miércoles, 21 de mayo de 2014

CAPITULO 176



El peso de sus palabras cayó en mí, y entendí lo que quería decir. Una parte de mí quería arrancar cada pedazo de tela entre nosotros, la otra encender todas las luces y sirenas. Estábamos finalmente en la misma página. No había necesidad de apresurarlo ahora.
Me alejé un poco, pero Paula sólo se volvió más determinada. Me puse en posición vertical sobre mis rodillas, pero Paula se quedó conmigo.


Agarré sus hombros para mantenerla a raya. —Espera un segundo —susurré, respirando fuerte—. No tienes que hacer esto, Paloma. Esto no es de lo que se trata está noche.


Aunque yo quería hacer lo correcto, la inesperada intensidad de Paula junto con el hecho de que no había tenido sexo en un periodo de tiempo que de seguro era el record de mi vida, mi pene estaba orgullosamente erecto contra mi bóxer.


Paula se recostó otra vez, y está vez la dejé acercarse lo suficiente para tocar sus labios con los míos. Me miró, seria y decidida. —No me hagas rogar —susurró contra mi boca.



No importaba cuan noble intenté ser, esas palabras saliendo de su boca me destruyeron. Agarré la parte de atrás de su cuello y sellé mis labios contra los suyos.


Los dedos de Paula recorrieron la longitud de mi espalda y se quedaron en el elástico de mi bóxer, antes de parecer querer contemplar su siguiente movimiento. Seis semanas de tensión sexual reprimida me abrumaron, y nos estrellamos en el colchón. Mis dedos se enredaron en su cabello mientras me posicionaba entre sus rodillas abiertas. Justo cuando nuestras bocas de encontraron de nuevo, deslizó su mano al frente de mi bóxer. Cuando sus suaves dedos tocaron mi piel desnuda, un gemido gutural surgió. Era el mejor maldito sentimiento que podría imaginar.


La vieja y gris camisa que Paula vestía fue la primera cosa en desaparecer.
Afortunadamente, la luna llena alumbraba la habitación lo suficiente para que yo pudiera apreciar sus pechos desnudos por sólo unos instantes antes de que impacientemente me moviera al resto de ella. Mi mano apretó sus bragas, y después las deslicé debajo de sus piernas. Probé su boca mientras seguía la línea interna de su pierna, y viajé por la longitud de su muslo. Mis dedos fueron dentro de la suave y mojada piel de Paula, y dejó escapar un largo y vacilante suspiro.
Antes de que fuera más allá, una conversación que habíamos tenido anteriormente no hace mucho se reprodujo en mi mente. Paula era virgen. Si esto era lo que ella realmente quería, yo tenía que ser gentil. La última cosa que quería hacer era herirla.
Sus piernas se doblaron y retorcieron con cada movimiento de mi mano.
Lamí y succioné diferentes puntos de su cuello mientras esperaba a que ella tomara una decisión. Sus caderas se movieron de lado a lado, y se mecieron de atrás hacia adelante, recordándome el modo en que bailó contra mí en el Red. Tiró de su labio inferior, y lo mordió,hundiendo sus dedos en mi espalda al mismo tiempo.
Me posicioné sobre ella. Todavía tenía puestos mi bóxer, pero podía sentir su piel desnuda contra mí. Era tan malditamente cálida, contenerme fue la cosa más difícil que jamás me había obligado a hacer. Ni siquiera un centímetro más y pude haber empujado a través de mi bóxer y haber estado dentro de ella.


—Paloma —dije jadeante—. No tiene que ser está noche.

Esperaré hasta que estés lista. —Paula alcanzó el cajón de arriba de la mesa de noche y la abrió. El sonido de plástico crujió en su mano, y después abrió el paquete cuadrado con sus dientes. Eso fue una luz verde, si alguna vez había visto una.


Mi mano dejó su espalda, y me bajé mi bóxer, pateándolo violentamente.
Toda la paciencia que tenía se había ido. La única cosa en la que podía pensar era en estar dentro de ella. Deslicé el látex sobre mí, y después bajé mis labios entre sus muslos, tocando las partes más sensibles de mi piel contra la suya.


—Mírame, Paloma —solté.


Sus grandes, redondos y grises ojos miraron en mi dirección. Era tan irreal.
Esto era sobre lo que había estado soñando desde la primera vez que ella me rodó los ojos, y estaba pasando finalmente. Ladeé mi cabeza, y después me incliné para
besarla tiernamente. Continué y después me tensé, empujando hacia adentro lo más gentilmente que pude. Cuando me hice hacia atrás, miré a los ojos de Paula.
Sus rodillas sostenían mis caderas en un agarre fuerte, y se mordió el labio inferior más fuertes que antes, pero sus dedos hacían presión sobre mi espalda,colocándome más cerca. Cuando me balanceé dentro de ella de nuevo, apretó los ojos con fuerza.


La besé suave y pacientemente. —Mírame —susurré.


Ella canturreó, gimió y gritó. Con cada sonido que hacía se me dificultaba más controlar mis movimientos. El cuerpo de Paula finalmente se relajó,permitiendo que me moviera contra ella en un movimiento más rítmico. Entre más rápido me movía, menos en control me sentía. Toqué cada parte de su piel, lamí y besé su cuello, mejillas y labios.


Me apretaba contra ella una y otra vez, y cada vez empujaba más dentro.


—Te he deseado por tanto tiempo,Paula. Eres todo lo que quiero —dije en un suspiró contra su boca.


Agarré su muslo con una mano y me apoyé en mi codo. Nuestros estómagos se deslizaron fácilmente contra el otro y gotas de sudor comenzaron a formarse en nuestra piel. Pensé en volverla, o en ponerla encima de mí, pero decidí que prefería sacrificar la creatividad por ser capaz de mirarla a los ojos, y quedarme tan cerca a ella como pudiera.


Justo cuando pensé que podía hacer que durará toda la noche,Paula suspiró—: Pedro.


El sonido de ella diciendo mi nombre en un suspiro me tomó desprevenido y me volvió loco. Tenía que ir más rápido, empujar más profundo hasta que cada músculo en mi cuerpo se tensara. Gemí y me sacudí un par de veces antes de colapsar finalmente.
Inhalé por la nariz contra su cuello. Ella olía a sudor, y su loción… y yo. Era malditamente fantástico.


—Ese fue un gran primer beso —dijo con una expresión contenta y cansada.


Escaneé su cara y sonreí. —Tú último primer beso.


Paula parpadeó, y después caí en el colchón con ella, agarrando su desnuda espalda baja.
De repente, la mañana era algo por lo que esperar. Iba a ser nuestro primer día juntos, en vez de empacar la miseria mal disimulada, podíamos quedarnos durmiendo, pasar una ridícula cantidad de tiempo en la cama, y después sólo disfrutar el día como pareja. Eso sonaba malditamente cerca al cielo para mí.
Tres meses atrás, nadie habría podido convencerme de que me sentiría de ese modo. Ahora, no había nada que quisiera más.
Un gran y relajado aliento movió mi pecho arriba y abajo lentamente mientras me quedaba dormido al lado de la segunda mujer que había amado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario