Valentin se sentó a mi lado sobre un pequeño banco que se encontraba en la habitación. Una habitación que si bien era pequeña estaba muy bien iluminada. Esta sería la primera ocasión en la que no saldría del sótano de algún lugar clandestino para ofrecer el espectáculo que causaba una pelea callejera. El público esta vez estaría compuesto por las personas que vivían en la sombra, en la gran ciudad de Las Vegas: mafiosos, traficantes de drogas, y con ellos, sus dulces acompañantes. La multitud afuera se asemejaba a un oscuro ejército, más ruidoso y mucho más sediento de sangre. Estaría rodeado por una jaula y no por personas.
—Sigo creyendo que estás equivocado al participar en esto, Pepe —demandó Ro, de pie al otro lado de la habitación.
—Ahora no, cariño —le contestó Valentin, mientras me ayudaba a envolver la cinta adhesiva, a modo de protección, alrededor de mis manos.
—¿Estás nervioso? —La voz de Ro resonó nuevamente por el lugar, de una forma que resultó escalofriantemente tranquila.
—En realidad no. Pero me sentiría mejor si Paloma estuviera aquí. ¿Sabes algo de ella?
—Le enviaré un mensaje. Ella llegará.
—¿Lo ama? —pregunté, imaginándome diferentes escenarios sobre qué fue lo que hablaron durante la cena.
Obviamente Guille no era un santo, y no podría asegurar que no esperase nada a cambio de ayudar a mi chica.
—No —respondió tajantemente Ro—Paula nunca me lo diría, de cualquier forma. Crecieron juntos, Pedro. Él fue la única persona con la que ella pudo contar. Lo fue durante mucho tiempo.
No puedo decir si conocer esta información me hizo sentir mejor o peor. — ¿Te contestó el mensaje?
—¡Oye! ¡Oye! Tienes a Brock McMann esperándote. Tu cabeza tiene que estar enfocada en la pelea al cien por ciento. ¡Deja de ser un cobarde y concéntrate!—exclamó Valen, golpeando mi mejilla en el proceso.
Asentí, tratando de recordar las pocas veces que había visto luchar a Brock.
Había sido expulsado de la UFC por golpes ilegales y el rumor de haber golpeado al presidente de la compañía. Había pasado mucho tiempo, pero seguía siendo un
luchador a leguas sucio y cometió mucha mierda ilegal. Mientras el árbitro era un testigo impasible. La clave sería no ponerse en posición de debilidad. Si cerraba sus piernas alrededor de mí, podría acabar conmigo bastante rápido.
—Vamos a jugar seguro, Pepe. Déjale atacar primero. Del modo en el que luchaste la noche en la que tratabas de ganar la apuesta de Paula. No estás en una pelea de un torneo universitario. Esto no es el Círculo, y no estás creando espectáculo para la audiencia.
—Al infierno si no lo estoy.
—Tienes que ganar, Pedro. Estás luchando por Paula, no lo olvides. —Asentí. Valentin tenía razón. Si perdía, Benny no recibiría su dinero, y Paula permanecería en peligro.
Un hombre alto y gordo con traje de diseñador y pelo grasiento caminó hacia nosotros. —Tú vas arriba. Tu entrenador puede unirse a ti en la parte exterior de la jaula, pero las chicas... ¿Dónde está la otra?
Mis cejas se fruncieron, formando una línea recta. —Ya viene.
—De acuerdo, entonces... se han reservado plazas al final de la segunda fila en la esquina para las acompañantes.
—Te acompañaré allí —exclamó Valen dirigiéndose a Ro, miró al hombre de traje—. Nadie la toca. Voy a matar a la primera puta persona que se atreva a tocarla.
El hombre esbozó lo que podría considerarse el fantasma de una sonrisa.
Una horrible mueca la describiría mejor. —Benny ha dicho sin distracciones.Vamos a tener los ojos puestos en ellas en todo momento.
Valentin asintió, y luego le tendió la mano a Rosario. Ella la tomó, y tranquilamente nos siguió a través de la puerta.
