viernes, 23 de mayo de 2014

CAPITULO 183



Para pasar el tiempo, cociné chuletas de cerdo y puré de patatas, pero sólo lo esparcí por mi plato, incapaz de comer. Lavar la ropa ayudó a noquear una hora,y entonces decidí darle a Moro un baño. Jugamos un rato, pero incluso él me dejó y se acurrucó en la cama. Mirando hacia el techo, obsesionado con lo estúpido que había sido, no estaba siendo productivo, así que decidí sacar todos los platos del gabinete y lavarlos a mano.


La noche más larga de mi vida.


Las nubes comenzaron a colorarse, el sol comenzaba a salir. Agarré las llaves de la moto y salí a dar un paseo, acabé delante de Morgan Hall.


Harmony Handler estaba saliendo a correr. Me miró por un momento, manteniendo su mano sobre la puerta.


—Hola,Pedro —dijo con su típica sonrisita. Que se desvaneció rápidamente—. Guau. ¿Está enfermo o algo? ¿Necesitas que te lleve a algún lugar?


—Debo haber lucido como el infierno. Harmony siempre había sido un amor. Su hermano era un Sig Tau, por lo que no la conocía tan bien. Las hermanitas estaban prohibidas.


—Hola, Harmony —dije, intentando darle una sonrisa—. Quería darle una sorpresa a Paula con el desayuno. ¿Crees que pueda pasar?


—Eh... —dudó, mirando hacia atrás, a través de la puerta de cristal—.Nancy podría enloquecer. ¿Seguro que estás bien?


Nancy era la mamá del dormitorio de Morgan Hall. Había oído hablar de ella, pero nunca la había visto y dudaba que siquiera lo notara. Se decía por el campus que bebía más que los residentes y rara vez era vista fuera de su habitación.


—Sólo ha sido una noche larga. Vamos. —Sonreí—. Sabes que no le importará.


—Está bien, pero no fui yo.


Sostuve mi mano en mi corazón. —Lo prometo.


Subí las escaleras y toqué suavemente en la puerta de Paula.
La perilla giró rápidamente, pero la puerta se abrió lentamente,gradualmente, revelando a Paula y Luciano al otro lado del cuarto. La mano de Carla se retiró de la perrilla y regresó a las sábanas de su cama.


—¿Puedo pasar?


Paula se sentó rápidamente. —¿Estás bien?


Entré y caí de rodillas ante ella. —Lo siento, Paula. Lo siento —dije,envolviendo mis brazos alrededor de su cintura y enterrando la cabeza en su regazo.


Paula acunó mi cabeza en sus brazos.


—Yo, uh... —tartamudeó Rosario—. Me voy.


La compañera de Paula,Carla dio pisotones por el cuarto, agarrando sus cosas para ducharse. —Siempre estoy muy limpia cuando estás por aquí, Paula —dijo, golpeando la puerta detrás de ella.


Miré a Paula —Sé que me vuelvo loco cuando se trata de ti, pero Dios sabe que lo estoy intentando, Paloma. No quiero arruinarlo.


—Entonces no lo hagas —dijo simplemente.


—Esto es difícil para mí, ¿sabes? Siento que en cualquier momento vas a averiguar cuan pedazo de mierda soy y me vas a dejar. Cuando bailaban anoche, vi una docena de tipos mirándote. Vas a la barra, y veo que agradeces a ese chico por la bebida. Luego esa bolsa de mierda en la pista de baile te agarra.


—Tú no me ves a mí golpeando a cualquier chica que se te acerca. No puedo quedarme encerrada en el apartamento todo el tiempo. Vas a tener que controlar tu temperamento.


—Lo haré —dije, asintiendo—. Nunca he querido a una novia antes, Paloma.No estoy acostumbrado a sentirme de esta manera acerca de alguien... por nadie. Si eres paciente conmigo, juro que me controlaré.


—Vamos aclarar algo; no eres un pedazo de mierda, eres increíble. No importa quién me compre bebidas o quien me invite a bailar o quién coquetee conmigo. Voy a casa contigo. Me has pedido que confíe en ti, y tú no pareces
confiar en mí.


Fruncí el ceño. —Eso no es verdad.


—Si piensas que voy a dejarte por cualquier tipo que se aparezca, entonces no me tienes mucha fe.


Apretó mi agarre. —No soy lo suficientemente bueno para ti, Paloma. Eso no quiere decir no confíe en ti, sólo me preparo para lo inevitable.


—No digas eso. Cuando estamos solos, eres perfecto. Somos perfectos. Pero luego dejas que todos los demás lo arruinen. No espero un cambio de 180 grados, pero tienes que elegir tus batallas. No puedes pelear cada vez que alguien me mire.


Asentí, sabiendo que tenía razón. —Hago todo lo que tú quieras. Sólo...dime que me amas. —Era plenamente consciente lo ridículo que sonaba, pero no importaba ya.


—Sabes que lo hago.


—Necesito oírte decirlo.


—Te amo —dijo. Tocó mis labios con los suyos y luego me alejó unos centímetros—. Ahora deja de ser tan bebé.


Una vez que me besó, mi corazón comenzó a calmarse y todos los músculos en mi cuerpo se relajaron. Me aterró lo mucho que la necesitaba. No podía imaginar que el amor fuera así para todos, de ser así los hombres andarían por ahí caminando como locos en el segundo que fueran lo suficientemente grandes como para notar a las niñas.
Tal vez sólo era yo. Tal vez éramos sólo ella y yo. Tal vez juntos éramos esta entidad volátil que hacía implosión o se fundía. De cualquier manera, parecía que en el momento en que la encontré, mi vida se había volteado boca abajo. Y no
quería que fuera de ninguna otra manera.

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