sábado, 12 de abril de 2014

CAPITULO 49



Mi plan de fingir desinterés era un fracaso épico. No podía seguir
aparentando que no me importaba nada después de que pusiera todas sus cartas
sobre la mesa. Cuando nos conocimos, algo en el interior de ambos cambió y, fuera
lo que fuera, hacía que nos necesitáramos el uno al otro. Por razones que
desconocía, yo era su excepción, y, por mucho que hubiera intentado luchar contra
mis sentimientos, él era la mía.
Meneó la cabeza, me cogió la cara por ambos lados y me miró a los ojos.
—¿Te has acostado con él?
Se me inundaron los ojos de lágrimas calientes y sacudí la cabeza para decir
que no. Pegó sus labios contra los míos y su lengua entró en mi boca sin vacilación.
Incapaz de controlarme, lo agarré por la camiseta y lo atraje hacia mí. Hizo un
ruido con su voz alucinante y profunda, y me agarró con tanta fuerza que me
costaba respirar.
Se apartó, sin aliento.
—Llama a Adrian. Dile que no quieres verlo más. Dile que estás conmigo.
Cerré los ojos.
—No puedo estar contigo, Pedro.
—¿Por qué demonios no? —dijo, soltándome.
Sacudí la cabeza, temerosa de su reacción a la verdad.
Soltó una carcajada.
—Increíble. La única chica de la que me enamoro no quiere estar conmigo.
Tragué saliva, consciente de que tendría que acercarme a la verdad más de
lo que lo había hecho en meses.
—Cuando Rosario y yo nos mudamos aquí, teníamos el propósito de hacer
ciertos cambios en mi vida. O más bien de no seguir con ciertos hábitos. Las peleas,
las apuestas, la bebida son las cosas que dejé atrás. Cuando estoy contigo, todo se
me viene encima en un irresistible conjunto cubierto de tatuajes. No me mudé a
cientos de kilómetros para volver a caer en lo mismo.
Me levantó la barbilla para que lo mirara.
—Sé que mereces a alguien mejor que yo. ¿Te crees que no lo sé? Pero si hay
una mujer hecha para mí, eres tú… Haré lo que sea necesario, Paloma. ¿Me oyes?
Estoy dispuesto a todo.
Me solté, avergonzada por no poder decirle la verdad. Era yo la que no
estaba a la altura. Sería yo la que acabaría arruinándolo todo; incluido a él.
Acabaría odiándome algún día y no podría soportar ver su mirada cuando llegara
ese momento.
Con la mano, mantenía la puerta cerrada.
—Dejaré de pelear en cuanto me gradúe. No volveré a beber ni una sola
gota. Te daré el final feliz, Paloma. Solo necesito que creas en mí. Puedo hacerlo.
—No quiero que cambies.
—Entonces dime qué tengo que hacer. Dímelo y lo haré —me rogó.
Cualquier idea de estar con Adrian se había esfumado hacía tiempo, y sabía
que se debía a mis sentimientos hacia Pedro. Pensé en los diferentes giros que mi
vida podía dar a partir de ese momento: confiar en Pedro dando un salto de fe y
arriesgarme a caminar por arenas movedizas, o apartarlo de mi vida y saber
exactamente dónde acabaría, lo que incluía una vida sin él. Ambas decisiones me
aterraban.
—¿Me dejas tu móvil? —le pregunté.
Pedro frunció el entrecejo, confuso.
—Claro —dijo, antes de sacárselo del bolsillo y dármelo.
Marqué y cerré los ojos mientras oía los tonos de llamada.
—¿Pedro? ¿Qué demonios haces? ¿Tienes idea de qué hora es? —respondió
Adrian. Su voz sonaba profunda y áspera, e inmediatamente sentí el corazón
desbocado en mi pecho. No se me había ocurrido que supiera que le había llamado
desde el móvil de Pedro.
No sé cómo conseguí que mis palabras salieran de entre mis labios
temblorosos.
—Siento llamarte tan tarde, pero esto no podía esperar… No puedo cenar
contigo el miércoles.
—Son casi las cuatro de la mañana, Pau. ¿Qué pasa?
—En realidad, no puedo salir más contigo.
—Paupy…
—Estoy… bastante segura de estar enamorada de Pedro —dije,
preparándome para su reacción.
Después de un momento de silencio, me colgó.

2 comentarios: