TRILOGIA:LA PRIMER PARTE CONTADA POR PAULA,LA SEGUNDA POR PEDRO Y LA TERCERA EN UN MOMENTO ESPECIFICO DE SUS VIDAS
domingo, 18 de mayo de 2014
CAPITULO 167
Los dioses del cumpleaños deben haber quedado satisfechos con mis esfuerzos, porque justo cuando Paula estaba disfrutando mucho, una canción lenta comenzó. Una de mis favoritas. Mantuve mis labios en su oído, cantándole, e inclinándome hacia atrás para articular las partes importantes que yo quería que entendiera de mí. Probablemente no entendió esa parte, pero eso no me impidió intentarlo.
La incliné hacia atrás y dejó caer sus brazos detrás de ella, sus dedos casi tocando el suelo. Se echó a reír a carcajadas, y luego nos quedamos de pie, balanceándonos hacia adelante y hacia atrás de nuevo. Envolvió sus brazos
alrededor de mi cuello y suspiró contra mi piel. Olía tan bien, que era ridículo.
—No podré hacer esto cuando haya terminado con todos esos tragos —Se rió.
—¿Te he dicho lo increíble que te ves esta noche?
Sacudió la cabeza y me abrazó y apoyó la cabeza en mi hombro. La apreté contra mí y enterré mi cara en su cuello. Cuando estábamos así, tranquilos, felices, ignorando el hecho de que no íbamos a ser algo más que amigos, era el único lugar donde quería estar.
La puerta se abrió, y los brazos de Paula desaparecieron.
—Adrian —gritó, corriendo a abrazarlo.
La besó en los labios, y pasé de sentirme como un rey a un hombre al borde de la muerte.
Adrian levantó su muñeca y sonrió, pronunciándole algo sobre estúpido brazalete.
—Hola —dijo Rosario fuerte en mi oído. A pesar de que el volumen de su voz era más fuerte de lo normal, nadie más podía oír.
—Hola —dije de nuevo, sin dejar de mirar a Adrian y Paula.
—Mantén la calma. Valentin dijo que Adrian sólo está de pasada. Tiene algo que hacer mañana temprano, así que no puede estar mucho tiempo.
—¿Oh, sí?
—Sí, y mantente tranquilo. Toma una respiración. Se irá antes de que te des cuenta.
Paula llevó a Adrian al mostrador, tomó otro vaso, y lo bebió, dejándolo caer fuertemente como las cinco veces antes. Benjamin le dio otros veinte, y bailó hacia la sala de estar.
Sin dudarlo, la agarré y bailamos con Rosario y Valentin.
Valentin le dio un golpe en el trasero.
—¡Uno!
Rosario le dio la segunda, y después los demás se unieron. En la número diecinueve, me froté las manos, haciéndole pensar que le iba a dar duro.
—¡Mi turno!
Ella se frotó el trasero. —¡Sé amable! ¡Me duele el trasero!
Fui incapaz de ocultar mi regocijo, levanté mi mano hasta la altura de mi hombro.
Paula cerró sus ojos, y después de un momento, miró hacia atrás. Me detuve antes de tocar su trasero, y le di una suave palmada.
—¡Diecinueve! —le grité.
Los invitados aplaudieron,Rosario le cantó su versión borracha de “Feliz cumpleaños”.
En la parte que tenía que decir su nombre, todos cantaron “Paloma”. Me hizo sentir un poco orgulloso.
Una canción lenta comenzó a sonar desde el estéreo, pero esta vez Adrian la llevó al centro de la habitación de baile. Él se veía como un robot con dos pies izquierdos, rígidos y torpes.
Traté de no mirar, pero antes de que la canción terminara, vi que ellos se deslizaban al pasillo. Mis ojos se encontraron con los de Rosario. Me sonrió, me guiñó un ojo y sacudió su cabeza, diciéndome silenciosamente que no hiciera algo
estúpido.
Ella tenía razón. Paula no estuvo a solas con él por más de cinco minutos, antes de que caminaran a la puerta principal. La expresión incómoda y avergonzada en el rostro de Paula me dijo que Adrian había tratado de que esos
pocos minutos fueran memorables.
Le besó la mejilla, y después Paula cerró la puerta.
—¡Papá se ha ido! —grité, poniendo a Paula en el centro de la sala.
—¡Hora de que la fiesta comience!
Todo el mundo estalló en aplausos.
—¡Espera! ¡Es tiempo! —dijo Paula mientras entraba a la cocina. Tomó otro trago.
Al ver que todavía le faltaban muchos, tomé uno del final y lo bebí. Paula tomó otro trago, así que hice lo mismo.
—Siete más, Paula —dijo Benjamin, y le entregó más dinero.
La siguiente hora bailamos, reímos, y hablamos de cosas sin importancia.
Los labios de Paula se transformaron en una sonrisa, y no podía dejar de mirarla durante toda la noche.
No sabía cuánto tiempo hacía que la estaba mirando, pensé que me iba a sorprender mirándola, y me hizo preguntarme qué pasará cuando regresemos al departamento.
Paula se tomó su tiempo para beber los siguientes tragos, pero en el décimo, ya se encontraba en mal estado. Bailó en el sofá con Rosario, saltaron y rieron, pero luego perdió el equilibrio. La atrapé antes de que cayera.
—Has probado tu punto —le dije—. Has bebido más que cualquier chica que jamás he conocido. No te dejaré beber más.
—Al diablo contigo —dijo, arrastrando las palabras—. Tengo seiscientos dólares esperándome en esos tragos, y tú entre todas las personas no vas a decirme que no puedo hacer algo extremo por dinero.
—Si lo que quieres es dinero, Paloma…
—No estoy pidiéndote dinero prestado —se burló.
—Iba a sugerirte que empeñaras el brazalete —dije sonriendo.
Me dio un golpe en el brazo justo cuando Rosario comenzaba la cuenta regresiva para la media noche. Cuando las manecillas del reloj marcaron las doce, todos celebramos. Nunca había sentido tantas ganas de besar a una chica como ahora.
Rosario y Valentin se me adelantaron y besaron cada uno una de sus mejillas. La levanté del suelo y di vueltas con ella.
—Feliz cumpleaños, Paloma —le dije, tratando de no presionar mis labios con los suyos.
Todos los de la fiesta sabían lo que ella había estado haciendo en el pasillo con Adrian. Sería una mierda para mí si la hacía quedar mal frente a todos los demás. Me miró con sus grandes ojos grises, y me derretí mirándolos.
—¡Más tragos! —dijo, tropezando a la cocina. Sus palabras me sobresaltaron, con todo el ruido y el movimiento alrededor de nosotros, su voz me devolvió a la realidad.
—Te ves acabada, Paula. Creo que es hora de que acabe tu noche —dijo Benjamin cuando llegó al mostrador.
—No soy una gallina —dijo—. Quiero ver mi dinero.
Me uní a ella cuando Benjamin le dio un billete de veinte por los últimos dos vasos.
Le gritó a sus compañeros—: ¡Ella va a beber los últimos! ¡Necesito quince!
Todos gimieron y rodaron sus ojos, sacaron de su billetera billetes de veinte para apilarlos en los últimos vasos.
—Nunca hubiera pensado que podría perder cincuenta dólares en una apuesta de quince tragos con una chica —se quejó Daniel.
—Créelo, Jenks —dijo ella, tomando un vaso con una mano.
Levantó cada vaso, pero después se detuvo.
—¿Paloma? —le pregunté, acercándome.
Levantó su dedo, y Benjamin sonrió. —Va a perder —dijo.
—No, no lo hará —dijo Rosario muy segura—. Respira profundo, Paula Cerró sus ojos e inhaló, recogió el último trago que quedaba en el mostrador.
—¡Santo Dios, Paula! Vas a morir envenenada de alcohol —dijo Valentin horrorizado.
—Es buena en esto —aseguró Rosario.
Empujó su cabello hacia atrás, y dejó que el tequila corriera por su garganta.
Todos estallaron en silbidos y gritos detrás de nosotros. Benjamin le entregó el fajo de dinero.
—Gracias —le dijo con orgullo, metiendo el dinero en su sostén.
Nunca había visto algo así en mi vida.
—Eres increíblemente sexy justo ahora —le dije al oído mientras caminábamos al salón.
Envolvió sus brazos a mí alrededor, probablemente por el efecto del tequila.
—¿Estás segura de que estás bien?
Quiso decir—: Estoy bien. —Pero las palabras salieron raras.
—Hay que hacer que vomite, Pepe. Sacar eso de su sistema —dijo Valen.
—Dios mío, Valen. Déjala en paz. Está bien —dijo Rosario molesta.
Las cejas de Valentin se alzaron.
—Sólo estoy preocupado de que algo malo suceda.
—¿Paula? ¿Estás bien? —preguntó Rosario.
Paula consiguió darle una sonrisa, pero se encontraba medio dormida.
Rosario miró a Valentin.
—Sólo hay que dejar que fluya por su sistema, después se recuperará. No es la primera vez que toma. Cálmate.
—No puedo creerlo —dijo Valentin—. ¿Qué opinas, Pedro?
Enderecé a Paula y le pregunté—: ¿Paloma? ¿Quieres jugar salvado y condenado?
—No —dijo—. Quiero bailar. —Y envolvió sus brazos a mí alrededor con más fuerza.
Miré a Valentin y se encogió de hombros.
—Siempre y cuando esté de pie y en movimiento…
No se veía feliz, Valentin pasó a través de la multitud hacia la improvisada pista de baile hasta que se perdió de vista. Rosario chasqueó la lengua, rodó los ojos y lo siguió. Paula presionó su cuerpo con el mío. A pesar de que el ritmo de la canción era rápido, estábamos en el centro de la pista bailando lento, rodeados de gente moviéndose y agitando los brazos.
Luces azules, moradas y verdes se movían a nuestro alrededor en el suelo y en las paredes. Las luces azules se reflejaban en el rostro de Paula, y tuve que concentrarme para no besarla en ese momento.
