jueves, 22 de mayo de 2014

AVISO: NOVELA NUEVA



NUEVA NOVELA: BEAUTIFUL

A PARTIR DEL LUNES





Mi padre siempre decía que la manera de aprender el trabajo que deseas es pasar cada segundo de tu tiempo viendo a alguien hacerlo.

«Para conseguir un trabajo en la cumbre, tienes que empezar desde abajo —me decía—. Conviértete en la persona sin la que el consejero delegado no pueda vivir. 
En su mano derecha. Aprende cómo es su mundo y lograrás que te contrate en cuanto termines los estudios.» 

Yo me convertí en irremplazable. Y sin duda era su «Mano Derecha». El problema era que, en este caso, era la mano derecha que estaba deseando abofetear es maldita cara la mayor parte de los días.

Mi jefe, el señor Pedro Alfonso: un tipo odioso pero muy atractivo. 


El estómago se me retorcía solo con pensar en él: alto, guapísimo y la maldad personificada. El gilipollas más creído y más pedante que he conocido en mi vida. 

Todas las demás mujeres de la oficina cotilleaban sobre sus aventuras y se preguntaban si lo único que hacía falta para conseguirle era una cara bonita. Pero mi padre también me había dicho otra cosa: «Descubrirás muy pronto que la belleza solo es externa, pero la fealdad llega hasta lo más profundo». Yo ya había tenido mi ración de hombres desagradables en los últimos años; salí con unos cuantos en el instituto y en la universidad. Pero este se llevaba la palma...



avisenme si quieren que se la pase.dejen su twitter,gracias!!

CAPITULO 181




Todo mi mundo se detuvo. Traté de reproducir sus palabras de nuevo.
¿Había oído bien? ¿De verdad dijo lo que pensaba que había dicho, o era sólo una ilusión?


Paula me devolvió el teléfono, y luego miró regañadientes a mis ojos.


—Colgó el teléfono —dijo con el ceño fruncido.


—¿Me amas?


—Son los tatuajes —dijo, frívola y encogiéndose de hombros, como si no hubiera dicho lo que siempre he querido escuchar.


Paloma me amaba.


Una amplia sonrisa se extendió por mi cara.


—Ven conmigo a casa —dije, envolviéndola en mis brazos.


Sus cejas se alzaron. —¿Dijiste todo eso para tenerme en tu cama? Debí haberte dado una gran impresión.


—Lo único que estoy pensando ahora mismo es en tenerte en mis brazos toda la noche.


—Vamos.


No lo dudé. Una vez que Paula estaba segura en la parte trasera de mi moto,corrí a casa, tomando cada atajo, pasando cada luz amarilla, y entrando y saliendo del poco tráfico que había a esa hora de la mañana.


Cuando llegamos al apartamento, apagar el motor y el levantar a Paula en mis brazos parecía simultáneo.
Se rió contra mis labios mientras buscaba a tientas la cerradura de la puerta principal. Cuando la dejé en el suelo y cerré la puerta detrás de nosotros, dejé escapar un largo suspiro de alivio.


—No ha parecido como un hogar desde que te fuiste —dije, besándola otra vez.


Moror correteó por el pasillo y meneó su pequeña cola peluda, pateando las piernas de Paula.
La había extrañado casi tanto como yo.


La cama de Valentin chilló, y luego sus pisadas resonaron en el piso. Su puerta se abrió de golpe mientras entrecerraba los ojos por la luz. —¡Joder no,Pepe, no estás haciendo esta mierda! Estás enamorado de Pa... —Sus ojos se enfocaron y reconoció su error—...ula. Hola, Paula.


—Hola, Valen—dijo Paula con una sonrisa divertida,dejando a Moro en el suelo.


Antes que Valentin pudiera hacer preguntas, empujé a Paula por el pasillo.
Nos estrellamos el uno al otro. Yo no había planeado nada más que tenerla a mi lado en la cama, pero ella tiró de mi camisa hacia arriba y sobre la cabeza con intención. La ayudé con su chaqueta, y luego se quitó su suéter y camiseta. No había duda de la mirada en sus ojos, y yo no estaba dispuesto a discutir.
Pronto los dos estábamos completamente desnudos, y la pequeña voz dentro de mí queriendo saborear el momento y tomar las cosas con calma fue fácilmente dominada por los besos desesperados de Paula y los gemidos suaves que hizo cada vez que la tocaba casi en cualquier lugar.
La bajé al colchón, y su mano salió disparada hacia la mesita de noche. Al instante, recordé mi ruptura poco ceremoniosa de la pecera de condones para prometer mi soltería intencionada.


—Mierda —dije, jadeando—. Me deshice de ellos.


—¿Qué? ¿De todos? —Suspiré.


—Pensé que tú no... si no estaba contigo, no los necesitaría.


—¡Me estás tomando el pelo! —dijo, dejando caer la cabeza contra la cabecera de la frustración.


Me agaché, respirando con dificultad, apoyando mi frente contra su pecho.


—Considérate lo opuesto a una conclusión inevitable.


Los momentos siguientes fueron un borrón.Paula hizo algún extraño conteo, concluyendo que no podía quedar embarazada esa semana en particular, y antes de darme cuenta, estaba dentro de ella, sintiendo cada una de sus partes en contra de cada una de las mías. Nunca había estado con una chica sin la funda delgada de látex, pero al parecer una fracción de milímetro hizo una gran diferencia. Cada movimiento creando iguales y abrumadores sentimientos contradictorios: retrasar lo inevitable, o ceder porque se sentía tan jodidamente bueno.


Cuando la cadera de Paula se levantó contra la mía, y sus incontrolables quejidos y gemidos escalaron a un fuerte y satisfecho grito, yo no podía aguantar más.


Paula—susurré desesperado—, necesito un... necesito...


—No te detengas —rogó. Sus uñas se clavaron en mi espalda.


Me balanceé en ella una última vez. Debo haber sido rudo, porque la mano de Paula voló hasta mi boca. Cerré los ojos, dejando ir todo, sintiendo que mis cejas se presionaron juntas mientras mi cuerpo se convulsionaba y se ponía rígido.
Respirando con dificultad, miré a los ojos de Paula. Usando sólo una sonrisa cansada, satisfecha, me miró, esperando algo. La besé una y otra vez, y luego tomé cada lado de su cara con las manos y la besé de nuevo, esta vez con más ternura.
La respiración de Paula se ralentizó, y suspiró. Incliné mi cuerpo hacia un lado, relajándome junto a ella, y luego la atraje hacia mí. Apoyó la mejilla contra mi pecho, su cabello en cascada bajo mi brazo. La besé en la frente una vez más,
cerrando juntos los dedos en la parte baja de su espalda.


—No te vayas esta vez, ¿está bien? Quiero despertar tal como ahora en la mañana.


Paula me besó en el pecho, pero no levantó la vista. —No iré a ninguna parte.


Esa mañana, acostado con la mujer que amo, una silenciosa promesa se formó en mi cabeza. Iba a ser un mejor hombre para ella, alguien que merecía. No más perder el control. Se acabaron las rabietas, o estallidos de violencia.
Cada vez que apretaba mis labios contra su piel, esperando que despertara, repetía esa promesa en mi mente.
Lidiar con la vida fuera del apartamento mientras trataba de permanecer fiel a esa promesa resultó ser una lucha. Por primera vez, no sólo me importaba alguien, sino que también estaba desesperado por mantenerla. Sentimientos de sobreprotección y celos picaban el juramento que había hecho unas horas antes.


Para la hora del almuerzo, Daniel Jenks me había hecho enfurecer y se lo regresé. Paula fue afortunadamente paciente y me perdonó, incluso cuando amenacé a Adrian veinte minutos más tarde.


Paula había demostrado más de una vez que ella podía aceptarme por lo que era, pero no quería ser el idiota violento al que todo mundo estaba acostumbrado. Mezclando mi rabia con estos nuevos sentimientos de celos era más difícil controlarme de lo que hubiera imaginado.
Recurrí a evitar situaciones que podrían lanzarme a la rabia, y permanecer ajeno al pensamiento de que Paula no sólo era increíblemente sensual, cada pene en el campus estaba curioso acerca de cómo ella había domado al único hombre
que pensaban nunca se asentaría. Parecía que esperaban que yo lo jodiera todo para poder intentarlo ellos, lo cual sólo me hacía sentir aún más molesto y cascarrabias.
Para mantener mi mente ocupada, me centré en hacerles quedar en claro a las estudiantes de que yo estaba fuera del mercado, lo que había enfurecido a la mitad de población femenina de la escuela.

CAPITULO 180



La Harley nos llevó a ningún lugar en particular. El tráfico y la esporádica patrulla de policía que se cruzó en nuestro camino fueron suficiente para mantener mis pensamientos ocupados en un principio, pero después de un rato éramos los únicos en la carretera. Sabiendo que la noche finalmente terminaría, decidí que en el momento que la deje en Morgan
sería cuando ponga mi último esfuerzo. Independientemente de nuestras citas de bolos platónicas, si continuaba viendo a Adrian, con el tiempo también se detendrían. Todo se detendría.
Presionar a Paula nunca era una buena idea, pero a menos que ponga todas mis cartas sobre la mesa, había una gran probabilidad de perder a la única paloma que había conocido. Lo qué quiero decir y cómo lo diría se reproduce una y otra vez en mi mente. Tendría que ser directo, algo que Paula no podría ignorar o fingir que no escuchó ni entendió.
La aguja había estado amenazando con llegar al final del medidor de gas por varios kilómetros, así que me detuve en la primera gasolinera abierta con que nos topamos.


—¿Quieres algo? —pregunté



Paula sacudió la cabeza, bajándose de la moto. Pasó los dedos por el enredo de su largo, brillante cabello, y sonrió tímidamente.


—Déjalo. Estás jodidamente hermosa.


—Sólo si me pones en un vídeo de principio de los ochenta.
Me reí, y luego bostecé, colocando la boquilla en la abertura del tanque de gas de la Harley.


Paula sacó su celular para ver la hora. —Oh, Dios mío, Pepe. Son las tres de la mañana.


—¿Quieres que volvamos? —pregunté, mi estómago hundiéndose.


—Será lo mejor.


—¿Todavía iremos esta noche a los bolos?


—Te dije que lo haría.


—Y todavía irás a la Sig Tau conmigo en un par de semanas, ¿verdad?


—¿Estás insinuando que no mantengo mi palabra? Me parece un poco insultante.


Tiré de la boquilla del tanque de gas y la conecté en su base. —Simplemente ya no sé lo que vas a hacer.


Me senté en la moto y luego ayudé a Paula a subir detrás de mí. Envolvió sus brazos mí alrededor, esta vez por su cuenta, y suspiré, perdido en mis pensamientos antes de arrancar el motor. Agarré las manillas, tomé aire, y justo
cuando tenía las pelotas para decírselo, decidí que una estación de servicio no era el fondo apropiado para desnudar mi alma.


—Eres importante para mí, ya sabes —dijo Paula, apretándome con sus brazos.


—No te entiendo, Paloma. Pensé que conocía a las mujeres, pero eres tan jodidamente confusa que ya no sé a qué te refieres.


—No te entiendo, tampoco. Se supone que debes ser el hombre mujeriego del Eastern. No estoy recibiendo la experiencia completa de primer año que prometieron en el folleto.


No pude evitar sentirme ofendido. Incluso si fuera cierto. —Bueno, eso es lo primero. Nunca había tenido que dormir con una chica para que ella quisiera que la dejara en paz.


—Eso no es lo que fue, Pedro.


Arranqué el motor y lo saqué a la calle sin decir una palabra más. Conducir hacia Morgan era insoportable. En mi cabeza, me hablé dentro y fuera sobre cómo enfrentarme a Paula tantas veces. A pesar de que tenía los dedos entumecidos por el frío, conduje lentamente, temiendo el momento en que Paula se enterara de todo,y luego me rechazara por última vez.
Cuando nos detuvimos frente a la entrada de Morgan Hall, mis nervios se sentían como si hubieran sido cortados, prendidos en fuego y dejados en un lío, destrozado.Paula bajó de la moto, y su expresión triste creó un tenue resplandor de pánico dentro de mí. Podría decirme que me vaya al infierno antes de que tuviera la oportunidad de decir nada.
Caminé con Paula a la puerta, y sacó sus llaves, manteniendo la cabeza baja.
Incapaz de esperar un segundo más, tomé su barbilla suavemente en mi mano, y la levanté, esperando pacientemente a que sus ojos se alzaran para encontrarse con los míos.


—¿Te besó? —le pregunté, tocando con mi pulgar sus labios suaves.


Se alejó. —Tú sí que sabes cómo arruinar una noche perfecta, ¿no?


—Pensaste que fue perfecta, ¿eh? ¿Significa eso que la pasaste bien?


—Siempre lo hago cuando estoy contigo.


Mis ojos se detuvieron, y sentí mi rostro comprimirse en un ceño. —¿Te besó?


—Sí —suspiró, irritada.


Cerré mis ojos con fuerza, sabiendo que mi próxima pregunta podría resultar un desastre. —¿Eso es todo?


—¡Eso no es asunto tuyo! —dijo, tirando de la puerta.


La empujé cerrándola y me puse en su camino. —Necesito saber.


—¡No, no lo necesitas! ¡Muévete,Pedro! —Clavó el codo en mi costado, tratando de obtener algo.


—Paloma...


—¿Crees que porque ya no soy virgen voy a lanzarme a cualquier otro? ¡Gracias! —dijo, empujando mi hombro.


—No he dicho eso, ¡maldita sea! ¿Es mucho pedir por un poco de paz mental?


—¿Por qué te daría tranquilidad saber si estoy durmiendo con Adrian?


—¿Cómo no lo sabes? ¡Es obvio para todos los demás, menos para ti!


—Supongo que soy una idiota, entonces. Estás brillante esta noche, Pepe —dijo, alcanzando la manija de la puerta.


Agarré sus hombros. Ella lo estaba haciendo de nuevo, la rutina inconsciente que se había vuelto costumbre. El momento de mostrar mis cartas era ahora. —La forma en que me siento por ti... es una locura.


—Acertaste en la parte de la locura —espetó, tirando de mí.


—Practiqué en mi cabeza todo el tiempo que estuvimos en la moto, así que escúchame.


—Pedro…


—Sé que estamos jodidos, ¿de acuerdo? Soy impulsivo y tengo mal genio, y te metiste bajo mi piel como nadie más. Actúas como si me odiaras un minuto, y luego como si me necesitaras al siguiente. Nunca acierto en nada, y no te merezco...
pero estoy malditamente enamorado de ti,Paula. Te amo más de lo que he querido a nadie ni nada, nunca. Cuando estás cerca, no necesito alcohol, ni dinero, ni lucha, o algo de una sola noche... todo lo que necesito es a ti. Eres en todo lo que pienso.
Eres todo lo que soñé. Eres todo lo que quiero.


No dijo nada durante varios segundos. Sus cejas levantadas, y sus ojos se veían aturdidos mientras procesaba todo lo que yo había dicho. Parpadeó un par de veces.


Tomé cada lado de su cara y la miré a los ojos. —¿Te has acostado con él?


Los ojos de Paula brillaron, y luego negó con la cabeza. Sin pensarlo, mis labios se estrellaron contra los de ella, y deslicé mi lengua dentro de su boca. No me rechazó, en cambio su lengua desafió a la mía, y agarró mi camiseta en sus puños, tirándome cerca. Un gemido involuntario emanó de mi garganta, y envolví mis brazos a su alrededor.
Cuando supe que tenía mi respuesta, me aparté, sin aliento. 

—Llama a Adrian. Dile que no quieres verlo nunca más. Dile que estás conmigo.


Cerró sus ojos. —No puedo estar contigo, Pedro.


—¿Por qué diablos no? —pregunté, dejándola ir.


Paula negó con la cabeza. Había demostrado ser impredecible un millón de veces antes, pero la forma en la que me había besado significaba algo más que amistad, y era demasiado tarde para que sea sólo simpatía. Eso me dejó con una sola conclusión.


—Increíble. La única chica que quiero, y ella no me quiere.


Vaciló antes de hablar. —Cuando Rosario y yo nos mudamos aquí, fue sabiendo que mi vida daría un giro en una forma determinada. O más bien, que no resultaría de cierta manera. Las peleas, el juego, la bebida... es lo que dejé atrás.
Cuando estoy cerca de ti... todo está allí para mí en un irresistible y tatuado paquete. No me mudé cientos de kilómetros para vivir todo de nuevo.


—Sé que mereces más que yo. ¿Crees que no lo sé? Pero si hay alguna mujer que se hizo para mí... eres tú. Haré todo lo que tenga que hacer, Paloma. ¿Me oyes? Haré cualquier cosa.


Se apartó de mí, pero no me rendiría. Ella estaba finalmente hablando, y si se alejaba esta vez, no podríamos tener otra oportunidad.


Sostuve la puerta con la mano. —Dejaré de pelear al segundo que me gradúe. No voy a beber una sola gota de nuevo. Te haré feliz siempre, Paloma. Si sólo creyeras en mí, puedo hacerlo.


—No quiero que cambies.


—Entonces dime qué hacer. Dime y lo haré —declaré.


—¿Me prestas tu teléfono? —preguntó.


Fruncí el ceño, sin saber lo que iba a hacer. —Por supuesto. —Saqué el teléfono de mi bolsillo, y se lo entregué.


Tocó los botones por un momento, y luego marcó, cerrando los ojos mientras esperaba.


—Lo siento por llamar tan temprano —tartamudeó—, pero esto no podía esperar. Yo... no puedo ir a cenar contigo el miércoles.


Había llamado Adrian. Mis manos temblaban de miedo, preguntándome si ella le pediría que la recogiera, para salvarla, o algo más.


Y continuó—: No puedo verte de nuevo, de hecho. Estoy… bastante segura de que estoy enamorada de Pedro.

CAPITULO 179



Nuestros estados de ánimo eran ligeros cuando volvimos de la pista de go-kart. Rosario seguía riendo acerca de haberle dado una paliza a Valentin cuatro veces en una vuelta, y Valentin fingía estar de mal humor.
Valentin tanteó con la llave en la oscuridad.
Sostuve mi teléfono celular en mis manos, luchando contra el impulso de llamar a Paula por decimotercera vez.


—¿Por qué simplemente no la llamas ya? —preguntó Rosario.


—Todavía estara en la cita, probablemente. Yo mejor no… interrumpo —dije, tratando de empujar el pensamiento de lo que podría estar sucediendo de mi mente.


—¿No deberías? —preguntó Rosario, genuinamente sorprendida—. ¿No dijiste que querías preguntarle si quería ir a jugar a los bolos mañana? Es grosero no preguntarle a una chica en una cita el día después de, ya sabes.


Valentin finalmente encontró el ojo de la cerradura y abrió la puerta,dejándonos entrar.
Me senté en el sofá, mirando el nombre de Paula en mi lista de llamadas.


—A la mierda —dije, tocando su nombre.


El teléfono sonó una vez, y luego otra vez. Mi corazón latía con fuerza contra mis costillas, más de lo que nunca lo hizo antes de una pelea.


Paula respondió.


—¿Cómo va la cita, Paloma?



—¿Qué es lo que necesitas,Pedro? —susurró. Al menos no respiraba con dificultad.


—Quiero ir mañana a los bolos. Necesito a mi pareja.


—¿Bolos? ¿No podrías haberme llamado más tarde? —Quería que sus palabras sonaran fuerte, pero el tono de su voz era todo lo contrario. Podría decir que estaba contenta de que la hubiera llamado.


Mi confianza se elevó a un nuevo nivel. Ella no quería estar allí con Adrian.


—¿Cómo se supone que voy a saber cuándo ustedes van a terminar? Oh.Eso no salió bien… —bromeé.


—Te llamaré mañana y podremos hablar de ello entonces, ¿está bien?


—No, no está bien. Dijiste que querías que seamos amigos, ¿pero no podemos pasar el rato? —Hizo una pausa, y me la imaginaba rodando esos preciosos ojos grises. Estaba celoso de que Adrian podía verlos de primera mano—No me ruedes los ojos. ¿Vienes o no?


—¿Cómo sabías que rodé mis ojos? ¿Me estás acechando?


—Siempre ruedas tus ojos. ¿Sí? ¿No? Estás perdiendo tiempo precioso de la cita.


—¡Sí! —dijo en un fuerte susurro, con una sonrisa en su voz—. Iré.


—Te recogeré a las siete.


El teléfono hizo un ruido sordo cuando lo arrojé al extremo del sofá, y entonces mis ojos viajaron hacia Rosario.


—¿Tienes una cita?


