TRILOGIA:LA PRIMER PARTE CONTADA POR PAULA,LA SEGUNDA POR PEDRO Y LA TERCERA EN UN MOMENTO ESPECIFICO DE SUS VIDAS
sábado, 10 de mayo de 2014
CAPITULO 140
La clase duró una maldita eternidad y luego atravesé corriendo el campus hasta Morgan Hall. Paula estaba de pie en la entrada principal con un tipo, y mi sangre empezó a hervir al instante. Unos pocos segundos más tarde, reconocí a Jeronimo y suspiré con alivio. Jeronimo agitaba los brazos, obviamente en medio de una gran historia, tomándose una pausa únicamente para darle una calada a su cigarrillo.
Cuando me acerqué, Jeronimo le hizo un guiño a Pau. Lo tomé como una buena señal. —Hola, Pedro —cantó.
—Jeronimo —Asentí, cambiando rápidamente mi atención a Paula—. Me dirijo a casa, Paloma ¿Necesitas un aventón?
—Estaba a punto de entrar —dijo, sonriéndome.
Mi estómago se hundió, y hablé sin pensar. —¿No te vas a quedar conmigo esta noche?
—No, sí lo haré. Sólo tenía que recoger un par de cosas que olvidé.
—¿Cómo qué?
—Bueno, mi maquinilla de afeitar para empezar. ¿Qué te importa?
Maldita sea, me gustaba. —Ya es hora de que te afeites las piernas. Están destrozando las mías.
Los ojos de Jeronimo casi se salieron de sus órbitas.
Paula frunció el ceño. —¡Así es como empiezan los rumores! —Miró a Jeronimo—. Estoy durmiendo en su cama... sólo durmiendo.
—Correcto —dijo Jeronimo con una sonrisa de suficiencia.
Antes de saber lo que ocurría, ella estaba dentro,pisoteando las escaleras hasta su habitación. Di dos pasos a la vez para emparejarme a su paso.
—Oh, no te enojes. Sólo bromeaba.
—Todo el mundo ya asume que estamos teniendo sexo. Estás empeorando las cosas.
Al parecer, que ella tuviera sexo conmigo era algo malo. Si tuviera preguntas acerca de si se interesaba en mí de esa manera en absoluto, ella daría la respuesta: No, sólo no, pero infiernos no. —¿A quién le importa lo que piensen?
—¡A mí, Pedro! ¡A mí! —Abrió la puerta de su dormitorio empujándola, luego miró de un lado del cuarto al otro, abriendo y cerrando cajones, empujando cosas en una bolsa. De repente, me ahogaba en un intenso sentimiento de pérdida, de esos donde tienes que reír o llorar. Una risita se escapó de mi garganta.
Los ojos grises de Paula se oscurecieron y se dirigieron a mí. —No es gracioso. ¿Quieres que todo el colegio piense que soy una de tus putas?
¿Mis putas? No eran mías. Pero sí eran putas.
Cogí el bolso de sus manos. Esto no iba bien. Para ella, asociarse conmigo, por no hablar de estar en una relación conmigo, significaba hundir su reputación.
¿Por qué todavía quería ser mi amiga, si eso era lo que sentía?
—Nadie piensa eso. Y si lo hacen, mejor que se aseguren que no me entere.
Sostuve la puerta abierta, y pasó a través de ella. Justo cuando la solté y comencé a seguirla, se detuvo y me obligó a mantener el equilibrio sobre las puntas de los dedos de los pies para no topar con ella. La puerta se cerró detrás de mí, empujándome hacia adelante. —¡Guau! —dije, chocando con ella.
Se dio la vuelta. —¡Oh, Dios mío! —Al principio pensé que nuestro choque la había lastimado. La mirada de asombro en su rostro me había preocupado por un segundo, pero luego continuó—: Probablemente piensen que estamos juntos y que tú estás descaradamente continuando con tu... estilo de vida. ¡Debo verme patética! —Hizo una pausa, sumida en el horror de su conclusión, y luego negó con la cabeza—. No creo que deba quedarme contigo. Deberíamos estar lejos el uno del otro, en general, por un tiempo.