La voz amplificada de los locutores resonó en los enormes altavoces colocados en cada esquina de la enorme habitación. Se parecía a una pequeña sala de conciertos, con capacidad para albergar a un millar de personas sin problema alguno. Todos los asistentes estaban de pie, ya sea animándome o lanzando miradas de recelo mientras hacía mi recorrido hacia el centro, en el escenario dispuesto para el enfrentamiento.
La puerta de la jaula se abrió y entré.
Valentin observaba al del traje sentar a Rosario en el extremo que anteriormente había mencionado, una vez que se convenció de que ella estaba bien, volvió su vista hacia mí. —Recuerda: juega inteligentemente. Déjale atacar primero. El objetivo es ganar. Ganar por Paula—Asentí. Esto se trataba de ella.
Segundos después, la música sonó por los altavoces, y tanto el movimiento en el recinto como el volumen de la música aumentaron con frenesí. Brock McMann surgió de un pasillo, siendo el centro de atención. Las vigas del techo
iluminaban la expresión de peligro en su rostro. Tenía un séquito que mantenía a los espectadores a una distancia prudente, mientras él brincaba de abajo hacia arriba para permanecer suelto. Probablemente habría estado entrenando para esta pelea durante semanas, meses quizás.
Estaba bien. Había sido golpeado por mis hermanos durante mucho tiempo,mi vida entera. Tenía un montón de entrenamiento sobre mis hombros. Ganaría.
Me volví para comprobar que Ro siguiera en su sitio. Cuando se dio cuenta de que la miraba, se encogió de hombros y frunció el ceño. La pelea más grande de mi vida estaba a pocos minutos de comenzar y Paula no estaba aquí.
Justo cuando me volví para ver como Brock entraba a la jaula, oí la voz de Valentin llamándome.
—¡Pedro! ¡Pedro! ¡Paula está aquí!
Me volví, buscándola desesperadamente entre los asistentes, corría por las escaleras a toda velocidad. Se detuvo justo antes de golpearse contra la jaula,golpeándose las manos contra la cadena para detenerse.
—¡Aquí estoy! Aquí estoy, Pepe —suspiró con dificultad por el esfuerzo realizado.
Nos besamos a través del espacio entre las paredes de la jaula, tomó mi cara entre sus manos, con los pocos dedos que podía pasar a través del reducido espacio. —Te amo —exclamó. Sacudió la cabeza vigorosamente—. No tienes que hacer esto, ya sabes.
Sonreí. —Sí tengo que hacerlo.
—Vamos, Romeo. Hagámoslo. No tengo toda la noche —se escuchó un susurro desagradable. Provenía de Brock, quien estaba en la esquina contraria del ring.
No me giré, sólo la miraba a ella. Pero Paula sí que miró por encima de mi hombro. Cuando vio a mi oponente, sus mejillas se encendieron por la ira. Su expresión se volvió fría. Menos de un segundo después, sus ojos volvieron a los míos, cálidos nuevamente. Sonrió con picardía. —Enséñale a ese imbécil algunos modales.
Guiñé un ojo en su dirección y sonreí. —Cualquier cosa por ti, nena.
Brock se reunió conmigo en el centro del ring, cara a cara.
—¡Pelea con inteligencia! —gritó Valentin.
—Sólo quiero que sepas que soy un gran fan tuyo, aunque seas una basura, un tramposo. Así que no te tomes como algo personal cuando te golpee hasta dejarte inconsciente esta noche —susurré en el oído de mi contrincante, inclinándome levemente hacia él.
La mandíbula de Brock se tensó violentamente; sus ojos se encendieron, no con ira, sino con aturdida confusión.
—¡Sé inteligente, Pedro! —gritó mi primo nuevamente, observando la diversión fluir en mis ojos.
La campana sonó, y Brock atacó inmediatamente. Usando cada pedazo de fuerza que poseía, dejé salir la misma cantidad de furia que liberé sobre los hombres de Benny.
Resulta ser una sensación extraordinaria el no contenerse. Saboreando la adrenalina pura que fluía a través de mi cuerpo fallé. Y Brock logró esquivar mi golpe, me conectó con un gancho derecho. Sus lanzamientos resultaban mucho más efectivos que los de los aficionados con los que me enfrentaba en la universidad. Fue jodidamente increíble.