Cuando la fiesta comenzó a decaer unas horas más tarde, Paula y yo todavía seguíamos en la pista de baile. Se había serenado después de que la alimentara con galletas saladas y queso, y había tratado de bailar alguna estúpida canción de pop con Rosario, pero aparte de eso, Paula había estado en mis brazos todo el tiempo, me tenía bien sujetado con sus muñecas detrás de mi cuello.
La mayoría de las personas ya se habían ido o se encontraban en algún lugar del departamento, y la pelea entre Valentin y Rosario había empeorado.
—Si no estás abordo conmigo, me voy —dijo Valentin, caminando a la puerta.
—Todavía no quiero irme —murmuró Paula con los ojos medio cerrados.
—Creo que por esta noche es suficiente. Vamos a casa. —Cuando di un paso a la puerta, me di cuenta que Paula no se movió, miraba el suelo, se veía mal.
—Vas a vomitar, ¿no es así?
Me miró con los ojos medio cerrados. —Sólo espera un momento.
Se movió un paso atrás y uno adelante antes de que la cargara.
—Tú, Pedro Alfonso, eres muy sexy cuando no actúas como un mujeriego—dijo, torciendo ridículamente su boca en forma de sonrisa.
—Uh… gracias —dije, sujetándola más fuerte. Paula me tomó la mejilla con su mano.
—¿Señor Alfonso, sabe qué?
—¿Qué pasa, cariño?
Su expresión se volvió seria. —En otra vida, podría amarte.
La miré por un momento, sus ojos se veían cristalinos. Estaba borracha, pero sólo por un instante no me parecía mal fingir que lo decía en serio.
—Creo que quieres decir que me amas.
Inclinó su cabeza, y presionó sus labios en la esquina de mi boca. Había tratado de besarme, pero falló. Se echó hacia atrás, y luego dejó caer su cabeza en mi hombro.
Miré alrededor, y todos estaban congelados, mirando en estado de shock lo que acababan de presenciar. Sin una palabra, la saqué de la casa y la llevé al Charger, en donde Rosario estaba de pie y con los brazos cruzados.
Valentin señaló a Paula.
—¡Mírala! ¡Es tu amiga, y la dejaste hacer algo increíblemente peligroso! Incluso la animaste.
Rosario se señaló a sí misma. —¡La conozco,Valen! La he visto hacer muchas cosas por dinero.
La miré confundido.
—En tragos. Quiero decir, la he visto tomar más tragos por dinero —dijo tratando de explicar—. Sabes a lo que me refiero.
—¡Escucha lo que dices! —dijo Valentin gritando—. Has seguido a Paula desde Kansas para evitar que se meta en problemas. ¡Mírala! Tiene un nivel de alcohol muy peligroso en su organismo, ¡y está inconsciente! Se supone que debería de estar bien, ya que la cuidas.
Rosario estrechó sus ojos.
—¡Oh, muchas gracias por el anuncio gratuito que me has dado acerca de lo que no se debe hacer en la universidad, señor dieciocho años con once billones de “importantes” amigas debajo de su pantalón! —Utilizó sus dedos para decir entre comillas importantes.
La boca de Valentin se abrió de golpe, se quedó sin habla.
—Entra al maldito coche. Estás borracha.
Rosario se echó a reír.
—¡No sabes lo que quiero decir, niño de mamá!
—¡Te dije que éramos cercanos!
—¡Sí, yo y mi trasero! ¡Eso no significa que la voy a llamar dos veces al día!
—Eres una perra.
El rostro de Rosario se volvió blanco.
—Llévame. A. Casa.
—¡Me encantaría hacerlo, pero para eso tienes que entrar en el puto coche! —dijo Valentin gritando. Su rostro se puso rojo y las venas de su cuello palpitaban.
Rosario abrió la puerta y se metió a la parte trasera, dejando la puerta abierta. Me ayudó a colocar a Paula a su lado y pude sentarme con ellas.
El viaje a casa fue breve y en silencio. Cuando Valentin se estacionó y puso el freno de mano, salí rápidamente del coche.
La cabeza de Paula estaba en el hombro de Rosario, su rostro estaba cubierto con su cabello. Me metí y saqué a Paula poniéndole sobre mi hombro.
Rosario salió rápidamente y se dirigió a su coche, poniendo las llaves en su bolso.
—Ro —dijo Valentin, arrepentido, le temblaba la voz.
Rosario se subió al coche, cerró la puerta en la cara de Valentin, y se fue.
Paula tenía su culo arriba y sus brazos colgaban en mi espalda.
—Va a regresar por Paula, ¿verdad? —preguntó Valentin con el rostro lleno de desesperación.
Paula gimió, y luego sacudió su cuerpo. Después emitió un gemido/gruñido que siempre acompañaba al vómito precedido de salpicaduras. La parte trasera de mis piernas se sentían húmedas.
—Dime que no lo hizo —le pregunté horrorizado.
Valentin retrocedió por un segundo y después se enderezó.
—Sí, lo hizo.
Corrí escaleras arriba subiendo de dos en dos, mientras Valentin trataba de encontrar la llave del departamento. Abrió y corrí al baño.
Paula se inclinó en el inodoro, y vació todo el contenido de su estómago.
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buenísimo,seguí subiendo!!!
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