miércoles, 7 de mayo de 2014

CAPITULO 132




Me besó como si se estuviera muriendo de hambre y supiera que había comida en mi boca. No estaba seguro. Como que me gustaba eso. Mordió mi labio inferior y di un paso atrás, perdiendo el equilibrio y estrellándome contra el final de la mesa junto al sillón. Varias cosas golpearon el suelo.

—Ups —dijo riendo.

Sonreí y miré mientras caminaba hacia el sofá y se inclinaba sobre el respaldo de tal manera que sus nalgas quedaron visibles, junto con la tira más delgada de encaje blanco.

Me desabroché el cinturón y di un paso. Iba a hacerlo fácil. Arqueó su cuello y tiró de su largo cabello contra la espalda. Diablos, era caliente, le daría eso. Mi cremallera apenas podía contener lo que tenía debajo.
Se volteó para verme y me incliné, plantándole un beso en los labios.

—¿Tal vez debería decirte mi nombre? —susurró.

—¿Por qué? —jadee—. Me gusta esto.

Sonrió, enganchó sus pulgares a cada lado de sus bragas y entonces las bajó hasta que cayeron a sus tobillos. Sus ojos se conectaron con los míos, refrescantes y malvados.

La decepción de Paula pasó por mi mente.

—¿Qué estás esperando? —preguntó, excitada e impaciente.

—Absolutamente nada —dije, sacudiendo la cabeza. Intenté enfocarme en su trasero desnudo contra mis muslos. Tener que concentrarme para mantenerlo duro era algo definitivamente nuevo y diferente, y todo era culpa de Paula.
Se acercó, me quitó la camisa, y entonces desabrochó mis jeans. Maldición.
Trabajaba a paso de tortuga o esta mujer era una versión femenina de mí. Me quité las botas y me deshice de ellos, pateándolos a un lado.

Una de sus piernas se levantó y su rodilla se enganchó a mi cadera. —He querido esto durante mucho tiempo —susurró contra mi oído—. Desde que te vi en orientación el año pasado.

Llevé mi mano a su muslo, intentando pensar si había hablado con ella antes. Para el momento en que mis dedos alcanzaron el final de la línea, éstos estaban empapados. No bromeaba. El equivalente a un año en juegos mentales
hizo mi trabajo mucho más fácil.
Gimió al segundo que mis dedos tocaron su piel tierna. Estaba tan mojada que mis dedos no hacían mucha fricción, y mis pelotas comenzaban a doler. Sólo me había follado dos mujeres, como mucho, en las últimas semanas. Esta chica, y la amiga de Janet: Lucy. Oh, espera. Con Aldana, hacían tres. La mañana siguiente que conocí a Paula.Paula. La culpa se apoderó de mí, y tuvo un efecto negativo
sobre mi erección.

—No te muevas —dije, corriendo únicamente en bóxer hasta mi habitación.

Saqué un paquete cuadrado de mi mesita de noche, y luego regresé a donde la morena aturdida estaba parada, exactamente de la manera en que la dejé. Tomó el paquete de mi mano y luego se apoyó sobre sus rodillas. Después de un poco de creatividad y trucos bastantes sorprendentes con su lengua, tuve luz verde para empujarla contra el sillón.
Así que lo hice. Boca abajo con los brazos alrededor de ella, y amó cada minuto de ello.

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