martes, 13 de mayo de 2014

CAPITULO 149




La expresión de Valentin cambió. Estaba como pez en el agua cuando Agustin lo llamó por una nueva pelea. Sus dedos chocaron contra su teléfono, pulsando, enviando mensajes a todas las personas de su lista. Cuando Valentin desapareció detrás de la puerta, los ojos de Rosario se ampliaron junto a su sonrisa.


—¡Aquí vamos! ¡Será mejor que nos arreglemos!


Antes de que pudiera decir nada, Rosario sacó a Paula por el pasillo. El alboroto era innecesario. Le patearía el culo al chico, valdría la pena por el alquiler y las cuentas de los próximos meses y la vida volvería a la normalidad. Bueno, más o menos normal.Paula se mudaría de nuevo a Morgan Hall y yo me encarcelaría para no matar a Adrian.
Rosario le gritaba a Paula que se cambiara, y ahora Valentin estaba con el teléfono apagado y las llaves del Charger en la mano. Se inclinó hacia atrás para mirar por el pasillo y entonces puso los ojos en blanco.


—¡Vamonos! —gritó.


Rosario corrió por el pasillo, pero en lugar de unirse a nosotros, se metió en el cuarto de Valentin Él volvió a poner los ojos en blanco, pero también sonreía.
Unos momentos más tarde, Rosario salió de la habitación de Valentin con un corto vestido verde y Pau salió del pasillo con unos vaqueros ajustados y una camiseta amarilla, sus tetas rebotando cada vez que se movía.


—Oh, diablos, no. ¿Estás tratando de matarme? Tienes que cambiarte, Paloma.


—¿Qué? —Bajó la mirada a sus vaqueros. Ese no era el problema.


—Está preciosa, Pepe, ¡déjala en paz! —espetó Rosario.



Conduje a Paula por el pasillo. —Consigue una camiseta y un par de zapatillas. Algo cómodo.


—¿Qué? —preguntó, con la confusión distorsionando su rostro—. ¿Por qué?


Me detuve en la puerta. —Porque voy a estar más preocupado acerca de quién está mirando tus tetas con esa camisa en lugar de Hoffman —dije. Llámenlo sexista, pero era verdad. No sería capaz de concentrarme y no iba a perder una pelea por encima del par de tetas de Paula.


—¿Pensé que habías dicho que no te importaba un comino lo que los demás pensaran? —dijo, echando humo.


Realmente no lo entiende.


—Ese es un escenario diferente, Paloma —Miré hacia sus pechos y con orgullo ajustó un sujetador blanco de encaje. De repente, cancelar la pelea se convirtió en una idea tentadora, aunque sólo fuera para pasar el resto de la noche tratando de encontrar una manera de conseguir que estuviera desnuda y contra mi pecho.
Saqué mi vista de sus pechos, haciendo contacto visual de nuevo.


—No puedes llevar esto a la pelea, así que por favor... sólo... por favor,simplemente cámbiate —dije, empujándola hacia la habitación y dejándome afuera antes de que mandara todo a la mierda y la besara.


—Pedro —gritó desde el otro lado de la puerta. Se oyeron golpeteos al otro lado de la puerta y después de lo que, probablemente, fueron zapatos volando por la habitación, finalmente la puerta se abrió. Llevaba una camiseta y un par de Converse. Seguía sexy, pero al menos no estaría demasiado preocupado sobre quién estuviera baboseando por ella para ganar mi maldita pelea.


—¿Mejor? —dijo sin aliento.


—¡Sí! ¡Vámonos!


Valentin y Rosario ya estaban en el Charger, saliendo de la plaza de aparcamiento. Me puse mi casco y esperé hasta que Paula estuviera segura antes de sacar la Harley a las oscuras calles.


Una vez que llegamos a la escuela, pasé por la acera con mis luces apagadas,aparcando detrás de Jefferson.
Cuando llevé a Paula a la entrada trasera, sus ojos se abrieron y se echó a reír. —Estás bromeando.



—Esta es la entrada VIP. Debes ver cómo entra todo el mundo. —Salté por la ventana abierta en el sótano y esperé en la oscuridad.


