TRILOGIA:LA PRIMER PARTE CONTADA POR PAULA,LA SEGUNDA POR PEDRO Y LA TERCERA EN UN MOMENTO ESPECIFICO DE SUS VIDAS
miércoles, 9 de abril de 2014
CAPITULO 36
Valentin me dio un codazo, mientras yo seguía con la mirada fija en su
primo.
—Simplemente se siente mal. Quizá intenta no alimentar el rumor.
—No tienes por qué sentarte ahí, Pepe. Vamos, ven aquí —dije, dando unas
palmaditas sobre la superficie vacía que tenía delante de mí.
—He oído que te lo pasaste genial en tu cumpleaños, Pau —dijo Daniel
Jenks, lanzando un trozo de lechuga al plato de Pedro.
—No empieces, Jenks —le avisó Pedro, con el ceño fruncido.
Daniel sonrió, levantando sus mofletes redondos y rosáceos.
—He oído que Adrian está furioso. Dijo que pasó por tu apartamento ayer, y
que Pedro y tú seguíais en la cama.
—Estaban durmiendo una siesta, Daniel —replicó con desdén Rosario.
Mis ojos se clavaron en Pedro.
—¿Adrian fue al apartamento?
Se movió incómodo en su silla.
—Iba a decírtelo.
—¿Cuándo? —le solté yo.
Rosario se acercó a mi oído.
—Adrian se enteró del rumor y fue a pedirte explicaciones. Intenté
detenerlo, pero cruzó el pasillo y… se llevó una idea totalmente equivocada.
Planté los codos en la mesa y me tapé la cara con las manos.
—Esto se pone cada vez mejor.
—Entonces, ¿no llegasteis a mayores? —preguntó Daniel—. Joder, qué asco.
La verdad es que pensaba que Pau era buena para ti,Pepe.
—Será mejor que lo dejes ya, Daniel—le avisó Valentin.
—Si no piensas acostarte con ella, ¿te importa si lo hago yo? —dijo Daniel,
riéndose junto con sus compañeros de equipo.
Me ardía la cara por la vergüenza, pero entonces Rosario me gritó al oído;
Pedro había dado un salto desde su asiento. Se lanzó por encima de la mesa, cogió
a Daniel por la garganta con una mano, y le agarró con el puño por la camiseta.
Deslizó al chico por encima de la mesa, mientras se oía el ruido de docenas de
sillas arrastrándose por el suelo de la gente que se levantaba para mirar. Pedro le
golpeaba una y otra vez en la cara, y su codo se elevaba en el aire antes de asestar
cada golpe. Lo único que Daniel podía hacer era taparse la cara con las manos.
Nadie tocó a Pedro. Estaba fuera de control, y su reputación disuadía a
cualquiera de entrometerse. Los jugadores de fútbol americano se agachaban y
ponían muecas de dolor mientras observaban cómo atacaban a su compañero sin
piedad en el suelo de baldosas.
—¡Pedro! —grité, mientras rodeaba la mesa.
Cuando estaba a punto de asestarle otro golpe, Pedro detuvo su puño y,
después, soltó la camiseta de Daniel y lo dejó caer al suelo. Jadeaba cuando se volvió
a mirarme; nunca lo había visto con un aspecto tan aterrador. Tragué saliva y
retrocedí un paso, cuando él me golpeó en el hombro al pasar junto a mí.
Di un paso para seguirlo, pero Rosario me cogió del brazo. Valentin le dio
un beso rápido, y después siguió a su primo al exterior.
—Joder —susurró Rosario.
Nos volvimos y vimos a los compañeros de Daniel recogerlo del suelo; no
pude evitar estremecerme al ver su cara roja e hinchada. Le sangraba la nariz, y
Benjamin le dio una servilleta de la mesa.
—¡Ese loco hijo de puta! —gruñó Daniel, sentándose en la silla y tapándose la
cara con la mano. Entonces me miró—. Lo siento, Pau, solo estaba bromeando.
No sabía qué responder. Nadie podía explicar qué había pasado más que él.
—Para que lo sepas, no se acostó con ninguno de los dos —dijo Rosario.
—Nunca sabes cuándo cerrar el pico, Jenks —dijo Benjamin, asqueado.
Rosario me cogió del brazo.
—Venga, vámonos.
No perdió ni un minuto en meterme en su coche. Cuando lo puso en
marcha, la cogí de la muñeca.
—¡Espera! ¿Adónde vamos?
—A casa de Valen. No quiero que esté a solas con Pedro. ¿No lo has visto?
Ese tío ha perdido totalmente el control.
—Bueno, ¡pues yo tampoco quiero estar cerca de él!
Rosario me miró con incredulidad.
—Obviamente, le pasa algo. ¿No quieres saber qué es?
—Mi instinto de supervivencia prevalece sobre mi curiosidad en este punto,
Ro.
—Lo único que lo detuvo fue tu voz, Pau. Te escuchará. Tienes que hablar
con él.
Suspiré y le solté la muñeca, dejándome caer sobre el respaldo de mi
asiento.
—Está bien, vamos.
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