miércoles, 21 de mayo de 2014

CAPITULO 178



Dejé que mis manos cayeran a mis costados. A pesar del aire frío llenando el apartamento debido a la puerta del frente abierta, el sudor goteaba de mis sienes.
Mi pecho se movía como si hubiera corrido una maratón.
Rosario corrió a la habitación de Valentin. A los cinco minutos, ya estaba vestida, anudándose el pelo en un moño. Valentin la ayudó a deslizarse en el abrigo y luego la besó despidiéndola y ofreciendo un gesto de seguridad. Agarró sus llaves y dejó que la puerta se cerrara detrás de ella.


—Siéntate. Maldita. Sea —dijo Valentin, señalando el sillón reclinable.


Cerré los ojos, y luego hice lo que me ordenó. Mis manos temblaban cuando las llevé a mi cara.


—Tienes suerte. Estaba a dos segundos de llamar a Horacio. Y a cada hermano que tienes.


Negué con la cabeza. —No llames a papá —dije—. No lo llames. —Lágrimas saladas quemaron mis ojos.


—Habla.


—Se lo hice. Quiero decir, no la obligué, nosotros...


Valentin asintió. —Anoche fue difícil para los dos. ¿De quién fue la idea?


—De ella. —Parpadeé—. Traté de alejarme. Me ofrecí a esperar, pero prácticamente me suplicó.


Valentin parecía tan confundido como yo.


Levanté las manos y las dejé caer en mi regazo. —Tal vez la lastimé, no lo sé.


—¿Cómo se comportó después? ¿Te dijo algo?



Pensé por un momento. —Dijo algo sobre que era un primer beso.


—¿Eh?


—Hace unas semanas se le escapó que el primer beso la pone nerviosa, y me burlé de ella.


Valentin frunció el ceño. —Eso no suena como si estuviera molesta.


—Le dije que era su último primer beso. —Me reí una vez utilizando el borde de mi camiseta para pellizcar la humedad de mi nariz—. Pensé que todo estaba bien, Valen. Que por fin me había dejado entrar ¿Por qué me pediría... y luego simplemente se iría?


Valentin negó con la cabeza lentamente, tan confundido como yo. —No lo sé, primo. Rosario se enterará. Sabremos algo pronto.


Me quedé mirando el suelo, pensando en lo que podría pasar después. — ¿Qué voy a hacer? —le pregunté, mirándole.


Valentin me agarró del antebrazo. —Vas a limpiar tu desorden para mantenerte ocupado hasta que llamen.


Entré en mi habitación. La puerta yacía sobre mi colchón desnudo, trozos de espejo y cristal rotos en el suelo. Parecía como si una bomba hubiera pasado.


Valentin apareció en la puerta con una escoba, un recogedor y un destornillador. —Me encargaré del cristal. Tú ocúpate de la puerta.


Asentí, quitando el gran tablón de madera de la cama. Sólo después de realizar el último giro en el destornillador, sonó mi celular. Salí disparando para tomarlo de la mesita de noche.


Era Rosario.


—¿Ro? —me atraganté.


—Soy yo. —La voz de Paula era pequeña y nerviosa.


Quería rogarle que regresase, pedir su perdón, pero no estaba seguro de qué había hecho mal. Entonces, me enojé.


—¿Qué mierda pasó contigo anoche? Me desperté esta mañana, y no estabas y tú… ¿sólo te fuiste y no dijiste adiós? ¿Por qué?


—Lo siento. Yo...


—¿Lo sientes? ¡He estado volviéndome loco! No contestas tu teléfono, te escabulles y... ¿P… Por qué? ¡Pensé que finalmente teníamos todo resuelto!


—Sólo necesitaba un poco de tiempo para pensar.


—¿Sobre qué? —Hice una pausa, con miedo de lo que podría responder a la pregunta que estaba a punto de hacerle—. ¿Te... Te lastimé?


—¡No! ¡No es nada de eso! Realmente, realmente lo siento. Estoy segura de que Rosario te lo dijo. Yo no me despedido.


—Necesito verte —le dije, desesperado.


Paula suspiró. —Tengo mucho que hacer hoy, Pepe. Tengo que desempacar y tengo pilas de ropa que lavar.


—Te arrepientes.


—No es… no es eso. Somos amigos. Eso no va a cambiar.


—¿Amigos? Entonces, ¿qué diablos fue anoche?


Podía oír su respiración. —Sé lo que quieres. Solamente no puedo hacer eso ahora mismo.


—¿Así que sólo necesitas algo de tiempo? Podrías haberme dicho eso. No tenías que salir corriendo de mí.


—Sólo parecía la forma más fácil.


—¿Más fácil para quién?


—No podía dormir. Me quedé pensando en cómo sería en la mañana, cargando el coche de Ro… y no pude hacerlo, Pepe.


—Ya es bastante malo que no vas a estar más aquí. No puedes simplemente salir de mi vida.


—Te veré mañana —dijo, tratando de sonar casual—. No quiero que las cosas estén raras, ¿de acuerdo? Sólo necesito organizar algunas cosas. Eso es todo.


—Está bien —le dije—. Puedo hacer eso.


La línea quedó en silencio y Valentin me miró, cauteloso. —Pedro… acabas de arreglar la puerta. No más líos, ¿de acuerdo?


Mi rostro entero se arrugó, y asentí. Traté de estar enojado, eso era mucho más fácil de controlar que el abrumador dolor físico en mi pecho, pero lo único que sentía fue oleada tras oleada de tristeza. Me sentía demasiado cansado para luchar contra ello.


—¿Qué te dijo?


—Necesita tiempo.


—Está bien. Así que, eso no es el final. Puedes lidiar con eso, ¿verdad?


Tomé una respiración profunda. —Sí. Puedo lidiar con eso.


El recogedor tintineaba con los fragmentos de vidrio mientras Valentin caminaba con él por el pasillo. A solas en el dormitorio, rodeado de fotos de Paula y yo, me dieron ganas de romper algo de nuevo, así que fui a la sala a esperar por Rosario.


Por suerte, no tardó mucho en volver. Me imaginé que estaba probablemente preocupada por Valentin.


La puerta se abrió y me levanté. —¿Ella está contigo?


—No. No está.


—¿Dijo algo más?


Rosario tragó, dudando en responder. —Dijo que va a mantener su promesa, y que para mañana a esta hora, no la extrañaras.


Mis ojos se dirigieron al piso. —No volverá —dije cayendo en el sofá.


Rosario dio un paso adelante. —¿Qué significa eso, Pedro?


Me tomé la parte superior de mi cabeza con ambas manos. 

—Lo que pasó anoche no era su forma de decir que quería que estuviéramos juntos. Estaba despidiéndose.


—No sabes eso.


—La conozco.


Paula se preocupa por ti.


—No me ama.


Rosario tomó aire, y cualquier reserva que había tenido acerca de mi temperamento se desvaneció mientras una expresión simpática suavizaba su rostro. —No sabes eso, tampoco. Escucha, sólo dale algo de espacio. Paula no es
como las chicas a las que estas acostumbrado,Pepe. Se asusta fácilmente. La última vez que alguien mencionó que se iban a poner serios, se mudó un estado entero de distancia. Esto no es tan malo como parece.


Levanté la vista hacia Rosario, sintiendo un poquito de esperanza. —¿Así que no lo crees?


—Pedro, se fue porque sus sentimientos por ti la asustan. Si lo supieras todo, sería más fácil de explicar, pero no puedo decírtelo.


—¿Por qué no?


—Porque se lo prometí a Paula, y es mi mejor amiga.


—¿Ella no confía en mí?


—No confía en sí misma. Tú, sin embargo, necesitas confiar en mí. —Rosario agarró mis manos y tiró de mí para levantarme—. Ve a tomar una ducha, larga y caliente, y luego vamos a comer fuera.Valentin me dijo que es noche de póquer en casa de tu padre.


Negué con la cabeza. —No puedo ir a jugar póquer. Van a preguntar por Paloma. ¿Tal vez podríamos ir a ver a Paloma?


Rosario palideció. —No va a estar en casa.


—¿Ustedes van a salir?


—Ella.


—¿Con quién? —Sólo me tomó unos segundos para darme cuenta—Adrian.


Rosario asintió.


—Es porque piensa que no la voy a extrañar —dije, mi voz se quebró. No podía creer que iba hacerme esto. Era sólo cruel.


Rosario no vaciló en interceptar otra rabia. —Vamos a ir a ver una película, entonces, una comedia, por supuesto y luego ya veremos si el go-kart sigue abierto, y puedes sacarme de la pista otra vez.


Rosario era inteligente. Sabía que la pista de go-kart era uno de los pocos lugares en los que no había estado con Paula


—No puedo sacarte de la pista. Tú simplemente no puedes manejar dentro de lo establecido.


—Ya veremos —dijo Rosario, empujándome hacia el baño—. Llora si es necesario. Grita. Saca todo de tu sistema, y luego vamos a divertirnos. No va a durar para siempre, pero te mantendrá ocupado por esta noche.


Me di la vuelta en la puerta del baño. —Gracias, Ro.


—Sí, sí… —dijo, volviendo a donde Valentin.

Giré la llave del agua, dejando que el vapor calentara el lugar antes de entrar. El reflejo en el espejo me sorprendió. Círculos oscuros bajo mis ojos cansados, mí una vez confiada postura ahora era flácida; lucía como el infierno.
Una vez en la ducha, dejé correr el agua sobre mi cara, manteniendo mis ojos cerrados. Los contornos delicados de los rasgos de Paula quemaron detrás de mis párpados. No era la primera vez; la veía cada vez que cerraba mis ojos. Ahora que se había ido, era como estar atrapado en una pesadilla.
Contuve algo que brotaba en mi pecho. Cada pocos minutos, el dolor se renovaba.
La echaba de menos. Dios, la echaba de menos, y todo lo que habíamos pasado se recreaba una y otra vez en mi cabeza.


Puse las palmas de mis manos contra la pared del azulejo, apreté mis ojos con fuerza. —Por favor, regresa —dije en voz baja. Ella no podía oírme, pero eso no me impedía desear que viniera y me salvará del terrible dolor que sentía sin ella allí.

Después de revolcarme en mi desesperación bajo el agua, tomé unas cuantas respiraciones profundas, y me compuse. El hecho de que Paula se hubiera marchado no debería haber sido una sorpresa, incluso después de lo que pasó
anoche. Lo que Rosario decía tenía sentido. Paula era tan nueva y asustadiza en esto como yo. Los dos teníamos una manera bastante pobre de lidiar con nuestras emociones, y supe al segundo de darme cuenta que me había enamorado de ella que me iba a destrozar.
El agua caliente lavó la ira y el miedo, y un nuevo optimismo se apoderó de mí. Yo no era un perdedor que no tenía ni idea de cómo conseguir una chica. En algún lugar de mis sentimientos por Paula, me había olvidado de ese hecho. Era el momento de creer en mí mismo otra vez, y recordar que Paula no era más que una chica que podría romper mi corazón; que era también mí mejor amiga. Sabía cómo hacerla sonreír, y sus cosas favoritas. Todavía tenía un perro en esta pelea.

1 comentario:

  1. Wow! q capítulos! recuerdo la parte de Pau de esta historia, y como se sentía ella! q difícil para los 2! Gracias por compartir esta historia!

    ResponderEliminar