Me senté a mirar las últimas rondas, viendo a los chicos tratando de recuperar su dinero. Ronda tras ronda, Paula los arrollaba. Ni siquiera pretendía ir fácil contra ellos.
Una vez que mis hermanos quedaron sin dinero, papá terminó la noche y Paula le devolvió cien dólares a cada uno de ellos, excepto a papá, quién no los quiso tomar.
Tomé la mano de Paula, y caminamos hacia la puerta. Mirar a mi novia ganarle a mis hermanos fue entretenido, pero aún estaba decepcionado que les devolviera parte de su dinero.
Me apretó la mano. —¿Qué sucede, bebé?
—¡Acabas de regalar cuatrocientos dólares, Paloma!
—Si esta hubiese sido una noche de póquer en Sig Tau, me los hubiera quedado. No les puedo robar a tus hermanos la primera vez que los conozco.
—¡Ellos se hubieran quedado con tu dinero!
—No lo hubiera dudado ni por un segundo, tampoco —dijo Nahuel.
Por el rabillo de mi ojo, vi a Pablo mirando a Paula desde el sillón reclinable en la esquina de la sala de estar. Había estado más tranquilo que de costumbre.
—¿Por qué sigues mirando a mi chica, Pablo?
—¿Cuál dijiste que era tu apellido? —preguntó Pablo.
Paula se movió nerviosamente, pero no contestó.
Puse mi brazo alrededor de su cintura, y me volví hacia mi hermano, no muy seguro de a qué quería llegar. Él pensaba que sabía algo, y se preparaba para hacer su jugada.
—Es Chaves. ¿Por qué?
—Puedo entender por qué no lo averiguaste antes de esta noche,Pepe, pero ya no tienes ninguna excusa —dijo Pablo, presumido.
—¿De qué mierda estás hablando? —pregunté.
—¿Por casualidad no estarás emparentada con Ruben Chaves? —preguntó Pablo.
Todas las cabezas se giraron, esperando la respuesta de Paula.
Envolvió su dedo en su pelo, claramente nerviosa. —¿De dónde conoces a Ruben?
Mi cuello se giró incluso más en su dirección. —Es uno de los mejores jugadores de póquer que haya existido. ¿Lo conoces?
—Es mi padre —dijo. Pareció casi doloroso de responder.
La sala entera estalló.
—¡DE NINGUNA JODIDA MANERA!
—¡LO SABÍA!
—¡ACABAMOS DE JUGAR CON LA HIJA DE RUBEN CHAVES!
—¿RUBEN CHAVES? ¡MIERDA!
Las palabras resonaron en mis oídos, pero aún así me tomó varios segundos procesarlo. Tres de mis hermanos saltaban arriba y abajo, gritando, pero para mí la habitación entera estaba congelada, y el mundo silencioso.
Mi novia, que también era mi mejor amiga, era la hija de una leyenda del póquer, alguien que mis hermanos, mi padre e incluso mi abuelo, idolatraban.
La voz de Paula me regresó al presente. —Les dije que no debía jugar.
—Si nos hubieras dicho que eras la hija de Ruben Chaves, tal vez te hubiéramos tomado más en serio —dijo Pablo.
Paula me miró desde abajo de sus pestañas, esperando una reacción.
—¿Tú eres El TRECE AFORTUNADO? —le pregunté, sin habla.
Marcos se paró y la señaló. —¡el trece afortunado está en nuestra casa! ¡De ninguna manera! ¡No lo puedo creer!
—Ese fue un apodo que la prensa me dio. Y la historia no era exactamente correcta —dijo Paula, inquieta.
Incluso en medio de la resonante conmoción de mis hermanos, la única cosa que podía pensar era lo malditamente caliente que era la chica de la que estaba
enamorado, era prácticamente una celebridad. Aún mejor, era famosa por algo exageradamente genial.
—Necesito llevar a Paula a casa, chicos —dije.
Papá miró a Paula por encima de sus anteojos. —¿Por qué no era correcta?
—Yo no le quité la suerte a mi padre. Es decir, es ridículo.
—Se echó a reír, enroscando su pelo nerviosamente alrededor de su dedo.
Pablo negó con la cabeza. —No, Ruben dio esa entrevista. Dijo que a la media noche de tu decimotercer cumpleaños su suerte se acabó.
—Y la tuya empezó —añadí.
—¡Fuiste criada por mafiosos! —dijo Marcos, sonriendo con emoción.
—Oh... no —Se rió una vez—. Ellos no me criaron. Sólo estuvieron alrededor... bastante.
—Es una pena, Ruben soltándole tu nombre a la mafia por medio de la prensa. Eras sólo una niña —dijo mi papá, sacudiendo la cabeza.
—En todo caso, fue suerte de principiantes —dijo Paula.
Me di cuenta por la mirada en su cara que estaba incómoda por toda la atención.
