TRILOGIA:LA PRIMER PARTE CONTADA POR PAULA,LA SEGUNDA POR PEDRO Y LA TERCERA EN UN MOMENTO ESPECIFICO DE SUS VIDAS
sábado, 17 de mayo de 2014
CAPITULO 162
Menos de una semana después, había vaciado mi segunda botella de whisky. Entre lidiar con Paula pasando más y más tiempo con Adrian, y que me pidiera que la libere de la apuesta para poder irse, mis labios tocaban la boca de la botella más de lo que mis cigarrillos lo hacían.
Adrian arruinó la sorpresa de Paula el jueves en el almuerzo, así que tuve que luchar para moverlo al viernes por la noche en lugar del domingo. Estaba agradecido por la distracción, pero no fue suficiente.
El jueves por la noche, Paula y Rosario charlaban en el baño. El comportamiento de Paula combinó con la forma que me miró: apenas había hablado conmigo esa noche, ya que me negué a dejarla fuera de la apuesta.
Con la esperanza de suavizar las cosas, me metí en el baño.
—¿Quieres ir a cenar?
—Valen quiere visitar el nuevo lugar mexicano en el centro, si ustedes quieren ir —dijo Rosario, ausente, peinando su cabello.
—Pensé que Paloma y yo podríamos ir solos esta noche.
Paula maquilló sus labios con labial. —Voy a salir con Adrian.
—¿Otra vez? —dije, sintiendo mi cara comprimirse en un ceño.
—Otra vez —dijo ligeramente.
El timbre sonó, y Paula salió del baño y se precipitó a través de la sala para abrir la puerta principal.
La seguí y me situé detrás de ella, haciendo un espacio para darle a Adrian mi mejor mirada de muerte.
—¿Alguna vez te ves menos que magnífica? —preguntó Adrian.
—Basándome en la primera vez que viniste aquí, tendré que decir que sí —le dije sin expresión.
Paula levantó un dedo hacia Adrian, y se volvió. Esperaba que regresara bruscamente mi comentario, pero estaba sonriendo. Echó los brazos alrededor de mi cuello y me apretó.
Al principio me tensé, pensando que trataba de golpearme, pero una vez que reconocí que me abrazaba, me relajé, y luego tiré de ella hacia mí.
Se apartó y sonrió. —Gracias por organizar mi fiesta de cumpleaños —dijo, con aprecio genuino en su voz—. ¿Puedo tomar un vale para la cena?
Tenía una calidez en sus ojos en la cual me perdí, pero sobre todo me sorprendió que después de no hablar conmigo toda la tarde y la noche, estuviera en mis brazos.
—¿Mañana?
Me abrazó de nuevo. —Absolutamente. —Se despidió mientras tomaba la mano de Adrian y cerró la puerta detrás de ella.
Me di la vuelta y froté la parte trasera de mi cuello. —Necesito... necesito…
—¿Un trago?—preguntó Valentin, había un tono de preocupación en su voz.
Miró hacia a la cocina—. No tenemos mucho, sólo cerveza.
—Entonces, creo que haré un viaje a la tienda de licores.
—Voy a ir con ustedes —dijo Rosario, saltando para agarrar su abrigo.
—¿Por qué no manejas? —le dijo Valentin, lanzándole las llaves.
Rosario miró a la colección de metales en la mano —¿Estás seguro?
Valentin suspiró. —No creo que Pedro deba conducir. En cualquier lugar…si me entiendes.
Rosario asintió con entusiasmo. —Lo tengo. —Me agarró la mano—.Vamos, Pepe. Te ayudaremos. —Empecé a seguirla a la puerta, pero se detuvo bruscamente, girando sobre sus talones—. ¡Pero! Tienes que prometerme algo. No pelees esta noche. Ahogar tus penas, sí —dijo, tomando mi barbilla y obligándome a asentir—. Borracho, no. —Otra vez me hizo asentir.
Me aparté, agitando la mano.
—¿Lo prometes? —Levantó una ceja.
—Sí.
Sonrió. —Entonces nos vamos.
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