TRILOGIA:LA PRIMER PARTE CONTADA POR PAULA,LA SEGUNDA POR PEDRO Y LA TERCERA EN UN MOMENTO ESPECIFICO DE SUS VIDAS
domingo, 11 de mayo de 2014
CAPITULO 144
Una vez fuera, agarré la mano de Paula, pero la apartó.
Me di la vuelta y grité en su cara. —¡Debería simplemente besarte y superarlo! ¡Estás siendo ridícula! Besé tu cuello, ¿y qué?
Paula se inclinó hacia atrás, y cuando eso no creó suficiente espacio, me empujó. No importaba cuán enojado estaba, no conocía el miedo. Fue un poco caliente.
—No soy una amiga para follar, Pedro.
Negué con la cabeza, aturdido. Si había algo más que pudiera hacer para impedir que pensara eso, no sabía lo que era. Ella fue especial para mí desde el momento en que le puse los ojos encima, y traté de hacérselo saber cada vez que podía. ¿Cómo podía hacerle entender eso? ¿Cuán diferente de a todos los demás podía tratarla?
—¡Nunca dije que lo fueras! ¡Estás conmigo las veinticuatro horas del día, duermes en mi cama, pero la mitad del tiempo actúas como si no quisieras que te vieran conmigo!
—¡Vine aquí contigo!
—Nunca te he tratado con algo más que con respeto, Paloma.
—No, sólo me tratas como tú propiedad. ¡No tenías derecho a ahuyentar a Eduardo así!
—¿Sabes quién es Eduardo? —Cuando negó con la cabeza, me incliné más cerca—. Yo sí. Fue arrestado el año pasado por agresión sexual, pero los cargos fueron retirados.
Se cruzó de brazos. —Oh, ¿así que tienen algo en común?
Un velo rojo cubría mis ojos y, en menos de un segundo, la rabia hervía dentro de mí. Tomé una respiración profunda, para tranquilizarme. —¿Me estás llamando violador?
Paula hizo una pausa en sus pensamientos, y su vacilación hizo que la ira se derritiera. Era la única que tenía ese efecto en mí. En cada otro momento que había estado tan enfadado, había golpeado algo o alguien. Nunca había golpeado a una mujer, pero definitivamente le hubiera dado un golpe a la camioneta estacionada al lado de nosotros.
—No, ¡sólo estoy molesta contigo! —dijo, apretando los labios.
—He estado bebiendo, ¿de acuerdo? Tu piel estaba a tres centímetros de mi cara, eres hermosa y hueles malditamente increíble cuando sudas. ¡Te besé! ¡Lo
siento! ¡Supéralo!
Mi respuesta hizo que se detuviera, y las comisuras de su boca se elevaron.
—¿Crees que soy hermosa?
Fruncí el ceño. Qué pregunta más estúpida. —Eres guapísima y lo sabes.¿Por qué estás sonriendo?
Cuanto más trataba de no sonreír, más lo hacía. —Nada. Vámonos.
Me reí una vez, y luego sacudí la cabeza. —¿Qué…? ¿Tú…? ¡Tú eres un grano en mi trasero!
Sonreía de oreja a oreja por mi elogio, y había pasado de psicópata a ridículo en menos de cinco minutos. Trató de dejar de sonreír y, a su vez, eso me hizo sonreír.
Puse mi brazo alrededor de su cuello, pidiéndole a Dios haber podido besarla. —Me estás volviendo loco, ¿sabes?
El viaje a casa fue silencioso y, cuando por fin llegamos al apartamento, Paula fue directo al cuarto de baño, encendiendo la ducha. Mi mente estaba demasiado difusa para revolver a través de su mierda, así que agarré uno de mis bóxers y una camiseta. Llamé a la puerta, pero no contestó, así que seguí adelante y entré, lo dejé en el fregadero, y luego salí. No estaba seguro de qué decirle de todos modos.
Ella entró, engullida por mi ropa, y cayó en la cama, con una permanente sonrisa aún en su cara.
La miré por un momento y me devolvió la mirada,claramente
preguntándose qué pensaba. El problema era que ni siquiera yo lo sabía. Sus ojos viajaron lentamente por mi cara a mis labios, y entonces lo supe.
—Buenas noches, Paloma —dije en voz baja, girándome y maldiciéndome como nunca antes. Sin embargo, estaba increíblemente borracha, y no me iba a aprovechar. Sobre todo después de que me había perdonado por el espectáculo que había hecho con Aldana.
Paula se removió durante varios minutos antes de finalmente tomar un respiro. —¿Pepe? —Se apoyó sobre un codo.
—¿Sí? —dije, sin moverme. Tenía miedo de que si la miraba a los ojos, todo pensamiento racional se iría por la ventana.
—Sé que estoy borracha y acabamos de tener una enorme pelea sobre esto,pero...
—No voy a tener sexo contigo, así que deja de preguntar.
—¿Qué? ¡No!
Me eché a reír y me giré, mirando su dulce expresión horrorizada. —¿Qué, Paloma?
—Esto... —dijo, recostando su cabeza en mi pecho y pasando su brazo sobre mi estómago, abrazándome cerca.
No era lo que esperaba. En absoluto. Levanté mi mano y me congelé en el lugar, sin saber qué demonios hacer. —Estás borracha.
—Lo sé —dijo, desvergonzada.
No importaba qué tan enojada estaría en la mañana, no podía decir que no.
Relajé una mano en su espalda y la otra sobre su cabello mojado, y luego la besé en su frente.
—Eres la mujer más confusa que he conocido.
—Es lo menos que puedes hacer después de asustar al único chico que se me acercó esta noche.
—¿Te refieres a Eduardo el violador? Sí, te debo una por eso.
—No importa —dijo, comenzando a alejarse.
Mi reacción fue instantánea. Tomé su brazo contra mi estómago. —No, lo digo en serio. Tienes que ser más cuidadosa. Si no hubiera estado ahí… Ni siquiera quiero pensar en ello. ¿Y ahora esperas que me disculpe por ahuyentarlo?
—No quiero que te disculpes. Ni siquiera es por eso.
—Entonces, ¿por qué es? —pregunté. Nunca había rogado por nada en mi vida, pero silenciosamente pedía que me dijera que me quería. Que se preocupaba por mí. Algo. Estábamos tan cerca. Podría sólo tomar un centímetro más o menos para que nuestros labios se tocaran, y fue una hazaña mental no ceder a ese centímetro.
Frunció el ceño. —Estoy borracha, Pedro. Es la única excusa que tengo.
—¿Quieres que te abrace hasta que te quedes dormida? —No respondió. Me giré, mirando directamente a sus ojos—. Debería decir que no para probar un punto —dije, mis cejas se juntaron—. Pero me odiaría a mí mismo más tarde si digo que no y nunca me preguntas otra vez.
Felizmente, recostó su mejilla contra mi pecho. Con mis brazos envueltos con fuerza a su alrededor, era difícil no perder la cabeza. —No necesitas una excusa, Paloma Todo lo que tienes que hacer es pedirlo.
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buenísimo,me encanto!!!
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