La lucha contra Brock me trajo recuerdos de algunos de los desacuerdos más serios que había tenido con mis hermanos,cuando de las palabras pasábamos a un culo azotado.
La cinta blanca alrededor de mis nudillos ahora era carmesí, pero no sentí ningún dolor, sólo placer al liberar todas las emociones negativas que me habían estado agobiando durante tanto tiempo. Recordé lo relajante que fue golpear a los hombres de Benny. Ganar o perder. Sentía ganas de conocer en qué tipo de persona me convertiría después de esta pelea.
El árbitro, Valentin y el entrenador de Brock me rodearon, alejándome de mi oponente.
—¡La campana, Pedro! ¡Para! —pedía Valen con desesperación.
Me arrastró a un rincón, Brock fue empujado hacia el otro. Me volví para mirar a Paula. Estaba retorciendo sus manos, más su amplia sonrisa me dijo que estaba bien. Le guiñé un ojo, ella me lanzó un beso. Ese simple gesto me revitalizó y volví a la jaula con renovada determinación.
Una vez que la campana sonó, ataqué de nuevo. Esta vez teniendo más cuidado al esquivar los golpes de Brock, las pocas veces que logró conectar un puñetazo. Una o dos veces, envolvió sus brazos alrededor de mí, respirando con dificultad, mientras trataba de golpearme con las rodillas en las bolas.Simplemente le empujaba y le golpeaba con más fuerza.
En la tercera ronda, Brock se tambaleó, me dio patadas y falló. Se estaba quedando rápidamente sin aliento.
Brock lanzó un puñetazo, y luego otro. Bloqueé un tercero, y luego para terminar, se lanzó a matar. Con las pocas fuerzas que me quedaban, esquivé la rodilla de Brock y giré, estrellando mi codo directamente con su nariz. Su cabeza voló hacia atrás, su vista hacia arriba. Dio unos pasos sin coordinar y luego cayó al suelo.
El ruido de la multitud fue ensordecedor, sólo pude oír una voz.
—¡Oh dios mío! ¡Sí! ¡Sí, bebé! —gritó ella.
El árbitro comprobó que Brock estuviese bien, luego se acercó a mí. Levantó mi mano. Yo era el ganador.Valentin, Rosario y Paula estaban ya dentro de la jaula, rodeándome. Tomé a Paula por los hombros y planté mis labios en los de ella.
—Lo hiciste —dijo, ahuecando mi cara entre sus manos.
Nuestra celebración se vio interrumpida cuando Benny y un nuevo lote de guardaespaldas entraron en la jaula. Puse a Paula sobre sus pies, tomando una posición defensiva frente a ella.
Benny era todo sonrisas. —Bien hecho, Alfonso. Has salvado el día. Si tienes un minuto, me gustaría hablar contigo.
Miré de nuevo a Paula, tomó mi mano con fuerza. —Está bien. Nos encontraremos en la puerta —le contesté, asintiendo hacia la puerta más cercana—.En diez minutos.
—¿Diez? —preguntó Paloma con preocupación en sus ojos.
—Diez —dije, besándola en la frente. Miré a Valentin—. Mantén tu vista en ellas.
—Creo que tal vez debería ir contigo.
Me apoyé en Valentin, alcanzando su oído sin esfuerzo. —Si quieren matarnos no hay mucho que podamos hacer al respecto. Creo que Benny tiene algo más en mente. —Me incliné hacia atrás y le di una palmada en el brazo—. Te veré en diez minutos.
—Ni once. Ni quince. Diez minutos —dijo Valentin, empujando a una reacia Paula fuera del lugar.
Seguí a Benny a la misma habitación en la que había esperado antes de la pelea. Para mi sorpresa, hizo que sus hombres esperaran afuera.
Extendió las manos, haciendo un gesto hacia la habitación.
—Pensé que esto sería mejor. Así puedes ver que no soy siempre... el hombre malo que tal vez parezco.
Su lenguaje corporal y su tono eran relajados. Aun así mantuve mis ojos y oídos abiertos preparados por cualquier sorpresa.
Benny sonrió. —Tengo una propuesta que hacerte, hijo.
—No soy tu hijo.
—Eso es cierto —admitió—. Pero después de que te ofrezca ciento cincuenta mil dólares por pelea, creo que es posible que desees serlo.
—¿Qué peleas? —pregunté. Pensé que iba a decir algo cómo que Paula todavía le debía. No tenía ni idea de que trataba de ofrecerme trabajo.
—Se ve a la distancia que eres obviamente un joven victorioso y talentoso.Perteneces a esa jaula. Puedo hacer que eso suceda... también puedo hacer que seas un hombre muy rico.
—Estoy escuchando.
Benny sonrió más, si es que era posible. —Voy a programar una lucha por mes.
—Todavía estoy en la universidad.
Se encogió de hombros. —Vamos a programar peleas en los alrededores. Te compraré vuelos, a ti y a Paula, en primera clase, si así lo quieres. Los fines de semana, si eso es lo que deseas. Sin embargo, haciendo tanto dinero, es posible que desees poner un alto en tu educación universitaria.
—¿Seis figuras por pelea? —Hice los cálculos mentalmente, tratando de no mostrar sorpresa—. ¿Por luchar y qué más?
—Eso es todo, chico. Sólo luchar. Hacerme aún más rico.
—Sólo luchar... y puedo salir cuando quiera.
Él sonrió. —Bueno, sí, pero no creo que eso suceda pronto. Te encanta. Te vi.Estabas borracho, extasiado. Así te veías en esa jaula.
Me quedé allí por un momento, reflexionando sobre su oferta. —Voy a pensarlo. Déjame hablar con Paula.
—Supongo que es lo justo.
Dejé nuestras maletas en la cama y me derrumbé sobre ella. Le había hablado de la oferta de Benny a Paula, no se había mostrado receptiva con la noticia.
Luego en el avión, cuando veníamos de regreso, estuvo un poco tensa, por lo que decidí aplazar la conversación para cuando llegáramos a casa.
Ella estaba secando a Moro después de haberlo bañado. Había estado viviendo con Benjamin. Paloma se indignó por la forma en la que olía.
—¡Oh! ¡Ahora hueles mucho mejor! —Rio mientras lo estrechaba contra su cuerpo, salpicando agua sobre ella y por todo el suelo. Moro se puso de pie sobre sus patas traseras, cubriéndole el rostro con pequeños besos, propios de un cachorro.
—Yo también te extrañé, hombrecito.
—¿Paloma? —pregunté, cruzando mis dedos nerviosamente.
—¿Sí? —dijo, aun frotándolo con una toalla amarilla en sus manos.
—Quiero hacer esto. Quiero pelear en Las Vegas .
—No —dijo, sonriendo a la cara feliz de Moro.
—No me estás escuchando. Voy a hacerlo. Y en pocos meses verás que tomé la decisión correcta.
Ella me miró.
—Vas trabajar para Benny.
Asentí nerviosamente y luego sonreí. —Sólo quiero cuidarte, Paloma.
Lágrimas anegaron sus ojos.
—No quiero nada comprado con ese dinero, Pedro. No quiero tener nada que ver con Benny o Las Vegas. O cualquier cosa que vaya junto con él.
—No tienes ningún problema con la idea de comprar un coche con el dinero de mis peleas aquí.
—Eso es diferente, y lo sabes.
Fruncí el ceño.
—Vamos a estar bien, Paloma. Ya lo verás.
Me miró por un momento, y luego sus mejillas se encendieron. —¿Por qué me sigues preguntando, Pedro? Trabajarás para Benny sin importar lo que te diga.
—Quiero tu apoyo en esto, es demasiado dinero como para rechazarlo. Sería una locura decir que no.
Se detuvo por un tiempo, sus hombros cayeron derrotados. Luego asintió.
—Está bien, entonces. Has tomado tu decisión.
Mi boca se estiró en una amplia sonrisa.
—Ya verás, Paloma. Será maravilloso.
Me empujé fuera de la cama, me acerqué a ella y le besé los dedos.
—Muero de hambre. ¿Y tú?
Negó suavemente con la cabeza.
