Paula
—Oh, ¿no luces preciosa? —dijo la conductora al deslizarme al asiento trasero del taxi.
—Gracias —dije, sintiéndome aliviada de haber salido del casino—. Capilla Graceland, por favor.
—¿Quieres comenzar el día casada, o qué? —dijo, sonriéndome por el espejo retrovisor. Tenía cabello gris, muy corto, y su espalda cubría todo el asiento, y un poco más por los costados.
—Sólo parecía la manera más rápida en que podíamos hacerlo.
—Son terriblemente jóvenes para estar tan apurados.
—Lo sé —dije, viendo a Las Vegas pasar al otro lado de mi ventana.
Chasqueó su lengua. —Luces bastante nerviosa. Si estás teniendo dudas, sólo házmelo saber. No me molesta devolverme. Está bien, cariño.
—No estoy nerviosa por casarme.
—¿No?
—No, nos amamos. No estoy nerviosa por eso. Sólo quiero que él esté bien.
—¿Crees que está teniendo dudas?
—No —dije, riéndome una vez. Encuentro su mirada en el espejo—. ¿Usted está casada?
—Lo he estado una o dos veces —dijo, guiñándome—. La primera vez me casé en esa misma capilla donde te casarás tú. Pero bueno, ahí también lo hizo Bon Jovi.
—¿Oh, sí?
—¿Conoces a Bon Jovi? ¡Tommy used to work on the docks! —cantó, para mi gran sorpresa.
—¡Síp! He escuchado de él —dije, divertida y agradecida por la distracción.
—Me encanta. ¡Mira! Tengo el CD. —Lo introdujo, y durante el resto del camino escuchamos los éxitos más famosos de Jon. Wanted Dead or Alive, Always,Bed of Roses, y I’ll Be There for You que justo terminaba cuando nos detuvimos frente a la capilla.
Saqué un billete de cincuenta. —Quédese con el resto. Bon Jovi ayudó.
Me devolvió mi cambio. —Nada de propina, cariño. Me permitiste cantar.
Cerré la puerta y la despedí con mi mano mientras se iba. ¿Ya había llegado Pedro? Caminé hasta la capilla y abrí la puerta.
Una mujer mayor con un peinado enorme y demasiado brillo labial me recibió. —¿Paula?
Una mujer mayor con un peinado enorme y demasiado brillo labial me recibió. —¿Paula?
—Sí —dije, jugueteando nerviosa con mi vestido.
—Estás bellísima. Mi nombre es Chantilly, y yo seré una de tus testigos.Déjame tomar tus cosas. Las guardaré, y estarán a salvo hasta que termines.
—Gracias —dije, viéndola alejarse con mi cartera. Algo echaba chispas cuando ella caminaba, aunque no se me ocurría realmente qué podía ser—. ¡Oh, espere El… —dije, mirándome mientras caminaba de vuelta hacia mí con el bolso—. El anillo de Pedro está allí dentro. Lo siento.
Sus ojos casi se cerraban por completo cuando sonreía, haciendo que sus pestañas postizas se notaran aún más. —Está bien, cariño. Sólo respira.
—No me acuerdo cómo —dije, deslizando su anillo en mi pulgar.
—Ven —dijo, estirando la mano—. Dame tu anillo y el suyo.
Yo se los daré a ambos cuando sea el momento. Elvis estará aquí en un segundo para llevarte al altar.
Yo se los daré a ambos cuando sea el momento. Elvis estará aquí en un segundo para llevarte al altar.
La miré con la boca abierta. —Elvis.
—¿El Rey? ¿No lo conoces?
—Sí, sé quién es Elvis pero… —Arrastré mis palabras mientras me quité el anillo con un pequeño jaloneo y lo coloqué en su palma junto al de Pedro.
Chantilly sonrió. —Puedes usar esta habitación para refrescarte.Pedro está esperando, así que Elvis vendrá a tocar tu puerta en cualquier momento. ¡Nos vemos al otro extremo del altar!
Me miró al cerrar la puerta. Me di la vuelta, asustándome con mi propio reflejo en el enorme espejo detrás de mí. Se encontraba rodeado por unas luces grandes y redondas como esas que una actriz utilizaría en un show de Broadway.
Me senté en el tocador, observándome en el espejo. ¿Eso es lo que era? ¿Una actriz?
Él me esperaba. Pedro se encontraba al otro lado del altar, esperándome para que lo acompañara y así pudiésemos comprometer el resto de nuestra vida el uno al otro.
¿Qué si mi plan no funcionaba? ¿Qué si va a prisión y todo esto fue inútil?
¿Qué si no le hacen absolutamente nada, y todo esto fue por nada? Ya no tendría la excusa de que me había casado porque lo salvaba, antes de siquiera tener la edad legal para beber alcohol. ¿Si lo amaba en verdad necesitaba una excusa?
¿Por qué se casaban las personas? ¿Por amor? De eso teníamos en cantidad. Al principio me sentía muy segura.
Solía sentirme segura de muchas cosas. Ahora no me sentía así.
¿Por qué se casaban las personas? ¿Por amor? De eso teníamos en cantidad. Al principio me sentía muy segura.
Solía sentirme segura de muchas cosas. Ahora no me sentía así.
No me sentía segura de nada.
Pensé en la expresión en el rostro de Pedro si se enteraba de la verdad, y luego pensé en lo que dejarlo plantado causaría en él. Nunca querría que sufriera y lo necesitaba como si fuese una parte de mí. De esas dos cosas si me encontraba
bastante segura.
Dos toques en la puerta casi me provocaron un ataque de pánico. Me giré, apretando la base de la silla. Era de hierro blanco, con remolinos y curvas que formaban un corazón en el medio.
—¿Señorita? —dijo Elvis en una profunda voz sureña—. Es hora.
—Oh —dije bajito. No sé por qué, ya que no podía escucharme.
—¿Paula? Tu pedazo enorme de intenso amor te está esperando.
Rodé los ojos. —Sólo… necesito un minuto
El otro lado de la puerta se mantuvo en silencio. —¿Todo bien?
—Sí —dije—. Sólo un minuto, por favor.
Luego de unos minutos, la puerta volvió a sonar. —¿Paula? —Era Chantilly—. ¿Puedo pasar, cariño?
—No. Lo lamento, pero no. Estaré bien. Sólo necesito un poco más de tiempo, y estaré lista.
Luego de otros cinco minutos, tres toques en la puerta causaron que gotas de sudor se formaran en mi nuca. Estos toques me eran conocidos. Más fuertes.
Más confiados.
—¿Paloma?
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