El humo se había vuelto ineludible. Sin importar la habitación en la que me hallara, cada respiración era poco profunda y caliente, quemando mis pulmones.
Me incliné y agarré mis rodillas, jadeando. Mi sentido de orientación estaba debilitado, tanto por la oscuridad, como por la real posibilidad de no ser capaz de encontrar a mi novia o a mi hermano antes de que fuera tarde. Ni siquiera estaba seguro de si podría encontrar mi camino de vuelta.
Entre los ataques de tos, escuché un sonido de golpeteo viniendo de la habilitación continua.
—¡Ayuda! ¡Alguien ayúdeme!
Era Paula. Determinación renovada vino a mí y me arrastré hacia su voz,avanzando a tientas a través de la oscuridad.
Mis manos tocaron una pared, y luego me detuve cuando sentí una puerta. Estaba cerrada con llave. —¿Paloma? —grité, jalando la puerta.
La voz de Paula se volvió más aguda, incentivándome para dar un paso hacia atrás y patear la puerta hasta que se abrió.
Paula estaba parada sobre un escritorio justo debajo de la ventana, golpeando sus manos contra el vidrio tan desesperadamente, que no se dio cuenta que yo había irrumpido en la habitación.
—¿Paloma? —dije, tosiendo.
—¡Pedro! —gritó, lanzándose del escritorio y contra mis brazos.
Ahuequé sus mejillas. —¿Dónde está Marcos?
—¡Él los siguió! —gritó, lágrimas corrían por su rostro—. ¡Intenté que viniese conmigo, pero él no venia!
Miré hacia debajo del salón. El fuego se disparaba hacia nosotros, alimentándose de los muebles cubiertos que estaban alineados en las paredes.
Paula miró boquiabierta la horrible vista y después tosió. Mis cejas se fruncieron, preguntándome donde demonios estaba él. Si estaba en el final del corredor, no tendría oportunidad.
Un sollozo brotó de mi garganta, pero la mirada de terror en los ojos de Paula lo forzó a apartarse.
Un sollozo brotó de mi garganta, pero la mirada de terror en los ojos de Paula lo forzó a apartarse.
—Vamos, voy a sacarnos de aquí, Paloma—Presioné mis labios contra los de ella en un rápido y firme movimiento, luego subí a la cima de su improvisada escalera.
Empujé la ventana, los músculos de mis brazos temblando mientras empleaba toda mi fuerza restante contra el vidrio.
—¡Aléjate, Paula! ¡Voy a romper el vidrio!
Paula se apartó un paso de mí, su cuerpo entero temblando. Levanté el brazo con el codo doblado y mi puño en alto, y dejé salir un gruñido mientras lo clavaba con fuerza en la ventana. Vidrios se hicieron añicos, y estiré mi mano.
—¡Vamos! —grité.
El calor del fuego se apoderó de la habitación. Motivado por terror puro, levanté a Paula del suelo con un brazo, y la empujé hacia afuera.
Me esperó arrodillada mientras yo salía trepando, y luego me ayudó a levantarme. Sirenas sonaban desde el otro lado del edificio. Luces rojas y azules de camiones de bomberos y carros de policías bailaban a lo largo de los ladrillos en los edificios continuos.
Tiré a Paula conmigo, corriendo a toda velocidad hacia donde un montón de gente estaba parada en frente del edificio. Hojeamos las caras cubiertas de hollín buscando a Marcos mientras gritaba su nombre. Cada vez que llamaba a gritos, mi voz se quebraba más. No estaba allí. Revisé mi teléfono, esperando que él hubiera llamado. Viendo que no lo había hecho, lo cerré de un golpe.
Acercándome a la desesperanza, cubrí mi boca, inseguro de qué hacer a continuación. Mi hermano se había perdido en el ardiente edificio. No estaba afuera, conduciendo a una sola conclusión.
—¡MARCOS! —grité, estirando mi cuello mientras buscaba entre la multitud.
Aquellos que habían escapado estaban abrazándose y lloriqueando detrás de los vehículos de emergencia, observando con horror como los camiones de bomberos disparaban agua por las ventanas. Bomberos corrían dentro, jalando las mangueras detrás de ellos.
—Él no salió —susurré—. Él no salió, Paloma —Lágrimas corrieron por mis mejillas, y caí sobre mis rodillas.
Paula me siguió al suelo, sosteniéndome en sus brazos.
—Marcos es inteligente, Pepe. Él salió. Tuvo que haber encontrado otra forma.
Me desmoroné dentro del regazo de Paula, sujetando su camisa con los dos puños.