—¡Pedro! —Medio gritó, medio susurró.


—Aquí abajo, Paloma. Sólo pon los pies primero, te atraparé.


—¡Estás completamente loco si crees que voy a saltar en la oscuridad!


—¡Te atraparé! ¡Lo prometo! ¡Ahora trae tu culo aquí!


—¡Esto es una locura! —susurró.


En la penumbra, vi sus piernas moverse a través de la pequeña abertura rectangular. Incluso después de todas sus cuidadosas maniobras, logró caer en vez de saltar. Un pequeño chillido resonó en las paredes de cemento y, entonces, cayó en mis brazos. Más fácil que nunca de atrapar.


—Caes como una chica —dije, poniéndola en pie.


Caminamos por el oscuro laberinto del sótano hasta que llegamos a la habitación contigua a la sala principal, donde se realizaba la pelea. Agustin gritaba por encima del ruido con su megáfono y brazos sobresalían por encima del mar de cabezas, agitando dinero en el aire.


—¿Qué estamos haciendo? —preguntó, sus pequeñas manos envolviéndose apretadamente alrededor de mi bíceps.


—Espera. Agustin tiene que dar su presentación antes de entrar.


—¿Debo esperar aquí, o debo entrar? ¿A dónde voy cuando comience la pelea? ¿Dónde están Valen y Ro?


Parecía extremadamente inquieta. Me sentí un poco mal por haberla dejado sola.


—Fueron al otro lado. Sólo sígueme, no te mandaré a ese agujero de tiburones sin mí. Quédate junto a Agustin, él evitará que te aplasten. No puedo cuidar de ti y lanzar golpes al mismo tiempo.


—¿Aplastada?


—Va a venir más gente aquí esta noche. Alberto Hoffman es de State. Ellos tienen su propio Círculo allí. Será nuestra gente y su gente, así que el lugar será una locura.


—¿Estás nervioso?


Le sonreí. Era especialmente hermosa cuando se preocupaba por mí.


—No. Aunque tú si pareces un poco nerviosa.



—Tal vez —dijo.


Quería inclinarme y besarla. Algo para aliviar esa expresión de corderito asustado en su cara. Me pregunté si estaba preocupada por mí la primera noche que nos conocimos, o si era sólo porque ahora me conocía que se preocupaba por
mí.


—Si te hace sentir mejor, no dejaré que me toque. Ni siquiera dejaré que lo haga ni una vez por sus fans.


—¿Cómo vas a lograr eso?


Me encogí de hombros. —Normalmente dejo que me den un golpe, para que parezca justo.


—¿Tú...? ¿Dejas que las personas te golpeen?


—¿Qué tan divertido sería si masacro a alguien y nunca consigo que me den un puñetazo? No es bueno para los negocios, nadie apostaría contra mi.


—¡Qué gran mierda! —dijo, cruzando sus brazos.


Levanté una ceja. —¿Piensas que estoy bromeando?


—Me cuesta creer que sólo recibas un golpe cuando dejas que te golpeen.


—¿Te gustaría apostar sobre eso, Paula Chaves? —Sonreí. 


La primera vez que dije las palabras, no era mi intención usarlas a mi favor, pero cuando sonrió de una manera igual de malvada, una de las ideas más malditamente brillantes que jamás se me hubieran ocurrido cruzó por mi mente.


Sonrió.


—Acepto esa apuesta. Creo que él te dará uno.


—¿Y si no lo hace? ¿Qué ganaré? —pregunté. Se encogió de hombros al mismo tiempo que el rugido de la multitud nos rodeaba. Agustin mencionaba las reglas a su normal y estúpida manera.


Dejé brotar una ridícula sonrisa en mi cara.


—Si ganas, no tendré sexo por un mes. —Levantó una ceja—. Pero si yo gano, tienes que quedarte conmigo durante un mes.


—¿Qué? ¡Me estoy quedando contigo, de todos modos! ¿Qué tipo de apuesta es esa? —gritó por encima del ruido. Ella no lo sabía. Nadie se lo había dicho.


—Hoy arreglaron las calderas de Morgan —dije con una sonrisa y un guiño.

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