TRILOGIA:LA PRIMER PARTE CONTADA POR PAULA,LA SEGUNDA POR PEDRO Y LA TERCERA EN UN MOMENTO ESPECIFICO DE SUS VIDAS
miércoles, 30 de abril de 2014
CAPITULO 109
Mientras el dinero cambiaba de manos y el público empezaba a pasearse por la sala, preparándose para salir, me fijé en una luz que parpadeaba salvajemente mientras se balanceaba hacia delante y hacia atrás en una esquina de la sala, justo detrás de Pedro. Goteaba líquido de su base y empapaba la sábana que tenía debajo. Me quedé sin aire.
—¿Marcos?
Tras llamar su atención, señalé hacia la esquina. En ese momento la luz se soltó de su enganche y se estrelló en la sábana que había debajo, prendiéndose el fuego inmediatamente.
—¡Joder! —gritó Marcos, agarrándose a mis piernas.
Unos cuantos hombres que estaban alrededor del fuego retrocedieron, observando con asombro cómo las llamas alcanzaban la sábana de al lado. Un humo negro empezó a surgir de la esquina, y todas las personas de la habitación
intentaron abrirse paso a empujones hacia las salidas.
Mis ojos se cruzaron con los de Pedro. Una mirada de terror absoluto distorsionaba su cara.
—¡Pau! —gritó él, lanzándose a empujones contra el océano de personas que nos separaba.
—¡Vamos! —gritó Marcos, bajándome de la silla a su lado.
La habitación se oscureció, y una explosión resonó al otro lado de la habitación. Las otras luces se estaban incendiando y se sumaban al fuego en pequeñas explosiones. Marcos me cogió por el brazo y me empujó detrás de él mientras intentaba abrirse paso entre la muchedumbre.
—¡No podemos ir por ahí! ¡Tendremos que volver por donde hemos venido!—grité, resistiéndome.
Marcos miró a su alrededor intentando elaborar un plan de escape en medio de la confusión. Miré de nuevo a Pedro y observé cómo procuraba abrirse paso por la habitación. Al avanzar, la muchedumbre empujó más lejos a Pedro. Las
emocionadas ovaciones de antes eran ahora horribles gritos de miedo y desesperación mientras todo el mundo luchaba por alcanzar las salidas.
Marcos me empujó hacia la salida, y yo me volví a mirar atrás.
—¡Pedro! —grité, tendiendo el brazo hacia él.
Estaba tosiendo, despejando el humo con la mano.
—¡Por aquí, Pepe! —le gritó Marcos.
—¡Sácala de aquí, Marcos! ¡Saca a Pau! —dijo él, tosiendo.
Marcos me miró, angustiado. Podía ver el miedo en sus ojos.
—No sé por dónde se sale.
Me volví a mirar a Pedro una vez más: su silueta oscilaba detrás de las llamas que se habían extendido entre nosotros.
—¡Pedro!
—¡Marchaos! ¡Nos vemos fuera!
El caos que nos rodeaba ahogó su voz, y me agarré a la manga de Marcos.
—¡Por aquí, Marcos! —dije, notando que las lágrimas y el humo me quemaban los ojos. Había docenas de personas aterrorizadas entre Pedro y la única salida.
Tiré de la mano de Marcos, empujando a todos los que se encontraban en mi camino. Llegamos al umbral de la puerta y miramos hacia delante y hacia atrás.
Había dos oscuros pasillos tenuemente iluminados por el fuego detrás de nosotros.
—¡Por aquí! —dije, tirando de nuevo de su mano.
—¿Estás segura? —preguntó Marcos, con la voz cargada de duda y miedo.
—¡Vamos! —dije, tirando de nuevo de él.
Cuanto más nos alejábamos, más oscuras estaban las habitaciones. Después de unos momentos, respiré con más tranquilidad conforme dejábamos atrás el humo, pero los gritos no cesaban. Eran más altos y frenéticos que antes. Los horrorosos sonidos que oía detrás de nosotros alimentaron mi determinación y me hicieron mantener un paso rápido y decidido. Después de girar por segunda vez,
caminamos a ciegas por la oscuridad. Levanté la mano delante de mí. Con mi mano libre mantenía el contacto con la pared y la seguía, mientras que con la otra agarraba a Marcos.
—¿Crees que habrá conseguido salir? —preguntó Marcos.
Su pregunta me desconcentró e intenté no pensar en la respuesta.
—Sigue moviéndote —dije, sin poder respirar.
Marcos se resistió un momento, pero cuando volví a tirar de él, una luz parpadeó. Levantó un mechero y aguzó la vista en busca de la salida en aquel pequeño espacio. Seguí la luz mientras él la movía por la habitación, y ahogué un
grito cuando vimos el umbral de una puerta.
—¡Por aquí! —dije, tirando de él de nuevo.
