¡Marcos está llamando otra vez! ¡Contesta el maldito teléfono! —gritó Valentin desde la sala de estar.
Mi móvil seguía en la parte superior de la televisión. El punto más lejano de mi dormitorio en el apartamento.
Los primeros días de tortura sin Paula lo encerré en la guantera del Charger.
Valentin lo trajo de nuevo, argumentando que debería estar en el apartamento en caso de que mi padre llamara. No me pude negar a lo lógico, estaba de acuerdo,pero sólo si lo dejaba en el televisor.
La necesidad de cogerlo y llamar a Paula me estaba enloqueciendo, por el contrario.
—¡Pedro! ¡El teléfono!
Me quedé mirando el techo blanco, agradecido de que mis otros hermanos hubieran cogido la indirecta, y me sentí molesto porque Marcos no lo hubiera hecho. Él me había mantenido ocupado o borracho por la noche, pero tenía la impresión de que también tenía que llamar en cada pausa mientras él estaba en el trabajo. Sentí que estaba en algún tipo de vigilancia de suicidio Alfonso.
Dos semanas y media de vacaciones de invierno, y el impulso de llamar a Paula se había convertido en necesidad. Cualquier acceso a mi teléfono me parecía
una mala idea.
Valentin abrió la puerta y arrojó el pequeño rectángulo negro al aire. Se posó sobre mi pecho.
—Jesús, Valen. Te lo dije…
—Sé lo que dijiste. Tienes dieciocho llamadas perdidas.
—¿Todas de Marcos?
—Una es de Portadores de Pantis Anónimos.
Cogí el teléfono de mi estómago, apreté mi brazo, y luego abrí mi mano,dejando caer el plástico duro al suelo. —Necesito un trago.
—Necesitas una ducha. Hueles a mierda. También es necesario que te cepilles los malditos dientes, te afeites, y te pongas desodorante.
Me senté. —Tú dices mucha mierda, Valen, pero me parece recordar que hice la colada y la sopa durante tres meses enteros después de Anya.
Se burló. —Por lo menos me lavaba los dientes.
—Necesito que programes otra pelea —dije, cayendo de nuevo sobre el colchón.
—Tuviste una sólo hace dos noches, y la otra semana una antes de eso. Los números se redujeron debido a la ruptura. Agustin no programará otra hasta reanudar las clases.
—Entonces, trae a la gente al lugar.
—Demasiado arriesgado.
—Llama a Agustin, Valentin.
Valentin se acercó a mi cama, cogió mi celular, hizo clic en algunos botones,y luego lanzó de nuevo el teléfono a mi estómago. —Llámalo tú mismo.
Puse el teléfono en mi oreja.
—¡Capullo! ¿Qué has estado haciendo? ¿Por qué no has contestado a tu teléfono? ¡Quiero salir esta noche! —dijo Marcos.
Entrecerré los ojos hacia la parte posterior de la cabeza de mi primo, pero salió de mi habitación sin mirar atrás.
—No me da la gana, Marcos. Llama a Cami.
—Ella es una camarera. Es la víspera de Año Nuevo.
¡Podemos ir a verla, sin embargo! A menos que tengas otros planes…
¡Podemos ir a verla, sin embargo! A menos que tengas otros planes…
—No. No tengo otros planes.
—¿Sólo quieres sentarte allí y morir?
—Más o menos —suspiré.
—Pedro, te amo, hermanito, pero estás siendo un enorme cobarde. Ella era el amor de tu vida. Lo entiendo. Es una mierda. Lo sé. Pero nos guste o no, la vida tiene que seguir.
—Gracias, Sr. Rogers.
—No eres lo suficientemente mayor para saber quién es.
—Pablo nos hizo verlo un montón de veces, ¿recuerdas?
—No. Escucha. Salgo a las nueve. Voy a recogerte a las diez. Si no estás vestido y listo, y me refiero a duchado y afeitado, voy a llamar a un montón de gente y a decirles que estás teniendo una fiesta en tu casa con seis barriles y prostitutas gratis.
—Maldita sea, Marcos, no lo hagas.
—Sabes que lo haré. Última advertencia. A las diez o a las once tendrás invitados. Sólo feos.
Me quejé. —Joder, te odio.
—No, no lo haces. Nos vemos en unos noventa minutos.
El teléfono rechinó en mi oído antes de que colgara.
Conociendo a Marcos,probablemente estaba llamando desde la oficina de su jefe, dando una patada hacia atrás con los pies sobre el escritorio.
Conociendo a Marcos,probablemente estaba llamando desde la oficina de su jefe, dando una patada hacia atrás con los pies sobre el escritorio.
Me senté, mirando alrededor de la habitación. Las paredes estaban vacías,carentes de las fotos de Paula que una vez habían llenado la pintura blanca. El sombrero colgado encima de mi cama, se veía orgulloso después de la vergüenza de ser sustituido por la fotografía en blanco y negro enmarcada de Paula y yo.
Marcos realmente iba a obligarme a hacer esto. Me imaginaba a mí mismo sentado en el bar, todo el mundo pasándoselo bien a mí alrededor, ignorando el hecho de que me sentía miserable y —de acuerdo con Valentin y Marcos— siendo un cobarde.
El año pasado bailé con Aldana y termine llevándola a casa de Kassie Beck,lo que hubiera sido una buena idea para mantener en la lista si ella no hubiera vomitado en el armario del pasillo.
Me pregunté qué planes tenía Paula para esta noche, pero traté de no permitir que mi mente divagara demasiado en el ámbito de lo que ella podría hacer. Valentin no había mencionado si Rosario tenía planes. No estaba seguro de si me lo ocultaba a propósito. Hablar sobre eso parecía demasiado masoquista, incluso para mí.
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