TRILOGIA:LA PRIMER PARTE CONTADA POR PAULA,LA SEGUNDA POR PEDRO Y LA TERCERA EN UN MOMENTO ESPECIFICO DE SUS VIDAS
domingo, 18 de mayo de 2014
CAPITULO 166
Un par de golpes en la puerta nos hizo congelarnos. Esperaba que Rosario entrara, pero no pasó nada. La gente susurraba mientras que otros los hacían callar.
Otro golpe impulsó a Benjamin, y tomó varios pasos rápidos hacia la puerta, la abrió, revelando a Rosario y Paula en la puerta.
—¡FELIZ CUMPLEAÑOS! —gritaron todos al unísono.
Los ojos de Paula se agrandaron, y luego sonrió, cubriendo rápidamente su boca. Rosario la empujó hacia dentro, y todos se reunieron alrededor.
Mientras hacía mi camino a Paula, la multitud se dividió. Se veía fenomenal,con un vestido gris y zapatos de tacón de color amarillo. Las palmas de mis manos ahuecaron cada lado de su rostro sonriente, y apreté los labios contra su frente.
—Feliz cumpleaños, Paloma.
—Es hasta mañana —dijo, sonriendo a todo el mundo que nos rodeaba.
—Bueno, ya que podrías sospecharlo, decidimos hacer algunos cambios al último minuto y sorprenderte. ¿Sorprendida?
—¡Mucho!
Jeronimo se precipitó para desearle un feliz cumpleaños y Rosario dio un codazo a su lado.
—¡Qué bueno que tuviste que hacer algunas diligencias conmigo hoy, o te hubieras presentado desarreglada!
—Te ves grandiosa —le dije, mirándola fijamente. Grandiosa no era la palabra más poética que podría haber usado, pero no quería pasarme.
Benjamin se acercó a darle un abrazo de oso a Paula —Y espero que sepas que Rosario me dijo que Benjamin le daba escalofríos justo antes de llegar aquí.
Rosario echó a reír. —Funcionó, ¿no?
Paula sacudió la cabeza, sin dejar de sonreír y con los ojos abiertos de la sorpresa. Se inclinó al oído de Rosario y le susurró algo, y luego Rosario le susurró de vuelta. Iba a tener que preguntarle después de qué se trataba.
Benjamin subió el volumen de la música y todo el mundo gritó.
—¡Ven aquí, Paula! —dijo, caminando hacia la cocina. Cogió la botella de tequila en el bar, y se puso delante de los vasos de chupitos alineados en el mostrador—. Feliz cumpleaños de parte del equipo de fútbol, pequeña. —Sonrió, llenando cada vaso de Patron—. Esta es la manera en que nosotros hacemos los cumpleaños: Cumplirás diecinueve, tienes diecinueve tragos. Puedes beber todo o no terminarlo, pero mientras más bebas, más de estos consigues —dijo, desplegándose un puñado de billetes de veinte.
—¡Oh, Dios mío! —gritó Paula. Sus ojos se iluminaron en el lugar de tanto verde.
—¡Bebe todo, Paloma! —le dije.
Paula miró a Benjamin, sospechosamente.
—¿Tendré veinte por cada trago que beba?
—Así es, peso ligero. Por tu tamaño, diré que voy a perder sesenta dólares al final de la noche.
—Reconsidéralo otra vez, Benjamin —dijo Paula. Levantó el primer vaso a su boca y lo dejó entre sus labios. Tenía la cabeza inclinada hacia atrás para vaciar el vaso, y luego hizo rodar el borde a través del resto de su labio, colocándolo en la otra mano. Era la cosa más sexy que jamás había visto.
—¡Mierda! —dije, de repente encendido.
—Esto será realmente un desperdicio, Benjamin —dijo Paula, limpiando las comisuras de su boca—. Prefiero Cuervo, no Patron.
La sonrisa satisfecha en el rostro de Benjamin se desvaneció, y negó con la cabeza y se encogió de hombros.
—Acaba con esto, entonces. Tengo la billetera llena de billetes de doce jugadores de fútbol que dicen que no puedes terminar diez.
Ella entrecerró los ojos. —Doble o nada, yo digo que puedo beber quince.
Yo no podía dejar de sonreír, y al mismo tiempo me preguntaba cómo en nombre de Dios iba a comportarme si ella seguía actuando como una maldita estafadora de Las Vegas. Era caliente como el infierno.
—¡Guau! —gritó Valentin—. ¡No podemos hospitalizarte el día de tu cumpleaños, Paula!
—Ella puede hacerlo —dijo Rosario, mirando a Benjamin.
—¿Cuarenta dólares por cada trago? —preguntó Benjamin, pareciendo inseguro.
—¿Tienes miedo? —preguntó Paula.
—¡Diablos, no! Te daré veinte por trago, y cuando llegues a quince, duplicaré el total.
Ella agarró otro trago. —Así es como se celebran los cumpleaños en Kansas.
La música estaba muy alta, y me aseguré de bailar con Paula en cada canción en la que ella estuviera de acuerdo. Todo el piso estaba lleno de sonrientes jóvenes universitarios, una cerveza en una mano y un vaso en la otra. Paula se marchaba de vez en cuando para tomar otro trago, y luego regresaba conmigo a nuestra pista de baile improvisada en la sala de estar.
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