Corrí detrás de ellas, pero cuando el Honda estaba casi fuera de mi vista, di la vuelta y corrí hacia la Harley. Busqué las llaves en el bolsillo, las saqué mientras corría y saltaba en el asiento.
—¡Pedro, no! —advirtió Valentin.
—Joder, no ves que Paula está dejándome, Valen —grité, apenas arrancando la moto antes de que las revoluciones del acelerador llegaran a 180, y volando por la calle.
Rosario acababa de cerrar la puerta cuando llegué al estacionamiento de Morgan Hall. Casi me caí sobre la moto al detenerme y al no apoyar el pie en el primer intento. Corrí al Honda y abrí la puerta del pasajero. Los dientes de Rosario estaban apretados, lista para lo que podría decirle.
Miré la pared de ladrillo y mortero de Morgan, sabiendo que Paula estaba en algún lugar del interior.
—Tienes que dejarme entrar, Ro —supliqué.
—Lo siento —dijo. Puso el coche en reversa y salió del estacionamiento.
Al mismo tiempo corrí escaleras arriba, tomando dos escalones a la vez, una chica que nunca había visto antes estaba saliendo. Agarré la puerta, pero ella me cerró el camino.
—No se puede entrar sin una escolta.
Saqué las llaves de mi moto y las agité en su rostro.
—Mi novia, Paula Chaves; dejó las llaves del coche en mi apartamento.Estoy trayéndoselas.
La niña asintió, sin saber qué hacer y luego se apartó de mi camino.
Saltando varios pasos a la vez en el hueco de la escalera, por fin llegué al piso de Paula y a la puerta de su dormitorio. Tomé unas cuantas respiraciones profundas para tratar de calmarme.
—¿Paloma? —dije, tratando de mantenerme tranquilo—. Tienes que dejarme entrar, cariño. Tenemos que hablar de esto.
No respondió.
—Paloma por favor. Tienes razón. No escucho. Podemos sentarnos y hablar de esto, ¿de acuerdo? Acabo... Por favor, abre la puerta. Estás asustándome hasta la muerte.
—Vete, Pedro—La voz de Carla se escuchó desde el otro lado.
Golpeé la puerta con mi puño.
—¿Paloma? ¡Abre la maldita puerta, maldita sea! ¡No me iré hasta que me hables! ¡Paloma!
—¿Qué? —gruñó Carla, abriendo la puerta. Empujó sus gafas sobre su nariz y me olisqueó. Para una pequeña chica, tenía una expresión muy severa.
Suspiré aliviado de que por lo menos vería a Paula. Miré por encima del hombro de Carla, Paula no estaba en mi línea de visión. —Carla —pedí, tratando de mantener la calma—. Dile a Paula que necesito verla. Por favor.
—Ella no está aquí.
—Ella está aquí —dije, perdiendo rápidamente la paciencia.
Carla cambió el peso de un pie a otro.
—No la he visto esta noche. No la he visto en varios días, en realidad.
—¡Sé que ella está aquí! —grité—. ¿Paloma?
—Ella no está... ¡Oye! —chilló Carla cuando choqué mi hombro contra ella.La puerta se estrelló contra la pared. Tiré del pomo y miré detrás de ella, y luego en los armarios, incluso debajo de la cama.
—¡Paloma! ¿Dónde está?
—¡No la he visto! —gritó nuevamente Carla.
Entré en la sala, mirando en ambas direcciones, Carla cerró la puerta detrás de mí, lo supe por el clic de la cerradura.
La pared estaba fría contra mi espalda, y de repente me di cuenta de que no tenía un abrigo. Poco a poco me deslicé por la pared de bloques de concreto. Me cubrí la cara con las manos. Podría odiarme por el momento, pero tendría que volver a casa algún día.
Después de veinte minutos, saqué mi teléfono y le mandé un mensaje de texto.
Paloma, por favor, vuelve, sé que estás enfadada pero todavía podemos hablar de esto.
Y luego otro.
Por favor vuelve a casa.
Y otro.
¿Por favor? Te amo.
Ella no respondió, esperé otra media hora y luego envié más.
Estoy en Morgan, ¿podrías al menos llamarme para saber si volverás a casa esta noche?
Paloma estoy jodidamente arrepentido. Por favor vuelve a casa. Te necesito.
Sé que no he sido razonable. Podrías responderme al menos.
No me merezco esto, fui un imbécil por creer que el dinero resolvería todos los problemas pero al menos no huyas cada vez que tengamos uno.
Lo siento, no quería decir eso.
¿Qué quieres que haga? Haré lo que quieras que haga, ¿vale? Solo háblame.
Esto es una mierda.
Estoy enamorado de ti. No entiendo cómo puedes simplemente irte.
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