TRILOGIA:LA PRIMER PARTE CONTADA POR PAULA,LA SEGUNDA POR PEDRO Y LA TERCERA EN UN MOMENTO ESPECIFICO DE SUS VIDAS
miércoles, 16 de abril de 2014
CAPITULO 62
—Señor Alfonso, ¿cree que podría reprimirse un poco hasta después de la
clase? —dijo el profesor Chaney como reacción a las risitas que me provocaban los
besos de Pedro en el cuello.
Me aclaré la garganta, mientras notaba que se me ruborizaban las mejillas
de la vergüenza.
—No estoy seguro, doctor Chaney. ¿Ha visto usted bien a mi chica? —dijo
Pedro, señalándome.
Las risas resonaron por toda la sala y noté que me ardía la cara. El profesor
Chaney me miró con una expresión entre divertida e incómoda, y después sacudió
la cabeza en dirección a Pedro.
—Haga lo que pueda —dijo Chaney.
La clase volvió a reírse, y yo me hundí en el asiento. Pedro apoyó el brazo
en el respaldo de mi silla y la clase continuó. Una vez hubo acabado, Pedro me
acompañó a mi siguiente clase.
—Lo siento si te he hecho sentir incómoda. No puedo evitarlo.
—Pues inténtalo.
Adrian se acercó y, cuando le devolví el saludo con una sonrisa educada, se
le iluminaron los ojos.
—Hola, Pau. Te veo dentro.
Entró en el aula y Pedro le lanzó una mirada asesina durante unos pocos
tensos minutos.
—Oye —le tiré de la mano hasta que me miró—, pasa de él.
—Ha estado contando a los chicos de la Casa que sigues llamándolo.
—Eso no es verdad —le dije, sin alterarme.
—Lo sé, pero ellos no. Va diciendo que está esperando que llegue su
oportunidad. Que tú solo estás aguardando el momento más adecuado para
dejarme y que lo llamas para contarle lo desgraciada que eres. Está empezando a
cabrearme.
—Sí que tiene imaginación. —Miré a Adrian y, cuando él se volvió hacia mí,
lo fulminé con la mirada.
—¿Te enfadarías si te avergonzara una vez más?
Me encogí de hombros y Pedro se apresuró a acompañarme dentro del aula.
Se detuvo junto a mi mesa y dejó mi bolso en el suelo. Echó una mirada a Adrian y
después me atrajo hacia él. Me puso una mano en la nuca y la otra en el trasero;
entonces me dio un beso profundo y decidido. Movió sus labios contra los míos del
modo que solía reservar para su dormitorio, y no pude evitar cogerlo por la
camiseta con ambos puños.
Los murmullos y risitas se hicieron más fuertes cuando quedó claro que
Pedro no iba a soltarme inmediatamente.
—¡Creo que acaba de dejarla embarazada! —gritó alguien del fondo,
riéndose.
Me aparté con los ojos cerrados, intentando recuperar la compostura.
Cuando miré a Pedro, él me estaba mirando con la misma contención forzada.
—Solo intentaba dejar claras las cosas —susurró él.
—Pues creo que lo has conseguido —asentí.
Pedro sonrió, me besó en la mejilla y después miró a Adrian, que echaba
humo en su asiento.
—Nos vemos en la comida —me dijo con un guiño.
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