TRILOGIA:LA PRIMER PARTE CONTADA POR PAULA,LA SEGUNDA POR PEDRO Y LA TERCERA EN UN MOMENTO ESPECIFICO DE SUS VIDAS
jueves, 15 de mayo de 2014
CAPITULO 156
Paula desapareció y cerré mis ojos con fuerza, tratando de bloquear el grito en mi cabeza. Todo en mí decía que debía ir allí arriba y traerla de vuelta. Agarré la barandilla, conteniéndome.
—Te ves enojado —dijo Rosario, chocando su vaso rojo con el mío.
Mis ojos se abrieron de golpe. —No, ¿por qué?
Hizo una mueca. —No me mientas. ¿Dónde está Paula?
—Arriba. Con Adrian.
—Oh.
—¿Qué se supone que significa eso?
Se encogió de hombros. Sólo había estado ahí poco más de una hora, y ya tenía esa mirada familiar en sus ojos. —Estás celoso.
Cambié mi peso, incómodo con alguien, además de Valentin, siendo tan directo conmigo. —¿Dónde está Valen?
Rosario hizo rodar los ojos. —Haciendo sus deberes como estudiante de primer año.
—Por lo menos no tiene que quedarse después y limpiar.
Levantó el vaso hasta su boca y bebió un sorbo. No estaba seguro de cómo podía ya estar casi ebria.
—Entonces, ¿lo estás?
—¿Estoy qué?
—¿Celoso?
Fruncí el ceño. Rosario generalmente no era tan desagradable. —No.
—Número dos.
—¿Eh?
—Esa es la mentira número dos. —Miré alrededor. Valentin seguramente me rescataría pronto—. Realmente la jodiste anoche —dijo, sus ojos de pronto limpios.
—Lo sé.
Entrecerró los ojos, mirándome tan intensamente que quise huir. Rosario era una pequeña cosa rubia, pero era intimidante como la mierda cuando quería serlo.
—Deberías alejarte, Pedro. —Miró arriba, hacia la cima de las escaleras—. Él es lo que ella piensa que quiere.
Mis dientes se apretaron. Ya sabía eso, pero era peor oírlo de Rosario.
Antes de esto, pensé que ella tal vez estaría bien conmigo y Paula, y eso de alguna manera significaba que no era un completo idiota por perseguirla. —Lo sé.
Levantó una ceja. —No creo que lo sepas.
No respondí, tratando de no hacer contacto visual con ella. Tomó mi mentón con su mano, aplastando mis mejillas contra mis dientes.
—¿Lo haces?
Traté de hablar, pero sus dedos ahora aplastaban mis labios juntos. Me eché hacia atrás y aparté su mano. —Probablemente no. No soy exactamente conocido por hacer lo correcto.
Rosario me miró por unos segundos, y después sonrió. —Está bien, entonces.
—¿Eh?
Me dio una palmada en la mejilla y luego me señaló. —Tú, Perro loco, eres exactamente de lo que vine a protegerla. Pero, ¿sabes qué? Todos estamos rotos de una manera u otra. Incluso con tu épica metida de pata, podrías ser exactamente lo que necesita. Tienes una oportunidad más —dijo, sosteniendo un dedo a dos centímetros de mí nariz—. Sólo una. No lo arruines… ya sabes… mas de lo usual.
Rosario se alejó y desapareció por el pasillo.
Era tan rara.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario