TRILOGIA:LA PRIMER PARTE CONTADA POR PAULA,LA SEGUNDA POR PEDRO Y LA TERCERA EN UN MOMENTO ESPECIFICO DE SUS VIDAS
lunes, 2 de junio de 2014
CAPITULO 215
Paula se detuvo en el borde, su mano sostenía los únicos dos dedos que tengo libres. El resto los tenía ocupados con bolsas o tratando de hacerle señas a Rosario.
Habíamos manejado el Honda al aeropuerto dos días antes, así que Valentin tuvo que dejar a su novia tomar el control del carro.Rosario había insistido en recogernos y todo el mundo sabía por qué. Cuando ella se detuvo junto a la acera,miró hacia al frente, ni siquiera salió a ayudarnos con las bolsas.
Cojeando, Paula se sentó en el asiento del copiloto, cuidando el lado donde se había tatuado mi apellido.
Lancé las bolsas por la ventana trasera y traté de abrir la puerta. —Eh… —dije tratando de abrirla nuevamente—. Abre la puerta, Ro.
—No creo que lo haga —me contestó volteando a verme.
Aceleró un poco, y Paula se tensó. —Detente Ro.
Rosario piso el freno y alzó una ceja. —Casi haces que maten a mi mejor amiga en una de tus estúpidas peleas, después la traes a Las Vegas y te casas con ella cuando estoy fuera de la ciudad, por lo que no sólo no puedo ser la dama de honor, sino que ni siquiera puedo ser testigo de ello.
Traté de abrir la puerta nuevamente. —Vamos Ro, desearía poder decir que lo siento, pero estoy casado con el amor de mi vida.
—¡El amor de tu vida es una Harley! —gritó, y avanzó nuevamente.
—¡Ya no! —le rogué.
—Rosario Mason… —comenzó Paula, tratando de sonar intimidante pero Rosario le lanzó una mirada demasiado severa que dejó a Paula encogida contra la puerta.
Los coches de atrás nos tocaban la bocina, pero Rosario estaba demasiado enojada para prestar atención a eso.
—De acuerdo —dije levantando una mano—. Está bien ¿y qué tal si nosotros uh… tuviéramos otra boda este verano? Con vestido, invitaciones, flores y con todas esas cosas. Podrías ayudar a Paula a planear la boda, podrías pararte a
su lado, hacerle una despedida de soltera, todo lo que quieras.
—¡No es lo mismo! —gruñó Rosario, pero la tensión en su rostro se relajó un poco—. Pero es un comienzo. —Se estiró hacia atrás y quitó el seguro, jalé la manejilla y entré al carro, cuidando de no hablar hasta que llegamos al apartamento.
Valentin estaba limpiando su Charger cuando nos detuvimos en el estacionamiento. —Hola. —Me sonrió y abrazó a mí primero, y luego a Paula—.Felicidades a los dos.
.
—Gracias —contestó Paula que aún se sentía incomoda por la rabieta de Rosario.
—Supongo que es una buena cosa que Rosario y yo hayamos estado hablando sobre conseguir nuestro propio departamento.
—Lo harán —dijo Paula inclinando la cabeza hacia su amiga—. Parece que nosotros no somos los únicos que toman sus propias decisiones.
—Íbamos hablar de ello contigo —contestó Rosario a la defensiva.
—No hay prisa —le dije—, pero me gustaría algo de ayuda hoy, para traer el resto de las cosas de Paula aquí.
—Sí, claro. Benjamin acaba de regresar a casa. Le dije que necesitábamos su camioneta.
Los ojos de Paula se movían entre nosotros tres. —¿Vamos a decírselo?
Rosario no pudo ocultar una sonrisa de suficiencia. —Va ser difícil esconderlo con ese gran diamante en tu dedo.
Fruncí el ceño. —¿No quieres que nadie sepa?
—Bueno, no, no es eso. Pero nosotros nos fugamos, bebé. La gente enloquecerá.
—Ahora eres la señora Alfonso, que se jodan —dije sin dudarlo.
Paula me sonrió y luego miró su anillo. —Esa soy yo, supongo que debo hablar en nombre de la familia apropiadamente.
—¡Oh mierda! —dije—. Tenemos que decirle a papá.
La cara de Paula se puso blanda. —¿Tenemos?
Rosario comenzó a reírse. —De seguro estás esperando mucho de ella, pasos de bebé, Pepe, por Dios.
Le hice una mueca, aún irritado porque no me dejó subir al carro en el aeropuerto.
Paula esperaba por una respuesta.
Me encogí de hombros. —No lo tenemos que hacer hoy, pero lo haremos pronto, ¿está bien? No quiero que se entere por alguien más.
Asintió. —Lo entiendo, sólo tomémonos el fin de semana y disfrutemos nuestros primeros días como recién casados, sin invitar a nadie a nuestro matrimonio por el momento.
Sonreí sacando nuestro equipaje por la ventana trasera del Honda. —Trato,excepto por una cosa.
—¿Qué cosa?
—¿Podemos pasar los primeros días buscando un carro? Estoy bastante seguro que te prometí un carro.
—¿En serio? —me dijo sonriendo.
—Escoge un color, bebé.
Paula saltó sobre mí de nuevo, envolviéndome con sus brazos y piernas y cubriendo mi cara de besos.
—Oh, deténganse ahí ustedes dos —dijo Rosario.
Paula cayó en sus pies y Rosario la agarró de la muñeca. —Vamos adentro,quiero ver tu tatuaje.
Las chicas corrieron escaleras arriba, dejándonos a Valentin y a mí con el equipaje, lo ayudé con las numerosas y pesadas bolsas de Rosario, agarrando la de Paula, y también la mía.
Subimos el pesado equipaje y estuvimos agradecidos que la puerta se hubiera quedado abierta.
Paula
estaba tumbada en el sillón, con sus jeans desabrochados y doblados, bajando la mirada mientras Rosario inspeccionaba las delicadas curvas negras en la piel de Paula.
Rosario miró a Valentin, que tenía la cara roja y sudaba. —Estoy tan feliz de que nosotros no estemos locos, nene.
—Yo también —dijo Valentin—. Espero que quieras estar aquí porque no las llevaré de vuelta al carro.
—Así está bien, gracias. —le sonrió con ternura, regresando su atención al tatuaje de Paula.
Valentin resopló mientras desaparecía en su habitación, regresando con una botella de vino en cada mano.
—¿Qué es eso? —preguntó Paula.
—Tu recepción —contestó Valentin con una gran sonrisa.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario