TRILOGIA:LA PRIMER PARTE CONTADA POR PAULA,LA SEGUNDA POR PEDRO Y LA TERCERA EN UN MOMENTO ESPECIFICO DE SUS VIDAS
domingo, 20 de abril de 2014
CAPITULO 73
Asentí y esperé con fingida excitación a que repartieran la primera mano.
Perdí las dos primeras a propósito, pero en la cuarta, ya iba ganando. Aquellos veteranos de Las Vegas no tardaron mucho en sospechar de mí, tal y como había hecho Pablo.
—¿Has dicho que jugabas por Internet? —preguntó Paco.
—Y con mi padre.
—¿Eres de aquí? —preguntó Ismael
—De Wichita —dije.
—Esta no es ninguna jugadora online. Eso os lo aseguro —masculló Emilio.
Una hora después me había quedado con doscientos setenta dólares de mis oponentes, y empezaban a sudar.
—No voy —dijo Ismael, tirando sus cartas con el ceño fruncido.
—Si no lo veo, no lo creo —oí detrás de mí.
Rosario y yo nos volvimos a la vez y mis labios se extendieron en una amplia sonrisa.
—Guillermo —Sacudí la cabeza—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Estás esquilmando mi local, Cookie. ¿Qué haces tú aquí?
Puse los ojos en blanco y me volví hacia mis suspicaces nuevos amigos.
—Sabes que odio ese apodo, Guille.
—Discúlpennos —dijo Guillermo, tirándome del brazo para ponerme en pie.
Rosario me miró con recelo mientras me alejaba unos metros.
El padre de Guillermo dirigía el casino, y era más que sorprendente que hubiera decidido unirse al negocio familiar. Solíamos perseguirnos por los pasillos del hotel escaleras arriba, y siempre le ganaba cuando hacíamos carreras de ascensores. Había crecido desde la última vez que lo había visto. Lo recordaba como un adolescente desgarbado; el hombre que tenía delante de mí era un
supervisor de mesas de casino impecablemente vestido, en absoluto desgarbado y ciertamente hecho todo un hombre.
Seguía teniendo la piel sedosa y morena y los ojos verdes que recordaba, pero el resto era una agradable sorpresa.
Los iris esmeralda de sus ojos relucían con las luces brillantes.
—Esto es surrealista. Me pareció que eras tú cuando pasé por aquí, aunque no podía convencerme de que hubieras vuelto, pero, cuando vi a una preciosa jovencita limpiando una mesa de veteranos, supe que eras tú.
—Sí, soy yo —dije—. Estás diferente.
—Tú también. ¿Cómo está tu padre?
—Retirado.
Sonrió.
—¿Hasta cuándo te quedas?
—Solo hasta el domingo. Tengo que volver a la universidad.
—Hola, Guille —dijo Rosario, cogiéndome del brazo.
—Rosario —respondió riéndose—. Debería habérmelo imaginado. Sois inseparables. —Si sus padres se hubieran enterado alguna vez de que la traía aquí, habríamos dejado de serlo hace mucho.
—Me alegro de verte, Pau. ¿Por qué no me dejas invitarte a cenar? —dijo él, dando un repaso a mi vestido.
—Me encantaría ponerme al día, pero no estoy aquí por diversión, Guillermo.
Me tendió la mano y sonrió.
—Tampoco yo. Dame tu identificación.
Me puse seria al darme cuenta de que tendría que pelear. Guillermo no cedería a mis zalamerías tan fácilmente. Supe que tenía que decirle la verdad.
—Estoy aquí por Ruben. Se ha metido en problemas.
Guillermo se movió nervioso.
—¿Qué tipo de problemas?
—Los de siempre.
—Me gustaría poder ayudar. Nos conocemos desde hace mucho, y sabes que respeto a tu padre, pero también sabes que no puedo dejar que te quedes.
Lo cogí por el brazo y se lo apreté.
—Debe dinero a Benny.
Guillermo cerró los ojos y meneó la cabeza.
—Cielo santo.
—Tengo hasta mañana. Te estoy pidiendo un favor enorme, Guillermo. Dame tiempo hasta entonces.
Me tocó la mejilla con la palma de su mano.
—Podemos hacer una cosa…, si cenas conmigo mañana, te daré hasta medianoche.
Miré a Rosario y después a Guillermo.
—He venido con alguien.
Él se encogió de hombros.
—Lo tomas o lo dejas, Pau. Sabes cómo funcionan las cosas aquí. Nadie da nada por nada.
Suspiré, derrotada.
—Está bien. Nos vemos mañana por la noche en Ferraro’s si me dejas quedarme hasta medianoche.
Se agachó y me besó en la mejilla.
—Me alegro de volver a verte. Hasta mañana… a las cinco en punto, ¿vale? Entro en el casino a las ocho.
Sonreí mientras se alejaba, pero rápidamente mi gesto cambió cuando vi a Pedro mirándome desde la mesa de la ruleta.
—Mierda —dijo Rosario, cogiéndome del brazo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario