jueves, 22 de mayo de 2014

CAPITULO 181




Todo mi mundo se detuvo. Traté de reproducir sus palabras de nuevo.
¿Había oído bien? ¿De verdad dijo lo que pensaba que había dicho, o era sólo una ilusión?


Paula me devolvió el teléfono, y luego miró regañadientes a mis ojos.


—Colgó el teléfono —dijo con el ceño fruncido.


—¿Me amas?


—Son los tatuajes —dijo, frívola y encogiéndose de hombros, como si no hubiera dicho lo que siempre he querido escuchar.


Paloma me amaba.


Una amplia sonrisa se extendió por mi cara.


—Ven conmigo a casa —dije, envolviéndola en mis brazos.


Sus cejas se alzaron. —¿Dijiste todo eso para tenerme en tu cama? Debí haberte dado una gran impresión.


—Lo único que estoy pensando ahora mismo es en tenerte en mis brazos toda la noche.


—Vamos.


No lo dudé. Una vez que Paula estaba segura en la parte trasera de mi moto,corrí a casa, tomando cada atajo, pasando cada luz amarilla, y entrando y saliendo del poco tráfico que había a esa hora de la mañana.


Cuando llegamos al apartamento, apagar el motor y el levantar a Paula en mis brazos parecía simultáneo.
Se rió contra mis labios mientras buscaba a tientas la cerradura de la puerta principal. Cuando la dejé en el suelo y cerré la puerta detrás de nosotros, dejé escapar un largo suspiro de alivio.


—No ha parecido como un hogar desde que te fuiste —dije, besándola otra vez.


Moror correteó por el pasillo y meneó su pequeña cola peluda, pateando las piernas de Paula.
La había extrañado casi tanto como yo.


La cama de Valentin chilló, y luego sus pisadas resonaron en el piso. Su puerta se abrió de golpe mientras entrecerraba los ojos por la luz. —¡Joder no,Pepe, no estás haciendo esta mierda! Estás enamorado de Pa... —Sus ojos se enfocaron y reconoció su error—...ula. Hola, Paula.


—Hola, Valen—dijo Paula con una sonrisa divertida,dejando a Moro en el suelo.


Antes que Valentin pudiera hacer preguntas, empujé a Paula por el pasillo.
Nos estrellamos el uno al otro. Yo no había planeado nada más que tenerla a mi lado en la cama, pero ella tiró de mi camisa hacia arriba y sobre la cabeza con intención. La ayudé con su chaqueta, y luego se quitó su suéter y camiseta. No había duda de la mirada en sus ojos, y yo no estaba dispuesto a discutir.
Pronto los dos estábamos completamente desnudos, y la pequeña voz dentro de mí queriendo saborear el momento y tomar las cosas con calma fue fácilmente dominada por los besos desesperados de Paula y los gemidos suaves que hizo cada vez que la tocaba casi en cualquier lugar.
La bajé al colchón, y su mano salió disparada hacia la mesita de noche. Al instante, recordé mi ruptura poco ceremoniosa de la pecera de condones para prometer mi soltería intencionada.


—Mierda —dije, jadeando—. Me deshice de ellos.


—¿Qué? ¿De todos? —Suspiré.


—Pensé que tú no... si no estaba contigo, no los necesitaría.


—¡Me estás tomando el pelo! —dijo, dejando caer la cabeza contra la cabecera de la frustración.


Me agaché, respirando con dificultad, apoyando mi frente contra su pecho.


—Considérate lo opuesto a una conclusión inevitable.


Los momentos siguientes fueron un borrón.Paula hizo algún extraño conteo, concluyendo que no podía quedar embarazada esa semana en particular, y antes de darme cuenta, estaba dentro de ella, sintiendo cada una de sus partes en contra de cada una de las mías. Nunca había estado con una chica sin la funda delgada de látex, pero al parecer una fracción de milímetro hizo una gran diferencia. Cada movimiento creando iguales y abrumadores sentimientos contradictorios: retrasar lo inevitable, o ceder porque se sentía tan jodidamente bueno.


Cuando la cadera de Paula se levantó contra la mía, y sus incontrolables quejidos y gemidos escalaron a un fuerte y satisfecho grito, yo no podía aguantar más.


Paula—susurré desesperado—, necesito un... necesito...


—No te detengas —rogó. Sus uñas se clavaron en mi espalda.


Me balanceé en ella una última vez. Debo haber sido rudo, porque la mano de Paula voló hasta mi boca. Cerré los ojos, dejando ir todo, sintiendo que mis cejas se presionaron juntas mientras mi cuerpo se convulsionaba y se ponía rígido.
Respirando con dificultad, miré a los ojos de Paula. Usando sólo una sonrisa cansada, satisfecha, me miró, esperando algo. La besé una y otra vez, y luego tomé cada lado de su cara con las manos y la besé de nuevo, esta vez con más ternura.
La respiración de Paula se ralentizó, y suspiró. Incliné mi cuerpo hacia un lado, relajándome junto a ella, y luego la atraje hacia mí. Apoyó la mejilla contra mi pecho, su cabello en cascada bajo mi brazo. La besé en la frente una vez más,
cerrando juntos los dedos en la parte baja de su espalda.


—No te vayas esta vez, ¿está bien? Quiero despertar tal como ahora en la mañana.


Paula me besó en el pecho, pero no levantó la vista. —No iré a ninguna parte.


Esa mañana, acostado con la mujer que amo, una silenciosa promesa se formó en mi cabeza. Iba a ser un mejor hombre para ella, alguien que merecía. No más perder el control. Se acabaron las rabietas, o estallidos de violencia.
Cada vez que apretaba mis labios contra su piel, esperando que despertara, repetía esa promesa en mi mente.
Lidiar con la vida fuera del apartamento mientras trataba de permanecer fiel a esa promesa resultó ser una lucha. Por primera vez, no sólo me importaba alguien, sino que también estaba desesperado por mantenerla. Sentimientos de sobreprotección y celos picaban el juramento que había hecho unas horas antes.


Para la hora del almuerzo, Daniel Jenks me había hecho enfurecer y se lo regresé. Paula fue afortunadamente paciente y me perdonó, incluso cuando amenacé a Adrian veinte minutos más tarde.


Paula había demostrado más de una vez que ella podía aceptarme por lo que era, pero no quería ser el idiota violento al que todo mundo estaba acostumbrado. Mezclando mi rabia con estos nuevos sentimientos de celos era más difícil controlarme de lo que hubiera imaginado.
Recurrí a evitar situaciones que podrían lanzarme a la rabia, y permanecer ajeno al pensamiento de que Paula no sólo era increíblemente sensual, cada pene en el campus estaba curioso acerca de cómo ella había domado al único hombre
que pensaban nunca se asentaría. Parecía que esperaban que yo lo jodiera todo para poder intentarlo ellos, lo cual sólo me hacía sentir aún más molesto y cascarrabias.
Para mantener mi mente ocupada, me centré en hacerles quedar en claro a las estudiantes de que yo estaba fuera del mercado, lo que había enfurecido a la mitad de población femenina de la escuela.

1 comentario:

  1. Me encanta leer la versión contada por Pedro! está tan perdidamente enamorado q ni sabe como actuar! Muy buenos los capítulos!

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