sábado, 31 de mayo de 2014

CAPITULO 208



Entrecerré los ojos a la luz que se vertía en la habitación. No pude dormir en toda la noche, sabiendo que cuando saliera el sol, todo habría terminado. Paula se movió, y apreté los dientes. Las pocas horas que pasamos juntos no eran suficientes. No estaba listo.


Paula rozó su mejilla contra mi pecho. Besé su pelo, luego su frente, y luego sus mejillas, su cuello, sus hombros, y luego llevé su mano a mi boca y tiernamente besé su muñeca, su palma y sus dedos. Quería estrecharla, pero me contuve. Mis ojos se llenaron de lágrimas ardientes por tercera vez desde que la había traído a mi apartamento. 


Cuando se despertara, iba a estar mortificada, enojada, y luego me dejaría para siempre.


Nunca había tenido tanto miedo de ver las diferentes sombras de gris en su iris.


Sus ojos aún estaban cerrados, pero Paula sonrió, y llevé mi boca de nuevo a la de ella, aterrado de que me golpeara.


—Buenos días —dijo contra mi boca.


Me moví un poco sobre ella y luego continué posando mis labios por varias partes en su piel. Mis brazos penetraron debajo de ella, entre su espalda y el colchón, envolviéndola y enterré mi cara en su cuello, disfrutando de su olor antes de que saliera disparada por la puerta.


—Estás callado esta mañana —dijo, pasando sus manos sobre la piel desnuda de mi espalda. Deslizó sus manos por encima de mi trasero, y luego enganchó su pierna sobre mi cadera.


Negué con la cabeza. —Sólo quiero estar así.


—¿Me perdí algo?


—No quería despertarte. ¿Por qué no vuelves a dormir?
Paula se recostó contra la almohada, levantando mi barbilla para que la mirara.


—¿Qué diablos está mal contigo? —preguntó, su cuerpo de repente tenso.


—Sólo vuelve a dormir, Paloma. ¿Por favor?


—¿Pasó algo? ¿Es Rosario? —Con la última pregunta, se sentó.


Me senté con ella, restregándome los ojos.


—No… Rosario esta bien. Ellos llegaron alrededor de las cuatro de la mañana. Aún están durmiendo. Es temprano, sólo vayamos a dormir.


Sus ojos saltaban en torno a diferentes puntos de mi habitación al recordar la noche anterior. Sabiendo que en cualquier momento recordaría el hecho de que la saqué de la fiesta y que hice un espectáculo, puse ambas manos a cada lado de su rostro y la besé por última vez.


—¿Has dormido? —preguntó, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura.


—Yo… no podía. No quería…


Me besó en la frente. —Lo que sea que pase, lo superaremos juntos. ¿Por qué no duermes? Veremos qué hacer cuando despiertes.


Eso no era lo que esperaba. Mi cabeza se levantó y escaneé su rostro. —¿Qué quieres decir con: veremos qué hacer?


Sus cejas se juntaron. —No sé qué está pasando, pero estoy aquí.


—¿Estás aquí? ¿Como, te estás quedando? ¿Conmigo?


Su expresión se dispersó en diferentes direcciones. —Sí. ¿Pensé que habíamos hablado anoche de eso?


—Lo hicimos. —Probablemente parecía un tonto, pero asentí enfáticamente.


Los ojos de Paula se estrecharon. —Pensaste que despertaría enfadada contigo, ¿cierto? ¿Pensaste que me iría?


—Eso es por lo que eres famosa.


—¿Es por eso que estás tan enfadado? ¿Estabas preocupado por lo que pasaría cuando despertara?


Me moví. —No quería que anoche sucediera de esa forma, estaba un poco borracho, te seguí en la fiesta como un maldito acosador, y luego te traje aquí en contra de tu voluntad… y luego nosotros… —Sacudí la cabeza, disgustado conmigo mismo.


—¿Tuvimos el mejor sexo de mi vida? —dijo Paula, sonriendo y apretando mi mano.



Sonreí una vez, asombrado de lo bien que iba la conversación. —Entonces ¿estamos bien?


Paula tomó mi rostro y me besó tiernamente. —Sí, tontito. Lo prometí, ¿no? Te dije todo lo que querías escuchar, estamos juntos, ¿y todavía no eres feliz?


Mi respiración vaciló, y contuve las lágrimas. Todavía no parecía real.


—Pedro, basta. Te amo —dijo, usando sus dedos para suavizar las líneas alrededor de mis ojos—. Este enfrentamiento absurdo pudo haber terminado el día de Acción de Gracias, pero…


—Espera… ¿qué? —la interrumpí, inclinándome sobre ella.


—Estaba completamente preparada para rendirme en Acción de Gracias, pero tú dijiste que habías terminado de hacerme feliz, y yo era muy orgullosa para decirte que te quería de vuelta.


—¿Estás bromeando? ¡Intentaba hacerlo fácil para ti! ¿Sabes cuán miserable he sido?


Paula frunció el ceño. —Parecías bien después de las vacaciones.


—¡Eso era por ti! Tenía miedo de perderte si no pretendía estar bien con lo de ser amigos. ¿Pude estar contigo todo este tiempo? ¿Qué diablos, Paloma?


—Yo… Yo… Lo siento.


—¿Lo sientes? Casi bebí hasta la muerte, casi no podía salir de la cama, destruí mi teléfono en millones de piezas en la víspera de Año Nuevo para evitar llamarte y me dices que… ¿lo sientes?


Paula se mordió el labio inferior y asintió, avergonzada. —Lo siento…Mucho, mucho.


—Estás perdonada —le dije sin dudarlo—. No lo vuelvas a hacer nunca.


—No lo haré. Lo prometo.


Negué con la cabeza, sonriendo como un idiota. —Te amo, maldita sea.

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