miércoles, 28 de mayo de 2014

CAPITULO 198




Los días pasaban lentamente. Pero quedarse hasta tarde para estudiar con Valentin y a veces Rosario, ayudaba a acortar las noches de insomnio. Marcos prometió no decirle a papá o el resto de los chicos Alfonso sobre Paula hasta después de Acción de Gracias, pero todavía lo temía, saber que ya les había dicho que ella iría. Preguntarían por ella, y luego verían a través de mí cuando les mintiera.


Después de mi última clase del viernes, llamé a Valentin—Hola, ya sé que se supone que está fuera de los límites, pero necesito saber a dónde va Paula en las vacaciones.


—Bueno, eso es fácil. Va a estar con nosotros. Va a pasar las vacaciones en donde de Rosario.


—¿En serio?


—Sí, ¿por qué?


—Por nada —dije, y de pronto colgué el teléfono.


Caminé por el campus bajo la lluvia, esperando a que la clase de Paula la dejara salir. Fuera del edificio Hoover, vi como algunas personas de la clase de cálculo de Paula se congregaron afuera. La nuca de Adrian apareció a la vista, y después Paula.


Estaba acurrucada en el interior de su abrigo de invierno, parecía incómoda con el balbuceo de Adrian.


Me quité la gorra roja de béisbol y fui corriendo en su dirección. Los ojos de Paula se desviaron a los míos, el reconocimiento hizo que levantara sus cejas mínimamente.


Me repetía el mismo mantra en mi cabeza. No importa el comentario que el imbécil de Adrian haga, juega en frío. No arruines más esto. No. Jodas. Más. Esto.


Para mi sorpresa, Adrian se fue sin decirme una palabra.


Metí las manos en los bolsillos de mi sudadera con capucha. —Valentin dijo que vas a ir con él y Ro a Wichita mañana.


—¿Sí?


—¿Pasarás todas tus vacaciones en lo de Rosario?


Se encogió de hombros, esforzándose con demasiada fuerza para no ser afectada por mi presencia. —Soy realmente cercana con sus padres.


—¿Qué pasa con tu mamá?


—Ella es una alcohólica, Pedro. No sabe que es Acción de gracias.


Mi estómago dio un vuelco, sabiendo que la respuesta a mi siguiente pregunta iba a ser mi última oportunidad. Un trueno rodó por encima de nosotros y miré hacia arriba, entrecerré mis ojos cuando las grandes gotas cayeron sobre mi cara.



—Necesito pedirte un favor —dije, esquivando la dura lluvia—. Ven aquí.—Empujé a Paula bajo el techo más cercano para que no se empapara con el repentino aguacero.


—¿Qué clase de favor? —preguntó, claramente sospechando. Era difícil escucharla a través de la lluvia.


—Mi uh... —Cambié mi peso, mis nervios tratando de obtener lo mejor de mí. ¡Mi mente gritaba abortar!, pero estaba decidido a intentarlo, por lo menos—Papá y los chicos todavía están esperándote el jueves.


—Pedro —gimió Paula.


Miré a mis pies. —Dijiste que ibas a venir.


—Lo sé, pero... es un poco inapropiado ahora, ¿no te parece?


—Dijiste que ibas a venir —dije, tratando de mantener la voz calmada.


—Todavía estábamos juntos cuando estuve de acuerdo en ir a casa contigo. Sabías que no iba a ir.


—No lo sabía, y ya es demasiado tarde, de todos modos. Pablo está volando, y Nahuel dejó el trabajo. Todo el mundo está deseando verte.


Paula se encogió, haciendo girar un mechón de su cabello húmedo alrededor de su dedo. —Ellos iban a venir de todos modos, ¿no es así?


—No todos. No hemos estado todos nosotros ahí para Acción de Gracias en años. Todos hicieron un esfuerzo por estar ahí, ya que les prometí una comida real.No hemos tenido una mujer en la cocina desde que murió mamá y…


—Eso no es sexista ni nada.


—Eso no es lo que quise decir, Paloma, vamos. Todos te queremos ahí. Eso es todo lo que estoy diciendo.


—No les has dicho sobre de nosotros, ¿verdad?


—Papá preguntaría por qué, y no estoy dispuesto a hablar con él sobre eso.Nunca podré sacarme de la cabeza lo estúpido que soy. Por favor, ven, Paloma.


—Tengo que poner el pavo a las seis de la mañana. Tendríamos que salir de aquí a las cinco...


—O podríamos quedarnos allí.


Sus cejas se alzaron. —¡De ninguna manera! Ya es bastante malo que vaya a tener que mentirle a tu familia y fingir que todavía estamos juntos.


Su reacción, a pesar de lo previsto, aún picó un poco en mi ego. —Actúas como si te estuviera pidiendo prenderte fuego.


—¡Deberías haberles dicho!


—Lo haré. Después de Acción de Gracias... les diré.


Suspiró y miró hacia otro lado. Esperar por su respuesta fue como arrancarme las uñas una por una.


—Si me prometes que este no es un truco para tratar de volver a estar juntos, lo haré.


Asentí, tratando de no parecer demasiado ansioso. —Te lo prometo.


Sus labios formaron una dura línea, pero no había el más mínimo atisbo de una sonrisa en sus ojos. —Nos vemos a las cinco.


Me incliné para besarla en su mejilla. Sólo había querido darle un beso rápido, pero mis labios se habían perdido en su piel, y era difícil separarse. —Gracias, Paloma.



Después de que Valentin y Rosario se dirigieran a Wichita en el Honda, limpié el apartamento, doblé la última carga de ropa, fumé medio paquete de cigarrillos, llené una bolsa de viaje, y luego discutí con el reloj por ser tan lento.


Cuando finalmente dieron las cuatro y media, corrí escaleras abajo al auto de Valentin, tratando de no acelerar todo el camino hasta Morgan.


Cuando llegué a la puerta de Paula, su expresión confusa me tomó por sorpresa.


—Pedro —suspiró.


—¿Estás lista?


Paula levantó una ceja. —¿Lista para qué?


—Dijiste que te recogiera a las cinco.


Cruzó los brazos sobre su pecho. —¡Quise decir cinco de la mañana!


—Oh. Creo que debería llamar a papá y hacerle saber que no vamos a estar ahí después de todo.


—¡Pedro! —se lamentó.


—Traje el coche de Valen, así no teníamos que lidiar con las maletas en la moto. Hay un dormitorio disponible en el que puedes dormir. Podemos ver una película o…


—¡No me voy a quedar en casa de tu padre!


Mi rostro se ensombreció. —Está bien. Te uh... Te veré por la mañana.


Di un paso atrás, y Paula cerró la puerta. Aún vendría, pero mi familia definitivamente sabría que algo pasaba si ella no se presenta esta noche como yo había dicho que haría. Caminé por el pasillo lentamente a medida que marcaba el número de mi padre. Iba a preguntar por qué, y no quería mentirle abiertamente.


—Pedro, espera.


Me volteé para ver a Paula de pie en el pasillo.


—Dame un minuto para empacar algunas cosas.


Sonreí, casi abrumado por el alivio. Caminamos juntos de regreso a su habitación, y esperé en la puerta mientras metía un par de cosas en una bolsa. La escena me recordó a la noche que había ganado la apuesta, y me di cuenta que no cambiaría ni un solo segundo del tiempo que pasamos juntos.


—Todavía te amo, Paloma.


No levantó la vista. —No lo hagas. No estoy haciendo esto por ti.


Aspiré una bocanada de aire, el dolor físico tirando en todas las direcciones sobre mi pecho. —Lo sé.

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