domingo, 11 de mayo de 2014

CAPITULO 142



Antes de llegar a la barra, Rosario sacó a su mejor amiga a la pista de baile. Los calientes tacones de aguja rosa de Paula brillaban en la luz negra, y sonreí cuando se rió de los salvajes movimientos de baile de Rosario. Mis ojos viajaron debajo de su vestido negro, deteniéndome en su cadera. Tenía buenos movimientos, le admitiría eso. Un pensamiento sexual apareció en mi mente, y tuve que apartar la mirada.
The Red Door estaba bastante lleno. Algunas caras nuevas, pero en su mayoría clientes habituales. Cualquier persona nueva entrando era como carne fresca para aquellos de nosotros que no tenían la imaginación para otra cosa que
presentarse en el bar cada fin de semana. Especialmente las chicas que lucían como Paula y Rosario.
Pedí una cerveza, bebí la mitad de ella, y luego regresé mi atención a la pista de baile. Mirar fijamente no fue a propósito, sobre todo sabiendo que probablemente tenía la misma expresión en mi cara que cada idiota mirándolas.
La canción terminó, y Paula empujó a Rosario de nuevo a la barra. Estaban jadeantes, sonrientes, y sólo lo suficiente sudorosas como para lucir atractivas.


—Así va a ser toda la noche, Ro. Sólo ignóralas —dijo Valentin.

La cara de Rosario estaba jodida con disgusto, mirando detrás de mí. Podía imaginar quién estaba allí. No podría haber sido Aldana. Ella no era de las que esperan en los laterales.


—Parece que  hay  una  bandada  de  buitres  —dijo  Rosario despreciativamente.

Miré por encima del hombro, y tres de las chicas de la hermandad de Lorena se encontraba paradas hombro con hombro. Otra de ellas se paró junto a mí con una sonrisa brillante. Todas sonrieron cuando hice contacto visual, pero rápidamente me di la vuelta, bebiendo la última mitad de mi cerveza. Por alguna razón, las chicas que actuaban de esa manera a mí alrededor ponían a Rosario de bastante mal humor. Sin embargo, no podía estar en desacuerdo con su referencia de buitre.
Encendí un cigarrillo y luego pedí dos cervezas más. La rubia a mi lado, Brooke, sonrió y se mordió el labio. Hice una pausa, sin saber si iba a llorar o abrazarme. No fue hasta que Cami destapó y deslizó las botellas por encima de la barra que supe por qué tenía ese aspecto ridículo en su cara. Tomó la cerveza y comenzó a tomar un trago, pero se la quité antes de que pudiera, y se la entregué a Paula.


—Uh... no es para ti.


Brooke pisoteó hasta reunirse con sus amigas. Sin embargo, Paula parecía perfectamente conforme, tomando tragos de tamaño hombre.


—Como si yo fuera a comprar una cerveza para alguna chica en un bar — dije. Pensé que eso se añadiría a la diversión de Paula, pero en su lugar alzó la cerveza con una mirada amarga en su cara—. Eres diferente —dije con una media sonrisa.


Chocó su botella contra la mía, claramente irritada. —Por ser la única chica con la que un chico, que no tiene ningún estándar, no quiere dormir. —Tomó un trago, pero le quité la botella de su boca.


—¿Lo dices en serio? —Cuando no respondió, me incliné más cerca para un mayor efecto—. Primero que nada... Tengo estándares. Nunca he estado con una mujer fea. Nunca. En segundo lugar, quería dormir contigo. Pensé en tirarte sobre mi sofá de cincuenta maneras diferentes, pero no lo hice porque ya no te veo de esa manera. No es que no me atraigas, simplemente creo que eres mejor que eso.


Una sonrisa presumida se deslizó por su rostro. —Crees que soy demasiado buena para ti.



Increíble. Realmente no lo entiende. —No puedo pensar en ningún solo chico que conozca que sea lo suficientemente bueno para ti.


La petulancia se disolvió, reemplazada por una conmovida y agradecida sonrisa. —Gracias, Pepe —dijo, poniendo su botella vacía en la barra. Ella realmente podría ponerlos en su lugar cuando quisiera. Normalmente, lo llamaría
descuidado, pero se conducía con tal confianza... no sé... todo lo que hacía era caliente.


Me levanté y agarré su mano. —¡Vamos! —La atraje hacia la pista de baile, y siguió detrás de mí.



—¡He bebido demasiado! ¡Me voy a caer!


Ahora en la pista de baile, agarré su cadera y atraje su cuerpo presionado contra el mío, sin dejar espacio entre nosotros. —Cállate y baila.


Todas las risitas y sonrisas abandonaron su cara y su cuerpo comenzó a moverse contra el mío con la música. No podía mantener mis manos fuera de ella.
Cuanto más cerca nos encontrábamos, más cerca necesitaba que estuviera. Su cabello estaba en mi cara y, a pesar de que había bebido lo suficiente como para dejarlo por esta noche, todos mis sentidos estaban alertas. La forma en que su trasero se sentía contra mí, las diferentes direcciones y movimientos que su cadera hacía con la música, la forma en que se apoyó en mi pecho y descansó la parte posterior de su cabeza en mi hombro. Quería empujarla a un rincón oscuro y saborear el interior de su boca.
Paula se giró hacia mí con una sonrisa traviesa. Sus manos empezaron por mis hombros, y luego dejó que sus dedos pasaran por mi pecho y estómago. Casi me volví loco, deseándola en ese mismo momento. Se giró de espaldas a mí, y mi corazón latía aún más rápido en contra de mi caja torácica. Estaba más cerca de esa manera. Agarré su cadera y la atraje con más fuerza contra mí.
Envolví mis brazos alrededor de su cintura y enterré mi cara en su cabello.
Estaba saturado de sudor y combinado con su perfume. Cualquier pensamiento racional desapareció.
La canción terminaba, pero ella no mostraba señales de detenerse.
Paula se inclinó hacia atrás, su cabeza en mi hombro. Algunos de sus cabellos cayeron, exponiendo la piel reluciente de su cuello. Toda fuerza de voluntad se desvaneció. Toqué con mis labios el punto delicado, justo detrás de su oreja. No podía parar allí, abrí mi boca para dejar que mi lengua lamiera la humedad salada de su piel.


El cuerpo de Paula se tensó y se apartó.


—¿Qué, Paloma? —pregunté. Tuve que reír. Parecía que quería pegarme.Pensé que estábamos pasando un buen rato, y lucía más enfadada de lo que jamás la había visto.
En lugar de dejar volar su temperamento, se abrió paso entre la multitud, retirándose al bar. La seguí, sabiendo que iba a encontrar muy pronto qué era exactamente lo que había hecho mal.

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