TRILOGIA:LA PRIMER PARTE CONTADA POR PAULA,LA SEGUNDA POR PEDRO Y LA TERCERA EN UN MOMENTO ESPECIFICO DE SUS VIDAS
lunes, 21 de abril de 2014
CAPITULO 78
Por un momento, me quedé esperando reconocer algún destello de burla en sus ojos, esperando que me dijera que bromeaba. Sin embargo, lo único que veía era inseguridad y codicia.
—¿Por qué te has molestado en preguntármelo, Pedro? Ibas a trabajar para Benny dijera yo lo que dijera.
—Quiero tu apoyo en esto, pero es demasiado dinero para rechazarlo. Sería una locura decir que no.
Tuve que sentarme un momento, estupefacta. Cuando conseguí asimilarlo,asentí.
—Está bien. Has tomado tu decisión.
La cara de Pedro se iluminó.
—Ya verás, Paloma. Será genial. —Saltó de la cama, vino hasta mí y me besó en los dedos—. Me muero de hambre, ¿y tú?
Dije que no con la cabeza y me besó en la frente antes de dirigirse a la cocina. Una vez que sus pasos se alejaron del pasillo, cogí mi ropa de las perchas, dando gracias por tener sitio en mi maleta para la mayoría de mis pertenencias.
Lágrimas de rabia me resbalaban por las mejillas. Nunca debería haber llevado a Pedro a ese lugar. Había luchado con uñas y dientes por mantenerlo alejado de los aspectos oscuros de mi vida y, en cuanto la oportunidad se había presentado, lo había arrastrado hasta el centro mismo de todo lo que odiaba sin pensármelo dos veces.
Pedro iba a ser parte de aquello y, si no me dejaba salvarlo, tendría que salvarme a mí misma.
Llené la maleta hasta el límite y cerré la cremallera metiendo las cosas que sobresalían. La bajé de la cama y la arrastré por el pasillo, sin mirarlo cuando pasé por la cocina. Me apresuré a bajar las escaleras, aliviada al comprobar que Rosario y Valentin seguían besándose y riéndose en el aparcamiento, mientras pasaban el equipaje de ella del Charger al Honda.
—¿Paloma? —me llamó Pedro desde el umbral del apartamento.
Toqué a Rosario en la muñeca.
—Necesito que me lleves a Morgan, Ro.
—¿Qué ocurre? —dijo ella, al darse cuenta de la gravedad de la situación por mi expresión.
Miré detrás de mí y vi a Pedro bajando corriendo las escaleras y cruzando el césped hasta donde estábamos nosotras.
—¿Qué estás haciendo? —dijo él, señalando mi maleta.
Si se lo hubiera dicho en ese momento, habría perdido toda mi esperanza de separarme de Ruben, de Las Vegas, de Benny y de todo lo que no quería en mi vida.
Pedro no me dejaría ir y por la mañana me habría convencido de aceptar su decisión.
Me rasqué la cabeza y sonreí, intentando conseguir algo de tiempo para pensar en una excusa.
—¿Paloma?
—Me llevo mis cosas a Morgan. Allí hay muchas lavadoras y secadoras, y tengo una cantidad escandalosa de ropa para lavar.
Frunció el ceño.
—¿Te ibas sin decírmelo?
Miré a Rosario y después a Pedro, mientras buscaba la mentira más creíble.
—Iba a volver, Pepe. Estás hecho un puñetero paranoico —dijo Rosario con la sonrisa desdeñosa que había usado para engañar a sus padres muchas veces.
—Oh —dijo él, todavía inseguro—. ¿Te quedas aquí esta noche? —me preguntó, pellizcándome la tela del abrigo.
—No lo sé. Supongo que depende de cuándo acabe de hacer la colada.
Pedro sonrió y me acercó a él.
—Dentro de tres semanas, pagaré a alguien para que te haga la colada. O puedes tirar la ropa sucia y comprarte nueva.
—¿Vas a volver a luchar para Benny otra vez? —preguntó Rosario, sin salir de su asombro.
—Me ha hecho una oferta que no podía rechazar.
—Pedro —empezó a decir Valentin.
—Chicos, no me deis el coñazo. Si Paloma no me ha hecho cambiar de opinión, vosotros no lo conseguiréis.
Rosario me miró a los ojos y comprendió lo que pasaba.
—Bueno, será mejor que te llevemos, Pau. Vas a tardar un montón en lavar esa pila de ropa.
Asentí y Pedro se inclinó para besarme. Lo acerqué más, sabiendo que esa sería la última vez que sintiera sus labios contra los míos.
—Nos vemos después —dijo él—. Te quiero.
Valentin metió mi maleta en el Honda, y Rosario se sentó al volante, a mi lado.Pedro cruzó los brazos sobre el pecho, charlando con Valentin mientras Rosario encendía el motor.
—No puedes quedarte en tu habitación esta noche, Pau. Irá a buscarte allí directamente en cuanto averigüe lo que ocurre —dijo Rosario mientras salía marcha atrás lentamente del aparcamiento.
Los ojos se me llenaron de lágrimas que rodaron por mis mejillas.
—Lo sé.
La expresión alegre de Pedro cambió al ver la mirada de mi cara. No tardó un momento en correr hacia mi ventanilla.
—¿Qué te pasa, Paloma? —dijo él, golpeando el cristal.
—Vamos,Ro —dije, secándome los ojos.
Centré la vista en la carretera que teníamos delante, mientras Pedro corría junto al coche.
—¿Paloma? ¡Rosario! ¡Para el jodido coche! —gritó, golpeando el cristal una y otra vez con la palma de la mano
—. ¡Pau, no lo hagas! —dijo, con la expresión de su cara deformada por la conciencia de los hechos y el miedo.
Rosario cogió la carretera principal y pisó fuerte el acelerador.
—Este asunto no me va a dejar tranquila, solo para que lo sepas.
Echó un vistazo por el espejo retrovisor y pateó el suelo del coche.
—Cielos, es Pedro —murmuró sin aliento.
Me volví y lo vi correr a toda velocidad detrás de nosotras, desapareciendo y reapareciendo entre las luces y las sombras de las farolas de la calle. Cuando llegó al final del bloque, se dio media vuelta y corrió hacia el apartamento.
—Va a por su moto. Nos seguirá a Morgan y montará una escena.
Cerré los ojos.
—Tú solo… corre. Dormiré en tu habitación esta noche. ¿Crees que a Teresa le importará?
—Nunca está. ¿De verdad piensa trabajar para Benny?
Se me había atragantado la respuesta en la garganta, así que simplemente asentí. Rosario me cogió la mano y me la apretó.
—Has tomado la decisión correcta, Pau. No puedes pasar por todo eso otra vez. Si no te escucha a ti, no escuchará a nadie.
Mi móvil sonó. Lo miré y vi a Pedro haciendo una mueca. Le di a ignorar.
Menos de cinco segundos después, volvió a sonar. Lo apagué y me lo guardé en el bolso.
—Se va a montar un follón horrible —dije, mientras sacudía la cabeza y me secaba los ojos.
—No envidio los próximos días que te esperan. No me puedo imaginar romper con alguien que se niegue a mantenerse a distancia. Porque sabes que será así, ¿no?
Nos detuvimos en el aparcamiento de Morgan. Rosario sujetó la puerta mientras yo metía mi maleta, corrimos a su habitación y resoplé, esperando a que abriera la puerta. La mantuvo abierta y me lanzó la llave.
—Acabará haciendo que lo arresten o algo así —dijo ella.
Se marchó por el pasillo y la observé corriendo por el aparcamiento desde la ventana. Se metió en el coche, justo cuando Pedro detuvo su moto a su lado.
Corrió hasta el asiento del copiloto y abrió la puerta de un tirón. Cuando vio que no estaba en el coche, se volvió a mirar las puertas de Morgan. Rosario dio marcha atrás mientras Pedro corría hacia el edificio, y yo me volví a mirar la puerta.
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nooo que triste,ojala todo se solucione pronto.
ResponderEliminarAy! no! Pedro tiene q darse cuenta de lo peligroso q es meterse con ese tipo de gente. Pau lo tiene q hacer entrar en razón!
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