TRILOGIA:LA PRIMER PARTE CONTADA POR PAULA,LA SEGUNDA POR PEDRO Y LA TERCERA EN UN MOMENTO ESPECIFICO DE SUS VIDAS
miércoles, 7 de mayo de 2014
CAPITULO 131
Las pesadas puertas de metal cedieron fácilmente cuando las empujé. Saqué los cigarrillos de mi bolsillo y encendí uno, intentando olvidar lo que acababa de ocurrir. Hice el ridículo por una chica, y fue particularmente satisfactorio para mis hermanos de la fraternidad porque había sido yo quien les había dado un tiempo difícil, durante dos años, por siquiera mencionar que querían hacer más que follarse a una chica. Era mi turno ahora, y no podía hacer una maldita cosa por ello, porque no podía. ¿Lo peor? No quería.
Cuando los otros fumadores a mí alrededor rieron, hice lo mismo, a pesar de que no tenía idea de qué hablaban. Por dentro estaba enojado y humillado, o enojado de estar humillado. Lo que sea. Unas chicas me tocaron y se turnaron para intentar entablar una conversación. Asentí y sonreí para ser agradable, pero lo que realmente quería era salir de ahí y golpear algo. Un berrinche público mostraría debilidad, y no iba a soportar esa mierda.
Paula pasó y corté a una de las chicas a mitad de una oración para alcanzarla.
—Espera, Paloma. Te acompaño.
—No tienes que acompañarme a todas las clases, Pedro. Sé cómo llegar por mí misma.
Lo admito: Eso dolió un poco. Ni siquiera me miró cuando lo dijo, fue completamente indiferente.
En ese momento, una chica con una falda corta y piernas kilométricas pasó de largo. Su brillante cabello negro se balanceó contra su espalda mientras caminaba. Ahí fue cuando me golpeó: tenía que rendirme. Atrapar a una chica caliente al azar era lo que mejor hacía, y Paula no quería nada más que ser mi amiga. Pensé en hacer lo correcto y mantener las cosas platónicas, pero si no hacía algo drástico, ese plan se perdería en la maraña de pensamientos contradictorios y emociones girando dentro de mí.
Era tiempo de finalmente dibujar una línea. No merecía a Paula, de todas maneras. ¿Cuál era el punto?
Arrojé mi cigarrillo al suelo. —Te veré más tarde, Paloma.
Puse mi cara de juego, pero no duraría mucho. Se había cruzado en mi camino a propósito, esperando que su corta falda y tacones de punta captaran mi atención. Me puse delante de ella y me giré, empujando las manos en mis bolsillos.
—¿Tienes prisa?
Sonrió. Ya la tenía. —Voy a clases.
—¿O sí? ¿Qué clase?
Se detuvo, su boca estirándose en una sonrisa. —Pedro Alfonso, ¿correcto?
—Correcto. ¿Mi reputación me precede?
—Lo hace.
—Culpable.
Sacudió la cabeza. —Tengo que ir a clases.
Suspiré, fingiendo decepción. —Eso es una lástima. Estaba a punto de preguntarte si me ayudarías con algo.
—¿Con qué? —Su tono era dudoso, pero aún seguía sonriendo. Podría sólo haberle pedido que me siga a casa para un polvo rápido y probablemente hubiera accedido, pero había cierta cantidad de atractivo en ello.
—Para llegar a mi apartamento. Tengo un terrible sentido de la dirección.
—¿Es eso entonces? —preguntó, asintiendo, frunciendo el ceño y luego sonriendo. Intentaba no verse halagada. Sus dos botones superiores estaban sueltos, dejando la curvatura de su seno y unos pocos centímetros de su sostén
visibles. Sentí la familiar inflamación en mis jeans, y cambié mi peso al otro pie.
—Terrible. —Sonreí, viendo su mirada irse a la deriva, hacia el hoyuelo de mi mejilla. No sé por qué, pero el hoyuelo siempre parecía cerrar el trato.
Se encogió de hombros, tratando de mantener la calma. —Muéstrame el camino. Si veo que te desvías de la ruta, tocaré la bocina.
—Estoy por este lado —dije, asintiendo en dirección al parque de estacionamiento.
Tenía su lengua en mi garganta antes de que hubiéramos subido las escaleras del apartamento, y empujaba mi chaqueta antes de que pudiera sacar la llave correcta. Éramos torpes, pero fue divertido. Tenía un montón de práctica abriendo la puerta de mi apartamento con mis labios sobre los de alguien más. Me metió dentro de la sala de estar en el segundo en que el cerrojo se desbloqueó,
tomé sus caderas y las empujé contra la puerta para cerrarla. Puso sus piernas alrededor de mi cintura y la levanté, presionando mi pelvis contra la de ella.
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