domingo, 1 de junio de 2014

CAPITULO 211




La multitud gritando corrió hacia la boca de las escaleras mientras el humo rápidamente llenaba la habitación. Rostros asustados, tanto hombres como mujeres, estaban destacados por las llamas.


—¡Paula! —grité, dándome cuenta cuán lejos se encontraba, y cuantas personas estaban entre nosotros. Si no podía llegar a su lado, ella y Marcos tendrían que encontrar su camino de regreso a la ventana a través del laberinto de pasillos oscuros. El terror se clavó en mi interior, estimulándome violentamente a empujar a través de quienquiera que se pusiera en mi camino.


La habitación se oscureció, y un ruido fuerte sonó desde el otro lado de la habitación. Los otros faroles estaban encendiéndose y añadiéndose a la hoguera en pequeñas explosiones. Atrapé un vistazo de Marcos, quien agarraba el brazo de Paula, jalándola a su espalda, tratando de abrirse paso a través de la multitud.


Paula sacudió su cabeza, tirando hacia atrás.


Marcos miró alrededor, formando un plan de escape mientras se pararon en medio de la confusión. Si trataban de salir por la escalera de incendios, serían los últimos en salir. El fuego crecía rápidamente. No lo lograrían llegar a tiempo a la salida a través de la multitud.


Cualquier intento que hice para llegar a Paula fue frustrado por la multitud que surgía y me empujaba más lejos. La emocionada excitación que llenaba la habitación antes, fue reemplazada por gritos horrorizados de miedo y desesperación mientras todos luchaban por alcanzar las salidas.



Marcos le haló a Paula por la puerta del pasillo, pero ella luchó contra él para mirar hacia atrás. —¡Pedro! —gritó, extendiendo la mano hacia mí.


Tomé una respiración para gritar de nuevo, pero el humo llenó mis pulmones. Tosí, agitando el humo lejos.


—¡Por este lado, Pepe! —gritó Marcos.


—¡Sólo sácala de aquí, Marcos! ¡Saca a Paloma!


Los ojos de Paula se abrieron, y negó con la cabeza. —¡Pedro!


—¡Sólo váyanse! —dije—. ¡Los alcanzaré más adelante!


Paula se detuvo un momento antes que sus labios formaran una línea dura.


Alivio vino sobre mí. Paula Chaves tenía un fuerte instinto de supervivencia, y lo había pateado justamente. Agarró la manga de Marcos y lo haló de nuevo hacia la oscuridad, lejos del fuego.


Me giré, buscando mi propia forma de salir. Docenas de espectadores estaban arañando su propia manera hacia el estrecho acceso de las escaleras, gritando y peleando entre sí para llegar a la salida.


La habitación estaba casi negra de humo, y sentí mis pulmones luchando por aíre. Me arrodillé en el suelo, tratando de recordar las diferentes puertas que se alineaban en la habitación principal. Me volví hacia la escalera. Ese era el camino al que quería ir, lejos del fuego, pero me negué a entrar en pánico. Había una segunda salida que conducía a las escaleras de incendios, unas cuantas personas pensarían ir por allí. Me agaché y corrí hacia donde recordaba que estaba, pero me detuve.


Pensamientos de Paula y Marcos perdiéndose destellaron en mi mente,jalándome lejos de la salida.


Escuché mi nombre, y miré hacia el sonido.


—¡Pedro! ¡Pedro! ¡Por aquí! —Agustin estaba en la puerta, agitándome su mano hacia él.


Negué con la cabeza. —¡Voy a alcanzar a Paloma!


El camino hacia el cuarto pequeño por donde Marcos y Paula escaparon estaba casi limpio, así que salí corriendo, cruzando la habitación, golpeando a alguien de frente. Era una chica, una estudiante de primer año por su aspecto, su rostro cubierto con rayas negras. Lucía atemorizada y se puso de pie rápidamente.


—¡A-ayúdame! ¡No puedo… no sé el camino de salida! —dijo, tosiendo.


—¡Agustin! —grité. Empujándola hacia la dirección de la salida—. ¡Ayúdala a salir de aquí!


La chica corrió hacia Agustin, y él le agarró la mano antes de desaparecer a través de la salida que el humo oscurecía totalmente.


Me empujé del piso y corrí hacia Paula. Otros corrían alrededor de los laberintos oscuros también, llorando y jadeando mientras trataban de encontrar una salida.


—¡Paula! —grité en la oscuridad. Me sentía aterrorizado, habían tomado un giro equivocado.


Un grupo pequeño de chicas paradas al final del pasillo lloraban. —¿Han visto a un chico y una chica pasar por aquí? Marcos es así de alto, parecido a mí —dije, sosteniendo una mano en mi frente.


Negaron con sus cabezas.


Mi estómago se hundió. Paula y Marcos habían tomado el camino equivocado.


Señalé al grupo asustado. —Sigan ese pasillo hasta que lleguen al final. Hay un hueco en la escalera con una puerta en la parte superior. Tómenla, y luego giren hacia la izquierda. Hay una ventana por la que pueden salir.


En lugar de dar marcha atrás a los pasillos donde veníamos, giré a la izquierda, corriendo a través de la oscuridad, con la esperanza de que iba a tener suerte y correr hacia ellos de alguna manera.


Pude escuchar los gritos de la habitación principal mientras empujaba hacia delante, decidido a asegurarme que Paula y Marcos habían encontrado la manera de salir. 


No me iría hasta que lo supiera con certeza.


Después de correr a través de varios pasillos, sentí el peso del pánico bajando por mi pecho. El olor del humo me había alcanzado, y sabía que con la construcción, el edificio viejo, los muebles, y las sábanas que los cubrían alimentando el fuego, todo el sótano sería tragado por las llamas en minutos.


—¡Paula! —grité de nuevo—. ¡Marcos!


Nada.

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