  amado así y decidí en ese momento que dejaría de disculparme por eso. Había peores cosas que encontrar tu alma gemela demasiado pronto en la vida y, ¿qué era demasiado pronto, de todas formas?  

—Tuve una discusión sobre ti con mi mamá una vez —dijo Pedro mirando hacia la pared de la ventana a nuestra derecha. Aún se encontraba oscuro. Lo que sea que vio no se encontraba al otro lado.  

—¿Sobre mí? ¿No es eso… imposible   

—La verdad no. Fue el día que murió.


Adrenalina emergió de donde sea que la adrenalina venga y corrió a través de mi cuerpo, agrupándose en mis dedos de manos y pies. Pedro nunca me había hablado sobre su madre. Algunas veces quise preguntarle sobre ella, pero luego pensaba en la horrible sensación que se apodera de mí cuando alguien preguntaba por mi madre, así que nunca lo hice.


Continuó: —Ella dijo, encuentra una chica por la que valga la pena pelear.


Una que no sea fácil.


Me sentí un poco avergonzada, preguntándome si eso significaba que era un dolor en el culo. Seguramente lo era, pero ese no era el punto 

—Dijo que no dejará de pelear y no lo hice. Tenía razón. —Tomó una profunda respiración, parecía dejar ese pensamiento quedarse en sus huesos.


La idea de que Pedro creyera que yo era la mujer de la que su madre había hablado, que me aprobaría, me hizo sentir aceptada y nunca me había sentido así.


Ana quien murió hace 17 años antes y ahora me hacía sentir más amada que mi propia madre.


—Amo a tu madre —dije, inclinándome contra el pecho de Pedro.  

Me miró y luego de una corta pausa besó mi cabello. No podía ver su rostro pero podía escuchar en su voz lo afectado que se hallaba. —Te habría amado también, no tengo ninguna duda.


La mujer habló en su radio otra vez. —Atención pasajeros del vuelo América 2477 con destino a Las Vegas, estaremos abordando pronto.
Empezaremos con aquellos que necesitan asistencia para abordar y los que tienen niños pequeños, luego empezaremos a abordar a los de primera clase y clase
ejecutiva. 

—¿Qué hay con los excepcionalmente aburridos?—dijo Pedro, poniéndose de pie—. Necesito una maldita Red Bull. Tal vez deberíamos haber mantenido nuestros boletos para mañana como habíamos planeado.


Arqueé una ceja. —¿Tienes un problema con que tenga prisa de ser la Sra. Alfonso? 

Negó con la cabeza, ayudándome a pararme. —Diablos, no. Aún sigo conmocionado, si quieres saber la verdad. Solo no quiero que te estés apresurando por que sientes que cambiaras de opinión.


—Tal vez tenga miedo que tú cambies de opinión.

 
La ceja de Pedro se arqueó y envolvió sus brazos alrededor de mí. —En serio, no puedes pensar eso. Tienes que saber que no hay nada que quiera más.


Me levanté sobre las puntas de mis pies y besé sus labios. 


—Creo que estamos listos para abordar el avión hacia Las Vegas así podremos casarnos, eso es lo que pienso.


Pedro me apretó contra él y luego me besó con entusiasmo desde la mejilla hasta la clavícula. Me reí mientras me hacía cosquillas en el cuello y luego me reí más fuerte cuando me levantó del suelo. Me besó una última vez antes de tomar
mi bolsa del suelo, me puso en el suelo y luego me llevó de la mano hasta la línea. 

Mostró nuestras tarjetas de embarque y caminamos por la pasarela de acceso agarrados de la mano. La azafata nos miró y ofreció una sonrisa de complicidad.Pedro se pasó de nuestros asientos para dejarme pasar y puso nuestras maletas de mano en el compartimiento superior y colapsó a mi lado. — Probablemente deberíamos tratar de dormir en el camino, pero no estoy seguro que pueda. Estoy malditamente excitado. 

—Dijiste que necesitabas una Red Bull.


Su hoyuelo se hundió mientras sonreía. —Deja de escuchar todo lo que digo. Probablemente no voy a tener sentido en los próximos seis meses mientras trato de procesar el hecho que tendré todo lo que siempre he querido.


Me incliné hacia atrás para encontrar sus ojos. —Pepe, si te preguntas porque tengo tanta prisa de casarme contigo… lo que acabas de decir es una de tantas razones.


—¿Sí?


—Sí.


Se deslizó en su asiento y luego reclinó su cabeza en mi hombro, acariciando mi cuello antes de relajarse. Besé su frente y luego miré hacia la ventana esperando mientras los pasajeros entraban y silenciosamente rezando para que el piloto se apresurará y saliera de una maldita vez de aquí. 


Nunca estuve tan agradecía de mi cara inexpresiva. Quería pararme y gritarle a todos que se sentaran para que el
piloto pudiera despegar, pero me prohibí inquietarme y me obligué a relajar los músculos.


Los dedos de Pedro encontraron los míos y se entrelazaron con ellos. Su aliento quemaba el lugar que tocaba en mi hombro, enviando calor por todo mi cuerpo.  Algunas veces solo quería ahogarme en él. Pensé en qué pasaría si mi plan no funcionaba. Pedro siendo arrestado, juzgado en la corte y en el peor escenario enviado a prisión. Sabiendo que sería posible estar separado un largo tiempo de él,sentía que una promesa de estar con él para siempre no era suficiente. Mis ojos se llenaron con lágrimas y una se escapó, cayendo por mi mejilla. La limpié rápidamente. Maldita fatiga siempre poniéndome más emocional.


Los otros pasajeros guardaban sus maletas y ajustaban sus cinturones de seguridad, pasando a través de los movimientos sin saber que nuestras vidas se encontraban a punto de cambiar para siempre.  

Me giré para mirar por la ventana cualquier cosa que pudiera quitar de mi mente la urgencia de despegar. —Apresúrate —susurré.

CAPITULO 218




Pedro 


Paula Chaves era famosa por una cosa: no tenía algo que la delatara.


Podría cometer un crimen y sonreír como si fuera cualquier otro día, mentir sin un tic en su ojo. Sólo una persona en el mundo tenía alguna posibilidad de aprender lo que la delataba, y esa persona tenía que averiguarlo si quería tener alguna oportunidad con ella.


Yo.


Paula había perdido su niñez, y yo había perdido a mi mamá, así que para dos personas que lucharon por llegar a la misma página, éramos la misma historia.


Eso me daba una ventaja, y después de hacer de este mi objetivo durante los últimos meses, había llegado a una respuesta:Lo que delataba a Paula es no tener algo que la delate. Podría no tener sentido para la mayoría de las personas, pero tenía mucho sentido para mí. Era la ausencia de algo que la delatara lo que la delataba. La paz en sus ojos, la suavidad de su sonrisa, la relajación de sus hombros me alertaban de que algo andaba mal.


Si no la conociera mejor, podría haber pensado que este era nuestro final feliz, pero ella tramaba algo. Sentados en la terminal, esperando abordar un avión hacia Las Vegas, con Paula acurrucada en la curva de mi cuerpo, sabía que era fácil tratar de ignorarlo. Seguía levantando su mano, mirando al anillo que le había comprado, y suspirando. La mujer de mediana edad frente a nosotros estaba mirando a mi nueva prometida y sonreía, probablemente fantaseando sobre el tiempo cuando tenía toda la vida por delante. Ella no sabía lo que esos suspiros significaban, pero yo tenía una idea.


Era difícil ser feliz sobre lo que estábamos a punto de hacer con la nube de tantas muertes colgando sobre nuestras cabezas. No, en serio, estaba literalmente sobre nuestras cabezas. Una televisión en la pared presentaba la noticia local. Las imágenes del fuego y las últimas actualizaciones se desplazaban por la pantalla.


Entrevistaron a Josh Farney. Estaba cubierto de hollín y se veía horrible, pero me sentí agradecido de ver que lo había logrado. Él estaba bastante borracho cuando lo vi antes de la pelea. La mayoría de la gente que venía al Círculo estaba borracha o comenzaban a beber mientras esperaban que yo y mi oponente intercambiáramos golpes. Cuando las llamas comenzaron a arrastrarse a través de la habitación, la adrenalina bombeaba por las venas de todos —suficiente para poner sobrio incluso al más intoxicado.


Desearía que no hubiera pasado. Habíamos perdido a tantos, y esto no era exactamente algo que querías que siguiera a tu boda. Por experiencia, sabía que el recuerdo de una tragedia podría estar fuera de lugar. Unir esta fecha a algo que celebraríamos año tras año lo mantendría al frente y centrado en nuestras mentes.


Maldición, aún seguían sacando cuerpos, y yo estaba actuando como  si esto fuera una molestia. Habían padres allí que no tenían idea de que nunca verían a sus hijos
de nuevo.


Ese pensamiento egoísta llevaba a la culpa, y esa culpa llevaba a una mentira.  Era un milagro que estuviéramos casándonos justo ahora, de todos modos. Pero no quería que Paula pensara que estaba cualquier cosa menos jodidamente emocionado sobre casarme. Conociéndola, lo malentendería y cambiaría de opinión. Así que me concentré en ella, y en lo que estábamos a punto de hacer. Quería ser un novio normal tan-emocionado-que-podría-vomitar, y ella
no se merecía nada menos. No sería la primera vez que habría pretendido que no me importaba algo que no podía sacar de mi mente. La prueba viviente estaba acurrucada junto a mí.

