Pedro
Fue fácil descansar cuando puse mi cabeza en el hueco del cuello de Paula.
Su cabello aun olía un poco a humo y tenía sus manos rosadas e hinchadas de tratar de forzar la ventana del sótano.
Traté de empujar esa imagen fuera de mi cabeza: las manchas de hollín en su rostro, sus ojos asustados rojos e irritados por el humo, destacados por el rímel negro que se había corrido. Si no me hubiera quedado atrás ella no lo habría logrado. La vida sin Paula no sonaba a una vida en lo absoluto. No quería imaginarme que sería perderla.
Pasando de una pesadilla a otra que había soñado, era una situación discordante pero acostado aquí contra Paula mientras el avión zumbaba y la azafata decía los anuncios por el megáfono hizo de algún modo más fácil la transición.
Alcancé los dedos de Paula entrelazándolos con los míos. Su mejilla presionaba contra la cima de mi cabeza tan sutilmente que si hubiera estado prestando atención a que cadena debo tirar en mi chaleco salvavidas si mi vida dependiera de eso hubiera perdido su pequeño gesto de cariño.
En unos pocos meses, la pequeña mujer a mi lado se había convertido en mi mundo entero. Fantaseaba sobre que hermosa se miraría en su vestido de novia, regresando a casa para ver como Paula decoró nuestro apartamento, comprando nuestro primer auto y haciendo todas esas cosas aburridas que hace un matrimonio como lavar la vajilla ir de compra al supermercado —juntos. Me imaginé viéndola caminar por el escenario en su graduación. Después de que ambos encontráramos trabajo, podríamos empezar una familia. Eso se hallaba a tres o cuatro años de distancia.
Ambos veníamos de familias rotas pero sabía que Paula sería una excelente madre. Pensaba en cómo reaccionaría cuando Paula me dijera que se encontraba embarazada y ya me sentía un poco emocional sobre eso.
No todo sería sol y arcoíris, pero luchando contra una mala racha han sido nuestros mejores momentos y habíamos tenido suficiente mala racha para saber que podríamos pasar por ellos.
Con pensamientos de Paula embarazada de nuestro primer hijo corriendo a través de mi mente, mi cuerpo se relajó y me quedé dormido.
¿Qué hacía aquí? El olor a humo quemaba mi nariz y los llantos y los gritos en la distancia hacían que mi sangre se tornará a hielo, incluso aunque el sudor corría por mi cara.
Me encontraba de regreso en las entrañas de Keaton Hall.
Me encontraba de regreso en las entrañas de Keaton Hall.
—¿Paloma? —grité. Tosí y entrecerré los ojos como si eso pudiera ayudarme a ver a través de la oscuridad—. ¡Paloma!
Había sentido esto antes. El pánico, la adrenalina pura de estar verdaderamente asustado. La muerte se encontraba cerca, pero ni siquiera pensaba en que se sentiría morir
sofocado o quemado vivo. Sólo podía pensar en Paula.
¿Dónde estaba? ¿Se encontraba bien? ¿Cómo la salvaría?
¿Dónde estaba? ¿Se encontraba bien? ¿Cómo la salvaría?
Vi una sola puerta, iluminada por las llamas que se acercaban. Giré el pomo y entre a la habitación de diez por diez. Eran solo cuatro paredes de concreto, una ventana y un pequeño grupo de chicas y algunos chicos que estaban contra la pared tratando de llegar al único escape.
Derek, uno de mis hermanos de la fraternidad, sostenía a una de las chicas que se veía desesperada por alcanzar la ventana. —¿Puedes alcanzarla, Lindsey? —gruñó,respirando pesadamente.
—¡No, no puedo alcanzarla! —lloró, arañando por encima de ella. Usaba una camisa rosada de Sigma Kappa, húmeda por el sudor.
Derek asintió a su amigo. No sabía su nombre, pero estaba en mi clase de Humanidades. —Levanta a Emily, Todd. Ella es más alta.
Todd se inclinó y entrelazo sus dedos, pero Emily se presionaba contra la pared,congelada por el miedo. Emily ven acá. — Su rostro se comprimió. Se veía como una niña pequeña. —Quiero a mi mamá — susurraba.
—¡Mueve tu culo hasta aquí! —ordenó Todd.
Después de tomar unos momentos para encontrar coraje, Emily se alejó de la pared y subió en Todd. Él la empujó hacia arriba pero no pudo alcanzarla tampoco.
Lainey miró a su amiga tratar de alcanzar la venta, notando las llamas que se acercaban, apretó sus puños cerca de su pecho, tan apretados que temblaron. —Sigue intentando, Emily.
—Probemos otra salida —dije pero ellos no me escucharon.
Quizá ya habían tratado otras rutas y esta era la única ventana que pudieron encontrar. Corrí en el oscuro pasillo y miré alrededor. Era un callejón sin salida. No había donde más correr.
Quizá ya habían tratado otras rutas y esta era la única ventana que pudieron encontrar. Corrí en el oscuro pasillo y miré alrededor. Era un callejón sin salida. No había donde más correr.