Cuando me precipité a la siguiente habitación, choqué con un muro de personas, que me tiró al suelo. Eran dos mujeres y dos hombres, todos tenían la cara sucia y me miraron con los ojos abiertos de par en par y asustados.
Uno de los chicos se agachó para ayudarme a levantarme.
—¡Aquí abajo hay unas ventanas por las que podemos salir! —dijo él.
—Venimos precisamente de allí, y no hay nada —dije sacudiendo la cabeza.
—Debéis de haberlas pasado por alto, ¡sé que están por aquí!
Marcos tiró de mi mano.
—¡Vamos,Pau, saben dónde está la salida!
Dije que no con la cabeza.
—Con Pedro, vinimos por aquí.
Me agarró con más fuerza.
—Le dije a Pedro que no te perdería de vista. Vamos con ellos.
—Marcos, hemos estado allí…, ¡no había ventanas!
—¡Venga, Jorge! —gritó una chica.
—Nos vamos —dijo Jorge, mirando a Marcos, que me tiró de la mano de nuevo y se alejó.
—¡Marcos, por favor! ¡Es por aquí, te lo prometo!
—Voy con ellos —dijo él—. Por favor, ven conmigo.
Dije que no con la cabeza, mientras las lágrimas me caían por las mejillas.
—¡He estado aquí antes! ¡Esa no es la salida!
—¡Tú te vienes conmigo! —gritó él, tirándome del brazo.
—¡Marcos, no! ¡Vas por el camino equivocado! —grité.
Él tiró de mí, haciéndome arrastrar los pies por el cemento, pero, al notar que el olor a humo se hacía más fuerte, me solté y corrí en dirección contraria.
—¡Pau! ¡Pau! —gritó Marcos.
Seguí corriendo, con las manos delante de mí, para anticipar la presencia de una pared.
—¡Vamos! ¡Con ella vas a acabar muerto! —dijo una chica.
Me golpeé el hombro en una esquina y giré sobre mí misma, cayéndome al suelo. Gateé por el suelo, manteniendo levantada la mano delante de mí. Cuando toqué con los dedos una piedra lisa, la seguí hacia arriba y me levanté. El borde del umbral de una puerta se materializó bajo mi mano y lo seguí para entrar en la siguiente habitación.
La oscuridad no tenía fin, pero no me dejé llevar por el pánico y seguí andando cuidadosamente en línea recta, alargando el brazo en busca de la siguiente pared. Pasaron varios minutos, y sentí que el miedo crecía en mi interior
cuando los gritos que provenían de la parte de atrás resonaron en mis oídos.
—Por favor —susurré en la oscuridad—, que la salida esté por aquí.
Noté el borde de otra puerta y, cuando me abrí paso, un rayo de luz plateada brilló delante de mí. La luz de la luna se filtraba por el cristal de la ventana, y un sollozo se me escapó de la garganta.
—¡M… Marcos! ¡Es aquí! —grité detrás de mí—. ¡Marcos!
Agucé la vista y conseguí vislumbrar un pequeño movimiento en la distancia.
—¿Marcos? —grité, mientras el corazón me latía salvaje contra el pecho.
Al cabo de un momento, unas sombras bailaron en las paredes; abrí los ojos como platos cuando me di cuenta de que lo que creía que eran personas, en realidad, era la luz titilante de las llamas que se acercaban.
—¡Oh, Dios mío! —dije alzando la vista a la ventana.
Pedro la había cerrado después de entrar y estaba demasiado alta para alcanzarla.
Busqué a mi alrededor algo a lo que poder subirme. La habitación estaba llena de muebles de madera cubiertos de sábanas blancas, las mismas que alimentarían el fuego hasta que la habitación se convirtiera en un infierno.
Cogí un trozo de tela blanco que cubría un pupitre. Una nube de polvo me rodeó cuando tiré la sábana al suelo, y empujé el voluminoso mueble de madera hasta el espacio que había detrás de la ventana. Lo pegué a la pared y me subí, mientras tosía por el humo que lentamente se colaba en la habitación. La ventana seguía estando unos metros por encima de mí.
Con un gruñido, intenté empujarla, moviendo adelante y atrás el cierre con cada empujón. Sin embargo, no había manera de que cediera.
—¡Vamos, maldita sea! —grité, apoyándome en los brazos.
Me eché hacia atrás e intenté usar el peso de mi cuerpo para hacer más fuerza, pero tampoco así conseguí abrirla. Al ver que nada de eso funcionaba, deslicé las uñas por debajo de los bordes, tirando hasta que creí que me había arrancado las uñas. Por el rabillo del ojo, vi una luz que resplandecía, y grité cuando el fuego empezó a devorar las sábanas blancas que flanqueaban el pasillo por el que había llegado minutos antes.
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Wowwwwww, buenísimos los 5 caps!!!!!! Y se viene lo mejor!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarwow que intenso,buenísimos los capítulos!!!
ResponderEliminarAy! No! que miedo! No lo podés dejar así! Buenísimos los 5 capítulos!
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