martes, 20 de mayo de 2014

CAPITULO 171




Menos de cinco minutos después, yo estaba jugando con la radio en el Charger mientras Valentin salía del estacionamiento de nuestro apartamento.
Valentin parecía estar en un estado de ánimo excepcionalmente bueno mientras nos llevaba a través del trafico y frenando lo suficiente para no tirar a los peatones por encima del capó. Finalmente, encontró un espacio adecuado en el estacionamiento, y nos dirigimos a Composición de Inglés II, la única clase que compartíamos.
La fila superior había sido el nuevo acuerdo de asientos de Valentin y mío por bastantes semanas en un intento de liberarnos de la manada de hembras que generalmente rodeaba mi escritorio.
La Dra. Parker entró campante en el aula, vertiendo un bolso de mano, un maletín y una taza de café en su escritorio. —¡Cristo! ¡Hace frío! —dijo, tirando de su abrigo apretadamente alrededor de su pequeño cuerpo—. ¿Están todos aquí? —Manos se dispararon hacia arriba, y ella asintió, sin prestar realmente atención—Genial. Buenas noticias. ¡Examen sorpresa!


Todo el mundo se quejó, y ella sonrió. —Aún me aman. Papel y lápiz, gente.No tengo todo el día.


La habitación se llenó con el mismo sonido mientras todos alcanzaban sus suministros. Escribí mi nombre en la parte superior de mi papel y sonreí ante los susurros de pánico de Valentin.


—¿Por qué? ¿Examen sorpresa en Composición II? Jodidamente ridículo —dijo entre dientes.


La prueba fue bastante inofensiva, y su lección terminó con otra tarea para entregar al final de esta semana. En los últimos minutos de clases, un chico de la fila justo delante de mí, estiró el cuello hacia atrás. Lo reconocí de la clase. Su nombre era Levi, pero sabía eso sólo porque había escuchado a la Dra. Park llamarlo en varias ocasiones. Su pelo negro grasiento siempre estaba peinado hacia atrás, lejos de su cara picada de viruela. Levi nunca estaba en la cafetería, o en cualquier fraternidad. Él no estaba en el quipo de futbol, tampoco, y en ninguna de las fiesta. No en ninguna de las que yo frecuentaba, al menos.
Bajé la vista hacia él, y luego volví mi atención a la Dra. Park, quien compartía una historia acerca de la última visita de su amigo gay favorito.
Mis ojos se dirigieron hacia abajo de nuevo. Aún estaba mirándome.


—¿Necesitas algo? —pregunté.


—Acabo de enterarme acerca de la fiesta de Benjamin este fin de semana. Bien jugado.


—¿Eh?


La chica a su derecha, Elizabeth, se volvió también, su pelo castaño claro rebotando. Elizabeth era la novia de uno de mis hermanos de fraternidad. Sus ojos se iluminaron. —Sí. Lamento haberme perdido ese show.


Valentin se inclinó hacia adelante —¿Qué? ¿La pelea entre Ro y yo?


El chico se rió. —No. La fiesta de Paula.


—¿La fiesta de cumpleaños? —pregunté, tratando de no pensar a que se podía estar refiriendo. Había varias cosas que habían pasado que podrían batir molinos de rumores, pero nada que un olvidado tipo al azar se enteraría.


Elizabeth comprobó a ver si la Dra. Parker nos estaba mirando, y luego volvió su cabeza atrás. —Paula y Adrian.


Otra chica se volteó. —Oh, sí. Escuché que Adrian los encontró a ustedes dos juntos la mañana siguiente. ¿Es cierto?


—¿Lo has oído en donde? —pregunté. La adrenalina gritando a través de mis venas.


Elizabeth se encogió de hombros. —En todas partes. La gente hablaba sobre eso en mi clase esta mañana.


—En la mía, también —dijo Levi.


La otra chica sólo asintió.


Elizabeth se volvió un poco más, inclinándose hacia mí. —¿Realmente lo estaba haciendo en el pasillo de Benjamin con Adrian, y luego se fue a casa contigo?


Valentin frunció el ceño. —Ella se está quedando con nosotros.


—No —dijo la chica al lado de Elizabeth—. Ella y Adrian se besuquearon en el sofá de Benjamin, y luego se levantó, bailó con Pedro, Adrian se fue molesto, y ella se fue con Pedro… y Valentin.


—Eso no fue lo que yo escuché —dijo Elizabeth, visiblemente tratando de contener su entusiasmo—Escuché que era una especie de trío. Así que… ¿Cual de todas es, Pedro?


Levi parecía estas disfrutando de la conversación. —Siempre había oído que era al revés.


—¿A qué te refieres? —Ya irritado con su tono.


—Que Adrian estaba consiguiendo tus sobras.


Entrecerré mis ojos. Quien fuera que sea este tipo, sabía más de mí de lo que debería. Me incliné hacia él. —Metete en tus jodidos asuntos, imbécil.


—Está bien —dijo Valentin, poniendo sus manos en mi escritorio.


Inmediatamente Levi se volteó, y las cejas de Elizabeth se alzaron antes de volverse también.


—Jodida porquería —me quejé. Miré a Valentin—. La hora del almuerzo es la siguiente. Alguien le dirá algo. Están diciendo que los dos nos la follamos.Maldición. Maldición, Valentin, ¿Qué hago?


Valentin inmediatamente comenzó a meter sus cosas en su mochila, y yo hice lo mismo.


—Pueden irse —dijo la Dra. Park—. Váyanse endemoniadamente fuera y sean ciudadanos productivos hoy.


Mi mochila golpeó contra mi espalda mientras corría a través del campo, haciendo una línea recta hacia la cafetería. Rosario y Paula aparecieron a la vista, a tan sólo unos pasos de la entrada.


Valentin tomó el brazo de Rosario —Ro—resopló.


Agarré mis caderas tratando de recuperar el aliento.


—¿Hay una turba de mujeres enfadadas que te persiguen? —bromeó Paula.


Sacudí mi cabeza. Mis manos temblaban, así que agarré las tiras de mi mochila. —Trataba de alcanzarte… antes de que… entraras —suspiré.


—¿Qué está pasando? —preguntó Rosario a Valentin


—Hay un rumor —comenzó Valentin—. Todo el mundo está diciendo que Pedro llevó a Paula a casa y… los detalles son diferentes, pero es bastante malo.


—¿Qué? ¿Hablas en serio? —exclamó Paula.


Rosario rodó sus ojos. —¿A quién le importa, Paula? La gente ha estado especulando sobre ti y Pepe por semanas. No es la primera vez que alguien dice que ustedes duermen juntos.


Miré a Valentin, esperando a que él hubiese encontrado una forma de salir del apuro en el que me había metido.


—¿Qué? —dijo Paula—. Hay algo más, ¿no es así?


Valentin se estremeció. —Dicen que dormiste con Adrian donde Benjamin, y que luego dejaste que Pedro… te llevara a casa, si sabes a lo que me refiero.


Su boca cayó abierta. —¡Genial! ¿Así que soy la puta de la escuela ahora?


Yo había hecho esto, y por supuesto que era Paula la que sufriría las consecuencias. —Esto es mi culpa. Si fuera alguien más, no estarían diciendo eso de ti. —Entré a la cafetería, con mis manos en puños a mis costados.


Paula se sentó, y me aseguré de sentarme a unos pocos asientos lejos de ella.
Los rumores habían sido extendidos sobre mí manoseando chicas antes, y algunas veces el nombre de Adrian era incluso mencionado también, pero nunca me importó hasta ahora. Paula no merecía ser tratada de esa manera porque era mi amiga.


—No tienes que sentarte ahí, Pepe. Vamos, ven a sentarte —dijo Paula,palmeando el espacio vacío en la mesa frente a ella.


—Escuché que tuviste un buen cumpleaños, Paula —dijo Daniel Jenks,arrojando un trozo de lechuga en mi plato.


—No empieces con ella, Jenks —advertí, ceñudo.


Daniel sonrió, empujando sus redondas y rosadas mejillas. —Escuché que Adrian está furioso. Dijo que fue a tu apartamento ayer, y tú y Pedro todavía estaban en la cama.


—Estaban tomando una siesta, Dani —se burló Rosario.


Los ojos de Paula se clavaron en mí. —¿Adrian vino?


Me moví incómodo en mi silla. —Iba a decírtelo.


—¿Cuándo? —espetó.


Rosario se inclinó en su oído, probablemente explicando lo que todo el mundo, excepto Paula sabía.


Paula puso sus codos sobre la mesa, cubriéndose el rostro con las manos. —Esto se pone cada vez mejor.


—Entonces, chicos, ¿realmente no han entrado en acción? —preguntó Daniel—. Maldición, eso apesta. Pensé que Paula era la adecuada para ti después de todo,Pepe.


—Es mejor que pares ahora, Daniel —advirtió Valentin.


—Si no dormiste con ella, ¿importa si tomo mi turno? —dijo Daniel, riendo a sus compañeros.


Sin pensarlo, salté de mi asiento, y me subí a la mesa de Daniel. Su rostro se transformó en cámara lenta desde una sonrisa a amplios ojos y una boca abierta.
Agarré a Daniel por la garganta con una mano y un puñado de su camiseta con la otra. Mis nudillos apenas sintieron la conexión con su cara. Mi rabia estaba al máximo y estaba a punto de mandarlo todo a volar. Daniel cubrió su rostro, pero seguí dándole caza.


—¡Pedro! —gritó Paula, bordeando de la mesa.


Mi puño se congeló en pleno vuelo, y entonces liberé la camisa de Daniel, dejándolo desmoronarse en una pelota en el suelo. La expresión de Paula me hizo vacilar; estaba asustada de lo que acababa de ver. Tragó, y dio un paso hacia atrás.
Su miedo sólo me puso más enojado, no con ella, sino porque me avergonzaba de mí mismo.


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