sábado, 26 de abril de 2014

CAPITULO 93



Jeronimo sacudió la cabeza cuando me senté en la silla al lado de la suya. Sabía que mi aspecto era horrible; apenas tenía energía para cambiarme de ropa y cepillarme los dientes. Solo había dormido una hora la noche anterior, incapaz de olvidarme del pintalabios rojo en la boca de Pedro o de la culpa por la ruptura de Valentin y Rosario.

Rosario decidió quedarse en la cama, consciente de que una vez que se le calmara el enfado llegaría el turno de la depresión. Quería a Valentin y, por muy determinada que estuviera en acabar las cosas porque él se había posicionado en el bando equivocado, tenía que preparase para sufrir las consecuencias de su decisión.

Después de clase, Jeronimo me acompañó a la cafetería. Como temía, Valentin esperaba a Rosario en la puerta. Cuando me vio, no dudó.

—¿Dónde está Ro?

—No ha ido a clase esta mañana.

—¿Está en su habitación? —dijo él, volviéndose hacia Morgan.

—Lo siento, Valentin—le grité.

Él se detuvo y se dio media vuelta, con la cara de un hombre que había llegado a su límite.

—¡Me gustaría que Pedro y tú pudierais arreglar toda vuestra mierda! ¡Sois un maldito tornado! Cuando estáis felices, todo es amor, paz y mariposas. Pero,cuando estáis cabreados, ¡os da igual si arrasáis con todo el jodido mundo!

Se alejó hecho una furia y yo solté el aliento que estaba conteniendo.

—Pues sí que ha ido bien.

Jeronimo me empujó dentro de la cafetería.

—Con todo el mundo. Guau. ¿Crees que podrías hacer tu magia negra antes del examen del viernes?

—Veré qué puedo hacer.

Jeronimo eligió una mesa diferente, y me alegró seguirlo hasta allí. Pedro  se sentó con sus hermanos de la fraternidad, pero no cogió una bandeja y no se quedó
mucho. Me vio cuando se iba, pero no se detuvo.

—Entonces, Rosario y Valentin han roto también, ¿eh? —preguntó Jeronimo mientras masticaba.

—Estábamos en casa de Valen ayer por la noche y Pedro llegó a casa con Aldana y… la cosa se complicó. Cada uno se posicionó en un bando.

—¡Ay!

—Exactamente. Me siento fatal.

Jeronimo me dio unas palmaditas en la espalda.

—No puedes controlar las decisiones que toman, Pau. ¿Supongo que eso significa que nos saltamos aquello de San Valentín en Sig Tau?

—Eso parece.

Jeronimo sonrió.

—Aun así te invitaré a salir. Os invitaré a Ro y a ti. Será divertido.

Me apoyé en su hombro.

—Eres el mejor, Jero.

No había pensado en San Valentín, pero me encantaba tener planes. No podía imaginarme lo mal que me sentiría si lo pasaba a solas con Rosario, oyéndola despotricar contra Valentin y Pedro  durante toda la noche. Estaba segura
de que eso es lo que haría (no sería Rosario si no lo fuera), pero al menos, si estábamos en público, sería una invectiva limitada.

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