TRILOGIA:LA PRIMER PARTE CONTADA POR PAULA,LA SEGUNDA POR PEDRO Y LA TERCERA EN UN MOMENTO ESPECIFICO DE SUS VIDAS
martes, 8 de abril de 2014
CAPITULO 33
Otra canción lenta sonó en el equipo de música, y Adrian me condujo a la
improvisada pista de baile. No tardé mucho en darme cuenta de por qué no
bailaba.
—Lo siento —dijo él, después de pisarme los dedos de los pies por tercera
vez.
Apoyé la cabeza en su hombro.
—Lo estás haciendo bien —mentí.
Apretó los labios contra mi sien.
—¿Qué haces el lunes por la noche?
—¿Cenar contigo?
—Sí. En mi apartamento nuevo.
—¡Has encontrado uno!
Se rio y asintió.
—Pero habrá que pedir algo, lo que cocino no es exactamente comestible.
—Me lo comería de todas formas —dije, sonriéndole.
Adrian echó una mirada a la habitación y me condujo al vestíbulo.
Con delicadeza, me apoyó contra la pared y me besó con sus suaves labios.
Sus manos estaban por todas partes. Al principio, me dejé llevar, pero, después de
que su lengua se adentrara entre mis labios, me invadió el nítido sentimiento de
que estaba haciendo algo mal.
—Ya vale, Adrian —dije, desembarazándome de él.
—¿Pasa algo?
—Simplemente me parece que es de mala educación enrollarme contigo en
una esquina oscura mientras mis invitados están ahí fuera.
Sonrió y me besó de nuevo.
—Tienes razón. Lo siento. Solo quería darte un beso de cumpleaños
memorable antes de irme.
—¿Ya te vas? —Me tocó la mejilla.
—Tengo que levantarme dentro de cuatro horas, Paupy.
Apreté los labios.
—Está bien. ¿Nos vemos el lunes?
—Nos vemos el lunes. Me pasaré a verte cuando vuelva.
Me llevó a la puerta y me dio un beso en la mejilla antes de irse. Me di
cuenta de que Valentin,Rosario y Pedro no me quitaban el ojo de encima.
—¡Papi se ha largado! —gritó Pedro cuando la puerta se cerró—. ¡Hora de
empezar la fiesta!
Todo el mundo coreó sus palabras, y Pedro me llevó al centro del piso.
—Un momento… Tengo un horario que cumplir —dije, llevándolo de la
mano hasta la encimera. Engullí otro chupito y me reí cuando Pedro cogió uno del
final y lo chupó. Cogí otro, me lo tragué y él hizo lo mismo.
—Siete más, Pau —dijo Benjamin, mientras me entregaba otros dos billetes de
veinte dólares.
Me sequé la boca mientras Pedro tiraba de mí de nuevo hacia el salón. Bailé
con Rosario, después con Valentin, pero cuando Daniel Jenks, del equipo de fútbol,
intentó bailar conmigo, Pedro lo apartó tirándole de la camiseta y le dijo que no
con la cabeza. Daniel se encogió de hombros, se dio la vuelta y se puso a bailar con
la primera chica que vio.
El décimo chupito me pegó duro, y me sentí algo mareada cuando me puse
de pie sobre el sofá de Benjamin con Rosario, mientras bailábamos como torpes
estudiantes de primaria. Nos reíamos por nada y agitábamos los brazos al ritmo de
la música.
Me tambaleé y estuve a punto de caerme del sofá hacia atrás, pero las
manos de Pedro aparecieron instantáneamente en mis caderas para sostenerme.
—Ya has dejado claro lo que querías demostrar —dijo él—. Has bebido más
que cualquier otra chica que hayamos visto. No voy a dejar que sigas con esto.
—Por supuesto que sí —dije arrastrando las palabras—. Me esperan
seiscientos pavos en el fondo de ese vaso de chupito, y tú eres el último autorizado
para decirme que no puedo hacer nada por dinero.
—Si vas corta de dinero, Paloma…
—No voy a aceptar ningún préstamo tuyo —dije con desdén.
—Iba a sugerir que empeñaras esa pulsera —dijo sonriendo.
Le di un golpe en el brazo justo cuando Rosario empezó la cuenta atrás
para la medianoche.
Cuando las manecillas del reloj se superpusieron en las doce, todos lo
celebramos.
Tenía diecinueve años.
Rosario y Valentin me besaron en ambas mejillas, y entonces Pedro me
levantó del suelo y empezó a darme vueltas.
—Feliz cumpleaños, Paloma —dijo con una expresión amable.
Me quedé mirando fijamente sus cálidos ojos marrones durante un
momento, sintiendo que me perdía en ellos. La habitación se quedó congelada en
el tiempo, mientras nos mirábamos el uno al otro, tan cerca que podía sentir su
aliento en mi piel.
—¡Chupitos! —dije, tambaleándome hasta el mostrador.
—Estás hecha polvo, Pau. Me parece que ha llegado el momento de dar
por acabada la noche —dijo Benjamin.
—No soy una rajada —dije—. Y quiero ver mi dinero.
Benjamin puso un billete de veinte bajo los últimos dos vasos, y después gritó a
sus compañeros de equipo.
—¡Se los va a beber! ¡Necesito quince!
Todos gruñeron y pusieron los ojos en blanco mientras sacaban sus carteras
para formar un montón de billetes de veinte detrás del último vaso de chupitos.
Pedro había vaciado los otros cuatro que había junto al decimoquinto.
—Nunca habría pensado que podría perder cincuenta pavos en la apuesta
de los quince chupitos con una chica —se quejó Daniel.
—Pues empieza a creértelo, Jenks —dije, con un vasito en cada mano.
Apuré ambos vasos y esperé a que el vómito que me subía por la garganta
se asentara.
—¿Paloma? —preguntó Pedro, dando un paso hacia mí.
Levanté un dedo y Benjamin sonrió.
—Va a perder —dijo él.
—No, de eso nada. —Rosario negó con la cabeza—. Respira hondo, Pau.
Cerré los ojos y respiré hondo, mientras cogía el último chupito.
—¡Por Dios santo, Pau! ¡Vas a morir de intoxicación etílica! —gritó
Valentin.
—Lo tiene bajo control —le aseguró Rosario.
Eché la cabeza hacia atrás y dejé que el tequila corriera garganta abajo. Tenía
los dientes y los labios adormecidos desde el octavo chupito, y había dejado de
notar la fuerza de los ochenta grados desde entonces. Toda la fiesta irrumpió en
silbidos y gritos, mientras Benjamin me entregaba el fajo de billetes.
—Gracias —dije con orgullo, metiéndome el dinero en el sujetador.
—Estás increíblemente sexi ahora —me dijo Pedro al oído mientras
caminábamos hacia el salón.
Bailamos hasta el amanecer, y el tequila que me corría por las venas hizo
que me olvidara de todo.
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