Pedro
—No, sólo danos un minuto —dije.
Paula se encontraba medio acostada, medio sentada en el asiento de cuero negro de la limusina, con las mejillas encendidas, respirando con dificultad. Besé su tobillo y luego puse sus bragas por la punta de sus tacones altos,entregándoselas.
Maldición, era una hermosa vista. No podía quitar mis ojos de ella mientras abotonaba mi camisa. Paula me dedicó una enorme sonrisa mientras colocaba sus bragas de nuevo en sus caderas. El chofer de la limusina llamó a la puerta.
Paula asintió y le di luz verde para abrirla. Le entregué la factura y a continuación, levanté a mi esposa en mis brazos.
Pasamos a través del vestíbulo y el casino en tan sólo unos minutos. Se podría decir que estaba un poco motivado por llegar a la habitación, por suerte tener a Paula en mis brazos proveía cobertura a mí abultada polla.
Ignoró a todas las personas mirándonos mientras entrábamos al elevador y luego plantó su boca en la mía. El número de piso salió amortiguado cuando traté de decírselo a la pareja divertida cercana a los botones, pero me aseguré por el rabillo de mi ojo que hubieran presionado el correcto.
Tan pronto como entramos al pasillo, mi corazón comenzó a latir con fuerza. Cuando llegamos a la puerta, me esforcé por mantener a Paula en mis brazos y sacar la tarjeta de acceso de mi bolsillo.
—Lo tengo, bebé —dijo ella, sacándola y después besándome mientras abría la puerta.
—Gracias, señora Alfonso.
Paula sonrió contra mi boca. —Ha sido un placer.
La llevé a la habitación y la bajé hasta colocarla al pie de la cama. Paula me miró por un momento mientras se quitaba los zapatos de tacón. —Vamos a sacar esto del camino, señora Alfonso. Esta es una prenda de vestir tuya que no quiero arruinar.
Le di la vuelta y luego desabroché lentamente su vestido, besando cada parte de piel mientras era expuesta. Cada centímetro de Paula ya estaba arraigado en mi mente, pero tocar y saborear la piel de la mujer que ahora era mi esposa lo hacía todo nuevo otra vez. Sentí una emoción que nunca había sentido antes.
El vestido cayó al suelo y lo recogí, arrojándolo sobre el respaldo de una silla. Paula desabrochó la parte posterior de su sujetador, dejándolo caer al suelo y metí mis pulgares entre su piel y el tejido de encaje de sus bragas. Sonreí. Ya las había tenido fuera una vez.
Me incliné para besar la piel detrás de su oreja. —Te amo tanto —le susurré,empujando lentamente sus bragas por sus muslos. Cayeron a sus tobillos y ella los pateó lejos con su pie descalzo. Envolví mis brazos a su alrededor, tomando una
respiración profunda por la nariz, tirando de su espalda desnuda contra mi pecho.
Necesitaba estar dentro, mi polla estaba prácticamente llegando por ella, pero era importante tomarnos nuestro tiempo. Sólo teníamos un tiro para la noche de bodas, y yo quería que fuera perfecto.
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