Después de abrazar a mi hermano de nuevo, se dirigió hacia su carro y nosotros caminamos hacia el Honda de Rosario.
Observé la hebilla del cinturón de Paula, y luego fruncí el ceño cuando tosió.
—Tal vez, debería llevarte al hospital y conseguir que te revisen.
—Estoy bien —dijo, entrelazando sus dedos con los míos. Bajó la mirada,viendo una profunda cortada a lo largo de mis nudillos—. ¿Eso es de la pelea o de la ventana?
—La ventana —contesté, frunciendo el ceño hacia sus uñas ensangrentadas.
Sus ojos se humedecieron. —Salvaste mi vida, ¿sabes?
Mis cejas se juntaron. —No me hubiera ido sin ti.
—Sabía que vendrías.
Sostuve la mano de Paula dentro de la mía hasta que llegamos al apartamento. Paula tomó un largo baño y con manos temblorosas, nos serví a los dos un vaso con whisky.
Caminó por el pasillo silenciosamente, y luego se derrumbó aturdida en la cama.
—Aquí —dije, entregándole un vaso llego de líquido ámbar—. Te ayudara a relajarte.
—No estoy cansada.
Le tendí el vaso de nuevo. Podía ser que ella hubiera crecido alrededor de mafiosos en las Vegas, pero apenas habíamos visto la muerte, mucho de ella, y habíamos escapado por poco. —Sólo trata de descansar un poco, Paloma.
—Estoy casi asustada de cerrar los ojos —dijo, tomando el vaso y bebiéndose de un trago el líquido.
Tomé el vaso vacío y lo coloqué sobre la mesita de noche, luego me senté a su lado en la cama. Estuvimos en silencio, reflexionando sobre las últimas horas.
No parecía real.
—Una gran cantidad de gente murió esta noche —dije.
—Lo sé.
—No sabremos precisamente cuántos hasta mañana.
—Marcos y yo pasamos a un grupo de chicos en el camino. Me pregunto si lo lograron. Se veían muy asustados…
Las manos de Paula comenzaron a temblar, así que la consolé de la única manera que sabía hacerlo. La sostuve.
Se relajó contra mi pecho y suspiró. Su respiración se niveló, y apretó su mejilla contra mi piel, acurrucándose. Por primera vez desde que habíamos vuelto juntos, me sentí completamente cómodo con ella, como si hubiéramos regresado las cosas a cómo iban antes de las Vegas.
—¿Pedro?
Bajé mi barbilla y susurré contra su cabello—: ¿Qué, nena?
Nuestros teléfonos sonaron al unísono, y ella simultáneamente contestó el suyo mientras me pasaba el mío.
—¿Hola?
—¿Pedro? ¿Están bien, hombre?
—Sí, amigo. Estamos bien.
—Estoy bien, Ro. Estamos todos bien —dijo Paula, tranquilizando a Rosario en la otra línea.
—Mamá y papá están con los pelos de puntas. Lo estamos viendo en las noticias justo ahora. No les dije que estarías allí. ¿Qué? —Valentin alejó su rostro del teléfono para contestarle a sus padres—. No, mamá. Sí, ¡estoy hablando con él! ¡Está bien! ¡Están en el apartamento! Entonces —continuó—, ¿qué demonios sucedió?
—Las malditas linternas. Agustin no quería ninguna luz fuerte llamando la atención y que nos atraparan. Una prendió fuego todo el maldito lugar… Es malo. Valen. Muchas personas murieron.
Valen respiró profundamente. —¿Alguien que conozcamos?
—No lo sé, todavía.
—Me alegra que estés bien, hermano. Estoy… Jesús, estoy feliz de que estés bien.
Paula describió los horribles momentos cuando tropezaba a través de la oscuridad, tratando de encontrar su camino de salida.
Hice un gesto de dolor cuando relató cómo clavó sus dedos en la ventana cuando trataba de abrirla.
—Ro, no te vayas tan pronto. Estamos bien —dijo Paula—. Estamos bien —dijo de nuevo, esta vez enfatizando—. Puedes abrazarme el viernes. También te amo. Diviértete.
Apreté mi teléfono celular un poco contra mi oreja. —Mejor abraza a tu chica, Valen. Sonaba molesta.
