TRILOGIA:LA PRIMER PARTE CONTADA POR PAULA,LA SEGUNDA POR PEDRO Y LA TERCERA EN UN MOMENTO ESPECIFICO DE SUS VIDAS
lunes, 12 de mayo de 2014
CAPITULO 146
Valentin siempre era el idiota enamorado actuando como un tonto. No me iba a dejar vivir tranquilo.
Sólo me tomó un par de minutos vestirme, pero toda esa charla me hizo llegar tarde. Me puse mi chaqueta de cuero y mi gorra de béisbol al revés. Mi única clase del día era Química III, así que llevar mi mochila no era necesario. Alguien en clase me prestaría un lápiz si tuviéramos una prueba.
Lentes de sol. Llaves. Teléfono. Billetera. Me puse mis botas y cerré de golpe la puerta detrás de mí, trotando por las escaleras. Manejar la Harley no era tan atractivo sin Paula en la parte de atrás. Maldita sea, ella estaba arruinando todo.
En el campus, caminé un poco más rápido de lo usual para llegar a clases a tiempo. Con sólo un segundo que perder, me deslicé en el escritorio. La doctora Webber rodó sus ojos, nada contenta con mi tiempo y probablemente un poco irritada con mi falta de materiales. Le guiñé un ojo, y una mínima sonrisa tocó sus labios. Negó con la cabeza y luego regresó su atención a los papeles en su escritorio.
No fue necesario un lápiz, y una vez que fuimos despedidos, despegué hacia la cafetería.
Valentin esperaba a las chicas en medio de los jardines. Agarré su gorra de béisbol, y antes de que pudiera quitármela, la lancé como un disco volador por el césped.
—Qué bonito, idiota —dijo, caminando los pocos metros para recogerla.
—Perro Loco—dijo alguien detrás de mí. Sabía por la voz desaliñada y profunda quién era. Agustin se acercó a Valentin y a mí con su expresión de negocios—. Estoy tratando de formar una pelea. Estén preparados para una
llamada.
—Siempre lo estamos —dijo Valentin. Él era algo así como mi representante.
Se encargaba de pasar la voz y se aseguraba de que yo estuviera en el lugar correcto en el momento adecuado.
Agustin asintió una vez y luego se fue a su siguiente destino, fuera lo que fuera. Nunca había estado en clases con el tipo. Ni siquiera estaba seguro de si él realmente asistía a esta escuela. Mientras me pagara, supongo que no me importaba.
Valentin miró a Agustin alejarse, y luego se aclaró la garganta. —Entonces,¿escuchaste?
—¿Que?
—Arreglaron las duchas en Morgan.
—¿Y?
—Rosario y Paula se marcharán esta noche. Vamos a estar ocupados ayudándolas a mudar toda su mierda de vuelta a los dormitorios.
Mi rostro cayó. La idea de Pau empacando y yo llevándola de regreso a Morgan se sentía como un golpe en la cara. Especialmente después de anoche, probablemente estaría feliz de irse. Podría no hablarme de nuevo. Mi mente pasó a través de un millón de escenarios, pero no podía pensar en nada para hacer que se quedara.
—¿Estás bien, amigo? —preguntó Valentin.
Las chicas aparecieron, riendo y sonrientes. Traté de sonreír, pero Paula estaba demasiado avergonzada por lo que fuera que Rosario se reía.
—Hola, cariño —dijo Rosario, besando a Valentin en la boca.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Valentin.
—Oh, un chico en clase estuvo mirando a Valentin toda la hora. Fue adorable.
—Siempre y cuando él estuviera mirando a Pau—Valentin hizo un guiño.
—¿Quién era? —pregunté sin pensar.
Paula cambió su peso, reajustando su mochila. Estaba llena de libros y la cremallera apenas contenía sus cosas. Debía estar pesada. La tomé de su hombro.
—Ro está imaginando cosas —dijo, rodando sus ojos.
—¡Paula! ¡Eres una gran mentirosa! Era Adrian Hayes, y él estaba siendo tan obvio. El tipo prácticamente estaba babeando.
Mi cara se retorció. —¿Adrian Hayes?
Valentin tiró de la mano de Rosario—Nos vamos a almorzar. ¿Disfrutaras de la fina cocina de la cafetería esta tarde?
Rosario lo besó otra vez en repuesta, y Paula los siguió, provocando que yo hiciera lo mismo. Caminamos en silencio. Iba a averiguar acerca de las duchas, se mudarían de nuevo a Morgan y Adrian la invitaría a salir.
Adrian Hydes era un idiota, pero podía ver a Paula interesada en él. Sus padres eran estúpidos ricos e iba a la escuela de medicina, en la superficie era una buen tipo. Ella iba a acabar con él. El resto de su vida con él pasó por mi cabeza, y era todo lo que podía hacer para calmarme. La imagen mental luchando contra mi genio y empujándolo dentro de una caja ayudó.
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