La besé en la línea del cabello antes de ir a la cocina. Mis labios tararearon la alegre melodía de una canción al azar, mientras que cogía dos rebanadas de pan y un poco de salami y queso. Hombre, ella hace que te pierdas, pensé, echando mostaza picante entre las rebanadas de pan.
Me tomó cerca de tres bocados terminarlo, y luego lo bajé con una cerveza, preguntándome qué más había para comer. No me di cuenta de lo tenso que mi cuerpo se sentía hasta que habíamos llegado a casa. Aparte de la lucha, los nervios probablemente también tenían algo que ver con eso.
Ahora que Paula sabía de mis planes y que se había resuelto el problema, los nervios se fueron lo suficiente como para tener apetito de nuevo.
Paula caminó por el pasillo y luego dobló la esquina, maleta en mano. No me miró cuando cruzó de la sala de estar a la puerta.
—¿Paloma? —llamé.
Me acerqué a la puerta aún abierta, viéndola acercarse al Honda de Rosario Cuando no respondió, corrí por las escaleras y por la hierba hasta donde Valentin,Rosario y Paula formaban un círculo.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté, señalando la maleta.
Paula sonrió con torpeza. Fue inmediatamente obvio para mí saber que algo no estaba bien.
—¿Paloma?
—Estoy llevando mis cosas a Morgan. Tienen esas lavadoras y secadoras.
Tengo una enorme y ridícula cantidad de ropa que lavar.
Fruncí el ceño.
—¿Ibas a irte sin decírmelo?
—Ella regresará, Pepe. Eres tan malditamente paranoico a veces —dijo Rosario con desaprobación en su voz.
—¡Oh! —dije, todavía sin estar seguro.
—¿Te quedas aquí esta noche?
—No lo sé. Supongo que depende del tiempo que tarde mi ropa en estar lista.
Aunque sabía que era probable que todavía estuviera incómoda con mi decisión acerca de Benny, lo dejé pasar. Sonreí y la atraje hacia mí.
—En tres semanas, voy a pagar a alguien para que se ocupe de ello. O podrías simplemente tirar la ropa sucia y comprar nueva.
—¿Lucharás para Benny otra vez? —me preguntó Ro, sorprendida.
—Me hizo una oferta que no podía rechazar.
—Pedro… —comenzó Valentin.
—No empiecen nuevamente. Si no cambié de opinión por Paloma, no voy a cambiarla por ustedes.
Rosario cruzó una mirada con Paula.
—Bueno, te llevaré de vuelta Paula. Ese montón de ropa te va a llevar mucho tiempo.
Me incliné para besar los labios de Paula. Me atrajo y me besó con fuerza, lo que me hizo sentir un poco mejor acerca de ella. Un poco menos inquieto.
—Hasta luego —dije, manteniendo la puerta abierta mientras se sentaba en el asiento del pasajero—. Te amo.
Valentin levantó la maleta de Paula y la metió por la ventana trasera del Honda. Rosario se deslizó en su asiento, estirándose para abrochar su cinturón de seguridad.
Cerré la puerta de Paula, y luego crucé los brazos sobre el pecho.
Valentin estaba a mi lado.
—En realidad, no vas a luchar para Benny, ¿verdad?
—Es mucho dinero, Valentin. Seis cifras por pelea.
—¿Seis cifras?
—¿Podrías decir que no?
—Lo haría si Rosario me dejara por eso
Me reí una vez.
—Paula no me va a dejar.
Rosario se retiró de la zona de estacionamiento y vi las lágrimas derramarse por las mejillas de Paula.
Corrí hacia la ventana, golpeando en el cristal.
—¿Qué pasa, Paloma?
—Adelante, Ro —articuló, secándose los ojos.
Corrí al lado del coche, golpeando mi mano contra el vidrio constantemente.
Paula no me miraba, y un terror absoluto caló en mis huesos.
—¡Rosario! ¡Detén el maldito auto! ¡Paula, no lo hagas!
Rosario llegó a la carretera principal y presionó el acelerador.
Buenisimo,segui subiendo!!!
ResponderEliminarq buenos capítulos! lo q se viene!
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