miércoles, 7 de mayo de 2014

CAPITULO 129



Estacioné en el apartamento y bajé de la moto. Mucho para pensar mejor en la Harley. Todo lo que había resuelto en mi mente no tenía malditamente sentido.
Sólo había tratado de justificar mi extraña obsesión con ella.
De repente, de un muy mal humor, cerré la puerta de golpe detrás de mí y me senté en el sofá. Me puse de un peor humor cuando no pude encontrar el control remoto enseguida.

El plástico negro aterrizó junto a mí mientras Valentin pasaba a sentarse en el sillón. Lo recogí y apunté a la TV, encendiéndola.

—¿Por qué te llevas el control remoto a tu habitación? Luego hay que traerlo de vuelta aquí —le espeté.

—No lo sé, hombre, es sólo un hábito. ¿Cuál es tu problema?

—No lo sé —me quejé, dando vueltas por la TV. Presioné el botón de silencio—Paula Chaves.

Las cejas de Valentin se elevaron. —¿Qué hay con ella?

—Se mete bajo mi piel. Creo que necesito bolsearla y superarlo.

Valentin me miró por un rato, inseguro. —No es que no me guste que no estés jodiendo mi vida con tu recién descubierta moderación, pero nunca has necesitado mi permiso antes… A menos que... no me digas que finalmente te importa la mierda de alguien.

—No seas un idiota.

Valentin no podía contener su sonrisa. —Te preocupas por ella. Supongo que sólo bastaba con que una chica se negara a dormir contigo por un periodo mayor a veinticuatro horas.

—Laura me hizo esperar una semana.

—¿Aunque Paula no te da ni la hora del día?

—Sólo quiere que seamos amigos. Supongo que tengo suerte de que no me trate como a un leproso.

Después de un silencio incómodo, Valentin asintió. —Tienes miedo.

—¿A qué? —le dije con una sonrisa dudosa.

—Al rechazo. Perro loco es uno de nosotros, después de todo.

Abrí mucho los ojos. —Sabes que odio eso malditamente, Valen.

Sonrió. —Lo sé. Casi tanto como odias la forma en la que te sientes ahora.

—No me estás haciendo sentir mejor.

—Así que te gusta y estás asustado. ¿Ahora qué?

—Nada. Sólo que apesta que finalmente encontré la chica que vale la pena tener, y es demasiado buena para mí.

Valentin trató de ahogar una risa. Era irritante que estuviera tan divertido con mi situación. Enderezó su sonrisa y luego dijo—: ¿Por qué no la dejas tomar esa decisión por sí misma?

—Porque me preocupo por ella lo suficiente como para tomarla por ella.

Valentin se estiró y se puso de pie, con los pies descalzos arrastrándose por la alfombra. —¿Quieres una cerveza?

—Seh. Brindemos por la amistad.

—¿Así que vas a seguir saliendo con ella? ¿Por qué? Eso me suena a tortura.

Pensé en ello por un minuto. Sonaba como a tortura, pero no tanto como tenerla lejos. —No quiero que termine conmigo… o cualquier otro idiota.

—Te refieres a cualquier otro. Amigo, eso es de locos.

—Busca mi maldita cerveza y cállate.

Se encogió de hombros. A diferencia de Daniel Jenks, Valentin sabía cuándo callarse.

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