TRILOGIA:LA PRIMER PARTE CONTADA POR PAULA,LA SEGUNDA POR PEDRO Y LA TERCERA EN UN MOMENTO ESPECIFICO DE SUS VIDAS
miércoles, 2 de abril de 2014
CAPITULO 14
En el apartamento, todos cruzamos torpemente la puerta. Fui directamente
al baño para quitarme el humo del pelo. Cuando salí de la ducha, vi que Pedro me
había llevado una de sus camisetas y un par de sus pantalones cortos para que me
cambiara.
La camiseta me engulló y los pantalones desaparecieron bajo la camiseta.
Me derrumbé en la cama y suspiré, todavía sonriendo por lo que había dicho en el
aparcamiento.
Pedro se quedó mirándome durante un momento, y sentí una punzada en
el pecho. Tenía unas ansias casi voraces por cogerle la cara y plantar mi boca en la
suya, pero luché contra el alcohol y las hormonas que corrían por mis venas.
—Buenas noches, Paloma —susurró, mientras se daba media vuelta.
Me moví nerviosa; todavía no estaba preparada para dormirme.
—¿Pepe? —dije, acercándome para apoyar la barbilla en su hombro.
—¿Sí?
—Sé que estoy borracha, y acabamos de tener una enorme pelea por esto,
pero…
—No voy a acostarme contigo, así que deja de pedírmelo —dijo, todavía de
espaldas a mí.
—¿Qué? ¡No! —grité.
Pedro se rio y se volvió para mirarme, con una expresión de ternura.
—¿Qué pasa, Paloma?
Suspiré.
—Esto —dije, apoyando la cabeza sobre su pecho y estirando el brazo por
encima de él, acurrucándome tan cerca como pude.
Se puso tenso y levantó las manos, como si no supiera cómo reaccionar.
—Estás borracha.
—Lo sé —dije, demasiado ebria como para avergonzarme.
Se relajó y me puso una mano sobre la espalda y otra sobre el pelo mojado,
después apretó los labios contra mi frente.
—Eres la mujer más confusa que he conocido nunca.
—Es lo menos que puedes hacer después de espantar al único chico que se
me ha acercado hoy.
—¿Te refieres a Eduardo, el violador? Sí, te debo una.
—No importa —dije, sintiendo el inicio de un rechazo.
Me cogió el brazo y lo sujetó contra su estómago para evitar que lo apartara.
—No, lo digo en serio. Tienes que tener más cuidado. Si no hubiera estado
allí… Ni siquiera quiero pensar en ello. ¿Y ahora esperas que me disculpe por
hacer que te dejara en paz?
—No quiero que te disculpes. Ni siquiera se trata de eso.
—Entonces, ¿qué pasa? —me preguntó, buscándome los ojos.
Su cara estaba a escasos centímetros de la mía y podía notar su aliento en
mis labios.
Fruncí el ceño.
—Estoy borracha, Pedro. Es la única excusa que tengo.
—¿Quieres que te abrace hasta que te quedes dormida? —No respondí y él
se movió para mirarme directamente a los ojos—. Debería decir que no para
corroborar mi postura —dijo, arqueando las cejas—. Pero después me odiaría si me
negara y no volvieras a pedírmelo.
Apoyé la mejilla en su pecho, y él me abrazó más fuerte, suspirando.
—No necesitas ninguna excusa, Paloma. Solo tienes que pedirlo.
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