—La tengo —dije, inclinándome hacia atrás contra el cojín.
Rosario retiró sus piernas fuera de Valentin, burlándose de él sobre su última carrera mientras navegaba por los canales. No le tomó mucho tiempo para aburrirse. —Voy a volver a la residencia.


Valentin frunció el ceño, nunca contento con su partida. —Mándame mensajes.


—Lo haré —dijo Rosario, sonriendo—. Nos vemos, Pepe.


Tuve envidia de que ella se iba, que tenía algo que hacer. Yo ya había terminado días antes las dos únicas cosas que tenía que hacer.
El reloj encima de la televisión capturó mi atención. Los minutos rodaban lentamente, y cuanto más me decía que dejara de prestar atención, más mis ojos se dirigían a los números digitales de la caja. Después de una eternidad, sólo media hora había pasado. Mis manos se removieron. Me sentía más aburrido e inquieto incluso los segundos eran una tortura. Empujar los pensamientos de Paula y Adrian de mi cabeza se convirtió en una lucha constante. Finalmente, me levanté.


—¿Te vas? —preguntó Valentin con un rastro de sonrisa.


—No puedo quedarme sentado aquí. Ya sabes cómo Adrian ha estado echando espuma por la boca por ella. Me está volviendo loco.


—¿Piensas que ellos…? Nah. Pau no lo haría. Rosario dijo que era… no importa. Mi boca va a meterme en problemas.


—¿Virgen?


—¿Lo sabes?


Me encogí de hombros. —Paula me dijo. ¿Crees que porque nosotros… que ella…?


—No.


Me froté la parte posterior de mi cuello. —Tienes razón. Creo que tienes razón. Quiero decir, espero. Es capaz de hacer cualquier mierda loca para alejarme.


—¿Lo haría? ¿Alejarte, quiero decir?


Miré a los ojos de Valentin—La amo, Valen. Sin embargo, sé lo que le haría a Adrian si se aprovecha de ella.


Valentin negó con la cabeza. —Es su elección,Pepe. Si eso es lo que decidió,vas a tener que dejarlo ir.


Tomé las llaves de mi moto y apreté los dedos a su alrededor, sintiendo los bordes de metal afilados mientras se clavaban en mi palma.


Antes de subirme a la Harley, llamé a Paula.


—¿Estás en casa, ya?


—Sí, me dejó hace aproximadamente cinco minutos.


—Estaré allí en cinco más.


Colgué antes de que pudiera protestar. El aire gélido que se precipitaba contra mi rostro mientras conducía contribuyó a adormecer la ira que provocaron los pensamientos de Adrian, pero una sensación de malestar descendió sobre mi
estómago mientras más cerca me encontraba del campus.
El motor de la moto parecía más fuerte mientras rebotaba en la pared de ladrillo de Morgan Hall. En comparación con las ventanas oscuras y el estacionamiento abandonado, mi Harley y yo hicimos que la noche pareciera anormalmente tranquila, y la espera excepcionalmente larga. Finalmente, Pau apareció en el umbral. Cada músculo de mi cuerpo se tensó mientras esperaba que sonriera o enloqueciera.


No hizo ninguno. —¿No tienes frío? —preguntó, tirando de su chaqueta apretada.


—Te ves bien —dije, notando que no estaba en un vestido. Era evidente que no trataba de parecer toda sexy para él, y eso era un alivio—. ¿Tuviste un buen rato?


—Uh… sí, gracias. ¿Qué estas haciendo aquí?


Encendí el motor. —Iba a dar un paseo para despejar mi cabeza. Quiero que vengas conmigo.


—Hace frío, Pepe.


—¿Quieres que vaya a buscar el coche de Valen?


—Iremos a los bolos mañana. ¿No puedes esperar hasta entonces?


—Pasé de estar contigo cada segundo del día a verte durante diez minutos, si tengo suerte.


Sonrió y negó con la cabeza. —Sólo han pasado dos días, Pepe.


—Te echo de menos. Mueve tu trasero al asiento y vámonos.


Contempló mi oferta, y luego subió la cremallera de su chaqueta y se subió en el asiento detrás de mí.
Tiré de sus brazos alrededor de mí sin pedir disculpas, lo suficientemente apretado que era difícil ampliar mi pecho como para inhalar por completo, pero por primera vez en toda la noche, me sentí como si pudiera respirar.