Valentin suspiró. —Yo sólo… —Volvió a suspirar.
—Lo sé, hombre.
—Te quiero. Eres mucho más hermano de lo que nunca podría tener.
—Yo, también. Nos vemos pronto.
Volví con Paula y colgamos nuestros teléfonos, nos sentamos en silencio,aún procesando lo que había sucedido. Me recosté contra la almohada, y luego empujé a Paula contra mi pecho.
—¿Rosario está bien?
—Está molesta, pero está bien.
—Estoy feliz de que no estuvieran allí.
Podía sentir la mandíbula de Paula trabajando en contra de mi piel y maldije interiormente por haberle dado ideas más espantosas.
—Yo también —dijo con un escalofrío.
—Lo siento. Has pasado por mucho esta noche, no debería añadir nada más a tu plato.
—Tú estabas allí también, Pepe.
Pensé acerca de cómo fue. Buscar a Paula en la oscuridad, sin saber si la encontraría y finalmente, dar patadas a la puerta al ver su rostro.
—No me asusto muy a menudo —le dije—. Me asusté la primera mañana en que desperté y tú no estabas allí. Estaba asustado cuando me dejaste después de Las Vegas. Estaba asustado cuando pensé que iba a tener que decirle a mi papá que Marcos había muerto en esa construcción.
Pero cuando te vi a través de las llamas en ese sótano… me sentía aterrorizado. Llegué a la puerta, estaba a pocos metros de la salida y no pude irme.
Pero cuando te vi a través de las llamas en ese sótano… me sentía aterrorizado. Llegué a la puerta, estaba a pocos metros de la salida y no pude irme.
—¿Qué quieres decir? ¿Estás loco? —preguntó sacudiendo la cabeza para mirarme a los ojos.
—Nunca había estado tan seguro de nada en mi vida. Me di la vuelta, hice mi camino a ese cuarto, y allí estabas. Nada más importaba. Ni siquiera sabía si lo lograríamos o no, sólo quería estar donde tú estuvieras, donde sea que eso
signifique. De la única cosa de la que estoy asustado es de una vida sin ti, Paloma.
Paula se inclinó, besándome suavemente en los labios.
Cuando nuestras bocas se separaron, sonrió. —Entonces no tienes nada de qué estar asustado.Estaremos juntos para siempre.
Cuando nuestras bocas se separaron, sonrió. —Entonces no tienes nada de qué estar asustado.Estaremos juntos para siempre.
Suspiré. —Lo haría todo otra vez, sabes. No cambiaría ni un segundo si eso significara que estaríamos aquí, en este momento.
Ella tomó una respiración profunda y besé suavemente su frente.
—Esto es —susurré.
—¿Qué?
—El momento. Cuando te veo dormir… ¿esa paz en tu rostro? Eso es. No lo he tenido desde que mi madre murió, pero lo puedo sentir nuevamente. —Tomé otra respiración profunda y la atraje hacia mí—. Supe en el momento en que te conocí que había algo en ti que yo necesitaba. Resultó que no era algo de ti. Eras sólo tú.
Paula me dio una sonrisa cansada mientras enterraba su cara en mi pecho
—Somos nosotros, Pepe. Nada tiene sentido a menos que estemos juntos.¿No has notado eso?
—¿Notarlo? ¡Te he estado diciendo eso todo el año! —bromeé—. Es oficial.Bimbos, peleas, rompimientos, Adrian, Las Vegas… incluso incendios… nuestra relación puede soportar cualquier cosa.
Levantó la cabeza, con sus ojos fijos en los míos. Pude ver un plan formándose detrás de su iris. Por primera vez, no me preocupaba cual sería su próximo paso, porque sabía en mi corazón que cualquier camino que eligiera, sería un sendero que caminaríamos juntos.
—¿Las Vegas? —preguntó.
Fruncí el ceño, formando una línea entre mis cejas. —¿Sí?
—¿Has pensado en volver?
Mis cejas se alzaron con incredulidad. —No creo que sea una buena idea para mí.
—¿Y si fuéramos sólo por una noche?
Eché un vistazo alrededor de la habitación oscura, confuso.
—¿Una noche?
—Cásate conmigo —soltó. Oí la palabras, pero me tomó un segundo registrarlas.
wow que intenso,buenísimo!!!
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