Tomó su bolso de mis manos, y lo agarré de nuevo. —Nadie piensa que estamos juntos, Paloma. No tienes que dejar de hablarme para probar tu punto. —Me sentí un poco desesperado, lo que era bastante inquietante.
Tiró del bolso. Decidido, lo tiré hacia atrás. Después de unos cuantos tirones, gruñó con frustración.
—¿Has tenido alguna vez una chica, una amiga, que se quedara contigo?¿Alguna vez has llevado clases con esas chicas en la escuela? ¿Has almorzado con ellas todos los días? ¡Nadie sabe qué pensar de nosotros, incluso cuando se los decimos!
Me acerqué al estacionamiento con su bolso, mi mente corriendo. —Voy a arreglar esto, ¿de acuerdo? No quiero que nadie piense mal de ti por mi culpa.
Paula era siempre un misterio, pero la mirada afligida en sus ojos me tomó por sorpresa. Era inquietante hasta el punto en que quería hacer algo para que su sonrisa no desapareciera. Estaba inquieta y claramente molesta. Lo odiaba tanto que me hizo lamentar todo lo cuestionable que alguna vez había hecho porque era una cosa más que se ponía en el camino.
Fue entonces cuando la realización me golpeó. Como pareja, no íbamos a funcionar. No importa lo que hiciera o cómo me las arreglara para complacerla, nunca sería lo suficientemente bueno. No quería que ella terminara con alguien como yo. Sólo tendría que conformarme con las migajas de tiempo que podría conseguir Admitir eso para mí mismo era una píldora difícil de tragar, pero al mismo tiempo, una voz familiar me susurró desde los oscuros rincones de mi mente que necesitaba luchar por lo que quería. Luchar parecía mucho más fácil que la alternativa.
—Déjame compensártelo —dije—. ¿Por qué no vamos esta noche a The Dutch? —The Dutch era un hoyo en la pared, pero mucho menos concurrido que The Red. Sin tantos buitres dando vueltas.
—Ese es un bar de moteros. —Frunció el ceño.
—Está bien, entonces vamos al club. Te llevaré a cenar y luego podemos ir a The Red Door. Yo invito.
—¿Cómo es que salir a cenar y luego a un club va a solucionar el problema? Cuando la gente nos vea juntos, lo hará peor.
Terminé de atar la bolsa a la parte trasera de mi moto y luego me senté a horcajadas en el asiento. No discutió acerca de la bolsa. Eso siempre era prometedor.
—Piénsalo. Yo, borracho, ¿en una habitación llena de mujeres con poca ropa? No tomará mucho tiempo para que la gente sepa que no somos una pareja.
—Entonces, ¿qué se supone que debo hacer? ¿Llevar a casa a un chico borracho del bar para probar el punto?
Fruncí el ceño. La idea de que saliera con un chico hizo que mi mandíbula se tensara, como si hubiera derramado jugo de limón en mi boca. —No me refería a eso. No hay necesidad de excederse.
Rodó los ojos, y luego se subió al asiento, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura. —¿Alguna chica extraña nos seguirá a casa desde el bar? ¿Así es como vas a arreglar las cosas conmigo?
—No estás celosa, ¿verdad, Paloma?
—¿Celosa de qué? ¿De la imbécil infectada de ETS a quien mandarás al diablo en la mañana?
Me reí, y luego encendí el motor. Si ella supiera lo imposible que era.
Cuando la tenía alrededor, todo el mundo parecía desaparecer. Me tomó toda mi atención y concentración mantenerme un paso por delante de ella.
Informamos a Valentin y Rosario de nuestros planes, y luego las chicas comenzaron su rutina. Me metí en la ducha primero, dándome cuenta demasiado tarde de que debí haber sido el último, porque las chicas toman mucho más tiempo que Valentin y yo para prepararse.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario