TRILOGIA:LA PRIMER PARTE CONTADA POR PAULA,LA SEGUNDA POR PEDRO Y LA TERCERA EN UN MOMENTO ESPECIFICO DE SUS VIDAS
lunes, 7 de abril de 2014
CAPITULO 31
—¿PAULA? —dijo Valentin, llamando a la puerta—.Ro va a salir a hacer
unos recados; me ha pedido que te lo dijera por si necesitabas acompañarla.
Pedro no me quitaba los ojos de encima.
—¿Paloma?
—Sí —grité a Valentin—, necesitaría ocuparme de unas cuantas cosas.
—Muy bien. Está lista para salir cuando tú lo estés —dijo Valentin, mientras
sus pisadas se alejaban por el pasillo.
—¿Paloma?
Saqué unas cuantas cosas del armario y pasé junto a él.
—¿Podemos acabar la conversación después? Tengo mucho que hacer hoy.
—Claro —dijo él, con una sonrisa forzada.
Escapar al baño fue un alivio. Cerré rápidamente la puerta detrás de mí. Me
quedaban dos semanas en el apartamento, y no había manera de aplazar la
conversación, al menos no durante tanto tiempo. La parte lógica de mi cerebro
insistía en que Adrian era mi tipo: atractivo, listo y estaba interesado en mí. El
porqué de mi interés por Pedro era algo que nunca entendería.
Fuera cual fuera la razón, nos estaba volviendo locos a los dos. Me había
dividido en dos personas diferentes: la chica dócil y educada que era con Adrian y
la persona irascible y frustrada en la que me convertía cuando Pedro estaba cerca.
Toda la universidad había visto a Pedro pasar de ser impredecible a prácticamente
volátil.
Me vestí rápidamente y dejé a Pedro y a Valentin para ir al centro con
Rosario. Estuvo bromeando sobre su sexcapada matutina con Valentin, y yo
escuché, intercalando asentimientos en todos los lugares indicados. Resultaba
difícil centrarse en el tema que nos ocupaba mientras los diamantes de mi pulsera
creaban pequeños puntos de luz en el techo del coche y me recordaban la elección
que, de repente, se me planteaba.Pedro quería una respuesta y yo no la tenía.
—Vale, Pau. ¿Qué te pasa? Has estado muy callada.
—Es todo este rollo con Pedro… Es un lío.
—¿Por qué? —dijo ella, subiéndose las gafas de sol arrugando la nariz.
—Me ha preguntado qué estábamos haciendo.
—¿Y qué estás haciendo? ¿Estás con Adrian o qué?
—Me gusta, pero solo ha pasado una semana. No vamos en serio, ni nada
parecido.
—Sientes algo por Pedro, ¿no?
Negué con la cabeza.
—No sé qué siento por él. Es que, simplemente, no creo que sea posible,
Ro. Es una mala pieza.
—El problema es que ninguno de los dos está por la labor de hablar
abiertamente. Os asusta tanto lo que pueda pasar que os resistís con uñas y
dientes. Sé a ciencia cierta que, si miraras a Pedro a los ojos y le dijeras que lo
quieres, no volvería a mirar a otra mujer.
—¿Y dices que lo sabes a ciencia cierta?
—Sí. Tengo acceso privilegiado a la fuente, ¿recuerdas?
Me detuve a pensarlo un momento. Pedro debía de haber estado hablando
sobre mí con Valentin, pero Valentin nunca favorecería una relación entre los dos
diciéndoselo a Rosario, porque sabía que ella me lo diría; eso me llevaba a la única
conclusión posible: Rosario los había oído por casualidad. Quería preguntarle qué
habían dicho, pero lo pensé mejor.
—Esa situación solo puede llevarme a acabar con el corazón roto —dije
sacudiendo la cabeza—. No creo que Pedro sea capaz de ser fiel.
—Tampoco era capaz de ser amigo de una mujer, y habéis conseguido dejar
a toda la universidad con la boca abierta.
Toqué la pulsera y suspiré.
—No sé. No me importa cómo están las cosas. Podemos ser solo amigos.
Rosario dijo que no con la cabeza.
—Excepto por el problema de que no sois solo amigos. —Soltó un
suspiro—. ¿Sabes qué? Me he cansado de esta conversación. Vamos a que nos
peinen y nos maquillen. Te compraré un vestido nuevo por tu cumpleaños.
—Creo que eso es exactamente lo que necesito —dije.
Después de horas de manicuras, pedicuras, de que nos peinaran, de que nos
hicieran la cera y nos empolvaran, me calcé unos brillantes zapatos de tacón
amarillo y me metí en mi nuevo vestido gris.
—¡Ah, esa es la Pau que conozco y quiero! —Se rio mientras aprobaba con
la cabeza mi conjunto—. Tienes que ir así vestida a tu fiesta de mañana.
—¿No era ese el plan desde el principio? —dije, con una sonrisa burlona.
El móvil vibró en mi bolso y me lo sujeté junto al oído.
—¿Diga?
—¡Es hora de cenar! ¿Dónde demonios estáis? —dijo Pedro.
—Nos estamos mimando un poco. Valen y tú sabíais comer antes de que
llegáramos nosotras. Estoy segura de que podréis arreglároslas.
—Vale, vale, no te aceleres. Nos preocupamos por vosotras, ya lo sabéis.
—Miré a Rosario y sonreí.
—Estamos bien.
—Dile que enseguida te llevo de vuelta a casa. Tengo que parar en casa de
Benjamin para recoger unos apuntes que Valen necesita, y después nos iremos
directamente a casa.
—¿Lo has oído? —pregunté.
—Sí. Nos vemos ahora, Paloma.
Condujimos en silencio hasta la casa de Benjamin. Rosario apagó el motor y se
quedó mirando el edificio de apartamentos que tenía delante. Me sorprendió que
Valentin le hubiera pedido a Rosario que se pasara por allí. Estábamos solo a una
manzana del apartamento de Valentin y Pedro.
—¿Qué pasa, Ro?
—Benjamin me da escalofríos. La última vez que estuve aquí con Valentin, se puso
a coquetear conmigo.
—Bueno, pues entonces voy contigo. Si se atreve a guiñarte el ojo, se lo
machacaré con mis zapatos de tacón nuevos, ¿te parece?
Rosario sonrió y me abrazó.
—¡Gracias, Pau!
Caminamos hasta la parte trasera del edificio, y Rosario respiró hondo
antes de llamar a la puerta. Esperamos, pero nadie vino a abrir.
—¿Es posible que no esté en casa? —pregunté.
—Claro que está en casa —respondió ella, irritada.
Golpeó la madera con el puño y la puerta se abrió sola.
—¡FELIZ CUMPLEAÑOS! —gritó la multitud que esperaba dentro.
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