Regresé, tratando de pensar en algo que nos salvará. Mantas polvorientas cubrían los muebles almacenados y alineados contra la pared, y el fuego las usaba como vía. Una vía directo hacia donde nos encontrábamos.
Retrocedí y luego me giré para ver a los chicos detrás de mí. Sus ojos abiertos moviéndose directamente a la pared. Lainey trataba de subir los bloques de cemento por el terror.
—¿Han visto a Paula Chaves? —dije, pero ellos no me escuchaban—. Oye — grité de nuevo, ninguno de estos chicos me reconoció, caminé hacia Derek y le grité—: Oye.—Miró a través de mí hacia el fuego, con una mirada de horror. Miré a los otros y tampoco me vieron.
Confundido, caminé hacia la pared y salté, tratando de alcanzar la ventana y luego me encontraba de rodillas en el suelo afuera, mirando hacia adentro. Donde Derek, Todd,
Lainey, Lindsey y Emily aún se hallaban. Traté de abrir la ventana pero no se movía. Seguí intentando de todas formas esperando que en algún momento cediera y se abriera y pudiera sacarlos de allí.
—Esperen —grité—. ¡Ayuda! —grité de nuevo, esperando que alguien me escuchará.
Las chicas se abrazaron y Emily comenzó a llorar. —Este es un mal sueño, esto es solo un mal sueño. ¡Despierta ¡Despierta! —decía una y otra vez.
—Toma una de esas mantas, Lainey —dijo Derek—. Ruédala y ponla debajo de la puerta.
Lainey agarró una de las mantas de un escritorio. Lindsey le ayudo y luego observo como Lainey la puso desesperadamente debajo de la puerta. Las dos retrocedieron mirando hacia la puerta.
—Estamos atrapados —dijo Todd a Derek.
Los hombros de Derek cayeron. Lainey caminó hacia él, tocando sus sucias mejillas con las dos manos. Se miraron, espeso y negro humo empezó a entrar a la habitación desde
debajo de la puerta.
Emily saltó hacia la ventana. —Levántame, Todd. ¡Quiero salir! ¡Quiero salir de aquí!
Todd la observó saltar con una expresión de derrota en su cara.
—¡Mami! —gritó Emily—, mami, ¡ayúdame! —Sus ojos fueron directos a la ventana pero aún así no me veía.
Lindsey se acercó a Emily pero no la tocó. —Ssshh… —dijo tratando de confortarla desde donde se encontraba de pie.
Cubrió su boca y empezó a toser. Miró hacia Todd, lagrimas corriendo por sus mejillas—. Vamos a morir.
—¡No quiero morir! —gritó Emily, aún saltando.
Mientras el humo cubría la habitación golpeé la ventana una y otra vez. La adrenalina debió ser increíble, porque no sentía mi mano golpeando el vidrio incluso cuando usaba toda la fuerza que tenía. —¡Ayúdenme! ¡Ayuda! —grité pero nadie vino.
El humo entró y se arremolinaba contra la ventana y la tos y el llanto fue silenciado.
Me desperté de golpe y miré alrededor. Me hallaba en el avión con Paula, mis manos apretando sus brazos y cada musculo en mi cuerpo se encontraba tenso.
—¿Pedro? Estas sudando —dijo Paula, tocando mi mejilla.
—Ya regresó —dije, desabrochando el cinturón rápidamente.
Me dirigí al final del avión y abrí la puerta del baño y la cerré tras de mí. Abrí la llave del agua, salpiqué agua en mi cara, y me miré en el espejo, viendo las gotas de agua deslizarse de mi cara y en el mostrador.
Me dirigí al final del avión y abrí la puerta del baño y la cerré tras de mí. Abrí la llave del agua, salpiqué agua en mi cara, y me miré en el espejo, viendo las gotas de agua deslizarse de mi cara y en el mostrador.
Ellos se encontraban allí por mi culpa. Sabía que Keaton no era seguro, había demasiada gente en el mostrador y dejé que pasará. Contribuí a la docena de muertes y ahora me encontraba en un avión rumbo a las Vegas. ¿Qué mierda
estaba mal conmigo?
Caminé de regreso a mi asiento y me acomodé junto a Paula.
Me miró y notó en seguida que algo andaba mal. —¿Qué pasa?
—Es mi culpa.
Negó y mantuvo su voz baja. No, no hagas esto. —
—Tuve que haber dicho que no, debí insistir en un lugar más seguro.
—No sabias que esto iba a pasar. —Miró alrededor asegurándose que nadie escuchara—. Es terrible y horrible pero no podíamos detenerlo. No podemos cambiarlo.
—¿Qué pasa si me arrestan, Paula? ¿Y si voy a la cárcel?
—Sssh —dijo, recordándome la forma que Lindsey trató de calmar a Emily en mi sueño—. No pasará —susurró sus ojos enfocados, resueltos.
—Tal vez debería.
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