Rosario propuso que viéramos televisión. La última cosa que quería hacer era estar en una habitación con Paula, siendo incapaz de hablarle. Me paré. —¿Tienes hambre, Paloma?
—Ya comí.
Las cejas de Rosario se levantaron. —No, no lo has hecho. Oh… es cierto, se me olvidaba que tú tomaste una ¿pizza? antes de que viniéramos.
Paula se sintió avergonzada de nuevo, pero cubrió rápidamente su enojo.
Aprender su patrón emocional no llevaba mucho tiempo.
Abrí la puerta, tratando de mantener mi voz casual. Nunca había estado tan ansioso por estar a solas con una chica, sobre todo sin tener sexo con ella. —Vamos.Tienes que tener hambre.
Sus hombros se relajaron un poco. —¿A dónde vas?
—Dondequiera que tú desees. Podemos ir a una pizzería. —Me encogí por dentro. Eso pudo haber sido demasiado impaciente.
Miró sus pantalones. —Realmente no estoy vestida.
No tenía idea de lo hermosa que lucía. Eso la hacía aún más atractiva. —Te ves bien. Vamos, que estoy muriendo de hambre.
Una vez que ella estaba sobre mi Harley, por fin pude pensar con claridad otra vez. Mis pensamientos eran por lo general más relajados en mi moto. Las piernas de Paula tenían mis caderas apretadas, pero eso era extrañamente relajante,también. Casi un alivio.
Esa sensación extraña que sentía a su alrededor me desorientaba. No me gustaba, pero de nuevo, me recordaba que ella estaba cerca, así que era tan reconfortante como inquietante. Decidí resolver mi mierda.Paula podía ser una paloma, pero sólo era una jodida chica. No necesitaba tener mis boxers hechos un manojo.
Además, había algo debajo de esa fachada de niña buena. Me odiaba porque había sido lastimada por alguien como yo. De ninguna manera era una puta, sin embargo. Ni una puta reformada. Yo las podía detectar a un kilómetro de distancia. Por fin había encontrado a una chica que era lo suficientemente interesante como para quererla conocer, y una versión de mí ya la había lastimado.
A pesar de que la acababa de conocer, el pensamiento de que algún imbécil le hiciera daño me enfureció. Que Paula me asociara con alguien que le había hecho daño era peor. Pisé el acelerador cuando entramos al estacionamiento de Pizza Shack. El viaje no había sido suficiente para solucionar la mierda en mi cabeza.
Ni siquiera estaba pensando en mi velocidad, por lo que cuando Paula saltó de la moto y empezó a gritar, yo no podía dejar de reír.
—Conduje al límite de velocidad.
—¡Sí, si estuviéramos en la autopista! —Quitó la maraña de cabello por debajo de la corona de su cabeza, y luego separó su largo cabello con los dedos.
No podía dejar de mirarla mientras lo envolvía y se lo ataba de nuevo. Me imaginaba que así lucía en la mañana, y luego tuve que pensar en los primeros diez minutos de Salvando al Soldado Ryan para mantener mi polla lejos de ponerse dura. Sangre. Gritos. Intestinos visibles. Granadas. Tiroteos. Más sangre.
Mantuve la puerta abierta. —No dejaría que nada te pasara, Paloma.
Pisoteó furiosa junto a mí hacia el restaurante. Fue una lástima, era la primera chica a la que le había querido abrir la puerta. Había estado esperando ese momento, y ni siquiera se dio cuenta.
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