viernes, 16 de mayo de 2014

CAPITULO 160




No pasó mucho tiempo para encontrar la parte que Valentin buscaba, y no mucho más para que la remplazara. En poco más de una hora, Valentin había instalado el módulo de encendido, encendió el camión, y tuve una visita lo suficientemente larga con papá. Para cuando nos despedíamos mientras el Charger retrocedía fuera de la calzada, ya era unos pocos minutos después de mediodía.
Como Valentin predijo, América ya estaba despierta en el momento en que llegamos al apartamento. Trató de actuar irritada antes de que Valentin explicara nuestra ausencia, pero era obvio que estaba más que contenta de tenerlo en casa.


—He estado tan aburrida. Pau sigue durmiendo.


—¿Todavía? —le pregunté, quitándome las botas.


Rosario asintió e hizo una mueca. —A la chica le gusta dormir. A menos que se haya emborrachado increíblemente la noche anterior, duerme para siempre.He dejado de intentar convertirla en una persona mañanera.


La puerta crujió cuando la abrí lentamente. Paula estaba boca abajo, casi en la misma posición que estaba cuando me fui, justo al otro lado de la cama. Parte de su cabello estaba enmarañado contra su cara, la otra en suaves ondas a través de mi almohada.
La camiseta de Paula se agrupaba alrededor de su cintura, dejando al descubierto sus bragas azul claro. Sólo eran de algodón, no era particularmente sexy, y parecía en estado de coma, pero aún así, mirándola acostada al azar en mis sábanas blancas con el sol de la tarde entrando por las ventanas, su belleza era indescriptible.


—¿Paloma? ¿Vas a levantarte hoy?


Murmuró y luego volvió la cabeza. Di unos cuantos pasos más en la habitación.


—Paloma.


—Hep... merf... furfon... shaw.



Rosario tenía razón. No despertaría pronto. Cerré la puerta suavemente detrás de mí, y entonces me uní a Valentin y Rosario en la sala de estar. Comían de un plato de nachos que Rosario había hecho, mirando algo de chicas en la
televisión.


—¿Se despertó? —preguntó Rosario.


Negué con la cabeza, sentándome en el sillón. —Nop. Estaba hablaba de algo, sin embargo.


Rosario sonrió, con los labios sellados para evitar que los alimentos se cayeran. —Hace eso —dijo, con la boca llena—. Oí que te fuiste de tu habitación anoche. ¿Qué ocurrió?


—Estaba siendo un imbécil.


Las cejas de Rosario se levantaron. —¿Cómo es eso?


—Me sentía frustrado. Casi le dije cómo me sentía y era como si le hubiera entrado por un oído y salido por el otro.


—¿Cómo te sientes? —preguntó.


—Cansado por el momento.


Un nacho voló a mi cara, pero se quedó corto, aterrizando en mi camisa. Lo recogí y lo metí en mi boca, haciendo crujir la tortilla, el queso y la crema agria. No era del todo malo.


—Lo digo en serio. ¿Qué le dijiste?


Me encogí de hombros. —No me acuerdo. Algo acerca de ser quien se merecía.


—Oh —dijo Rosario, suspirando. Se apartó de mí, en dirección a Valentincon una sonrisa irónica—. Eso fue muy bueno. Incluso tú tienes que admitirlo.


La boca de Valentin se curvó a un lado, esa era la única reacción que obtendría de él por ese comentario.



—Eres un gruñón —dijo Rosario, con el ceño fruncido.


Valentin se levantó. —No, cariño. Simplemente no me estoy sintiendo del todo bien. —Cogió una revista de automóviles de la mesa, y se dirigió al baño.


Con una expresión simpática, Rosario observó a Valentin salir, y luego se volvió hacia mí, con el rostro transformándose por el disgusto. —Supongo que utilizaré tu baño durante las próximas horas.


—Si no quieres perder tu sentido del olfato por el resto de tu vida.


—Puede que quiera después de eso —dijo, temblando.


Rosario volvió a poner la película, y vimos el resto de ella. Realmente no sabía de lo que iba. Una mujer hablaba algo sobre vacas viejas y como su compañero de cuarto era un gigoló. Al final de la película,Valentin se nos había unido, y el personaje principal se había dado cuenta de que tenía sentimientos por su compañera de cuarto, ella no era una vaca vieja, después de todo, y el gigoló, ahora reformado, estaba enojado por algún estúpido malentendido. Ella sólo tenía que perseguirlo por la calle, besarlo, y todo estaba bien. No era la peor película que jamás había visto, pero aún así era una película para chicas...y todavía de mala calidad.
Al medio día, el apartamento estaba bien iluminado, y el televisor encendido, aunque en silencio. Todo parecía normal, pero también vacío. Los anuncios robados estaban aún en las paredes, colgaban al lado de nuestros carteles
favoritos de cerveza con chicas calientes semidesnudas posando en varias posiciones. Rosario había limpiado el apartamento, y Valentin se encontraba tumbado en el sofá, pasando entre los canales. Era un sábado normal. Pero algo
estaba mal. Algo faltaba.


Paula.

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