domingo, 18 de mayo de 2014

CAPITULO 165



Paula no se quedó en el baño mucho tiempo. En realidad, no podía dejar el apartamento lo suficientemente rápido. Traté de no dejar que me afecte. Paula generalmente se volvía loca cada vez que algo serio ocurría.
La puerta principal se cerró y el coche de Rosario salió del estacionamiento.
Una vez más, el apartamento parecía sofocante y demasiado vacío al mismo tiempo. Odiaba estar allí sin ella y me pregunté que hubiera hecho yo antes de conocernos.
Pasé por encima de una pequeña bolsa de plástico de la farmacia que recogí hace un par de días. Había subido algunas fotos de mí y Paula desde mi teléfono y pedí algunas impresiones.
Las paredes blancas, finalmente tuvieron un poco de color. Justo cuando la última foto fue clavada en su lugar, Valentin llamó a la puerta.


—Oye, hombre.


—¿Sí?


—Tenemos cosas que hacer.


—Lo sé.


Fuimos en coche hasta el apartamento de Benjamin, mayormente en silencio.
Cuando llegamos, Benjamin abrió la puerta, con al menos dos docenas de globos. Las cuerdas largas de plata soplaron en su rostro, y las apartó, escupiendo algunas de
los labios.


—Me preguntaba si ustedes habían cancelado. Gabriel está trayendo la tarta y el licor.


Caminamos junto a él en la sala. Sus paredes no se veían muy diferente de la mías, pero su apartamento o bien estaba "totalmente amueblado" o consiguieron el sofá del Ejército de Salvación.


Benjamin continuó—: Pedí a algunos novatos que consiguieran algo de comida y los parlantes de Miguel. Una de las chicas Sigma Cappa nos prestó algunas luces, no te preocupes, no las invite. Le dije que era para una fiesta del próximo fin de semana. Deberíamos prepararla.


—Bueno —dijo Valentin—Rosario se volvería loca si llegara y nos encontrara aquí con un grupo de chicas de la hermandad.


Benjamin sonrió. —Las únicas chicas de aquí serán algunas de las compañeras de clase de Paula y las novias de los chicos del equipo. Creo que a Paula le va a encantar.


Sonreí, viendo a Benjamin extendiendo los globos en el techo, dejando que las cuerdas cuelguen. —Yo también lo creo. ¿Valen?


—¿Sí?


—No llames a Adrian hasta el último minuto. De esta manera, lo invitamos, pero si viene, al menos no va a estar aquí todo el tiempo.


—Lo tengo.


Benjamin tomó aliento. —¿Quieres ayudarme a mover muebles,Pepe?


—Claro —le dije, siguiéndolo a la otra habitación. El comedor y la cocina eran una habitación, y las paredes ya estaban llenas de sillas. La barra tenía una hilera de vasos limpios de chupitos y una botella sin abrir de Patrón.


Valentin se detuvo, mirando la botella. —Esto no es para Paula, ¿verdad? Benjamin sonrió, sus dientes blancos en contraste con su piel oliva oscura.


—Uh... sí. Es una tradición. Si el equipo de fútbol está montándole una fiesta, ella tendrá que seguir el ritmo del equipo.


—No puedes hacerla beber tantos tragos —dijo Valentin—. Pedro. Dile.


Benjamin levantó la mano. —No estoy haciéndole hacer nada. Para cada trago que beba, tendrá un billete de veinte. Es nuestro regalo para ella. —Su sonrisa se desvaneció cuando vio el ceño fruncido de Valentin.


—¿Tu regalo es la intoxicación por alcohol?


Asentí una vez. —Veremos si ella quiere tener un cumpleaños de tragos por veinte dólares, Valen. No hay nada malo en eso.


Trasladamos la mesa del comedor a un lado, y luego ayudamos a los novatos a traer la comida y los altavoces. Una de las novias de los chicos comenzó a rociar ambientador de aire alrededor de la vivienda.


—¡Nikki! ¡Termina con esa mierda!


Ella puso la mano en la cintura. —Si no olieran tan mal, no tendría que hacerlo. ¡Diez chicos sudorosos en un apartamento empiezan a apestar bastante rápido! No quieres que ella esté caminando por aquí cuando huele como un vestuario, ¿verdad?


—Tienes razón —dije—. Hablando de eso, tengo que volver y ducharme.Nos vemos en media hora.