En la pantalla de la televisión, la presentadora de pie fuera de Keaton Hall sostenía el micrófono con ambas manos, una línea de expresión entre sus cejas. — …lo que las familias de las víctimas se preguntan:  quién es el culpable  De vuelta contigo, Kent.  

De pronto la náusea se volvió real. Tantos habían muerto, por supuesto que iban a retener a alguien responsable. ¿Era la culpa de Agustin? ¿Iría a la prisión? ¿Iría yo? 


Abracé a Paula contra mí y besé su pelo. Una mujer detrás de un escritorio tomó un micrófono y comenzó a hablar, y mi rodilla empezó a rebotar incontrolablemente.


Si no fuéramos a abordar pronto, podría tomar a Paula y correr hacia Las Vegas. Sentía como si pudiera llegar allí antes que el avión. La agente de la aerolínea nos instruyó acerca de abordar el vuelo, su voz subiendo y bajando con el guión del anuncio que probablemente había leído un millón de veces. Sonaba como la maestra en esas caricaturas de Charlie Brown: aburrida, monótona e imposible de entender. 

La única cosa que tenía sentido eran los pensamientos que se repetían en mi cabeza: Estaba a punto de convertirme en el esposo de la segunda mujer a la que había amado.


Ya casi era hora. Maldición. 

¡Mierda, sí! ¡Joder, sí!
¡Me iba a casar!

CAPITULO 217

 A PARTIR DE AHORA COMIENZA LA TERCERA PARTE
"EL CASAMIENTO"

Paula

 
Podía sentirlo venir: un creciente y persistente malestar deslizándose bajo mi piel. Cuanto más intentaba ignorarlo, más insoportable se hacía: una picazón que necesitaba ser rascada, un grito saliendo a la superficie. Mi padre decía que la necesidad urgente de huir cuando las cosas estaban a punto de salir mal era como un tic, un mecanismo de defensa inherente a los Chaves. Lo sentí momentos antes del incendio, y lo estaba sintiendo ahora.



Sentada en la habitación de Pedro, justo horas antes del incendio, mi corazón se aceleró y mis músculos se contrajeron. Mi instinto me llevó a la puerta.


Me decía que me fuera; que me alejara, a cualquier lugar menos este. Pero por primera vez en mi vida, no quería irme sola. Apenas podía concentrarme en esa voz que amaba tanto describiendo lo asustado que estaba de perderme, y cuán cerca estaba de escapar cuando corrió en la dirección opuesta, hacia mí. Tantas personas murieron, algunos eran extraños del Estado pero algunos eran personas que había visto en la cafetería, en clase y en otras peleas.


De alguna manera sobrevivimos y estábamos sentados a solas en su apartamento, tratando de procesarlo todo. 


Sintiéndonos asustados, sintiéndonos culpables… sobre los que murieron  y que nosotros habíamos vivido  


Mis pulmones se sentían como si estuvieran llenos de telarañas y llamas, y no podía quitar el olor rancio de piel chamuscada de mi nariz. Era insoportable, a pesar de que había tomado una ducha, aún seguía allí, mezclado con la esencia de menta y lavanda del jabón que usé para frotarlo. 


Los sonidos eran igual de inolvidables. Las sirenas, el llanto, las charlas de preocupación y pánico, y los gritos de las personas llegando a la escena para descubrir que un amigo seguía dentro. Todos se veían iguales, cubiertos de hollín, con expresiones idénticas de desconcierto y desesperación. Era una pesadilla. 

A pesar de mi lucha por concentrarme, lo único que escuché decir fue—: De la única cosa de la que estoy asustado es de una vida sin ti, Paloma. 

Habíamos sido muy afortunados. Incluso en una esquina oscura en Las Vegas, ser atacados por los matones de Benny, de alguna manera aún teníamos la ventaja. Pedro era invencible. Pero ser una parte del Círculo, y ayudar a organizar una pelea bajo condiciones inseguras que resultaban en muertes de innumerables estudiantes… esa era una pelea que ni siquiera Pedro Alfonso podía ganar  

Nuestra relación había soportado tantas cosas, pero Pedro estaba en peligro real de ir a prisión. Incluso aunque no lo sabía aún, era el obstáculo que podía separarnos.


El único obstáculo sobre el que no teníamos control. 

—Entonces, no tienes nada de qué estar asustado —dije—. Estaremos juntos para siempre.


Suspiró, y luego presionó sus labios contra mi cabello. No creía que fuera posible sentir tanto por una persona. Él me había protegido. Era mi turno de protegerlo.


—Esto es —dijo.


¿Qué?


—Supe en el momento en que te conocí que había algo en ti que yo necesitaba. Resulta que no era algo sobre ti. Eras sólo tú. 

Mis entrañas se derritieron. Lo amaba. Lo amaba, y tenía que hacer lo que fuera para mantenerlo a salvo. Lo que fuera, sin importar cuán loco fuese. Todo lo que tenía que hacer era convencerlo de ello.


Me incliné contra él, presionando mi mejilla contra su pecho. 

—Somos nosotros, Pepe. Nada tiene sentido a menos que estemos juntos. ¿No has notado eso?


—¿Notarlo? ¡Te lo he estado diciendo eso todo el año! Es oficial. Bimbos, peleas,rompimientos,Adrian,Las Vegas… incluso incendios… nuestra relación puede soportar cualquier cosa. 

—¿Las Vegas? —pregunté.


En ese momento, el plan más loco se formó en mi mente, pero la idea tenía sentido mientras miraba sus cálidos ojos marrones. Esos ojos hacían que todo tuviera sentido. Su rostro y su cuello aún estaban cubiertos de hollín mezclado con sudor, un recordatorio de lo cerca que habíamos estado de perderlo todo.


Mi mente estaba acelerada. Sólo necesitaríamos algunas cosas necesarias y podríamos salir por la puerta en cinco minutos. Podíamos comprar ropa allí.


Cuanto más pronto nos fuéramos mejor. Nadie creería que dos personas subirían en un avión justo después de una enorme tragedia. No tenía sentido, lo que era exactamente el por qué teníamos que hacerlo.


Tenía que llevar a Pedro lo suficientemente lejos, por una razón específica.  

Algo creíble, incluso si era una locura. Afortunadamente, la locura no está tan lejos de un salto para Pedro y yo, y era posible que los investigadores se enteraran por las decenas de testigos que vieron a Pedro peleando en el sótano de Keaton Hall esa noche, pero tendrían pruebas de que estuvimos en Las Vegas horas después casándonos. Era absolutamente una locura, pero no sabía que más hacer. No tenía tiempo para inventar un plan mejor. Ya deberíamos habernos ido. 

Pedro estaba mirándome, expectante, esperando a aceptar incondicionalmente lo que fuera que saliera de mi boca. 


Maldita sea, no podía perderlo ahora, no después de todo con lo que habíamos luchado para llegar a este momento. 


Según los estándares de cualquiera, éramos demasiado jóvenes para casarnos, demasiado impredecible. ¿Cuántas veces nos habíamos lastimado el uno al otro a lo largo del camino, gritado el uno al otro un minuto e ido a la cama al
siguiente? Pero acabamos de ver lo frágil que era la vida. 


¿Quién sabía cuándo vendría el final y arrastraría a uno de nosotros lejos? Lo miré, resuelta. Él era mío,y yo suya. Si sabía algo, era que sólo esas dos cosas importaban.  


Frunció el ceño. —¿Si?  

—¿Has pensado en volver?


Sus cejas se alzaron. —No creo que sea una buena idea para mí.


Semanas atrás, había roto su corazón. La imagen de Pedro persiguiendo el auto de Rosario cuando se dio cuenta de que se había terminado aún estaba fresca en mi mente. Iba a pelear para Benny en Las Vegas, y yo no volvería allí. Ni siquiera por él. Pedro había pasado un infierno mientras habíamos estado separados. Me había rogado de rodillas, y estaba tan concentrada en nunca volver a mi vida en Nevada, que me había alejado. Sería una completa idiota si le pedía que volviera. Medio esperaba que me dijera que me largara de aquí por siquiera mencionarlo, pero este era el único plan que tenía, y estaba desesperada. 

—¿Y qué si fuéramos sólo por una noche? —Una noche era todo lo que necesitaba. Sólo necesitábamos estar en algún otro lugar.


Miró alrededor de su habitación, buscando en la oscuridad por lo que él creía era lo que yo quería escuchar. No quería ser esa chica, la que no era comunicativa y causaba un enorme y estúpido malentendido. Pero no podía decirle a Pedro la verdad sobre lo que acababa de proponerle. 


Nunca estaría de acuerdo en ir.


—¿Una noche? —Claramente no tenía idea de cómo responder.


Probablemente pensaba que era una prueba, pero lo único que quería era que dijera que sí.


—Cásate conmigo —solté.


Su boca se abrió, formando un grito silencioso. Esperé miles de vidas hasta que sus labios se curvaron hacia arriba, y selló su boca con la mía. Su beso gritaba mil emociones diferentes. Mi cerebro se sentía hinchado con pensamientos beligerantes de alivio y pánico. Esto iba a funcionar. Nos casaríamos, Pedro tendría una coartada, y todo estaría bien.


Oh, demonios.


Maldición. Mierda. Joder. 

Me iba a casar.