Una hora pasó. Los llantos y lamentos de los sobrevivientes y espectadores afuera del edificio se habían suavizado a un inquietante silencio. Los bomberos sacaron sólo dos sobrevivientes, y luego continuamente salieron con las manos vacías. Cada vez que alguien salía del edificio, contenía mi respiración, una parte de mí esperando que fuera Marcos, la otra temiendo que lo fuese.
Una hora y media después, los cuerpos que regresaban estaban sin vida. En vez de realizarles RCP, simplemente los ponían junto a las otras víctimas,cubriendo sus cuerpos.
El suelo estaba plagado de víctimas, superando en número
a los que habíamos escapado.
—¿Pedro?
Agustin estaba de pie junto a nosotros. Me levanté, jalando a Paula conmigo.
—Estoy feliz de que ustedes chicos lo lograran —dijo Agustin, luciendo atónito y desconcertado—. ¿Dónde está Marcos?
No contesté.
Nuestros ojos regresaron hacia los restos carbonizados de las residencias de Keaton, el humo negro y denso aún salía de las ventanas. Paula enterró su rostro en mi pecho y agarró mi camisa con sus pequeños puños.
Era una escena horripilante, y todo lo que podía hacer era mirar.
—Tengo que eh… tengo que llamar a mi papá —dije, arrugando mi frente.
—Quizás deberías esperar Pedro. No sabemos nada aún —dijo Paula.
Mis pulmones ardían, justo como mis ojos. —Mierda, esto no está bien.Nunca debió haber estado ahí.
—Fue un accidente,Pedro. Tú nunca hubieses podido saber que esto pasaría —dijo Paula, tocando mi mejilla.
Mi rostro se comprimió, y cerré fuerte mis ojos. Iba a tener que llamar a mi papá y decirle que Marcos aún estaba adentro de un edificio en llamas, y que era mi culpa. No sabía si mi familia podría soportar otra perdida. Marcos había vivido con mi papá mientras trataba de ayudarlo a recuperarse, y eran un poco más cercanos que el resto de nosotros.
Contuve mi respiración mientras marcaba duro los números, imaginando la reacción de mi padre. El teléfono se sentía frío en mi mano, por lo tanto jalé a Paula contra mí. Incluso si ella no lo sabía aún, estaba helada.
Los números se transformaron en un nombre, y mis ojos se ampliaron.
Estaba recibiendo otra llamada.
—¿Marcos?
—¿Estás bien? —gritó Marcos en mi oído, su voz llena de pánico.
Una risa de sorpresa se escapó de mis labios mientras miraba a Paula —¡Es Marcos!
Paula jadeó y apretó mi brazo.
—¿Dónde estás? —pregunté, desesperado por encontrarlo.
—¡Estoy en las residencias de Morgan, idiota de mierda! ¡Donde me dijiste que nos encontráramos! ¿Por qué no estás aquí?
—¿Qué quieres decir con que estás en Morgan? Estaré allí en un segundo,¡Ni se te ocurra moverte!
Despegué a toda velocidad, arrastrando a Paula detrás de mí. Cuando llegamos a Morgan, ambos estábamos tosiendo y jadeando por aire. Marcos bajó corriendo las escaleras, estrellándose contra nosotros.
—¡Dios mío, hermano! ¡Pensé que estabas tostado! —dijo Marcos,apretándonos fuerte.
—¡Idiota! —grité, empujándolo—. ¡Pensé que estabas malditamente muerto!¡He estado esperando a que los bomberos carguen con tu cuerpo carbonizado desde Keaton!
Le fruncí el ceño a Marcos por un instante, y luego lo atraje de nuevo en un abrazo. Mi mano se extendió rápidamente, hurgando hasta que sentí el suéter de Paula, y después la atraje en un abrazo también. Después de varios instantes, solté a Marcos.
Marcos miró a Paula con gesto de disculpa. —Lo siento, Paula. Entré en pánico.
Ella sacudió su cabeza. —Sólo me alegra que estés bien.
—¿Yo? Hubiera sido mejor estar muerto si Pedro me hubiera visto salir de ese edificio sin ti. Traté de encontrarte después de que saliste corriendo, pero luego me perdí y tuve que encontrar otra manera. Caminé alrededor del edificio para encontrar esa ventana, pero me encontré con unos policías y me obligaron a salir.
¡Me he estado volviendo loco por aquí! —dijo él, pasando su mano por su cabeza.
Limpié las mejillas de Paula con mis pulgares, y luego levanté mi camisa,usándola para limpiar el hollín de mi cara. —Salgamos de aquí. Los policías van a estar arrastrándose por aquí pronto.
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