martes, 10 de junio de 2014

CAPITULO 240




Pedro  


—¡Calma tus nervios, amigo! —dijo Valentin. Bajó la mirada hacia mis dedos nerviosamente golpeando contra el reposabrazos de metal. Habíamos aterrizado y deslizado por la pista de manera segura, pero por alguna razón todavía no estaban listos para dejarnos salir. Todo el mundo se encontraba en silencio esperando por ese diminuto ding que significaba la libertad. Algo sobre el ding de la luz de los cinturones abrochados hizo que todos saltaran y se apresuraran a conseguir su equipaje de mano y formaran una fila. Sin embargo, yo de verdad tenía una razón para estar apurado, así que la espera fue particularmente irritante.  


—¿Qué demonios está tomando tanto tiempo? —dije, quizás un poco demasiado fuerte. Una mujer en frente de nosotros con un niño de edad para ir a la escuela primaria se giró lentamente para darme una mirada—. Lo siento. —Miró hacia delante enfurruñada.



Miré mi reloj. —Vamos a llegar tarde.


No, no vamos a llegar tarde dijo Valentin en su típica voz suave y Todavía tenemos tiempo de sobra.   calmado


Me estiré hacia un lado, mirando hacia el pasillo como si eso fuera ayudar.


—Las azafatas no se han movido. Espera, una está al teléfono.

—Esa es una buena señal.


Me senté derecho y suspiré. —Vamos a llegar tarde.


—No. No vamos a llegar tarde. Tú simplemente la extrañas.


—La extraño —dije, sabía que me veía miserable y ni siquiera iba a intentar ocultarlo. Esta era la primera vez que Paula y yo pasábamos una noche separados desde antes de casarnos y era miserable. Incluso después de un año, todavía la buscaba cuando se despertaba en la mañana. Incluso la extrañaba cuando dormía.


Valentin sacudió la cabeza en desaprobación. —¿Recuerdas cuando solías darme tanta mierda por comportarme así? 

—Tú no amas de la manera en que yo la amo.


Valentin sonrió. —¿Realmente eres feliz, hombre?


—Tanto como la amaba en ese entonces, ahora la amo aún más. Al igual que papá solía hablar de mamá.


Valentin sonrió y luego abrió la boca para responder, pero la luz del cinturón de seguridad sonó, enviando a todo el mundo en una ráfaga de pie, estirándose y situándose en el pasillo.


La madre en frente de mí sonrió. —Felicitaciones —dijo—. Parece que lo has averiguado mejor que la mayoría de las personas. 

La fila comenzó a avanzar. —En realidad, no. Sólo tuvimos una gran cantidad de duras lecciones desde el principio.


—Afortunado —dijo, dirigiendo a su hijo por el pasillo.


Me eché a reír, pensando en las metidas de patas y decepciones, pero ella tenía razón. Si tuviera que hacerlo todo de nuevo, preferiría soportar el dolor en un principio que haberlo tenido fácil y luego tenerlo todo yéndose a la mierda más adelante.  

Valentin y yo nos apresuramos a la zona para recoger el equipaje, conseguimos el nuestro y luego nos apresuramos a la salida para tomar un taxi. Me sorprendió ver a un hombre en un traje negro sosteniendo un pizarrón blanco con “FIESTA ALFONSO” garabateado con marcador rojo 

 
—Hola —dije.


—¿Señor Alfonso? —dijo, sonriendo ampliamente. 

—Esos somos nosotros.


—Soy el señor Gumbs. Justo por este lado. —Tomó mi maleta más grande y nos llevó afuera hacia un Cadillac Escalade negro—. Se van a quedar en el Ritz-Carlton, ¿cierto?


—Sí —dijo Valentin.


Cargamos la camioneta con el resto de las maletas y luego nos sentamos en los asientos de la fila central. 

—Anotación —dijo Valentin, mirando alrededor.


El chofer arrancó, conduciendo arriba y abajo por las colinas, alrededor de las curvas, todo en el lado equivocado de la carretera. Era confuso, porque el volante estaba del mismo lado que el nuestro.


—Me alegro de que no alquiláramos un coche —dije.


—Sí, la mayoría de los accidentes aquí son causado por los turistas.


—Apuesto a que sí —dijo Valentin.


—No es difícil. Sólo tienes que recordar que estás más cerca de la acera — dijo él, dando un karatazo en el aire con su mano izquierda.


Continuó dándonos un mini-recorrido, señalando diferentes cosas a lo largo del camino. Las palmeras me hicieron sentir lo suficientemente fuera de nuestro elemento, pero los carros estacionados en el lado izquierdo de la carretera realmente jugaban con mi cabeza. Las grandes colinas parecían tocar el cielo,salpicada de pequeñas manchas blancas, lo que asumí que eran casas en las laderas.


—Eso de allí es el Havensight Mall —dijo el Señor Gumbs—, donde todos los cruceros atracan, ¿ven?


Vi los grandes barcos, pero no podía dejar de mirar el agua. 


Nunca antes había visto el agua de un azul tan puro. Supongo que por eso lo llaman el Caribe azul. Fue malditamente increíble. —¿Qué tan cerca estamos? 

—Ya casi llegamos —dijo el señor Grumbs con una sonrisa feliz.


Justo en ese momento, el Cadillac desaceleró hasta detenerse para esperar por el tráfico que se aproximaba, y luego nos metimos en un largo viaje. Se detuvo una vez más por una caseta de seguridad, nos saludaron con la mano y luego continuamos en otro largo viaje hasta la entrada del hotel.

—¡Gracias! —dijo Valentin. Se inclinó hacia el chofer y luego sacó su teléfono, rápidamente tecleando en la pantalla. Su teléfono hizo un sonido de beso, así que debió haber sido Rosario. Leyó el mensaje y luego asintió—. Parece que tú y yo iremos a la habitación de Ro, y ellas se alistaran en la tuya.


Hice una mueca. —Eso es… raro  

—Supongo que todavía no quieren que veas a Paula.


Sacudí mi cabeza y sonreí. —Ella estaba de esa manera la última vez.


Un empleado del hotel nos mostró un carrito de golf y luego nos llevó a nuestro edificio. Lo seguimos a la habitación correcta y luego entramos. Era bastante… tropical  el sofisticado Ritz-Carlton tropical.


—¡Esto es suficiente! —dijo Valentin, todo sonriente.


Fruncí el ceño. —La ceremonia es en dos horas. ¿Tengo que esperar dos horas?


Valentin levantó un dedo, tecleó en su teléfono y luego levantó la mirada. — Nop. Puedes verla cuando esté lista. Por Paula. Al parecer, también te extraña.


Una gran sonrisa se extendió por mi cara. No lo podía evitar. Paula tenía ese efecto en mí, dieciocho meses atrás, un año atrás, ahora y por el resto de mi vida.


Saqué mi teléfono.
 
Te amo, bebé. 

¡Oh Dios Mío! ¡Estás aquí! ¡Yo también te amo!


Te veo pronto.


Puedes apostar tu trasero.

 
Me reí a carcajadas. Había dicho antes que Paula era mi todo. Durante los últimos 365 días consecutivos, ella había probado que eso era cierto.


Alguien tocó la puerta y me acerqué para abrir. 

El rostro de Marcos se iluminó. —¡Cabrón!  

Me eché a reír de nuevo, sacudí la cabeza y les hice señas a mis hermanos para que entraran. —Entren, malditos paganos. Tengo una esposa esperando y un esmoquin con mi nombre en él.

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