Valentin se secó la frente y asintió, sacando su celular de un bolsillo de los vaqueros y las llaves del otro.
Le escribió un mensaje rápido a Rosario. En cuestión de segundos, su teléfono sonó. Sonrió. —Que me condenen. Están justo a tiempo.


—Esa es una buena señal.


Nos precipitamos de regreso a nuestro apartamento. En quince minutos, me duché, me afeité y me vestí.Valentin no se demoró mucho tiempo, pero me mantuve mirando mi reloj.


—Cálmate —dijo Valentin, abotonándose la camisa a cuadros verdes—.Siguen estando de compras.


Un motor ruidoso se detuvo en frente, la puerta del coche se cerró de golpe, y luego pasos subieron los escalones de hierro fuera de nuestra puerta.


La abrí, y sonreí. —Justo a tiempo.


Marcos sonrió, con una caja de tamaño mediano con agujeros en los costados y una tapa.


—Él ha sido alimentado, bebió, hizo su mierda diaria. Debería estar bien por un tiempo.


—Eres increíble, Marcos. Gracias. —Miré más allá de él para ver a mi padre sentado al volante de su camioneta. Saludó con la mano y le devolví el saludo.


Marcos abrió la tapa un poco y sonrió. —Sé bueno, hombrecito. Estoy seguro de que nos veremos de nuevo.
La cola del cachorro golpeó contra la caja, mientras sustituía la parte superior, y luego lo llevé dentro.


—Aw, hombre. ¿Por qué mi habitación? —preguntó Valentin, gimiendo.


—En caso de que Paloma entre en la mía antes de que esté listo. —Saqué mi celular y marqué el número de Paula. El teléfono sonó una vez, y luego otra vez.


—¿Hola?


—¡Es la hora de la cena! ¿A dónde demonios han ido ustedes dos?


—Nuestras indulgencias eran mimarnos un poco. Tú y Valen sabían cómo comer antes de que saliéramos del departamento. Estoy segura de que puedes manejarlo.


—Bueno, no, joder. Nos preocupamos por ustedes, ya sabes.


—Estamos bien —dijo, con una sonrisa en su voz.
Rosario habló en algún lugar cerca de Paula.


—Dile que regresaremos en poco tiempo. Tengo que detenerme a recoger unas notas de Valen con Benjamin, y entonces iremos a casa.


—¿La has escuchado? —preguntó Paula.


—Sí. Nos vemos luego, Paloma.


Colgué el teléfono y seguí rápidamente a Valentin hacia el Charger. No estaba seguro de por qué, pero estaba nervioso.


—¿Llamaste al imbécil?


Valentin asintió, poniendo el coche en marcha. —Mientras estaba en la ducha.


—¿Vendrá?


—Más tarde. Él no estaba contento por la poca antelación, pero cuando le recordé que era necesario debido a su boca jodidamente grande, no tuvo mucho que decir después de eso.


Sonreí.Adrian siempre me ha molestado. Pero no invitarlo haría a Paula infeliz, así que tuve que ir en contra de mi mejor juicio y dejar que Valentin lo llamara.


—No te emborraches y lo golpees —dijo Valentin.


—No lo prometo. Estaciona allí, donde ella no lo vea —dije, indicando la parte de al lado.


Corrimos alrededor de la esquina del apartamento de Benjamin, y golpeé.

Estaba silencioso.

—¡Somos nosotros! Abre.

La puerta se abrió, y Daniel Jenks estaba en la puerta con una sonrisa tonta en la cara. Se balanceó hacia delante y atrás, ya borracho. Él era la única persona que me gustaba menos que Adrian. Nadie podía probarlo, pero se rumorea que Jenks había puesto algo en la bebida de una chica una vez en una fiesta de fraternidad.
La mayoría cree eso, puesto que era la única forma en que podía tener sexo. Nadie había podido probarlo, así que sólo traté de mantener un ojo sobre él.
Lancé una mirada a Valentin, que levantó las manos. Era evidente que él no era consciente que Jenks iba a estar allí.
Eché un vistazo a mi reloj, y esperamos en la oscuridad con decenas de cuerdas de plata en nuestras caras. Todo el mundo estaba cerca, amontonados en la sala esperando por Paula, que el movimiento de una sola persona de todos nosotros nos delataría de un modo u otro hecho.

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