—Fuiste enseñada por Ruben Chaves —dijo papá, sacudiendo la cabeza con asombro—. Estabas jugando profesionalmente y ganando a la edad de trece años, por Cristo Santo. —Me miró y sonrió—. No apuestes en su contra, hijo. Ella no pierde.
Mi mente inmediatamente regresó a la pelea cuando Paula apostó en mi contra, sabiendo que iba a perder, y tener que vivir conmigo por un mes. Durante todo este tiempo pensé que no se preocupaba por mí, y ahora me doy cuenta de
que no era así.
—Uh… nos tenemos que ir, papá. Adiós, chicos.
Conduje por las calles, entrando y saliendo del tráfico. Cuanto más rápido subía la aguja del velocímetro, más apretados los muslos de Paula me sujetaban,haciéndome tener más ganas de llegar al apartamento.
Paula no dijo una palabra cuando aparqué la Harley y la conduje al piso de arriba, y todavía no hablaba cuando le ayudé con su chaqueta.
Se dejó el pelo suelto y me quedé mirándola con asombro. Era casi como si fuera una persona diferente, y no podía esperar para poner mis manos sobre ella.
—Sé que estás enojado conmigo —dijo, mirando al suelo—. Discúlpame que no te lo dije, pero no es algo de lo que hablo.
Sus palabras me sorprendieron. —¿Enojado contigo? Estoy tan caliente que no puedo ver claramente. Le acabas de robar el dinero a los imbéciles de mis hermanos sin siquiera pestañear, lograste asombrar a mi papá, y estoy bastante
seguro que perdiste a propósito aquella apuesta que hicimos antes de mi pelea.
—Yo no diría eso...
—¿Pensaste que ibas a ganar?
—Bueno... no, no exactamente —dijo, quitándose los zapatos de tacón.
Apenas podía contener la sonrisa que avanzó a mi cara. —Entonces querías estar aquí conmigo. Creo que me acabo de enamorar de ti de nuevo.
Paula pateó sus tacones en el armario. —¿Cómo es que no estás enojado en este momento?
Suspiré. Tal vez debería haber estado molesto. Pero sólo… no lo estaba. —Es algo bastante importante, Paloma. Debiste habérmelo dicho. Pero entiendo por qué no lo hiciste. Viniste aquí para escapar de todo eso. Es como si el cielo se abriera… ahora todo tiene sentido.
—Bueno, eso es un alivio.
—trece afortunado —dije, agarrando el dobladillo de su camisa y tirándola por encima de su cabeza.
—No me llames así, Pedro. No es algo bueno.
—Eres jodidamente famosa, Paloma—Desabroché sus jeans y los bajé hasta sus tobillos, ayudándola a salir.
—Mi padre me odió luego de eso. Todavía me culpa por todos sus problemas.
Me quité la camisa y la abracé, impaciente por sentir su piel contra la mía. —Todavía no puedo creer que la hija de Ruben Chaves está parada frente a mí, he estado contigo todo este tiempo y no tenía ni idea.
Me empujó. —¡No soy la hija de Ruben Chaves, Pedro! Eso fue lo que dejé atrás. Soy Paula. ¡Sólo Paula! —dijo, caminando al armario. Arrancó una camiseta del perchero y se la puso.
—Lo siento. Estoy un poco deslumbrado.
—¡Solamente soy yo! —Sostuvo la palma de su mano contra su pecho, su voz al borde de la desesperación.
—Sí, pero...
—Pero nada. La manera en que me estás mirando ahora. Es justamente por eso que no te lo había dicho. —Cerró los ojos—. No voy a vivir así de nuevo, Pepe.Ni siquiera contigo.
—¡Guau! Cálmate, Paloma. No nos dejemos llevar. —La tomé en mis brazos,de repente me preocupé de a dónde iba la conversación—. No me importa lo que fuiste o lo que ya no eres. Sólo te quiero a ti.
—Entonces, supongo que tenemos eso en común.
Tiré de ella suavemente a la cama, y luego me acurruqué a su lado,aspirando el ligero olor a cigarro mezclado con su champú. —Somos sólo tú y yo contra el mundo, Paloma.
Se acurrucó a mi lado, parecía satisfecha con mis palabras. Cuando se relajó contra mi pecho, suspiró.
—¿Qué sucede? —pregunté.
—No quiero que nadie se entere, Pepe. No quería que tú te enteraras.
—Te amo, Paula. No lo volveré a mencionar, ¿de acuerdo? Tu secreto está a salvo conmigo —dije, apretando mis labios suavemente contra su frente.
Acarició su mejilla contra mi piel, y la apreté. Los acontecimientos de la noche parecían un sueño. La primera vez que llevaba una chica a casa, y no sólo era la hija de un famoso jugador de póker, sino que también podía dejarlos
fácilmente a todos sin dinero en una sola mano. Por ser el jodido de la familia, sentí que por fin había ganado un poco de respeto por parte de mis hermanos mayores.
Y todo debido a Paula.
No hay comentarios:
Publicar un comentario