Tenía mis dientes apretados, y cerré los ojos. Mi novia había accedido a salir con su ex novio. Todo dentro de mí quería hacer un berrinche típico de Alfonso, pero Paula necesitaba al hombre por el momento. Actuando en contra de mis
instintos, decidí dejarlo pasar, y me incliné para besarla. —Muy bien. Te veré a la medianoche. Buena suerte.
Me volví, empujando mi paso entre la multitud, oí que la voz de Paula aumentó al menos dos octavas. —¿Caballeros?
Me recordó a esas chicas que hablan como niñas cuando trataban de llamar mi atención, con la esperanza de llegar a ser tan inocentes.
—No entiendo por qué tenía que hacer algún trato con ese tipo Guillermo —gruñí.
—Así podía quedarse, ¿supongo? —preguntó Valentin, mirando hacia el techo de nuevo.
—Hay otros casinos. Sólo podemos ir a otro.
—Conoce a la gente de aquí,Pedro. Probablemente llegó aquí porque sabía que si quedaba atrapada, no la iban a acusar a la policía. Tiene una identificación falsa, pero apuesto a que no tomaría mucho tiempo para la seguridad reconocerla.Estos casinos pagan precios altos a las personas que señalan a los estafadores,¿verdad?
—Supongo —dije, frunciendo el ceño.
Nos reunimos con Paula y Rosario en la mesa, mirando como Rosario reunía las ganancias de Paula.
Paula miró su reloj. —Necesito más tiempo.
—¿Quieres probar las mesas de blackjack?
—No puedo perder dinero, Pepe.
Sonreí. —No puedes perder, Paloma.
Rosario negó con la cabeza. —El blackjack no es su juego.
—Gané un poco —dije, cavando en mis bolsillos—. Tengo seiscientos. Los puedes tener.
Valentin entregó a Paula sus fichas. —Sólo tengo trescientos. Son tuyos.
Paula suspiró. —Gracias chicos, pero todavía tengo que ganar cinco mil dólares. —Miró su reloj otra vez y luego levantó la vista para ver a Guillermo acercándose.
—¿Cómo lo hiciste? —preguntó, sonriendo.
—Me faltan cinco mil, Guille. Necesito más tiempo.
—He hecho todo lo que puedo, Paula.
—Gracias por dejar que me quede.
Guillermo ofreció una sonrisa incómoda. Era evidente que estaba tan asustado de estas personas como Paula —¿Tal vez pueda hacer que mi padre hable con Benny por ti?
—Es el lío de Ruben. Le voy a pedir una extensión.
Guillermo negó con la cabeza. —Sabes que eso no va a pasar, Cookie, no importa con cuánto llegues. Si es menos de lo que debe, Benny va a enviar a alguien. Sólo quédate tan lejos de él como sea posible.
—Tengo que intentarlo —dijo Paula, con la voz quebrada.
Guillermo dio un paso hacia delante, manteniendo la voz baja. —Consigue un vuelo, Paula. ¿Me escuchas?
—Te escucho —espetó.
Guillermo suspiró y sus ojos se abrieron con gran simpatía. Envolvió sus brazos alrededor de Paula y luego besó su cabello. —Lo siento. Si mi trabajo no estuviera en juego, ya sabes que intentaría encontrar algo mejor.
Los pelos de mi nuca se erizaron, algo que sólo ocurría cuando me sentía amenazado y estaba a punto de dar rienda suelta a toda mi ira sobre alguien.
Justo antes de que lo abordara, Paula se alejó.
—Lo sé —dijo—. Hiciste lo que pudiste.
Guillermo le levantó su barbilla con su dedo. —Te veré mañana a las cinco. —Se inclinó para besar la comisura de su boca, y luego se alejó.
Fue entonces cuando me di cuenta de que mi cuerpo estaba inclinado hacia adelante y Valentin estaba nuevamente agarrando mi camisa, con los nudillos
blancos.
Los ojos de Paula se quedaron pegados en el suelo.
—¿Qué hay a las cinco? —Ardía en furia.
—Ella estuvo de acuerdo con cenar si Guillermo le permitía quedarse. No tenía otra opción, Pedro —dijo Rosario.
Paula miró hacia mí con sus grandes ojos afligidos.
—Tenías una opción —dije.
—¿Alguna vez has tratado con la mafia,Pedro? Lo siento si tus sentimientos están heridos, pero una comida gratis con un viejo amigo no es un precio alto a pagar para mantener a Ruben vivo.
Apreté mi mandíbula para cerrarla, negándome a dejarla abrirse para que las palabras se derramaran hacia fuera, lo que lamentaría más tarde.
—Vamos, chicos, tenemos que encontrar a Benny —dijo Rosario, tirando a Paula del brazo.
Valentin caminaba a mi lado mientras seguíamos a las chicas por el edificio del Strip de Benny. Era un bloque de luces brillantes, pero era como un lugar donde el oro nunca había sido tocado—y no pretendía hacerlo.Paula se detuvo, y luego se acercó a pocos pasos de una puerta verde grande. Llamó a la puerta, y sostuve su otra mano para evitar que le temblara.
El portero apareció en la puerta abierta. Él era enorme, negro, intimidante, y tan ancho como alto, con la típica Vegas sinvergüenza de pie junto a él. Cadenas de oro, ojos sospechosos, y una barriga por comer demasiado de la cocina de su madre.
—Benny —susurró Paula.
—Vaya, vaya… ya no eres el Trece Afortunado, ¿cierto? Ruben no me dijo lo llamativa que te has convertido. He estado esperando por ti, Cookie. Oí que tienes un pago para mí.
Paula asintió, y Benny hizo un gesto hacia el resto de nosotros. —Están conmigo —dijo ella, su voz sorprendentemente fuerte.
—Me temo que tus acompañantes tendrán que esperar afuera —dijo el portero en un tono profundo sorprendentemente fuerte.
Tomé a Paula por el brazo, girando mi hombro en una postura protectora.
—No va a entrar allí sola. Voy con ella.
Benny me miró durante un momento, y luego sonrió a su portero. —Es lo suficientemente justo. Ruben estará contento de saber que tienes a tan buen amigo.
Lo seguimos adentro. Continué con un firme control sobre el brazo de Paula, asegurándome de interponerme entre ella y la amenaza más grande—el portero. Caminamos detrás de Benny, lo seguimos hasta un ascensor, y luego bajamos cuatro pisos.
Cuando se abrieron las puertas, un gran escritorio de caoba apareció a la vista. Benny cojeó a su sillón de felpa y se sentó, haciendo un gesto para que tomáramos las dos sillas vacías frente a su escritorio. Me senté, pero la adrenalina fluía por mis venas, haciendo que me moviera nerviosamente y me agitara. Podía oír y ver todo en la habitación, incluyendo a los dos matones de pie en las sombras detrás del escritorio de Benny.
Paula se estiró para agarrar mi mano, y le dio un apretón tranquilizador.
—Ruben me debe veinticinco mil. Confío en que tienes la cantidad completa —dijo Benny, escribiendo algo en una libreta.
—En realidad —Paula se detuvo, aclarándose la garganta—, me faltan cinco mil, Benny. Pero tengo todo el día de mañana para conseguirlos. Y cinco mil no es un problema, ¿cierto? Sabes que soy buena para eso.
—Paulita —dijo Benny, frunciendo el ceño—. Me decepcionas. Conoces mis reglas mejor que nada.
—Por… Por favor, Benny. Te estoy pidiendo que tomes los diecinueve mil y tendré el resto para ti mañana.
Los ojos pequeños y brillantes de Benny iban de Paula a mí, y luego de vuelta otra vez. Los matones salieron de sus rincones oscuros, y los pelos de mi nuca estaban de pie otra vez.
—Sabes que no tomo nada a menos que sea la cantidad completa. El hecho de que estés tratando de darme menos de lo que es me dice algo. ¿Sabes lo que me dice? Que no estás segura de poder conseguir la cantidad completa.
Los matones dieron otro paso hacia adelante. Examiné sus bolsillos y cualquier forma bajo su ropa que gritara arma. Los dos tenían algún tipo de cuchillo, pero no vi ningún arma. Eso no significaba que no tenían un escondite en una bota, pero dudaba que alguno fuera más rápido que yo. Si necesitaba, podría alejarme de ellos y salir pitando de allí.
—Puedo obtener tu dinero, Benny. —Paula soltó una risita nerviosa—. Gané ocho mil novecientos en seis horas.
—Entonces ¿me estás diciendo que me traerás ocho mil novecientos en las próximas seis horas? —Benny nos sonrió diabólicamente.
—El plazo no es hasta la medianoche de mañana —dije, mirando atrás de nosotros y mirando a los hombres sombras que se acercaban.
—¿Q… qué estás haciendo, Benny? —preguntó Paula, su postura rígida.
—Ruben me llamó anoche. Dijo que te estabas encargando de su deuda.
—Le estoy haciendo un favor. No te debo dinero —dijo con severidad.
Benny apoyó sus codos gordos y rechonchos encima de la mesa. —Estoy considerando enseñarle a Ruben una lección, además tengo curiosidad de ver cuán suertuda eres, chica.
Instintivamente, salí rápidamente de mi silla, tirando a Paula conmigo. La tiré detrás de mí, retrocediendo hacia la puerta.
—Josiah está afuera de la puerta, chico. ¿A dónde piensas que vas a escapar?
—Pedro —advirtió Paula.
No habría más charla. Si dejo que cualquiera de estos matones me pase, lastimarían a Paula. La puse detrás de mí.
—Espero que sepas, Benny, que cuando me deshaga de tus hombres, no quiero ser irrespetuoso. Pero estoy enamorado de esta chica, y no puedo dejar que la lastimes.
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